DULCE MARÍA LOYNAZ. «VERSOS»

«Poesía es siempre un viraje, un vuelco y ha de sentirse, cuando se lea y cuando se escriba.»

Un cielo florentino —al estilo del Giotto, porque para Dulce María Loynaz (1902-1997) las estrellas eran motivo de inspiración—, una rosaleda —porque para la poetisa las flores fueron el medio que la naturaleza encontró para, de forma bella, enseñarnos la brevedad de la vida— y ambientando el espacio el canto del agua —el agua en forma de lluvia o doblándose o desdoblándose en olas con ayuda de dioses helénicos—. Es necesario que Versos sea escenificado de esta manera.

De Versos, el primer poemario que Dulce María Loynaz publicó, son las poesías que dejo a continuación. Poesías que alternan el amor que se desea —la utopía de toda enamorada— con el desencanto de la experiencia vivida —la rutina—. En esta antología, que abarca el período que va desde1920 hasta1938, un dragón de jade descansa bajo una luna que alumbra una buganvilla en flor.

En Versos, el amor —lo perecedero— está protegido por un hondo y sutil sentido religioso que permite que el desengaño no sea más que una experiencia necesaria para adquirir sabiduría. «La flecha que se tira» sólo roza, nada puede porque «El espacio es ancho» —ella, la mujer, es la dueña del espacio.

«Yo dejo mi palabra en el aire, para que todos la vean, la palpen, la estrujen o la expriman», decía la amante de las flores que a los posmodernistas tan buen servicio ofrecieron. Pero Dulce María, a diferencia de otros poetas que daban a la naturaleza y a los astros altas dosis de tragedia y drama, prefirió que sus símbolos tuvieran un tañido más místico.

Dulce María se mantuvo en el hilo invisible que divide lo palpable de lo intangible. Su poesía canta y habla, susurra y grita, ríe y llora. Su poesía te seduce y te enreda. Te envicia su manera delicada de contarnos realidades cotidianas.

Versos, un libro de autoedición que se publicó en Cuba en 1938 y que experimentó lo que es un secreto a voces, que nadie es profeta en su tierra, retumbó con su edición española (1950) —la voz de Dulce María Loynaz, leyendo sus poemas intimistas en el Ateneo y en el Aula Magna de la Universidad de Madrid, fue premiada con la ovación.

Si su deseo fue evitar que la retórica no mordiera su escritura… lo consiguió. Su estilo elegante, inundado de sentimiento, muestra sin vericuetos el estado de ánimo que alumbró cada poema. Es lo que sucede con Versos, que la revela en tiempos en el que el amor, como una gota de agua cayendo, insistentemente, sobre un tambor, fue sacando melodías a su alma… hasta agotarla —se casó en primeras nupcias con el hombre que la aburrió.

¿Qué hallarás en Versos? Perlas de cubanerías. Poesías temperamentales que nos descubren las secuelas de «una ausencia de amor rodeada de amor».

He estado pensando y pensando cómo ilustrar los poemas, ya saben que me gusta que no estén solitos. Siempre es tarea difícil, porque primero hay que resolver si se quiere resaltar lo evidente —el tema— o si se prefiere destacar lo invisible —el espíritu de lo escrito—. Y cuando esta duda está aclarada hay que buscar, entonces, las imágenes que respondan a lo que se ha decidido.

Así que he estado dándole vueltas a las ideas hasta que al final he escogido al diseñador de joyas René Lalique (1860-1945), importante figura del Modernismo francés y del art déco. Elegante y delicado como Loynaz. Amante de la naturaleza, como Loynaz.

Las ilustraciones, como comprobarás, no tienen que ver con los asuntos que se versifican. Esta vez el punto de unión será la belleza: la belleza de la palabra y la belleza de las alhajas que, seguramente, Dulce María admiró. Puede que hasta tuviera alguna, pues son piezas que despertaron ansias irrefrenables en las mujeres de su tiempo.

POEMAS

COMO LA ROSA…

Como la rosa en el rosal…
así, armoniosamente,
sencillamente estaba la palabra
de paz sobre tu boca.
A ella hubiera ido
yo con las manos juntas
en cuenco tembloroso
a recoger frescura, verdad, amor…
Como la rosa en el rosal, así espaciaba
tu corazón fragancia; así volvía
blancura y suavidad la tierra que lo ataba…
¡Y así te hubiera amado, con la tierra
hecha luz en tu frente hacia la luz
por el instinto vertical del cielo!

Y así pasaste de una tarde a otra,
breve y eterno… Como la rosa en el rosal.

EL AMOR INDECISO

Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta…
Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta.

Yo le digo al amor: —¿Qué te trae a mi casa?
Y el amor no responde, no saluda, no pasa…

Es un amor pequeño que perdió su camino:
venía ya la noche… Y con la noche vino.

¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!…
—¿Qué palabra no dice, que nombre no nombra?…

¿Qué deja ir o espera? ¿Qué paisaje apretado
se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?

Este amor nada dice… Este amor nada sabe:
Es del color del viento, de la huella que un ave

deja en el viento… —Amor semi-despierto, tienes
los ojos neblinosos aún de Lázaro… Vienes

de una sombra a otra sombra con los pasos trocados
de los ebrios, de los locos… ¡Y los resucitados!

Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,
que huele las naranjas y las rosas muerde…

Que todo lo confunde, lo deja… ¡Y no lo deja!
Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja…

Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe
que el mañana es tan sólo el hoy muerto… El cadáver

futuro de ese hoy claro, de esta hora cierta…
Un amor indeciso se ha dormido en mi puerta…

SI FUERA NADA MÁS…

Si fuera nada más que una
sombra sin sombras; que una íntima
tiniebla de dentro para fuera…

Si fuera —nada más— la misma
tiniebla de hoy… O la de ayer,
o la de todos los días…

Y ninguna cosa más honda
ni más ardiente ni más fría.

Si fuera como el retorno de un viaje
cansado…, un encontrar la antigua
casa, la olvidada almohada
que más blanda parecería…

Si ni siquiera fuera almohada
ni casa ni sombra ni vía
de retorno o de fuga, ni
miel que recoger, ni acíbar…

Si sólo fuera —al fin…— un breve
reintegrarse a la nada tibia…

LA DUDA

Pasó volando y me rozó la frente…
Era buena la Vida: Había rosas.
Unos minutos antes
me había sonreído
un niño…
Pasó volando y me rozó la frente.

No sé por dónde vino ni por dónde
se perdió luego pálida y ligera…
No recuerdo la fecha. No sabría
decir de qué color
era ni de qué forma;
no sabría, de veras, decir nada.
Pasó volando… —había muchas rosas…
y era buena la Vida todavía…

ETERNIDAD
No quiero, si es posible, que mi beneficio desaparezca, sino que viva y dure toda la vida de mi amigo.
Séneca

En mi jardín hay rosas:
Yo no te quiero dar
las rosas que mañana…
Mañana no tendrás.

En mi jardín hay pájaros
con cantos de cristal:
No te los doy, que tienen
alas para volar…

En mi jardín abejas
labran fino panal:
¡Dulzura de un minuto…
no te la quiero dar!

Para ti lo infinito
o nada; lo inmortal
o esta muda tristeza
que no comprenderás…

La tristeza sin nombre
de no tener que dar
a quien lleva en la frente
algo de eternidad…

Deja, deja el jardín…
no toques el rosal:
Las cosas que se mueren
no se deben tocar.

LA MUJER DE HUMO

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.
Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando…

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio…
Levantaste un muro
¡Yo me fui volando!…

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso…

Mano que sujeta,
pie que escapa blando…
¡Flecha que se tira!
(El espacio es ancho…)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado…

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa… En tus manos…

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido…

Hombre que me besas,
tu beso es en vano…
Hombre que me ciñes:
¡Nada hay en tus brazos!…

CONJURO

Cuando revuelvo el brazo
no estrecho, rompo el lazo.

Ya sólo un camino breve
busco: El que de ti me lleve.

¡Con qué agua te apagaré!…
¡Con qué llama te quemaré!…

Para cortar tu nudo…, ¿qué espada?
Para talarte, ¿qué hacha afilada?…

Un muro busco, un muro de granito
donde se estrelle el mar de lo infinito…

Racimo de Octubre, dame un no bebido…
vino que me haga olvidar su olvido…

¡Oh, lámpara, apágate si has de alumbrarlo!…
¡Rómpete, oh labio, en tierra antes que llamarlo!

He llegado hasta donde nadie pudo llegar.
Si aun vuelvo la cabeza…, ¡Dios me vuelva sal!

MADRIGAL DE LA MUCHACHA COJA

Era coja la niña.
Y aquella
su cojera
era
como un ondulamiento
de viento
en un trigal…

Era coja la doncella,
trazaba eses de plata sobre el viento,
hecha a no sé qué curva sideral…

Cristal quebrado era la niña… Mella
de rosas, por el pie quebrada
(¡y sin cristal que la tuviera alzada!…):
Una rosa cortada
que cae al suelo y que el que pasa huella.

La niña cojeaba
y su cojera en una sonrisa recataba
sin acritud de llanto ni querella:
Como la Noche sella
su honda herida de luz —alba o centella—,
así sellaba
ella
la herida que en su pie se adivinaba…

Nadie la hallara bella;
pero había en ella
como una huella
celeste… Era coja la niña:
Se hincó el pie con la punta de una estrella.

MIEL IMPREVISTA

Volvió la abeja a mi rosal.
Le dije:
—Es tarde para mieles; aún me dura
el invierno.
Volvió la abeja…

—Elije
—le dije— otra dulzura, otra frescura
inocente…

(Era la abeja oscura
y se obstinaba en la corona hueca…)
¡Clavó su sed sobre la rosa seca!…

Y se me fue cargada de dulzura…

LA IMPACIENCIA

Dejo mi amor al sol, mi sol al viento,
mi canto al viento, mi esperanza al viento
y al viento mi fe.
Voy hacia arriba como la hoja verde…
Voy hacia abajo como la que muerde
la tierra, como la raíz oscura y fiel.

¡Al sur, al norte, al este y al oeste
voy!… Alas tengo; garras tengo… —¡Y este
afán de partir!
—Hay un muro:
Lo escalo.
—Hay un sueño:
Lo vendo.
—Hay un amo:
Lo entrego.
—¡Hay la sombra!…
¡La enciendo!…
¡Y hacia ti, hacia ti!…

CÁRCEL DE AIRE

Red tejida con hilos invisibles,
cárcel de aire en que me muevo apenas,
trampa de luz que no parece trampa
y en la que el pie se me quedó —entre cuerdas
de luz también…— bien enlazado.

Cárcel sin carcelero y sin cadenas
donde como mi pan y bebo mi agua
día por día… ¡Mientras allá fuera
se me abren en flor, trémulos, míos
aún, todos los caminos de la tierra!…

LA BALADA DEL AMOR TARDÍO

Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya…

Amor… ¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana… —No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar…

Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal…
Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.

EL PEQUEÑO CONTRAHECHO

El pequeño contrahecho conoce
todas las piedras del jardín;
las ha sentido en sus rodillas
y entre sus manos ya escamosas
de humano reptil.

En la tierra tirado parece un ángel roto,
el ángel desprendido de un altar;
Juega con los gusanos de la tierra
y con las raíces del flamboyán.

El pequeño contrahecho tiene
los pies más suaves y el cielo más lejos…
Cuando en brazos lo alza el hermano mayor,
él sonríe y extiende las manos
embarradas de tierra
para coger el sol…

ARPA
Para Margarita y su arpa:
Dos arpas.

¿Quién toca el arpa de la lluvia?
Mi corazón mojado se detiene a escuchar
la música del agua:
Mi corazón se ha puesto ha escuchar sobre una rosa…

¿Qué dedos pasan sobre las cuerdas
trémulas de la lluvia?
¿Qué mano de fantasma arranca
gotas de música en el aire?

El corazón suspenso escucha;
la rosa lentamente se dobla bajo el agua…

ODA A LA VIRGEN MARÍA
Para Antonieta Dolz:
La del canevá y las cintas…

Virgen María:
A tu luna azul —la que sólo
está en mi libro de Primera Comunión—
yo iría
esta noche tan larga
a recoger un poco
de luz… Pero tal vez me extraviaría…
porque entre todo lo perdido, cuento
el camino irreal de tu sonrisa…

Hoy tengo aquí a mis pies un camino de tierra
dura, gris… ¡Y una prisa
turbadora de andarlo de una vez!… Pero
aun me vuelvo en la indecisa
hora y pruebo a llamarte
con los bellos nombres de las Letanías…

Casa de Oro, Torre de Marfil,
Salud de los enfermos, Rosa Mística…
Por tus nombres te llamo a mi tristeza,
rubia Virgen María,

la de la Anunciación de Fray Angélico,
la de las lunas infinitas…,
la del traje de tarlatana
en la penumbra de las sacristías…
La que sueña Antonieta
entre su canevá y sus cintas…
¡La única que hoy necesito en mi vida!…

(¡Quién te viera otra vez aquellos ojos
de un azul profundo de litografía!…)

En esta noche larga antes de irme
aún te he buscado a tientas,
dulce Virgen María.

EN MI VERSO SOY LIBRE…

En mi verso soy libre: él es mi mar,
Mi mar ancho y desnudo de horizontes…
En mis versos yo ando sobre el mar,
camino sobre olas desdobladas
de otras olas y de otras olas… Ando
en mi verso; respiro, vivo, crezco
en mi verso, y en él tienen mis pies
camino y mi camino rumbo y mis
manos qué sujetar y mi esperanza
qué esperar y mi vida su sentido.
Yo soy libre en mi verso y él es libre
como yo. Nos amamos. Nos tenemos.
Fuera de él soy pequeña y me arrodillo
ante la obra de mis manos, la
tierna arcilla amasada entre mis dedos…
Dentro de él, me levanto y soy yo misma.

ENLACES RELACIONADOS

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Poetisas cubanas para el 8 de marzo. Poemas.

Las poetas modernistas y posmodernistas hispanoamericanas. Poemas.

La polémica del modernismo (Manuel Díaz Martínez). Discurso de ingreso a la Academia Cubana de la Lengua.

Gabriela Mistral. Poemas.

Alfonsina Storni. Poemas.

Leopoldo Lugones: “Alma venturosa” y otros poemas. Ilustraciones de Xavier Gosé.

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Dulce María Borrero. “Horas de mi vida”. Poemas.

Criselefantinas. Pequeñas bailarinas Art Decó.

Autómatas. Piezas Art Nouveau y Art Déco.

El amor, las camelias y las rosas.

Rosalina.

La Avellaneda. Poemas para Semana Santa.

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Juana Borrero. Poemas y litografías.

 

 


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