RIMBAUD Y KIEFER: EL DURMIENTE DEL VALLE

«Es un hoyo de verdor donde canta un río…».

Arthur Rimbaud dibujado por Paul Verlaine.

Ese muchacho que deseamos vivo, y que no es más que un cuerpo tendido y frío, el muchacho protagonista de El durmiente del valle (Le Dormeur du val), ese joven que yace en un poema escrito por Arthur Rimbaud (1854-1891), que no es más que un soldado muerto al finalizar la lectura del poema, se convierte en una alteza inalcanzable unos instantes después de haberlo conocido.

Es el joven de los versos recogidos en El durmiente del valle, quien, desde su silencio infinito, socorre al poema liberando la sensibilidad, ayudándola a escapar de todo recurso formal.

El artista alemán Anselm Kiefer (1945) pertenece al grupo de los seducidos por la poesía de Arthur Rimbaud. Tal es así que, en el año 2014, se inspiró en El durmiente del valle —poesía escrita en 1870 durante la guerra franco-prusiana, conflicto que atronó la vida del poeta francés— para hacer la pintura que comparte nombre con los versos. Kiefer llenó el lienzo de yerbas silvestres, flores, luz y color, le asignó a su cuadro un horizonte muy alto y le hurtó a la historia la figura del muchacho.

Se trata, como podrás comprobar, de un paisaje fluvial aparentemente alegre, un escenario al aire libre que hubiese sido aprobado por Rimbaud, pues hubiese visto en el cuadro de trazo grueso, empastado y rebelde un sitio propicio para arrullar en él al protagonista de su poema, al joven que sonríe «como sonreiría un muchacho enfermo»; porque, en el fondo, si lo observas bien, el homenaje de Anselm Kiefer es un horizonte melancólico que ha nacido en un trozo de tela.

El paisaje de Ansel Kiefer comparte con el poema ese algo de maldito que distinguió a Rimbaud.

EL DURMIENTE DEL VALLE

El durmiente del valle (Le dormeur du val), aceite, acrílico, emulsión, goma laca, sedimento electrólisis en fotografía sobre lienzo.

EL DURMIENTE DEL VALLE

Es un hoyo de verdor donde canta un río…
enganchando locamente a las hierbas harapos
de plata; donde el sol, de la altiva montaña,
luce: es un pequeño valle que espuma de rayos.

Un joven soldado, boca abierta, cabeza desnuda,
y la nuca bañándose en el fresco berro azul,
duerme; está estirado en la hierba, bajo la nube,
pálido en su lecho verde donde la luz llueve.

Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como
sonreiría un muchacho enfermo, echa un sueño:
Naturaleza, acúnalo cálidamente: tiene frío.

Los perfumes no hacen estremecer su nariz;
duerme al sol, la mano en el pecho
tranquilo. Hay dos agujeros rojos en el lado derecho.

(Traducción de Alberto Manzano).

ENLACES RELACIONADOS

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Leonardo Alenza. Los dibujos del “falso Goya”.


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