CURIOSIDADES DEL SIGLO DE ORO:
PELÍCULA Y AUTO SACRAMENTAL
Alegoría de la vanidad, Antonio de Pereda, óleo sobre lienzo, h. 1632-1636).
«Celosías recoletas
fueron campaña y vergel
de la más cuerda matrona
y el más rígido juez».
Antonio Hurtado de Mendoza
He dedicado al Barroco más de una entrada en mi blog, pues me apasiona, de modo que hoy, a través de una película, de un auto sacramental y de algunas pinturas, me acercaré a la vida cotidiana del Siglo de Oro.
Las artes y las letras nos permiten conocer, de manera amena, los gustos estéticos, los oficios, las diversiones, las creencias… de las épocas de las que son hijas. Las letras y las artes han robado al tiempo lo que la muerte al hombre arrebató: la eternidad.
El Siglo de Oro nace con el Manierismo, estilo que conserva del Renacimiento, al que pone punto y final en la última década del XVI, el interés por los clásicos, si bien su poderío se afianza con el Barroco. Es el Barroco quien le ofrece al Siglo de Oro el lenguaje metafórico que le da la oportunidad de capturar las sombras que nuestra existencia va dejando a su paso.
Paisaje, Bartolomé Esteban Murillo, óleo sobre lienzo, siglo XVII, sin fecha definida.
Las hilanderas, Diego Velázquez, óleo sobre lienzo, h. 1655-1660.
Las exigencias del Concilio de Trento ofrecen al Barroco español, aunque pueda sorprendernos, justo lo que escritores, dramaturgos, poetas, artistas plásticos y músicos necesitaban para dar voz a su tiempo.
Dando fe de de las intenciones de la Contrarreforma están las obras de Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Bartolomé Esteban Murillo, Santa Teresa de Jesús, Baltasar Gracián, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, El Greco, Francisco de Zurbarán, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Luisa Roldán (La Roldana), Tirso de Molina, Alonso de Ercilla, Pedro de Mena, Juan Sánchez Cotán y tantos y tantos nombres ilustres que hacen grande las pinacotecas y las bibliotecas del mundo hispano.
Retrato de Luis de Góngora, Anónimo, óleo sobre lienzo, posterior a 1622.
Retrato de Lope de Vega, Eugenio Cajés, óleo sobre lienzo, a partir de 1627.
Exorcismos, procesos inquisitoriales, advocaciones marianas, canonizaciones, profusión de hermandades y de procesiones… Todo lo que pudiera llamar al arrepentimiento, a la piedad y al éxtasis hizo que surgiera en el Siglo de Oro un nuevo género, una nueva manera de expresión: la mística.
La mística halló en la poesía, en la literatura, en la pintura, en las esculturas policromadas, de madera y de barro —imaginería—, y en las comedias y autos sacramentales, cuyos versos competían en cadencias y metáforas audaces, los aliados idóneos para las directrices de Trento.
El entierro de Cristo, Luisa Roldán (La Roldana), barro cocido y policromado, 1700-1701.
(Luisa fue la única mujer que obtuvo el nombramiento de escultora de Cámara. Esta pieza está considerada la primera del Barroco español).
Inmaculada Concepción, José de Ribera, óleo sobre lienzo, primera mitad del XVII.
El Siglo de Oro, que tuvo larga vida —más de una centuria—, se divide en dos partes: la primera, la que tiene representatividad en el Manierismo y es de condición idealista, se destacó por resaltar los éxitos de los Austrias —Carlos V y Felipe II—, los logros del reinado «donde no se pone el sol».
¡Oh…!, pero es en el momento en el que empieza a torcerse la suerte del Imperio donde surgen las grandes obras del Barroco español, de condición naturalista y reveladoras del desengaño de los ciudadanos, atrapados en los conflictos causados por facciones de la nobleza y por la indolencia de los descendientes de Felipe II y de sus ambiciosos validos.
Grupo escultórico de Felipe II y su familia en El Escorial, Leoni Pompeo, bronce, h. 1592-1600.
Es el siglo XVII el de las vanitas, el de las pinturas de flores y bodegones. Es el del arte que advierte de la brevedad de la vida. Es el de los lienzos donde las rosas pronto se marchitan, dejando caer sus pétalos tristes sobre los cráneos descarnados. Es el de los cirios que expiran y ya no pueden alumbrar objetos de placeres profanos.
El Barroco es el movimiento estético que visualiza el fin de las glorias mundanas (Finis gloriae mundi).
Alegoría de la vanidad, Antonio de Pereda, óleo sobre lienzo, h. 1632-1636.
Bodegón con recipientes de cocina y espárragos, Ignacio Arias, óleo sobre lienzo, h. 1652.
Las guerras de religión y las epidemias que azotaron España en esa época mermaron villas enteras: la insaciable muerte no repara ni en horarios, ni en festividades.
La guadaña, lo sabemos, trabaja a toda hora, de modo que a las guerras y a las pestes hay que sumarle los períodos de sequías y de inundaciones. ¿Las consecuencias? Hambrunas, suciedad y una lucha por la subsistencia que convertía al hombre en fiera. Turba comprobar la falta de compasión en tantos que suplicaban misericordia divina.
El sueño del caballero, Antonio de Pereda, óleo sobre lienzo, 1650.
La Piedad, Juan de Valdés, óleo sobre lienzo, h. 1657-1660.
La información que tenemos de los asuntos del pasado nos llega a través de la historia, que se nutre de las correspondencias, de los diarios, de las actas notariales, de los testamentos, de las dotes, de los pleitos judiciales… Y nos llega de las imágenes visuales y escritas que hemos heredado.
Las representaciones teatrales y las películas inspiradas en el Siglo de Oro, que es el tema que hoy les propongo, deben a esa información los efectos especiales, los decorados, los vestuarios, la música y, hasta en algunos casos, ciertas gestualidades e iluminación.
La familia del pintor, El Greco, óleo sobre lienzo, 1605.
La pobreza, el honor, la locura, el adulterio, el analfabetismo, el amor no correspondido, «el nada es para siempre», el dinero que hoy tienes y mañana ya no está…
El mundo del hampa, con sus garitos, sus burdeles y sus cofradías canallescas —bien representado por Cervantes en Rinconete y Cortadillo—, los falsos devotos, los clérigos corruptos, los trajines en los conventos de monjas, la desesperación de los celos, los matrimonios por conveniencia, con sus alcahuetas y sus maridos consentidores, son temas que originaron un nuevo género literario: la picaresca.
Niños comiendo uvas y melón, Murillo, óleo sobre lienzo, h. 1645-1646.
La picaresca puso de relieve la cruenta guerra que tuvo lugar entre la virtud y la hipocresía, asunto este que reflejó muy bien Pedro Calderón de la Barca en El médico de su honra —«que el honor / con sangre, señor, se lava»—, obra teatral que también evidencia de qué manera la comedia, tejiendo enredos y traiciones, incorporó a la trama grandes dosis de dramatismo.
El aguador de Sevilla, Diego Velázquez, óleo sobre lienzo, 1620.
Cristo de la Buena Muerte, Juan de Mesa, madera policromada, capilla de la Universidad de Sevilla, 1620.
En el Barroco español el verso reinó. Se convirtió en Titan hambriento de ingenio. El teatro se escribía en versos y los vates leían en voz alta sus poemas escritos en la «lengua del Imperio» —Antonio de Nebrija.
En el Siglo de Oro iban de la mano lo verbalizado y la escritura. Daba igual que el poema fuera de Góngora o Bocángel (Culteranista), o de Quevedo o Gracián (Conceptualista). Daba igual que el poema fuera de Boscán o de Garcilaso (Petrarquista). Daba igual porque, en ese tiempo, glorioso en talentos, el verso compite en el arte de la conversación.
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes, atribuido a Juan de Jáuregui, óleo sobre lienzo, h. 1600.
(Se cree que este es el retrato que Miguel de Cervantes menciona en el prólogo de sus «Novelas ejemplares»).
Los sonetos y las letrillas populares se alternaban en las comedias y lo que servía para amenizar los intermedios —bailes, música, canciones, textos dialogados…— encontró en el Madrid del Siglo de Oro la forma de hacerse un hueco en los escenarios.
Surgió un nuevo género teatral, de carácter tragicómico, que, si en un inicio se centraba en temas alegóricos y mitológicos, pronto evolucionó hacia el costumbrismo y el folclorismo. El género, al que llamaban «chico», no es otro que la zarzuela.
Mercurio durmiendo a Argos, decorado para la zarzuela «Los celos hacen estrellas» de Juan Vélez de Guevara (1673), acuarela de Francisco Herrera el Mozo.
(La comedia se estrenó en el Salón Dorado del Alcázar de Madrid con motivo del cumpleaños de la reina Mariana de Austria el 22 de diciembre de 1672).
En fin…, el Siglo de Oro es un gran tapiz social. Es una radiografía del auge y de la caída del Imperio español.
Hoy les dejo la película El lazarillo de Tormes, de producción hispano-italiana. La cinta se filmó en 1959 y obtuvo el Oso de Oro del Festival de Berlín (1960).
El lazarillo de Tormes es un claro ejemplo de cómo las artes y las letras son reflejo del tiempo del hombre que las creó. Fíjense en los vestuarios, en los utensilios de cocina, en los decorados exteriores e interiores, en las funciones de las estancias de las viviendas…
Niños jugando a los dados, Murillo, óleo sobre lienzo, h. 1694.
Cuando visitamos un museo, o cuando leemos a Cervantes o vemos una representación de una obra de Lope, por citar ejemplos, estamos viajando al pasado. ¿A qué jugaban, qué comían, cómo se desplazaban de una villa a otra, por qué vías recibían las noticias…?
Trasladarse en el tiempo significa, entre otras muchas cosas, que tenemos la oportunidad de comprender los nombres de las calles del centro de Madrid, nombres vinculados a los oficios que dieron avituallamiento a las familias del Siglo de Oro.
¿Cuántas veces no hemos pasado por la calle de Curtidores, de Cuchilleros, de Bordadores, de Libreros, de Botoneras, de Cadeceros…? ¡Esas calles son testimonios de vida!
Fiesta Real en la Plaza Mayor (Madrid), atribuido a Juan de la Corte, óleo sobre lienzo, 1623.
Cacería del tabladillo (Aranjuez), Juan Bautista Martínez del Mazo, óleo sobre lienzo, h. 1640.
En las cintas y en las puestas en escena del Siglo de Oro vemos hospedajes, casonas nobles, casuchas miserables y casas de vecindad compartiendo una misma calle. Y vemos caballos, enganchados a diligencias y literas, que trotan por los mismos caminos polvorientos por los que andan hombres con zurrones a sus espaldas.
También vemos catedrales góticas que conviven con palacetes, hospitales y plazas de arquitectura renacentista y medieval. El arte y la literatura nos cuentan cómo la sociedad del Siglo de Oro se alumbraba, se aseaba, paría y moría.
Bodegón con cacharros, Francisco de Zurbarán, óleo sobre lienzo, h. 1650.
En los textos y lienzos del Siglo de Oro conviven nobles, hidalgos, soldados, campesinos, artesanos, mendigos, presbíteros, solteronas, rameras, jornaleros, parteras, cardenales, estudiantes universitarios, bastardos, estafadores, asesinos…
Son los personajes que, con sus embrollos, dieron a las comedias, de traiciones y enredos, buenos argumentos. Tramas donde los celos, el honor y las apariencias hacen el tripartito perfecto.
El pintor pobre, José Antolínez, óleo sobre lienzo, h. 1670.
¿Cómo no iban a abarrotarse los corrales de comedias? Los documentos cuentan que quien quería disfrutar de una función tenía que comprar localidades con anticipación.
Las representaciones de las obras barrocas muestran la vida en el campo y en las ciudades. Pero sobre todo nos revelan que aquellas gentes de misa diaria, en la práctica, tenían un comportamiento moral bastante más relajado que el exigido por las reglas de Trento.
Así sería una función en un corral de comedias.
Además de El lazarillo de Tormes, que es ejemplo de la novela picaresca de carácter moralizante, les dejo la puesta en escena del auto sacramental más famoso de Pedro Calderón de la Barca, pieza dominada por la melancolía, el ciclo del hombre y la muerte.
El gran teatro del mundo se presentó en el Monasterio de San Miguel de los Reyes (2006) y está dirigida por José Luis Alonso de Santos.
Amigos, creo que tanto El gran teatro del mundo como el Lazarillo de Tormes, obras donde la salvación la recibe quien se arrepiente de sus pecados, dan fe de lo arriba escrito.
EL LAZARILLO DE TORMES
EL GRAN TEATRO DEL MUNDO
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El Barroco. El Siglo de Oro. Poemas.
El trampantojo. Hiperrealismo en el Museo Thyssen.
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Clara Peeters. Los bodegones y la buena mesa.
Zurbarán. Aproximación a su pintura.
El Bosco, el rey Felipe II y el Museo del Prado.
Caravaggio, los pintores del norte y el Concilio de Trento.
Alegoría de las Indias. La medalla de Felipe II.
La Biblia Políglota Complutense.
Navarrete, el Mudo. El «Tiziano español».
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