BERLÍN SECRETO

«¿Pero cómo nos encontraremos tú y yo?»

Berlín secreto describe un día de la vida de los berlineses durante la República de Weimar (1918-1933). Franz Hessel escoge el año 1924 para situar su historia y decide para sí mismo el papel de observador que relata lo que su mirada alcanza, de forma que el lector siente que el narrador toma distancia para poder ofrecer una panorámica de lo que acontece a su alrededor. Es un recurso literario que Hessel supo explotar con gran acierto en sus novelas.

Aparentemente, la vida se bebe sin preocupaciones en esta narración. Berlín se nos presenta como una ciudad ruidosa, cuidada y llena de oportunidades para dar satisfacción al ocio. Franz Hessel sitúa su novela en 1924 no por gusto, no al azar. El autor escoge ese año porque está ubicado dentro de lo que se conoce como «los dorados años 20», período de florecimiento artificial de la República, antesala de la Gran Depresión de 1929.

Pero… ¿se puede tener una existencia feliz cuando el país y el continente europeo, donde esa nación se encuentra, está inmerso en una serie de altercados políticos, altercados que llevarían a la Segunda Guerra Mundial?

Por muchos ruibarbos y lirios que adornaran los parterres berlineses de la época, los supervivientes alemanes de la Gran Guerra no dejaban de ser seres humanos atrapados en una pinza de muerte. Eran individuos inseguros, que se relacionaban en grupos para sentirse arropados. Son pocas las veces que dos personajes entablan una conversación a solas en la novela —cuando el diálogo se produce es para destacar un fondo de peso que el autor, intencionadamente y de forma diluida, presenta a través del mismo.

En Berlín secreto, Hessel viste al lobo de cordero, permitiéndole enseñar los dientes sólo en contadas y calmadas sonrisas. Se trata de un libro escrito en «tiempos proletarios».

Es importante prestar atención al uso de las palabras en Franz Hessel. Hay que estar más atento a ellas que a la riada de personajes que se mueven por la trama, trama llena de actores secundarios que comparten ilusiones abortadas.

En uno de los pocos diálogos establecidos entre dos de los protagonistas —el estudiante Wendelin y Clemens, el profesor que «se fuma la ilusión»—, Clemens dice: «(…) El mundo antiguo conocía un concepto: el peso de las palabras (…). La palabra es magia, y quien cite una palabra debería ser consciente del peligro y de la gracia. Citar quiere decir invocar a los espíritus».

Berlín secreto tiene como trama principal un triángulo amoroso, inspirado en una experiencia personal de Hessel. El conflicto se resuelve de forma razonada, dejando sin opción de manifestarse a la pasión, al enojo y a los celos descarnados. El matrimonio de Clemens y Karola pareciera que se encuentra en peligro por culpa del joven Wendelin. Pero todos no son más que víctimas del monstruo que aún no se revela. Los personajes de Berlín secreto son como un gran grupo de androides que el tiempo arrastra. Son seres que van perdiendo, sin percatarse, todo aquello que certificaba su humanidad.

Berlín secreto no es, en mi opinión, una novela sobre la capital alemana de los años 20 del siglo pasado, como he leído en más de una reseña. Creo que es un relato que no desea ser clasificado como una novela social o de arenga política y que esa es la razón por la que usa a Berlín de pantalla. No pienso que la intención de Hessel fuera la de convertir la ciudad en su argumento principal, aunque le encomienda el papel de la nostalgia —el escritor parece despedirse de un mundo que sabe huido.

En Berlín secreto se mencionan la guerra, la inflación, los programas ultranacionalistas, el exilio de la aristocracia rusa, las «prisas judías»… Entiendo que cuando Hessel incluye la palabra secreto en su título lo hace con la intención de resaltar lo oculto, lo que hay que hallar rebuscando en la maraña de personajes que, adrede, invita a su novela y que ansían una «vida plena de significado» en «tiempos belicosos». La palabra secreto es una pista que da al lector.

Franz Hessel fue un cronista con ojo de lince. Hessel tuvo la habilidad de mostrarnos la sociedad de su tiempo en varios planos, dando realce a escenarios siempre pulcros, hermosos, armonizados por los sonidos de los gramófonos. Ambientes donde, constantemente, se muestra una explosiva y ficticia felicidad.

Franz Hessel fue un flâneur baudelariano, un sagaz mirón silencioso. Esa gente frívola que se pasea por su novela es la que años más tarde aplaudiría con furor los discursos del amado führer.

Berlín secreto, una novela excelentemente escrita y magníficamente traducida, se encuentra en el catálogo de la editorial Errata Naturae.

ENTRADAS RELACIONADAS

La presa (Irène Némirovsky).

¿Por qué la guerra? (Albert Einstein y Sigmund Freud).

Hijo de este tiempo (Klaus Mann).

Hans Keilson. “Ahí está mi casa”.

La vanidad humana (Jaroslav HaŠek).

En la colonia penitenciaria (Franz Kafka).

Marina Tsvietáieva: «Diario de la Revolución».

El arte de entreguerras en Italia (1917-1933). Retorno a la belleza.

Criselefantinas. Pequeñas bailarinas Art Decó.

Lev Tolstói. La violencia y el amor.

Especulación (Thomas Wolfe).

Hannah Arendt. Poemas.

Ludwig Winder. “El deber”.

El triunfo de la belleza (Joseph Roth).

Revolución y libertad (Georges Bernanos). Texto.

Sobre «El Diario de Ana Frank». Incluye la película.

Mendel el de los libros (Stefan Zweig).

Una historia crepuscular (Stefan Zweig).

Otto Dix. Tríptico de la gran ciudad. EL tríptico profano.

La destrucción de Kreshev (Isaac Bashevis Singer).

La máscara de Dimitrios (Eric Ambler). Película.

Fahrenheit 451 (Ray Bradbury).

El problema de la libertad (Thomas Mann).

Albert Camus y la perspectiva permanente de la moral.


Compártelo con tus amigos: