DIABLILLOS DE EXCURSIÓN

Cromo, Antonio Bernal Romero, editorial Bruguera.

 

UNO

Los tres diablillos salieron acompañados por su sargento, estaban de prácticas y pertenecían al ejército de Belcebú. El ejercicio que tendría lugar esa noche se llevaría a cabo en la mansión que se encontraba en lo alto del cerro y la misión consistía en descubrir y catalogar, mientras aprendían técnicas de succión, los sabores de la dueña de aquella casa.

Para los diablillos, jóvenes e intensos, todo experimento era diversión; así que allí estaban, mirando a través de los cristales, agarrados como ventosas a las ventanas. Cada uno de ellos lucía un color diferente, pues era muy pronto para que perdieran su identidad. A partir del segundo curso, la escala de colores comenzaba a reducirse hasta llegar a tres: el naranjita chillón para los oficiales de medio rango, el rojo candela para los comandantes y el negro encendido para el Jefe Máximo.

—¡Hala, mira cómo sopla los rezos y cómo mueve los dedos por las cuentas del Rosario! dijo, muy impresionado, el diablillo verde.

—Pobre, es un personaje trágico —contestó el sabiondo diablillo rosa.

—¿Y eso qué significa, si es que… significa algo? —quiso saber el diablillo azul.

—Pues…, según el sargento, un personaje trágico es alguien que no tiene escapatoria —aclaró, al diablillo azul, el morboso diablillo rosa.

—¡Achís, esto promete! —expresó, frotándose los cuernos, el diablillo verde.

—El objetivo de hoy es ¡altanero y tozudo! —anunció el sargento, vestido de naranjita chillón. Y con voz de trueno, dijo—: ¡Firmes! ¡Comienza el ejercicio!

Cromo, Antonio Bernal Romero, editorial Bruguera.

DOS

La señora de la casa está recostada en su cama. Viste una bata de raso rosa y ha depositado sus dientes postizos en un vasito de cristal —la dentadura se hunde en el agua mientras ella se hunde en las almohadas—. Como cada noche, reza en voz alta y de forma mecánica, sin reflexionar sobre el origen de sus desgracias; luego se toma un copita de anís y hojea algún folleto pío mientras espera que le haga efecto la pastilla contra el insomnio.

—¿Qué le pasa a la dueña de la casa? —quiere saber el diablillo azul.

—¿Por qué preguntas eso? —dice el diablillo verde.

—Es que el sargento afirma que habla siempre sola; pero creo que tiene familia.

—Y…, ¿cómo lo sabes?

—Por las fotografías, hay por todas partes del cuarto y…. Oye, ¿sabes cómo se llama?

—¡Tiene nombre de llanto, la llaman Angustias! —truena el sargento.

—Callen, callen, ¿por qué hablan tan alto? Podría escucharnos —susurra el diablillo rosa.

—No puede, se ha quedado sorda —revela el suboficial.

—¿A cuál de los  grupos que nos enseñó en clase pertenece, señor? —pregunta el curioso diablillo azul.

—Al de los «Elegidos». ¿Recuerdan cuál es?

—Los que nacen vanidosos, se crían en terquedad y mueren en soledad —gritan, al unísono, los tres diablillos.

—¡Ahora! ¡Muerdan, saboreen, chupen! —ordena el sargento a su pequeña tropa.

Cromo, Antonio Bernal Romero, editorial Bruguera.

TRES

Los diablillos ya están dentro de la casa, han pasado por las rendijas de los marcos de las ventanas y trepan por los pies de la cama, introduciéndose dentro de las sábanas. Muerden con devoción para llegar al alma  de la señora que reza con los ojos en blanco, sin percatarse de que las sábanas han cambiado de color y de  que una espesa niebla inunda su cuarto.

—En posición, soldados: ¡Firmes! —grita el sargento y los diablillos, con las tripas a reventar, cierran filas.

—Y bien, ¿qué hemos aprendido hoy? —pregunta el sargento. El diablillo verde levanta la garra y el suboficial le da la palabra.

—He aprendido que si quiero comer sabroso tengo que acudir a los lugares donde las almas se enrocan, ¡es muy fácil abrirlas en canal! Los colmillos no resbalan porque la carne no suda —el diablillo verde es un glotón.

—¡Yo, yo…! ¡Es que yo quiero responder también! —dice, ansioso, el diablillo rosa, el más espabilado de todos.

—Muy bien, dinos ¿qué puedes aportar a la experiencia de hoy?

—Que la soberbia es una enfermedad sin cura, que impide la comprensión de los problemas y vuelve la carne algo… dura.

—¡Excelente reflexión! ¿Y tú, que nos dices tú de tu primer ataque? —interroga el sargento al tímido diablillo azul.

—A mí me ha llamado la atención que la señora no ha sufrido nada, que no ha sentido nuestros mordiscos, ni nuestros brincos por la cama. Se ha ido como ha vivido, sin entender nada —contesta, precipitadamente, el diablillo azul.

—Sargento ¿cuándo saldremos de nuevo? ¡Estaba tan sabrosa la sangre de la falsa humildad…! —ríe el diablillo rosa.

—La próxima lección tendrá como escenario una cocina y el ejercicio será más complicado, pues tendrán que descubrir, entre tantos olores y sabores, otras esencias del hombre —anuncia el sargento, dando orden de salir, pues ya el amanecer se insinuaba.

Y toda la tropa se fue contenta por el éxito del adiestramiento y los puntos ganados para el ascenso.

firma gabriela6ENLACES RELACIONADOS

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