EL CHICO DE LA TROMPETA

«He escuchado a muchos músicos intentar tocar como Bix; ninguno lo ha conseguido aún».
Louis Armstrong.

En El chico de la trompeta las palabras nacen a ritmo de jazz, y a ritmo de jazz se leen. Toda la novela parece salir de los compases marcados por Bix Beiderbecke, porque es una novela dedicada al genio blanco del jazz, al hombre que tocó una vez junto a Louis Armstrong.

Bix Beiderbecke tiene en Rick Martin su otro yo, un yo de ficción. El chico de la trompeta no es una biografía, sino una novela apasionada sobre la música de Bix y sobre el mundo del jazz. Una invención de una autora que vivió la misma época que el jazzista y que muestra su pasión por esa música frenética, obsesiva, mágica y con duende.

«In a mist, Bix Beiderbecke», jazz, blues, 1927.

Bix tocaba el piano, la trompeta y el clarinete. Bix era un blanco en un mundo de negros, en un tiempo en el que negros y blancos no compartían espacios -tocó con Armstrong a puerta cerrada y sin público.

Bix y Rick tienen una misma alma. Dorothy Baker regala a su personaje la misma pasión y la misma devoción que tuvo Bix por su música. Rick, como Bix Beiderbecke, es autodidacta, vive única y exclusivamente para la música y muere de un coma etílico a la edad de 28 años.

Pero, como he dicho antes, el libro no es una biografía novelada, es mucho más. Es un libro que nos traslada a los primeros años del siglo XX, los años del foxtrot y del charlestón, de las bandas de música y de las fiestas hasta el amanecer en los clubes que despachaban alcohol de contrabando (La Ley Seca duró desde 1919 hasta 1933).

Las «flappers».

Es la época de las flappers, las chicas liberadas de los años 20, que bailan jazz, van a la moda, fuman y beben en los tugurios y en los guateques universitarios. La época enloquecida de las grabaciones discográficas y de la música en vivo.

Esos solos improvisados, que no eran más que trozos de alma lanzados al viento, llegaron muy hondo al corazón de Dorothy Baker. Al igual que cada sonido emitido por Bix era único, así de única es esta novela escrita en un lenguaje llano, directo y ameno.

El chico de la trompeta es el homenaje que la escritora hace a un hombre tocado por el don de la música; un hombre con grandes carencias educativas, pues no sabía leer partituras y eso lo limitó a la hora de formar parte de grandes orquestas.

Bix Beiderbecke con la Wolverine Orchestra.

Ambos —el músico en la vida real y el músico de la novela— consiguieron reconocimiento en su profesión a base de constancia, de buscar ayuda y de pasar de convencionalismos y actitudes racistas. Pero lo que los hizo brillar fue el talento, ese algo que «tenía que salir de uno…». Ese algo que «no se aprende, se crea».

Bix Beiderbecke era imaginativo, innovador, capaz de conseguir que el público detuviera el baile sólo por el deseo de escuchar los sonidos envolventes y precisos que salían de su trompeta. Era, al igual que el personaje Rick, «el latido mismo de la música», porque para ambos la música no era un negocio, sino una pasión.

Hay muchísimas diferencias entre el personaje real y el de ficción, pero el espíritu de ambos es el mismo. Si te gusta el jazz, si eres admirador de la música de aquellos años, ve en busca de este libro. Bix nació en 1903 y Dorothy en 1907, la música de él está fundida en la novela. Y no sólo la de Bix, también la de todos los músicos que con ellos compartieron época.

El chico de la trompeta está traducido por Ismael Attrache y publicado por la editorial Contraseña.

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