EL CUBANO QUE SILBA AL VIENTO
«Busca la libertad, don tan preciado como sabe quien por ella dé la vida».
Dante Alighieri
Arrímate a la orilla, Flora Fong, técnica mixta sobre lienzo, 2009.
EL CUBANO QUE SILBA AL VIENTO
«¡Qué calor!», exclamó una voz áspera, como sufrida. Luego, silbó. Silbó hasta llegar más allá de las adelfas, de los pinares, de la noche honda. Y silbó hasta hacer que titilar las estrellas. Silbó porque descubrió que el sino trágico no es más que invento supersticioso de griegos antiguos.
¿Cómo había podido llegar a aceptar la fatalidad de su destino? ¡Cuántas tragedias había ahogado en ron barato! ¡Cuántos años haciendo de sus lamentos su propio coro! ¡Cuántos buches de café habían espoleado sus furias hasta cegarlo! Ahora, al comprender su error, estaba dispuesto a restablecer el orden y a escapar del influjo de los mitos agoreros. Porque una cosa tenía, por fin, clara: el «Dramaturgo» le había mentido. Una obrita trivial, donde el azar pesó más que lo verídico, le reveló que no existe la fatalidad del destino.
Silbó cuando descubrió que la miseria moral, el hambre y la esclavitud tienen nombre y apellidos. Silbó cuando supo que de él dependía controlar el miedo y doblegar su desgracia. Los sueños, donde se protege nuestra herencia arcaica, le descubrieron lo que quería ser y la razón le sirvió para conseguir lo que se proponía.
La madrugada del día siguiente al hallazgo que cambiaría su suerte, con un amanecer de postal, volvió a silbar. No dejó de hacerlo en todo el trayecto que lo llevó a la costa. Allí, con una brújula, una cantimplora y una edición barata de los Versos sencillos de Martí, se subió a una yanta de camión. El viento lo favorecía. Cogió las palas y, como un niño que devora la fantasía de los cuentos clásicos, puso rumbo a sus sueños, porque en ellos nunca dejó de ser… ¡un hombre en libertad!
Rema, la brisa refresca un rostro de boca sedienta. Quizás no llegue a su destino, porque no todos los que escapan de la isla agónica lo logran; sin embargo, una cosa es cierta: ha conseguido liberarse de su culpa —la credulidad lo volvió cómplice de su desdicha—. El hombre ha roto el hechizo y, con su acto catártico, ha dejado de ser protagonista de la tragedia griega… en versión cubana.
El balsero es dueño de su relato y se mira con los ojos limpios, pues, cuando se pone en riesgo la vida para conseguir la libertad, la huida jamás es un gesto de cobardía. En las manos ardientes de ese hombre, el remo es un machete abriéndose paso en la noche sin luna.
Y silba el cubano… ¡el canto mañanero del gallo!
Nota: Relato publicado en Linden Lane Magazine, Otoño (Vol. 41.3), 2022.
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