IBSEN, LA MUJER Y UN LIENZO DE MUNCH

peer gynt cartel munch

Cartel realizado en 1896 por Munch para el drama «Peer Gynt», de Ibsen.

Edvard Munch (1863-1944) nos cuenta en sus escritos, de temas variopintos, cómo conoció al dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906). Narra que en el otoño de 1895, en Blomqvist, en una exposición suya, descubrió una «figura pequeña pero rellena en el vano de la puerta (…) que, como un gran navío, se (deslizaba) entre la gente». El descrito es Ibsen, que había ido a apoyar al pintor en medio de «la gran controversia artística» que había provocado la muestra.

Entre los cuadros expuestos se encontraba Las tres edades de la mujer. Señalo el óleo porque el pintor pensaba que su cuadro había servido de inspiración al dramaturgo para la creación del universo femenino de Cuando despertemos los muertos. En esta obra, la última que escribió Ibsen, una pobre loca queda atrapada dentro de la escultura tallada por Rubek, el protagonista masculino.

Sobre este asunto, de la inspiración de Ibsen, escribió Munch:

—Un día me encuentro allí con Ibsen
—Se me acercó —Me interesa mucho
dijo —Créame —le irá a usted como
a mí —cuantos más enemigos, más amigos—
Tuve que acompañarle y él insistió en
ver cada cuadro Estaba expuesta una
gran parte de EL FRISO DE LA VIDA —
(…) Se interesó sobre todo por —LAS TRES
EDADES DE LA MUJER —Tuve que explicárselo
La mujer idealista—
—la mujer con ganas de vivir —y
la mujer como monja —la que está pálida
entre los árboles—
(…) Algunos años más tarde Ibsen escribió
CUANDO DESPERTEMOS LOS MUERTOS—
—Donde la obra del escultor nunca
se realiza —sino que desaparece
en el extranjero —Encontré varios motivos
que se parecían a mis cuadros
de EL FRISO DE LA VIDA—.

Las tres edades de la mujer,  Edvard Munch, óleo sobre lienzo, 1895.

Edvard Munch tenía razón. Las protagonistas de Las tres edades de la mujer aparecen en el teatro de Ibsen, pero ellas y… otras mujeres más. El repertorio es amplio.

El poeta y dramaturgo Henrik Ibsen, hombre retraído, solitario, escéptico, amante de los arenques, las salchichas y la soledad, fue un escritor identificado con los problemas sociales de su época; en especial con los relacionados con la mujer. Ibsen vivió muy de cerca, por su relación con la feminista Camilla Collet (1813-1895), íntima amiga de su esposa, la lucha de las sufragistas. Tanto, que se prestó a llevar a Italia, a la Asociación Escandinava en Roma, propuestas destinadas a conseguir cargos y derechos aún no concedidos a las mujeres. Pero, ojo, Ibsen nunca se declaró feminista.

Henrik Ibsen fue un defensor de la libertad, de la libertad individual, de la libertad que garantiza la igualdad entre los hombres —hombres y mujeres.

Mucho se ha escrito sobre Casa de muñecas, su obra más representada. Sobre Nora, el personaje principal, y su famoso portazo, que ha sido interpretado como un camino hacia la libertad. Creo que se equivocan los que piensan que Ibsen hizo de Nora una mujer feliz: la huida no garantiza la paz.

Casa de muñecas tiene un final inquietante. ¿Cómo puede vivir su libertad alguien que ha dejado atrás lo que más quiere: sus hijos? ¿El ser independiente puede compensar semejante renuncia? ¿Puede una persona conseguir su sitio en el mundo cuando su alma está traspasada por la pena? La libertad a cualquier precio no es más que una fantasía perversa.

Fotografía de la representación teatral de «Casa de muñecas», Theater Oberhausen.

En medio de la Noruega glacial nació un hombre capaz de llevar a los escenarios problemas con nombres de mujer. El universo femenino de Ibsen está compuesto de protagonistas apasionadas —bondadosas o malvadas— que a través de sus diálogos provocan un debate social, mostrando su opresión y su desamparo y evidenciando la necesidad de un cambio. Las protagonistas de Ibsen son enérgicas y trágicas.

En el abanico femenino ibseniano están representadas las mujeres rebeldes, pero también las sumisas. Están las mujeres pacientes, las entregadas y las ingenuas. Están las que son vengativas, asesinas y amorales. Están las enamoradas sacrificadas y las enamoradas descorazonadas. Están las vulgares, las frívolas y las elegantes. Están las locas y las neuróticas. Todas son víctimas de un mundo regido por el patriarcado.

Fotografía de la representación teatral de «Casa de muñecas», Theater Oberhausen.

Ibsen defendió la libertad de las personas y la igualdad de derechos y oportunidades dentro de la familia y del matrimonio. No por gusto en Casa de muñecas los hijos de Nora, personajes secundarios a propósito, se quedan latiendo en nuestro subconsciente —el autor creía en la familia como centro y eje de la sociedad; sin embargo, sólo apostó por el matrimonio cuando se trataba de un acto de mutuo acuerdo.

El dramaturgo noruego fue más allá con su llamada de alerta, pues sus obras —también los dramas históricos— manifiestan la necesidad de «la liberación de la humanidad» a través de la igualdad de derecho.

¿Cómo entendía Ibsen la lucha por la libertad? Para el escritor la libertad, la igualdad y la verdad iban de la mano. Ibsen, que era individualista, afirmaba que si no se busca la verdad en uno mismo de nada sirve la lucha exterior. El autor de Espectros pensaba que a la igualdad se llegaba desde la «libertad individual»

Fotografías de la representación teatral de «Casa de muñecas», Theater Oberhausen.

La Inés de Brand, la Nora de Casa de muñecas, la señora Alving de Espectros, la joven Elida en La dama del mar, la retorcida Hedda Gabler, la inescrupulosa Rebeca de Rosmersholm, por sólo citar algunos de los personajes de sus dramas modernos, nos dicen, desde su variadas personalidades y salvando la distancias, que de nada sirve que puedas votar, trabajar, estudiar, decidir tu propia sexualidad… si no cultivas tu «Yo», si no aprendes a quererte, a respetarte, a conocerte.

Nada conseguirás aceptando lo que otros consideran correcto. Es con tu entendimiento con quien tienes que ajustar cuentas. Y tienes que tener presente que se trata de un proceso vital donde tú y sólo tú tienes cabida. En el momento en que entendamos esto podremos hablar de libertad y de equidad, nos dice el teatro de Ibsen.

Fotografías de la representación teatral de «Casa de muñecas», Theater Oberhausen.

En los dramas de Ibsen todos los personajes sufren, porque donde hay un ser humano humillado no existe felicidad. Nora dejó una casa retumbando por los lloros de niños que llaman a su madre; y dejó a un marido perdido e incapaz de comprender su partida. Nora marchó desconsolada. Y continuó desolada más allá del portazo que aún ensordece a nuestra sociedad.

Es una verdad a medias que Cuando despertemos los muertos (1899) es posterior a Las tres mujeres de Munch (1895). Es cierto si nos atenemos a las fechas que dan por finalizada las obras, pero, amigos lectores, Ibsen hizo de la mujer el epicentro de sus dramas mucho antes de que lo hiciera el pintor y admirador del teatro ibseniano.

La «blanca, la desnuda y la rígida» —Las tres mujeres de Munch— y todo el universo femenino de Ibsen nos revelan, porque la literatura y el arte reflejan el medio en el que afloran, la batalla que en el siglo XIX estaban llevando a cabo las mujeres por igualar sus derechos a los derechos de los hombres. Un acontecimiento de tal envergadura, que dio lugar al movimiento sufragista, no pudo dejar indiferente ni a Henrik Ibsen ni a Edvard Munch.

firma gabriela2

ENLACES RELACIONADOS

La pintura de Edvard Munch.

El banco de piedra.

Paul Delvaux y sus mujeres pintadas.

“La víbora” (Nicanor Parra).

August Strindberg. Poemas, pinturas y una puesta en escena: El padre.

Solo (August Strindberg).

Encontraste un alma (Edith Södergran).

Jenny Marx. «Breves escenas de una vida agitada».

Ibsen. “Un enemigo del pueblo”. Incluye la película.

Doctor Glas (Hjalmar Söderberg).

El despertar (Kate Chopin).

Virginia Woolf. «Escritoras. Retrato de mujeres».

 


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