CARILDA OLIVER LABRA

«Yo he formado este mundo con miradas».

Todo sentimiento que ronda alrededor del amor carnal y del amor filial encuentra cobijo en la poesía de Carilda Oliver Labra, lírica rebosante de Imágenes intensas, donde el desenfado y el drama, la alegría y el quebranto se presentan compartiendo melodías e invocando deseos.

Hoy acompaño los poemas de Carilda con cuadros del pintor Carlos Enríquez (1900-1957), pues aspiro a que la sensualidad cubana se exprese a través de la poesía de una mujer tigresa, protagonista de sus versos, y de la pintura de un artista de líneas voluptuosas; a fin de cuentas la poesía y el arte, cuando revelan verdadera emoción y muestran espíritu de rebeldía, nos permiten conocer de cerca a sus autores.

Carilda Oliver Labra nació el 6 de julio de 1924 en Matanzas, ganó tantos premios como extensa es su obra y a juicio de Virgilio López Lemus es «poeta-puente entre el neorromanticismo y el coloquialismo».

El 29 de agosto de 2018, la poetisa murió en su casa, refugio de almas inquietas. Carilda Oliver Labra en su viaje en barca hacia el Portal de la Muerte se llevó lo que muchos ansían y pocos consiguen: una vida bien aprovechada.

POEMAS


El héroe criollo, tinta sobre cartulina.

ESE MUCHACHO PÁLIDO Y TIERNO

Ese muchacho pálido y tierno
con quien pasaba tan buenos ratos
se me ha perdido desde el invierno.

Pero me encuentro con sus zapatos
donde el maldito no se levanta,
pero me encuentro con los retratos

y su mirada sin ser me espanta.
Era más bello cuanto más triste
ese muchacho que ya no canta.

Verdad que nunca le conociste
y no comprendes, claro, mi pena.
Limpio y humilde como el alpiste

o como un grano puro de arena;
sinceramente melancolía,
cuidando siempre del alma ajena.

¿Qué fue mentira? ¿Qué es sólo cuento?
Pregunta al tiempo y a la armonía.
Ese muchacho yo no lo invento:
era de carne, y me quería.


Las tetas de la guajira, 1930.

TE MANDO AHORA A QUE LO OLVIDES TODO…

Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;

aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;

aquel gesto de echarme en la locura;
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,

aquel nombre pequeño bajo el nombre,
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.


Desnudos, óleo sobre cartón, 1934.

LA SOLTERONA

Con la blusa vacía y los ojos inmensos
de soportar las lágrimas que no saben caer,
llegó calladamente. Maduros y propensos,
flotaron en la noche pecados sin hacer.

Y yo vi sus diez dedos marchitos de agonía
jugando a ser amados sobre aquel alfiler,
y vi su enorme ojera morada que crecía
como un mar insondable que vive de mujer;

y me quedé sintiendo su pobre boca seca
—que inundó de palomas tristes la biblioteca—,
sus piernas respetadas, su sexo sin llover,

y fue tan misterioso mi corazón pequeño
que tuve que ser fuerte para no usar el sueño
de regalarle mi hombre en ese anochecer.


Bilitis, óleo sobre cartón, 1935.

PERO ESTABAN LOS PÁNICOS DISTANTES

Pero estaban los pánicos distantes,
lindo tiempo de amar una centella.
Yo tenía hasta novio, y era bella
con mis ojos retando los diamantes.

Ahora acepto aquel ramo de luz pura
y reúno la sal para un tesoro.
Por el aire lo supe: que no lloro,
sobrevivo a un clavel en mi cintura.

Pasen cielos copiosos, cielos leves,
estatuas que me inventan humos breves,
cementerios y alondras convocadas.

Pase un poco de fiesta vespertina.
Pase el héroe y el mar. Pase la ruina.
Yo he formado este mundo con miradas.


Lirios tricolores, óleo sobre tabla, 1942.

MADRE MÍA QUE ESTÁS EN UNA CARTA

Madre mía que estás en una carta
y en un regaño antiguo que no encuentro,
quédate para siempre aquí en el centro
de la rosa total que no se aparta.

Madre mía que estás tan lejos, harta
de la nieve y la bruma, espera, que entro
a ponerte a vivir con el sol dentro,
madre mía que estás en una carta.

Puedes darle al misterio alguna cita,
convenir con las sombras hechiceras;
puedes ser una piedra que se quita

o secarte ahora mismo las ojeras;
pero, acuérdate, madre, de tu hijita:
¡no te atrevas a todo, no te mueras!


Hombre a caballo con potro, óleo sobre lienzo, 1954.

SONETOS A MI PADRE
II

Ha llegado el dolor violentamente
como llega la lluvia tras la aurora;
hoy sonrío de modo diferente:
con lágrima invisible que no llora.

Y me digo en secreto: quizás pasa
y es injusto que sepa de este duelo,
y hasta sigo esperando en mi desvelo
por si pide la llave de la casa.

No lo puedo creer… te necesito,
estás muerto, mi padre, muertecito.
Jaque mate te dieron esta vez;

pero loca, en delirio sobrehumano,
yo levanto tu pieza con la mano
y te pongo a jugar el ajedrez.

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