ALFONSINA STORNI
«Soy un alma desnuda en estos versos».
El desamor, la muerte, el agua en forma de rocío, de lluvia, de gota, de espuma, el agua a la que acude para espabilar, aún más si puede, la tristeza que gesta en los poemas: versos cadenciosos, hermanados, melancólicas partituras, cascadas de palabras que caen sobre el pedregal cada vez más gastado por el roce arrebatado. Agua, poema y verso conocen los secretos de quien los ha hallado.
Alfonsina Storni es la dama perdida y sedienta que se mueve en círculos por el bosque salvaje de la vida. Es la dama solitaria e infeliz, la maga, que convierte sus desventuras en minas de diamantes, en poesías. Es la dama que, según ella, «escribe para no morir», que vuelca su vida en su obra, exponiéndose, arriesgándolo todo —¡cómo no ofrecerle el alma desnuda al verso que se le revuelve dentro, si la escritura es, para ella, su única aliada!
Alfonsina Storni es ansiosa, feminista, melancólica, neurótica. Y su lamento desgarrador es dulce en la forma y en el fondo es fiero. Lo sé porque su pájaro, de pico de oro y plumas rosadas, trina desasosiegos.
¡Ay, Alfonsina, es tu canto un deseo loco con timbre de ironía!
Piano, flauta, violín y bandoneón. Suena el tango en el salón y sales a bailar con tu tristeza, dejándote llevar por la ondulante cadencia musical. Tus zapatos negros de charol garabatean en el lustroso suelo círculos carcelarios. Se estrechan y se estrechan…
Arriban las lluvias y las hojas caducas, y la luna de octubre se muestra «con sus dos labios de plata». Es medianoche y, como una Cenicienta sin carroza, andas veloz por las calles vacías. Con la ayuda de las luces de las farolas llegas al muelle, donde uno de los tacones —uno que bailó contigo tiempo atrás el febril tango—, se te revela. Y tú lo abandonas en la escollera, asignándole la triste función de testigo mudo.
Ruge el mar, escupe algas sobre tu cuerpo y, menospreciando la afrenta, dando un paso al frente, cumpliendo tu voluntad, te dejas caer buscando la hondura de la muerte. Y así es como los «peces descamados» y los «pájaros sin alas» te dan la bienvenida que tanto has pensado.
Alfonsina, me queda la duda de si hallaste en las profundidades calma, la duda de si en el océano ahogaste la sensación obsesiva de no sentirte amada.
Decía Ramón Gómez de la Serna que «el tango está lleno de despedidas». Voy a acompañar las veinticuatro poesías que he seleccionado con fotografías que congelan instantes de un baile apasionado y nostálgico, donde el hombre es quien sujeta las bridas del deseo. Desde El dulce sueño hasta Mascarilla y trébol, desde su etapa romántica y modernista hasta el realismo que se inicia con Ocre —donde agrega a sus penas personales las penas del mundo—, el tango será su compañía.
POEMAS
De EL DULCE SUEÑO
(1918)
TÚ ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques;
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre la escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
CUADRADOS Y ÁNGULOS
Casas enfiladas, casas enfiladas,
casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas en fila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.
SÁBADO
Levanté temprano y anduve descalza
por los corredores; bajé a los jardines
y besé las plantas;
absorbí los vahos limpios de la tierra,
tirada en la grama;
me bañé en la fuente que verdes achiras
circundan. Más tarde, mojados de agua,
peiné mis cabellos. Perfumé las manos
con zumo oloroso de diamelas. Garzas
quisquillosas, finas,
de mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro, un sonido de loza y cristales:
comedor en sombras; manos que aprestaban manteles.
Afuera, sol como no he visto.
Sobre el mármol blanco de la escalinata
fijos en la verja siguieron mis ojos.
Fijos. Te esperaba.
De IRREMEDIABLEMENTE
(1920)
HOMBRE
Hombre, yo quiero que mi mal comprendas,
hombre, yo quiero que me des dulzura,
hombre, yo marcho por tus mismas sendas;
hijo de madre: entiende mi locura…
HOMBRE PEQUEÑITO
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala;
no me pidas más.
ETERNA
Tú pasarás por mí como sobre una fuente
en un vuelo soberbio de pájaro de presa,
te beberás el agua de la vida que mana
y te irás por los cielos a buscar primaveras.
Se quedará la fuente manando siempre el agua,
rebosará la linfa donde bebieras, ave,
y en las tardes de oro, cuando queme la tierra,
soñará con tus alas de brillante plumaje.
Puede ser que algún día, nuevamente de paso,
vuelvas por un momento a posar en la fuente
y el agua que la llena, inexperta nacida,
te dirá como entonces: ave de presa, bebe…
De LANGUIDEZ
(1920)
MONOTONÍA
¿Cómo decir este deseo de alma?
Un deseo divino me devora,
pretendo hablar, pero se rompe y llora
esto que llevo adentro y no se calma.
Pretendo hablar, pero se rompe y llora
lo que muere al nacer dentro del alma.
¿Cómo decir el mal que me devora,
el mal que me devora y no se calma?
Y así pasan los días por el alma,
y así en su daño obsesionada, llora:
¿Cómo decir el mal que me devora,
el mal que me devora y no se calma?
LA ARMADURA
Mujer: tú la virtuosa, y tú la cínica,
y tú la indiferente o la perversa,
mirémonos sin miedo y a los ojos;
nos conocemos bien. Vamos a cuentas.
Bajo armadura andamos: si nos sobra
el alma, la cortamos; si no llena,
por mengua, la armadura, pues la henchimos:
con la armadura andamos siempre a cuestas.
¡Armadura feroz! Mas conservadla.
Si algún día destruirla pretendierais,
del solo esfuerzo de arrojarla lejos
os quedaríais como yo, bien muertas.
EL OBRERO
Mujer al fin y de mi pobre siglo,
bien arropada bajo pieles caras
iba por la ciudad, cuando un obrero
me arrojó, como piedras, sus palabras.
Me volví a él; sobre su hombro puse
la mano mía: dulce la mirada,
y la voz dulce, dije lentamente:
—¿Por qué esa frase a mí? Yo soy tu hermana.
Era fuerte el obrero, y por su boca
que se hubo puesto, sin quererlo, blanda,
como una flor que vence las espinas
asomó, dulce y tímida, su alma.
La gente que pasaba por las calles
nos vio a los dos las manos enlazadas
en un solo perdón, en una sola
como infinita comprensión humana.
De OCRE
(1925)
CUANDO LLEGUÉ A LA VIDA…
Vela sobre mi vida, mi grave amor inmenso:
cuando llegué a la vida yo traía en suspenso,
en el alma y la carne, la locura enemiga,
el capricho elegante y el deseo que hostiga.
Me encantaban los viajes por las almas humanas,
la luz, los extranjeros, las abejas livianas,
el ocio, las palabras que inician el idilio,
los cuerpos armoniosos, los versos de Virgilio.
Cuando sobre tu pecho mi alma fue apaciguada,
y la dulce criatura, tuya y mía, deseada,
yo puse entre tus manos toda mi fantasía
y te dije humillada por estos pensamientos:
—¡Vigílame los ojos! Cuando cambian los vientos
el alma femenina se trastorna y varía…
FEMENINA
Baudelaire: yo me acuerdo de tus Flores del Mal
en que hablas de una horrible y perversa judía
acaso como el cuerpo de las serpientes fría,
en lágrimas indocta, y en el daño genial.
Pero a su lado no eras tan pobre, Baudelaire:
de sus formas vendidas, y de su cabellera
y de sus ondulantes caricias de pantera,
hombre al cabo, lograbas un poco de placer.
Pero yo, femenina Baudelaire, ¿qué me hago
de este hombre calmo y prieto como un gélido lago,
oscuro de ambiciones y ebrio de vanidad,
en cuyo enjuto pecho salino no han podido
ni mi cálido aliento, ni mi beso rendido,
hacer brotar un poco de generosidad?
UNA VOZ
Voz escuchada a mis espaldas,
en algún viaje a las afueras,
mientras caía de mis faldas
el diario abierto, ¿de quién eras?
Sonabas cálida y segura
como de alguno que domina
del hombre obscuro el alma obscura,
la clara carne femenina.
No me di vuelta a ver el hombre
en el deseo que me fuera
su rostro anónimo, y pudiera
su voz, ser música sin nombre.
¡Oh simpatía de la vida!
¡Oh comunión que me ha valido,
por el encanto de un sonido
ser, sin quererlo, poseída!
VERSOS A LA TRISTEZA DE BUENOS AIRES
Tristes calles derechas, agrisadas e iguales,
por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
me apagaron los tibios sueños primaverales.
Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
en el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
—¡Alfonsina! —No llames. Ya no respondo a nada.
Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
viendo en días de otoño tu cielo prisionero
no me será sorpresa la lápida pesada.
Que entre tus calles rectas, untadas de su río
apagado, brumoso, desolante y sombrío,
cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.
De MUNDO DE SIETE POZOS
(1934)
EL HOMBRE
No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.
Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente,
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.
Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.
Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro; se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.
YO EN EL FONDO DEL MAR
En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.
A una avenida
de madréporas
da.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.
En el bosque verde
que me circunda
—din don… din dan—
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza,
arden, en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar.
AGRIO ESTÁ EL MUNDO
Agrio está el mundo,
inmaduro,
detenido;
sus bosques
florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas
a la superficie;
el agua de los mares
acuna
casas de espanto.
Agrio está el sol
sobre el mundo,
ahogado en los vahos
que de él ascienden,
inmaduro,
detenido.
Agria está la luna
sobre el mundo;
verde,
desteñida;
caza fantasmas
con sus patines
húmedos.
Agrio está el viento
sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos,
se ata, roto,
a las torres,
se anuda a los crespones
de llanto;
pesa sobre los techos.
Agrio está el hombre
sobre el mundo,
balanceándose
sobre sus piernas:
A sus espaldas,
todo,
desierto de piedras;
a su frente,
todo,
desierto de soles,
ciego…
De MASCARILLA Y TRÉBOL
(1938)
SUGESTIÓN DE UNA CUNA VACÍA
Un pájaro de luna hasta la tierra
la trajo. Inhabitada. Pero un nimbo…
Y se veía alzar desde su fondo
una ranilla humana al rosa abriendo.
Con los párpados bajos del ocaso
los barrotes doblaban sus rigores
y se agitaba la ranilla rosa
en cárcel presa ya y aún no nacida.
A luz de noche, franjas estelares
le dibujaban triángulos y cruces
de sombras y fulgor en nudo triste.
Y se acunaba sola, dulcemente,
como si arriba una celeste mano
le diera viento mecedor de flores.
DIBUJOS ANIMADOS
II
Una mística flor, técnica y fría,
que el pomo de colores, semillero
de seres planos que el dibujo alienta,
si bien terrestre, de un trasmundo viene.
Hace millares de años que la garra
audaz del hombre, por desentrañarlo,
pintó paredes y mordió las piedras
hasta lograr un árbol que camina.
Mira el pequeño ser en blanco y negro
que te calca, tú que eres otro calco
de un modelo mayor e indefinido:
Un alma tiene que es la tuya misma,
la pobre tuya misma persiguiendo
trenes de viento y puerto de papeles.
A EROS
He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.
Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.
Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.
Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.
ALEGORÍA DE LA PRIMAVERA
La tierra gira y gira y va a buscarla
a un prado rosa donde está yemando,
y viene a saltos y se trepa al lomo
del mundo y latiguea el viejo musgo.
Se hacen trompos los árboles y zumban,
y la piedra cojín y canto el agua;
y aprieta el pomo de las golondrinas
y desata las cajas de las flores.
Desgremia el cielo sus torzones lila
y cuelgan de ciudades y montañas,
y un tibio, verde viento los ondula.
La mano al hombre en la cintura pone
y aguas de vida súbensele al pecho
y alza el Ensueño largas sus trompetas.
PLANOS DE UN CREPÚSCULO
Primero había una gran tela azúrea
de rosados dragones claveteada;
muy alta y desde lejos avanzando,
pero recién nacida y pudorosa.
Y más abajo grises continentes
de nubes separaban los azules;
y más abajo pájaros oscuros
bañábanse en los mares intermedios.
Y más abajo aún, ceñudo el bloque
de milenarios pinos susurraba
una canción primera de raíces.
Y estaban, más abajo todavía,
prendidos a la tierra los humanos
rechinando los dientes y herrumbrosos.
POESÍAS QUE NO PERTENECEN A NINGÚN LIBRO
ANIMAL CANSADO
Quiero un amor feroz de garra ardiente y diente
que me asalte a traición en pleno día
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente.
Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría,
a ver si acaba esta melancolía
que me corrompe el alma lentamente.
Quiero un amor que sea una tormenta
que todo rompe y lo renueva todo
porque vigor profundo lo alimenta.
Que pueda reanimarse allí mi lodo,
mi pobre lodo de animal cansado
por viejas sendas de rodar hastiado.
A UNA MUJER QUE HAGA VERSOS
Nacerás una tibia noche de primavera,
y serás perezosa. Y amarás los manjares
delicados, las sedas, los coquetos lunares,
y serás más que todas, delicada y ligera.
Y tendrás en los ojos una pura esmeralda
continuamente ardida, y buscarás un pecho
de hombre bueno. Y el hombre, señalándote un lecho,
la conductora mano pondrá sobre tu espalda.
Y pedirás un carro de purpuradas rosas,
coronado de dulces abejas rumorosas
para tirar, cantando, con un ala muy fina…
Y unciéndote al arado, el grito del arriero,
(disimulado acaso en un cuerpo ligero:
amigo, hermano, oyente) te gritará: ¡Camina!
SOÑAR
Las mujeres solteras sueñan de varios modos.
Unas sueñan con joyas, otras sueñan con flores,
otras sueñan con vagos y tímidos amores.
¡Son mis ardientes sueños tan distintos de todos!
Porque son mis deseos rebeldes a la brida
—como potros— yo sueño con músculos de atleta
repujados en bronce; con la fecunda veta
de una vena que arrastra, en tumulto, la Vida;
con caricias audaces; y con el beso acre,
mordaz y calcinante de una boca de lacre.
Transfigúrome entonces y, en pasional derroche,
soy lingote de plomo. Me enciendo al rojosombra.
Me fundo en el aliento de aquel que no se nombra.
Renazco entre sus brazos. ¡Y así toda la noche!
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No dejaré un comentario, mejor dejo una exclamación obligado por este hermoso y generoso trabajo. Digno prólogo a la altura de la mejor Alfonsina. Se pondrá contenta cuando lo lea.
Gracias Gabriela.
Yo no escribo bién en espanõl, más estoy muy grato por ler un trabajo tan bello! Felicitaciones!