ELISEO DIEGO. POEMAS
«Esta es la plenitud, el tiempo entero…»
Viñetas de objetos de uso de la «Imprenta de Marina», propiedad de Don Severino Boloña, 1836.
En el año 1836, el impresor habanero Don José Severino Boloña organizó una exposición para mostrar los caracteres, los moldes y las herramientas de su imprenta. Con el evento, Don Severino pretendía hacer publicidad de su negocio y que los espectadores conocieran los tipos y las viñetas, de estilo neoclásico, que había creado. El juego lo planteó a modo de adivinanza:
«Y por qué sopla el viento, y por qué rechinan, en vez de las tibias de costumbre, dos huesos que yo me sé donde más te duelan. Y cómo pones hombro con hombro al León y al Idiota, y si te suelto un aerostático qué respondes y qué si avanzo con la Mitra, y qué si me hago pez y huyo en pelo a la otra página.»
Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña fue editado en La Habana en 1967. Eliseo Diego (1920-1994), alzado con crónica, relato y verso, homenajeó al antiguo maestro impresor y también a la imprenta cubana. Eliseo dio respuesta a la adivinanza que muchos años atrás Don Severino propuso. «De las extrañas maravillas para uso y regalo del Sueño», recogidas en el catálogo de Don Severino, afloraron los poemas recogidos en Aquí comienzan los doce signos del zodíaco, donde tipografías y poesías quedaron unidas para siempre.
Escribió Eliseo Diego que las obras del editor eran «tan armoniosamente impresas y encuadernadas, que de algún modo recuerdan pequeños templos Neoclásicos, más del gusto del recién desaparecido siglo XVIII que del nuevo…».
José Severino Boloña fue nombrado Impresor de la Marina en 1817.
Ilustro los poemas con obras del checo Alfons Mucha (1860-1939). A fin de cuentas, la tipografía de Don Severino y las sinuosas féminas de Mucha comparten la intención de poseer una armoniosa hechura.
POEMAS
Litografía, 1898.
ACUARIO (I)
Las aguas, lo primero.
Y el paraguas
para el son de las aguas,
agorero.
Litografía, 1912.
PISCIS (II)
De las aguas, los peces.
El abismo
es ahora dos veces
uno mismo.
Litografía, 1897.
ARIES (III)
Del abismo el impulso a la figura
del vellón increíble y la inocencia
y el feliz poderío y la paciencia
del cordero que al tiempo se aventura.
De árbol en árbol o de vida en ciencia
la tiniebla se aviene a ser criatura
en mágicos rejuegos de obediencia.
Litografía, 1897.
TAURO (IV)
El toro de la noche, ¿no es de fuego,
no embiste al tiempo con sus cuernos de oro?
Mas la tiniebla hierve en cada poro.
De la sombra a la luz: tal es el juego.
Al furor de la tierra sigue luego
la paz del pasto en el celeste coro.
Allí es feliz al fin el ígneo toro.
Después vuelta al terror: embiste ciego.
En tanta prodigiosa arquitectura,
¿cuál es la bestia y cuál es su figura,
quién las distingue en plena arremetida?
Ábranse pues las puertas del encierro,
comience el sacrificio, corte el hierro,
a ver si es que la muerte es ya la vida.
Virgen con lirios, óleo sobre lienzo, 1905.
GÉMINIS (V)
Un aroma, un recuerdo que leve se insinúa
como un destello apenas de la remota luna,
¿no ensombrece las horas cuando las ilumina,
no viene de la noche si del alba venía?
Y la luz tan intensa del furioso verano,
cuando agosta la cal de nuestros muros blancos,
¿no es tiniebla también? Como también la sombra
es la luz que temblando se oculta en la memoria.
Pues así los gemelos del aire, indiferentes,
eternamente iguales y qué distintos siempre.
Orea sus cabellos la brisa del abismo
cuando pasan secretos con sus ojos vacíos,
uno vuelto hacia el sueño, mas el otro al olvido.
Litografía, 1901.
CÁNCER (VI)
Infinitos cangrejos dan
infinitamente en la playa.
La fina luz del farol raya
en las tinieblas el afán
de las criaturas que se van
infinitamente a la playa.
Un carapacho descortés
con los ojos desorbitados
entre furiosos y espantados
mira la llama de través
y reanimándose después
huye a la sombra desolado.
Lejos solloza ronco el mar,
es muy pequeño el resplandor,
y nos da un poco de pavor
en la espesura del manglar
el incesante repasar
de las tinieblas en hervor.
Lejos solloza ronco el mar.
Litografía, 1896.
LEO (VII)
Por las mágicas puertas del naciente
huyéronse la sombra y el cuidado.
Comienza ya el festejo deseado
en los claros carbunclos del relente.
Un huracán de oro transparente
cruza el aire tranquilo, ilimitado.
Tronos de blanco fuego alucinado,
victorias, triunfos de la luz viviente.
Todo está en llamas el vetusto río
y en chispas dejarán cuándo y adónde
las páginas en ascuas del cuaderno.
Pues ya sube a los montes del estío
la noble bestia cuya entraña esconde
el horno vivo del hacer eterno.
Litografía, 1898.
VIRGO (VIII)
Muchacha extraña, lejana,
la que cuida de las rosas,
tú que vas entre las cosas
como luz de la mañana;
tan familiar y cercana
y a la vez tan desasida,
entre cipreses perdida
como en graves pensamientos:
tú iluminas los momentos
en que es más honda la vida.
Litografía, 1897.
LIBRA (IX)
En la penumbra cerrada
donde está el año dormido,
siempre fiel a lo perdido,
ni anhelante ni angustiada,
vi la balanza soñada
llena de polvo y olvido.
Ya mida el tiempo caído,
ya la luz imaginada,
junto a los trastos inertes
del viejo desván sombrío
que a ratos la nada hiela,
sola entre las varias muertes
con el mismo exacto frío
la vieja balanza vela.
Litografía, 1896.
ESCORPIO (X)
Por el sol de las ruinas
cruza tu sombra.
Donde estaban los reyes
tú solo ahora.
Los ruidos de los niños
en sus retozos,
los pasos de la guardia,
su seco aplomo,
los radiantes repiques
de bailarinas,
¡cómo fueron callándose,
cómo terminan!
Por el sol del calvero
confiadamente
pasa muda y liviana
tu negra nieve.
Litografía, 1895.
SAGITARIO (XI)
Dónde comienza el hombre,
dímelo,
dónde termina,
con la sombra debajo,
la sombra encima.
Y hacia dónde va el hombre,
dímelo,
flecha tendida
por el claro de luna
que la ilumina.
Por el claro de luna
de nuestra vida,
de una sombra a la otra
¡con tanta prisa!
Litografía, 1911.
CAPRICORNIO (XII)
Cuídese de andar tan alta,
la cabra,
que el hondo llama.
Si desde un pico de nieve
mira la cabra hacia el valle,
todo lo ve más pequeño
cuanto ella se ve más grande.
Cuídese de la montaña,
la cabra,
que a poco hay nada.
Tan diminuta es la iglesia
que en la pupila le cabe,
y el mar un pozo redondo
para refrescarse el hambre.
Cuídese de andar tan alta,
la cabra,
que es mucha el agua.
Zodiaco, litografía, 1896.
SIGNOS DEL ZODÍACO -UNO (XIII)
Ya estás aquí por fin, señor del mundo,
en medio de las bestias y los dioses.
Como flechas los símbolos veloces
van a clavársete en lo más profundo.
Para tu gloria, que arde en un segundo,
¡tantas llamas y cúmulos atroces!
Hay una desmesura en los adioses
para tan frágil animal inmundo.
Y sin embargo tú eres la figura
que ocupa el centro mismo del diseño
y a quien todo se vuelve y todo acrece.
Fugaz, vertiginosa desventura,
tú sólo alumbras con tu débil sueño
la ciega inmensidad que permanece.
ENLACES RELACIONADOS
Los Rembrandt de L’Hermitage. Poemas (Fina García Marruz).
Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX) José Lezama Lima. Texto íntegro.
Leopoldo Lugones: “Alma venturosa” y otros poemas. Ilustraciones de Xavier Gosé.
La polémica del modernismo (Manuel Díaz Martínez).
El conflicto (Virgilio Piñera). Cuento íntegro.
El secreto de Kafka (Virgilio Piñera). Texto íntegro.