ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS: DALÍ, ERNST, LAURENCIN Y TENNIEL

«¿Quién eres tú?, preguntó la Oruga».

«Siempre es la hora del té…».

Hay muchas imágenes estéticas del universo creado por Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, novela escrita en la época victoriana y que ha inspirado a prerrafaelitas, vanguardistas, conceptualistas, psicodélicos, artistas pop… Hay muchas maneras de acercarse al fascinante mundo de Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), pero todas parten, ¡oh…!, de un mismo puerto: nuestra infancia. 

Entrar en la exposición que nos ofrece la Fundación Canal es como entrar en un gran libro ilustrado, porque a las obras presentadas hay que añadir el montaje. Enrique Bonet recrea, con colores y con elementos que ya forman parte de la iconografía de la literatura universal, el misterioso mundo que Lewis Carroll nos regaló.

Imagen del montaje, fotografía de María Gabriela Díaz Gronlier.

Por la madriguera del Conejo se deslizaron los artistas invitados a esta muestra.

John Tenniel, Salvador Dalí, Max Ernst, Walt Disney (representado en un fabuloso cortometraje que dejo al final de esta entrada) y Marie Laurencin fueron seducidos por la Duquesa, la Reina y el Rey de Corazones, la Liebre de Marzo, el Lirón, la Oruga, el Gusano, el Dodo, la Langosta…

Y…, ¡cómo no!, por el Gato de Cheshire, el Sombrerero Loco, el Conejo Blanco y por Alicia; personajes que, por cierto, algo tienen de los amigos cercanos al escritor, pues Carroll se inspiró en algunos de ellos según se recoge en una carta escrita por el profesor Robinson Duckworth.

Imagen del montaje, fotografía de María Gabriela Díaz Gronlier.

¡Todos cayeron en la siesta contada por el autor inglés y todos encontraron sitio en la merienda loca «donde siempre son las seis»! Todos… ¡y nosotros, sus lectores, también!

Pero… ¿cómo surgió Alicia en el país de las maravillas? Germinó en el verano de 1862.

Lewis Carroll tenía un público infantil muy fiel: las hijas de sus amigos, a las que retrató en varias ocasiones, previo consentimiento de sus mayores. El escritor les inventaba historias, hacía teatrillos y las invitaba a su estudio a tomar el té y a entretenerse con su famosa colección de cajitas de música y con el baúl rebosante de disfraces y de juguetes.

Una carrera en comité y una larga historia, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1868.

¡Huy…!, pero la narración universal, donde lógica y sueños rivalizan, se materializó durante el paseo que los llevaría a Godstow. Por el Támesis iban el autor, Robinson Duckworth y las tres hermanas Liddell.

Pues bien, para amenizar el trayecto por el río, recorrido que terminaría en un picnic, Lewis les narró, previa petición de las tres niñas —«Cuéntanos un cuento», pidió una; y Alice: «Inícialo ahora mismo.»—, lo que luego resultaría ser una de las novelas de aventuras más extraordinarias y con más enseñanzas para enfrentar la vida.

Las hermanas Liddell: Edith, Ina y Alice, impresión de plata de albúmina, fotografía de Lewis Carroll, verano de1858.

Según el testimonio de Duckworth, Alice Liddell, que tenía diez años, fue quien le requirió a Lewis que redactara lo que acababa de narrarles. Así lo describe el reverendo:

«Mr. Dodgson, ¿esta historia es de su propia invención?», preguntó Alice.

«Sí, la creo a medida que la digo», afirmó Carroll.

«¡Oh, Mr. Dodgson, quiero que me ponga por escrito estas aventuras de Alicia!» —requirió la niña.

Alice Liddell como «la doncella dormida», impresión de plata de albúmina, fotografía de Lewis Carroll, 1859.
(En noviembre de 1864, como obsequio de Navidad, el escritor envió a Alice Liddell el manuscrito terminado. Carroll reconoció que había escrito el cuento para «complacer a una niña a la que quería»).

«Expresar lo que piensas y pensar lo que dices» es una de las enseñanzas de la novela. Las setas y los brebajes que prueba Alicia, y que le hacen pasar malos ratos, dan otra lección: muestran lo importante que es ser prudente —también la Oruga le dice: «Si no se te ocurre nada sensato que decir, mejor que te calles».

Las aventuras subterráneas que, por cierto, transcurren en el presente de la protagonista, harán que Alicia, audaz y franca, vaya descubriéndose a sí misma.

Imagen del montaje, fotografía de María Gabriela Díaz Gronlier.

Ante Alicia se abre un mundo maravilloso —¿la expresión del subconsciente?— que hará que, cuando despierte, su horizonte sea más amplio y su ávida curiosidad más provechosa.

Durante el sueño, la Oruga descubre a Alicia uno de los secretos más importantes para encajar los vaivenes del destino. Le dice: «Un lado te hará crecer más alta y el otro te hará ser más baja» —el punto de referencia de la Oruga es la seta; de modo que le muestra que según te posiciones… así te irá.

Imagen del montaje, fotografía de María Gabriela Díaz Gronlier.
(Aunque la mesa era bastante grande, los tres se apretujaban en uno de los extremos: «¡No hay sitio! ¡No hay sitio!» —exclamaron al ver llega a Alicia).

Alicia tiene una personalidad apasionada que la hace desear aventuras; sin embargo, su temperamento está controlado por una educación estricta que no le permite integrarse al mundo que habita bajo tierra: la protagonista todo lo discute, porque todo… ¡lo razona! 

Una merienda de locos (detalle del reloj «blando»), Salvador Dalí, xilografía, 1969.
(«—¡Qué reloj más divertido! —exclamó Alicia—. ¡Dice el día del mes y no la hora!
—¿Y qué? —murmuró el Sombrerero—. ¿Acaso tu reloj te dice el año?
—Claro que no —replicó Alicia—: pero eso es porque un solo año dura mucho tiempo.
—Que es exactamente lo que ocurre con mi reloj —dijo el Sombrerero.
Alicia se quedó francamente desconcertada. La observación del Sombrerero le resultaba totalmente desprovista de significación y, sin embargo, al mismo tiempo era correcta»).

Las experiencias vividas por Alicia le darán varias lecciones. Alicia, educada en las férreas costumbres victorianas, se enfrenta al problema de la identidad, a la batalla que se establece entre razón e imaginación, a los caprichos del tiempo, a la lógica, al orden establecido, al despotismo… Y, en lo más íntimo —recordemos que el personaje está inspirado en una niña real que tiene diez años—, al paso de la infancia a la adolescencia.

Alicia también se enfrenta a la metamorfosis que habita en los sueños. ¡Los sueños…!

Alicia en el país de las maravillas, Salvador Dalí, bronce, 1977.

Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo
donde el sueño de Infancia
abraza a la Memoria en lazo místico,
como ajada guirnalda
que ofrece a su regreso el peregrino
de una tierra lejana.

(Final del poema que da inicio a la lectura de las «raras aventuras»).

En la exposición hay dos surrealistas cautivados por el País de las maravillas: son Salvador Dalí (1901-1989) y Max Ernst (1891-1976). El alemán, más frío y conceptual, representa la relación entre el tiempo, el espacio, lo onírico y las artes plásticas. Lo hace usando la técnica del frottage, con figuras geométricas y con una visión más abstracta.

Locura y té de las cinco («El cuerno de las maravillas de Lewis Carroll»), litografía, 1970.

Salvador Dalí, sin embargo, se deja llevar más por lo que de aventura hay en los sueños; pero la fantasía no puede ocultar que ha sido…  ¡meditada!, que es el resultado de un pintor amante de la ciencia y de las matemáticas.

Las xilografías del español, dedicadas a la novela de Carroll, encuentran en las mariposas su símbolo. Dalí representa el paso de la niñez a la adultez en la oruga que se convierte en mariposa. Dalí utiliza una paleta vibrante, que se desliza con apetito por el País de las maravillas.

El conejo envía a un tal pequeño Bill (detalle), Salvador Dalí, xilografía, 1969.

Hay, en esta fiesta para el espectador, otros dos invitados de honor: John Tenniel, el primer ilustrador de Alicia en el país de las maravillas, y Marie Laurencin.

Marie Laurencin (1883-1956) se dio a conocer con sus retratos y autorretratos. Amiga de Ernst y durante un tiempo compañera sentimental de Apollinaire, Laurencin integró el grupo de las vanguardias y destacó por la manera en la que supo simbolizar el universo femenino, como puede apreciarse en los bellos grabados que dedicó al cuento de Lewis Carroll.

Retrato de Alicia, Marie Laurencin, litografía, 1930.

John Tenniel (1820-1914), célebre por las viñetas y caricaturas que publicaba en la revista Punch, fue el escogido por Carroll para poner rostro a sus personajes y representar las escenas de su libro. ¡Qué buena elección!, pues nadie ha sabido reflejar mejor el sentido del humor y la fantasía de esta peculiar novela.

Las ilustraciones de Tenniel, publicadas en 1865, son las que están en el inconsciente colectivo de los lectores de Alicia en el país de las maravillas. Hay que decir que el ilustrador trabajó, conjuntamente, con Carroll.

El consejo de una Oruga, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1868.

No quiero poner fin a este artículo sin mencionar a Destino, el cortometraje de Dalí y Disney. ¡Maravillosa unión del mundo infantil con el universo onírico!

En 1945, en una fiesta organizada por no recuerdo quiénes, el cineasta y el pintor compartieron más que canapés, tragos y música. En esa fiesta surgió el proyecto de hacer una cinta que uniera los intereses artísticos de Disney y los de Dalí. El proyecto llevó su tiempo y tuvo muchas idas y venidas, pues Disney no pasaba por su mejor momento económico —su compañía sufría las secuelas de la II Guerra Mundial— y Dalí no paraba de querer incorporar personajes y escenas a la animación.

Destino, fotograma del cortometraje, 1945-2002.

Destino, casi finalizada, fue aparcada hasta que Roy Edward Disney (1930-2009), sobrino del creador de la empresa cinematográfica que más placer me ha regalado en mi infancia, la recuperó en 2003.

Roy E. Disney mandó a restaurarla, agregó algunas ideas y cumplió el deseo de Dalí de transformar a Cronos en jugador de baseball. La cinta se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy

¡6’31 minutos para la gloria del séptimo arte!, que lleva el nombre de la canción del músico mexicano Armando Domínguez Borrás (1921-1985), a quien Dalí le pidió que le cediera el bolero, pues iba como anillo al dedo a la idea que le rondaba por la cabeza —Dora Luz, que ya había trabajado con Disney, fue la escogida para interpretar el tema en inglés.

Imagen del montaje, fotografía de María Gabriela Díaz Gronlier.

Amigos, les he preparado una galería con algunas de las obras expuestas en la Fundación Canal. Al final de la misma les dejo con Destino, el cortometraje donde el surrealismo se expresa a través de una animación que lleva la magia de Disney; una cinta donde la infancia y el movimiento estético tienen un punto de encuentro: el hondo latido de los sueños. 

GALERÍA

«Y el Conejo Blanco aún estaba a la vista, alejándose a toda prisa». 

Alicia fuera de la casa del Conejo Blanco, Marie Laurencin, litografía, 1930.

Por la madriguera del conejo, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1865.


Por la madriguera del conejo, Salvador Dalí, xilografía, 1969.

El charco de las lágrimas, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1868.

El charco de las lágrimas, Salvador Dalí, xilografía, 1969.


Alicia en el charco de las lágrimas, Marie Laurencin, litografía, 1930.

El consejo de la Oruga, Salvador Dalí, xilografía, 1969.

El consejo de la Oruga, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1868.

Locura y té de las cinco («El cuerno de las maravillas de Lewis Carroll»), Max Ernst, litografía, 1970.

Locura y té de las cinco («El cuerno de las maravillas de Lewis Carroll»), Max Ernst, litografía, 1970.

Una merienda de locos, Salvador Dalí, xilografía, 1969.


Una merienda de locos, John Tenniel, grabado al cobre sobre bloque xilográfico, 1868.


Locura y té de las cinco («El cuerno de las maravillas de Lewis Carroll»), Max Ernst, litografía, 1970.


Una merienda de locos, John Tenniel, grabado al cobre sobre plancha xilográfica, 1868.


Historia de la Falsa Tortuga, Salvador Dalí, xilografía, 1969.


Historia de la Falsa Tortuga, John Tenniel, grabado al cobre sobre plancha xilográfica, 1868.

«Y le contó a su hermana, lo mejor que pudo recordar, las extrañas aventuras que acabas de leer.»


Despierta, pequeña Alicia, Marie Laurencin, litografía, 1930.

Con este pellizquito de la exposición, y con el cortometraje de Disney y de Dalí, te voy a dejar. Espero que te haya motivado a visitarla; pues otras sorpresas te aguardan.

DESTINO

SEGÚN SALVADOR DALÍ:
«La exposición surrealista de un problema común en la vida como es el laberinto del tiempo».

SEGÚN WALT DISNEY:
«La simple historia de una chica en busca de su verdadero amor».

 

ENLACES RELACIONADOS

Lewis Carroll y las niñas. Incluye fotografías y cartas.

Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll).

Los cuentos de mi infancia.

Disney. El arte de contar historias.

Max Ernst y su «Historia Natural». Incluye el Prefacio.

Las hadas en la literatura y en el arte.

Los duendes y las narraciones irlandesas. Cuentos.

Juguetes antiguos. «Historia cultural del juguete» (Benjamin).

Objetos de deseo. Surrealismo y diseño.

Freud en las vanguardias artísticas: «El pensamiento estético en la obra de Freud».

Fata Morgana. André Breton y Wifredo Lam.

Ratón Pérez (Luis Coloma). Texto íntegro.

Doce fábulas escritas por Leonardo da Vinci.

El gran libro de los mitos griegos (Eric A. Kimmel).

31 mujeres: el «remake» en el arte expositivo. Fundación Mapfre.


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