AZABACHE Y EL HUESO DE JAMÓN
HISTORIETA DE ENREDOS

Imagen obtenida en la web pauletrudelbellemare.

(Azabache y el hueso de jamón es un teatrillo que tiene la intención de enseñar a los pequeños que lo ajeno no se toca. La protagonista es Azabache, una perrita regordeta, de patas cortas y muy lista. En la escena participan también cinco perrillos, una cotorra, la dueña de Azabache, llamada Sofía, y su papá. El invitado especial es Pepito Grillo.)

AZABACHE Y EL HUESO DE JAMÓN

La luna se asomaba en el cielo cuando los perros se reunieron, como de costumbre, en el banco que estaba bajo la morera. Esa noche era una noche importante, pues tenían que elaborar un plan que les permitiera hacerse con una buena pata de jamón, que había llegado a la cocina de los dueños de la finca donde vivían. Pero la deliciosa pata de jamón estaba custodiada por la cotorra Merina, que vivía en la cocina.

(Se escucha en off el parloteo de un loro.)

—Me llamo Azabache y por un ojo veo y por el otro no. Mi ojo saltón es ojo avizor. Sobre mi ojo pocho llevo un parche rojo —decía cada vez que le presentaban un candidato para aumentar la cuadrilla. Y todos quedaban prendados de sus aptitudes de liderazgo.

—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! ¿Cómo lo hacemos? ¡Esta noche es estupenda para la acción! —ladró Maxito, un perrillo que llevaba ese nombre por su máxima somnolencia.

—Hay que avisar a Pepito Grillo. Dile que se acerque un momento, que necesitamos la ayuda de su familia —pidió Azabache a Manchi Baile, perro que llevaba ese nombre por su andar cadencioso.

Pepito Grillo

—Y hay que conseguir una calabaza, dos dientes de ajos, dos tomates rojos y un calabacín —comentó, nuevamente, la jefa de la pandilla.

—¿Y para qué queremos todos esos ingredientes? ¿Vas a prepararnos una sopita de verduras? —quiso saber Cremita de Leche, que llevaba ese nombre por su color café con leche y su carácter dulzón.

—No, no, ¿cómo se te ocurre pensar ahora en comer? Necesitamos los ingredientes para hacer… ¡una cabeza de perro! —aclaró Azabache—. Y el calabacín… ¡hará de morro!

—¿Y para qué queremos nosotros, que somos perros, otra cabeza de… perro? —preguntó Nano, el galgo más rápido del barrio.

—¿Para qué va a hacer? Para distraer a la cotorra que vive encerrada en la jaula que está en la cocina, que es donde está el jamón, Nano —respondió Azabache, que ya se estaba mosqueando con tantas preguntas.

—¡Anda!, pues tienes razón. Esa cotorra no descansa. Siempre está alerta. Hay que distraerla con espantajos o nos quedaremos sin el botín —sugirió Cremita de Leche, que siempre estaba dispuesta a evitar discusiones.

Manchi Baile

—Amigos, yo quiero llevar esa cabeza —se brindó, muy contento, Manchi Baile, que había regresado de la misión que se le había encomendado.

—Tú no puedes, Manchi. Tus andares llaman mucho la atención. Nos verían. Tú tienes que quedarte con los grillos —afirmó Cositas, que llevaba ese nombre porque todos los objetos brillantes que encontraba se los guardaba.

—¡Eso es injusto! —protestó Manchi Baile.

—No, amigo. Cada uno de nosotros tiene destrezas diferentes. Tu papel es otro.

—¿Y cuál es, exactamente, mi misión?

—Tu misión es vigilar y dar la señal a los grillos en caso de peligro —contestó Azabache, que volvía a reclamar la presencia de las cigarras—. Por cierto, ¿qué respuesta te dieron?

—Pues…, ¡que podemos contar con ellos!

—Tenemos que coger la calabaza y vaciarla, ponerle los tomates de ojos, el calabacín de hocico y los ajos de colmillos salientes. ¡Es muchísimo trabajo y el tiempo apremia! —advirtió Cositas, preocupada porque la tarea de traer los ingredientes se le había asignado al dormilón de Maxito, y este no llegaba.

—Y cuando esté lista la amarramos a la punta de la cola de Nano. ¡Y nos vamos en busca del jamón! —señaló, muy contenta, Cremita de Leche.

Nano

—¿Puede saberse por qué en mi cola y no en la tuya? —preguntó el galgo, con retintín.

—Pues…, porque si hay que salir pitando a ti se te da muy bien. Eres el más ágil, ¿no?

—Nano, tú serás el perro de las dos cabezas. Tienes que centrarte, por favor. Tienes que hacerlo como si fueras un actor. Debes estudiar tu personaje y ensayar porque la cotorra Merina es muy lista. Si te descubre, se chivará y nos atraparán a todos —comentó muy seria Azabache.

Y en estas estaban cuando apareció Maxito.

—¡Mira! Ya llegó Maxito y trae un saco bien grande —avisó, impaciente, Cremita de Leche.

—Hay que ver lo lento que es, el pobre. Nunca le cunde lo que duerme —comentó, Cositas, algo preocupada, pues el perrillo tenía un papel muy importante en esta misión.

Maxito

—Buenas noches a todos. Aquí está el encargo. Traigo todos los ingredientes para una buena cabeza —y, depositando en el suelo el saco, comentó—: Creo que debo adelantarme, pues me llevará tiempo llegar hasta el objetivo y tengo un sueño…

—¡Vaya! ¡Lo sabía! —exclamó Cositas—. Tendremos problemas en la huida.

—Bueno, bueno, Cositas. Aquí… el más fortachón soy yo. Los espero debajo de la ventana —y partió.

—No sé, no me parece buena idea que Maxito traslade el jamón. Pueden llegar los dueños a la casa y él todavía no haber doblado la esquina —dijo Nano, muy intranquilo.

—Pues no hay otra, Nano. El jamón pesa mucho y el único corpulento es él. Pero, por si acaso, tenemos otro plan para ti —afirmó Azabache.

—Hemos pensado que, si llegan los dueños, tú puedes entretenerlos también a ellos.

—¿Cómo? —quiso saber Nano.

—La calabaza, en tu cola, es ¡una marioneta! Juega con ella. Podemos añadirle un ratoncito con unas cuerdas que ataremos a tus orejas. Cuando las muevas, el ratoncito… ¡se muestra!

—¡Guau, guau, guau…! —rieron todos.

—Pero… son adultos, se van a dar cuenta enseguida —contestó Nano, que seguía alarmado.

—Entonces, si eso pasa, si han perdido la imaginación, pon tus habilidades en marcha y… ¡sal por patas!

La misión de cada uno de los integrantes del grupo quedó repartida de la siguiente manera:

. Azabache dirige el plan de ataque.

. Nano entretiene, con las dos cabezas, a la cotorra Merina y a todos los que aparezcan por la cocina.

. Manchi Baile avisa, en caso de amenaza, a los grillos.

. La familia de Pepito Grillo canta, insistentemente, en forma de alarma, si el peligro acecha.

. Cremita de Leche y Cositas entregan el jamón a Maxito.

. Maxito traslada, sobre su lomo, la pieza de jamón hasta el banco de la morera, donde se repartirán el sustancioso pernil.

(Una observación: Se acordó que los grillos, como no comen jamón, se quedaran con la cabeza falsa de perro para hacerse un sopón.)

Cositas

De esta manera, el plan se puso en marcha.

—A la de una, a la de dos, a la de tres: ¡Acción! —dijeron todos a la vez, y salieron disparados a ocupar sus puestos.

Pero…

Pero Nano, el galgo, que se sentía el protagonista de la historia, se extralimitó en su actuación. En un ataque de entusiasmo, se acercó demasiado a la habladora cotorra que, con su pico corvo, le arrancó el calabacín y lo descubrió.

Merina, la cotorra.

—¡Te vi! ¡Te vi! ¡Adivina, adivinador! ¡Nacho es el ladrón! —gritaba, con frenesí, el pájaro.

Cremita y Cositas perdieron un hermoso tiempo dando mordiscos al exquisito jamón.

Maxito nunca llegó a su puesto, pues hizo un alto en el camino para echar una larga siestecita.

Los grillos se quedaron afónicos de tanto silbar: «¡Alerta, alerta, la paletilla no llega!»

Cremita de Leche.

Y Manchi Baile, mientras los grillos silbaban, no paró de bailar la grillada.

Todo estaba fuera de control. El plan había fracasado. Y la cotorra Merina no paraba de gritar:

—¡Nano es el ladrón!

—¡Ayayayayaaay, qué me ha descubierto el loro! —ladraba el galgo, mientras atravesaba, corriendo, el campo.

—Papá, ¿qué le pasa a Azabache? ¡Mira cómo mueve las patas!, parece que tiene agujetas. Y jadea mucho —preguntó, sorprendida, Sofía.

—No te asustes. Los perros se mueven y emiten sonidos cuando sueñan; verás que, cuando despierte, se le pasará —respondió el padre, mientras sugería a su hija que dejara alimento en el plato de su mascota.

El olor de la comida llegó al hocico de la perrita, y la despertó.

—¡Hay que ver qué sueño tan dificultoso he tenido! —se dijo Azabache, mientras terminaba la sabrosa cena y se preparaba para recibir a sus compañeros—. Imagino la cara de mis amigos cuando les cuente que fueron protagonistas del gran enredo que tuvo lugar en mi siesta. Seguro que me dirán que lo ajeno no se toca, aunque sea un hueso de jamón, o lo mejor de lo mejor —escuchó que le susurraba el gusanillo de la conciencia.

(Baja el telón del teatrillo.)

Texto inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid.

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