ÁNGEL ESCOBAR VARELA
«La belleza también la sentí amarga».
Ángel Escobar se suicidó y nos dejó su poesía como constancia de su paso por la tierra.
Sé que toda biografía termina con una inscripción numérica, imprescindible en toda esquela. Pero cuando es el hombre quien decide la fecha de su muerte, entonces ante mí se manifiestan preguntas para las que no encuentro respuestas.
Hoy encontré, en la caja de mis recuerdos esenciales, una foto en la que estamos sentados, en el saloncito de su casa de Santiago de Chile, Ángel Escobar (1957-1997), su mujer y yo.
Fue la última vez que vi a Ángel, la última vez que renegamos de la distancia física, que no emocional, que nos alejaba de Cuba, la última vez que nos bañamos en el pozo de las nostalgias mal encauzadas. Él viajaba a La Habana, iba cargado de bultos y encontró sitio en su abarrotada maleta para el paquete de socorro que yo enviaba a mis padres y a mi hermana.
Se han despertado los recuerdos, se han puesto de uñas y me hincan, así que he ido al estante, he frotado sus libros y he hecho brotar, de la lámpara maravillosa que encierra poesías, los versos tristes, descarnados y dramáticos de su obra, fragmentos de un espejo atravesado por un espíritu sensible y agotado.
Sus poemas confirman que toda causa tiene un efecto. En Ángel, claustrofobias y angustias fueron cuervos alimentados por la censura impuesta por el estado cubano —el hombre despojado de su libertad tiene dos caminos, Marx: o se suma al rebaño, que es lo que buscabas, o se lanza al monte, machete en mano, hasta morir exhausto. En este último caso, el suicidio es una muerte en combate.
Ángel Escobar, este blog te invita a que metas bulla con tu obra a los hombres honestos, a que esparzas sal en sus almas heridas, a que las zarandees para que vibren. Te entenderán, porque a fin de cuentas ¿quién no ha sentido alguna vez una voz interior que le ha dicho «¡basta, terminemos con esto!»?
¿Quién no ha conocido, aunque sea de oídas, la historia de una vida cercenada por las mismas manos que la alimentaban?
¿Qué puedo contarte que no hayas descifrado en vida? Nada, continúa el buey sudando autocompasión y sacudiéndose las moscas bajo un sol de escándalo, sigue esperando que cambie su suerte, mientras divisa embobado la inalcanzable sombra de una siguaraya.
Seguiré echándote en falta, amigo.
POEMAS
UN POCO DE PACIENCIA
Al hijo de un Jorge, su abuelo por parte
materna que recorrió todos los mares, todos
los continentes, y ahora recorre la muerte,
ese otro mapa, le dijo que en su país,
un sur donde comulgan la cordillera y el desierto,
el puerto que bien podría ser un verso,
una mujer, y diez o doce o hasta veinte supersticiones,
le dijo —te repito en mi angustia— que allí,
en su país, patria, nación, alma o desamparo,
o fuego, se podía tocar la luna con la mano.
Ahora ese niño está bajo la luna aquella, está
donde no está su abuelo. La lejanía, el frío
ahora le hacen preguntarle a la madre,
de parte de la omisión que aumenta el desconsuelo,
si es que él mentía en el exilio, lejos. Ella, ella
acerca su cara, calla; pero uno ve lo que dice su silencio:
la nostalgia, si no corrige la realidad, la inventa.
EL ANCIANO
Estoy parado en esta esquina
—entre la cordillera y el mar,
entre el sur y el desierto.
Soy pobre, pero no puedo vender mi pobreza,
ni cambiarla por un augurio.
Seguramente estoy esperando algo
parado en esta esquina del mundo,
pero ya no sé qué. Quisiera
ser una chispa en algún fogón,
en alguna cocinería, en el campo.
Pudiera ser yo el campo, o el fogón
o la chispa; pero eso no lo entendería
mi compadre: se lo llevaría otro.
Ay, muchos compadres necesitan comer
—y yo no puedo transformarme en nada,
ni hacer una promesa que nadie cumpliría.
Ahora estoy parado en esta esquina
—entre una rodilla rota y un latón de basura,
entre un paredón y un diente de menos.
Hablo con calma, solo; ni siquiera puedo ser
un mendigo: no tengo dones para eso.
EPIGRAMA FATAL
Quién fuera Isolina Carrillo
—que compuso Dos gardenias,
un bolero que escucha toda América—,
y no Ángel Escobar
—que escribió Abuso de confianza
tuvo que pagar para que lo editaran,
y no lo lee ni su primo más cercano.
CONSIDERACIONES
(Respondiendo a un argumento racista)
Soy más bello que una estatua griega, romana,
egipcia o de cualquier otra región o país.
Tengo amor a la muerte; soy la muerte y su doble.
La belleza también la sentí amarga. La senté
en mis rodillas, le hice el amor y me dejó señales
que le dejé en otro tiempo, caricias que yo ya le había dado.
Y no soy un tahúr. No puedo ser feliz, pero eso
me tiene sin cuidado. La usura, una rosa cortada,
me deprimen. Después me tomo una pastilla y golpeo
sobre una piedra sola. No me interesan los mapas:
en todos me desprecian, en ninguno me ven —soy único,
y así ellos se lo pierden; prefieren una antigüedad
o un vicio; una modelo o una estupidez chic, un pulpo,
un plagio prefieren, o la vuelta de los carneros luminosos.
Soy hermoso y constante; soy música y razón; soy
luz, soy carbón; soy todo y más en mí, como el diamante
en medio del idioma. Tal cual el adelantado supremo,
Martí, que nos unió en la vida, muerte, azar y destino,
veo una novia pasar, me atolondro y me callo.
Viuda de mí, no sé qué busca cuando me come el frío.
Ni sé si al menos sabe que soy su muerto, el muerto,
el último muerto de su amor callado.
CIERTO FORASTERO
Aquí en Chile uno se vuelve antipoeta;
—pero nunca llega a ser Nicanor Parra
y nunca, nunca, nunca
tendrá una casa en La Reina.
Ve bustos de Neruda
—pero como tiene que tomar dos buses
para llegar hasta su aburrimiento,
y no tiene dinero, no los compra;
ni tiene, ni tendrá nunca, Cien sonetos de amor
para enamorar a una estudiante,
a una sola, que tenga deficiente en Castellano—:
ella, u otra, a lo mejor no saben si Huidobro
era descendiente del Cid Campeador;
pero seguro sabrán que tenía renta
—y él, nunca, nunca, nunca, pero nunca
tendrá una cosa ni la otra,
y, además, no escribirá Altazor—
lo que no es un detalle.
No verá los piececitos fríos que vio Gabriela Mistral
—ni tendrá el Nobel—;
no se comerá tres vaquillas sentado en su leyenda
como Pablo de Rokha —ni sufrirá como él—,
ni tendrá El molino y la higuera, como Jorge Teillier.
Será, y no hay desmedro en ello, será, digo,
siempre un forastero.
OTRO QUE ESTÁ
Los mayorales del conde variopinto
azuzan a los perros y a los rancheadores
contra mí —tiemblo, corro, me asusto:
busco un monte, un bosque, algún zarzal
contiguo a mi osadía; gritos, silbidos, caballos
que me cercan— al barracón no vuelvo:
huyo, pero en la huida no puedo hacer
un palenque ni tener una lanza o un fósforo
para quemar la paja de mi cuerpo.
Vienen muchos, y todos me zahieren, rompen
en algarabía atroz porque he llegado a la ciudad
—un grito y otro entre edificios y decretos—
aquí es más fácil atraparme: ya estoy atrapado,
roto, sucio en el cepo, se solazan, sal, látigo,
hierro: «Miente para que te conviertas»; dicen
con un ojo tapado con un trapo sucio, «sé el buey —
que el aguijón te avise». Quédate quieto, corre,
párate, ausculta, no escuches tu corazón tullido:
ven a mi lado, te daré una palmadita
en el anca, recuerda que eres un buey
que no ha tenido nada, y si quieres ser otra cosa
sé un carnero: en la ciudad un carnero
vale más que dos hombres, eso lo saben
los polizontes apostados: juzgan, pervierten,
y de ti, res destazada en los mercados, no
quedará sonido: no creas que eres un cencerro,
no pienses en tu hermano menor porque está
muerto, y los muertos son los peores
—no vuelvas a decir lo que dijiste:
nosotros hemos contribuido a que lo digas—
y eso, también, nos pertenece, como tú y como todo.
LA CONSPIRACIÓN DE LOS NECIOS
Juntémonos en tu casa el sábado.
Sí: tiremos cualquier cosa a las brasas
—aunque sea un hombre:
sí: volvámonos caníbales—
eso da prestigio y fama
—eso hace que uno deje un trazo
como hace el caracol sobre la tierra—
si es que la Tierra es algo.
No todos podemos ser próceres piadosos.
Juntémonos en tu casa el sábado.
Sí: fumemos bastante; fumemos de todo;
fumémonos el todo: hasta que nos de cáncer
—el cáncer sí que es Creacionista—:
ahora mismo está haciendo que se pudra
la rosa en este problema.
PUNTO MUERTO
Qué ausencia la del mar en esta villa.
Falta lo que te envuelve, lo que embulla.
Líquido placentero que da vida o aniquila
al deseoso. Mar mío que no soporta el límite,
se ha ido y me ha dejado a la intemperie.
Qué habré de hacer, ojo fijo al espanto.
Qué es lo que me liquida ante el horror
de un olvido implorante. Llego y muestro
la mano que cercenó el verdugo. Canto —
si pudiera cantar como ninguno. Ayuno,
falto, sigo, resucito, mar que le ofrece
el labio a los deseosos, me pararé ante ti
como un viernes que esparce su ceniza,
pondré la planta de mi pie que añora
ser tu orilla junto a la mano seca: el rol
podrido que me han dado —feliz el testamento.
Fastuoso, cómo no ver que llegas, meta, punto
pobre, y entorpece estas líneas —llega el tamaño
grito, pendón, cárcel, muchacha, me cobija—
abro la boca y sigo de costado buscando
en donde acuclillarme, proseguir —falta, falta:
eso dicen los huérfanos. Palma, cinto, cuchillo,
total, no complemento. Moriviví amargo, mar
que te apartas del sol de los iguales, pon
tu placenta, el útero, el regreso, y que yo pueda
hablar y callar en el intento. Mienten los iguales
del sol, sus rayos temen calcinarse en la piedra,
la cal, la nieve de estas cuatro paredes, bartolina
que ciega el impulso y da fluspirilenum. Dame
la posible visión de un colibrí que toque la flor,
la mariposa, y sea, pues yo no puedo ser. Abusa
el miedo, golpea su buen gong callado, arrima
su guillotina que separa al dador de su cabeza.
Ve, triste mar sencillo, hasta donde dijiste;
ven y ráspame esta mugre del alma, y sopla,
porque ya sé que eres mi semejante. Vuelve.
ENLACES RELACIONADOS
Poemas. Luis Rogelio Nogueras (Wichy el Rojo para sus amigos).
José Álvarez Baragaño, Poemas y “En torno a la poesía de Baragaño” de Manuel Díaz Martínez.
Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos muertos en el exilio (1959-2002).
Belkis Cuza Malé. Poemas. Pintura.
Rafael Alcides Pérez. Poemas. Y “Rafael Alcides y el hombre común” de Manuel Díaz Martínez.
Manuel Díaz Martínez: “Sobre la poesía.”
El cubano que silba al viento.
Teselas de mi mosaico habanero.
En las raíces del árbol. Relatos (María Gabriela Díaz Gronlier).
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Realidad y poesía en Pablo Armando Fernández (Manuel Díaz Martínez).
Poemas a propósito de una foto.
Antología de la poesía en Cuba: 1800-1950. Poemas
Nicolás Guillén y Landaluze. Poemas y grabados.
Lo negro y lo mulato en la poesía cubana (Ildefonso Pereda Valdés).
La ciudad muerta de Korad (Oscar Hurtado).
Fuera del juego (Heberto Padilla). Algunos poemas.
Inferno (Reinaldo Arenas). Poemas.
La buena memoria (Belkis Cuza Malé).
Los evangelistas de la muerte.
Poemas a propósito de una foto.
Mario Parajón. «Cuatro a la mesa». Cuento completo.
Humberto Arenal. Tres cuentos completos.
Más allá canta el mar… (Regino Pedroso).
Los indocubanos. Texto e ilustraciones.