EL DEBER
«Pero su vida había dejado de pertenecerle».
El 28 de octubre de 1939 ya no existían en Praga ni residencias de estudiantes, ni Universidad. Unos meses antes, el 15 de marzo, el eco de las botas alemanas retumbaba en los oídos de los aterrados checos. Las tropas germanas establecían el Protectorado de Bohemia y Moravia, y Eslovaquia quedaba, por propia decisión —por cobardía—, bajo el patronazgo alemán.
El Círculo de Praga, formado por la élite intelectual checa —Max Brod, Oskar Baum, Felix Weltsch, Ludwig Winder…—, se desintegró. Los intelectuales que, dispuestos a romper con el neo-romanticismo, habían establecido su centro de tertulias en el Café Arco y que habían adoptado el sobrenombre de «arconautas», se vieron atrapados por las circunstancias. El Círculo de Praga se bifurcó: unos lograron exiliarse, pero otros no pudieron salir de la Checoslovaquia ocupada.
Café Arco, que años atrás había acogido a Franz Kafka y a Jam Kotera, compartió la misma mala suerte que su clientela, pues terminó en las zarpas alemanas que, en su huida, lo dejaron en las garras comunistas. Café Arco dejó de existir como templo del pensamiento checo, pero se encuentra ligado a la Praga de entreguerras. En la crónica del lugar estará siempre la silla del «arconauta» numerario Ludwig Winder.
Café Arco, calle Hybernská 16.
Ludwig Winder (1889-1946) fue un escritor judío asimilado; es decir, un hebreo integrado en la cultura occidental europea. Se encontraba en la ciudad de Praga cuando fue ocupada, pero pudo emigrar a Londres pocos meses después de la invasión. Murió en Baldock, Inglaterra, dos años después del hundimiento nazi. Yahvé quiso que pudiera vivir la victoria.
Ludwig Winder quiso dejar patente en El deber (1943) su solidaridad con los incipientes movimientos de resistencia, así como quiso dejar constancia de la frenética actividad de la clandestinidad. Un ejemplo es cómo describe el atentado mortal al «general verdugo», el de la sonrisa de hiena, Reinhard Heydrich: «el carnicero de Praga».
Ludwig Winder, fotografía, sobre 1920.
Pero hay más. Y ese más se centra en Rada, el personaje principal, y en su entorno.
¿Qué necesita un hombre para dejarlo todo y tirarse de cabeza al vacío, a una muerte casi segura? ¿Qué detonante hace que Rada abandone su vida rutinaria, de funcionario, y decida colaborar con la clandestinidad? ¿Qué ata a un hombre a su silla si no es el miedo a perder lo que más quiere? ¿Qué sucede cuando esa pérdida llega? ¿Qué relación existe entre el miedo y la desesperanza? Las respuestas van surgiendo en la medida en que lees El deber.
La incertidumbre, la cobardía, el valor, los sentimientos de odio y de venganza, la cadena de acción=reacción sacuden las páginas de esta conmovedora novela. El autor arranca a sus personajes su capa protectora, los deja desnudos ante el miedo provocado por la barbarie. Ludwig Winder ambienta su trama con los acontecimientos que ocurren en tiempo real y esto hace que el lector no pueda escapar al impacto psicológico que provoca la narración.
Las dos alternativas que tuvieron los que no pudieron huir de la invasión están reflejadas en El deber. Una de ellas es la la colaboración con el enemigo y la otra es la lucha clandestina, que en el libro está representada en una serie de atentados y de sabotajes ferroviarios.
Ocupación de Praga, 15 de Marzo de 1939.
A pesar de ser judío, Ludwig Winder no hace distinciones entre razas. A diferencia de la mayoría de los escritores que han tratado el tema, cuando denuncia las persecuciones, los asesinatos en masa, la tortura, las desapariciones, la pérdida de la dignidad, Winder no destaca que los primeros en caer al abismo fueron los de su credo. No establece prioridades porque para el «arconauta» los judíos también eran checos.
El deber narra el comienzo de la pesadilla que condujo a Auschwitz. Es la primera novela de Ludwig Winder que se edita en España y está publicada por la editorial Periférica.
ENLACES RELACIONADOS
Imre Kertész. “La última posada”.
1984. Película (adaptación cinematográfica de Orson Welles).
Berlín secreto (Franz Hessel).
Hijo de este tiempo (Klaus Mann).
El problema de la libertad (Thomas Mann).
El día eterno. Poemas (Georg Heym).
Releer a Rilke (Adam Zagajewski).
Mendel el de los libros (Stefan Zweig).
¿Por qué la guerra? (Albert Einstein y Sigmund Freud).
En la colonia penitenciaria (Franz Kafka).
Los pájaros de Auschwitz (Arno Surminski).
El cuaderno de los bocetos de Auschwitz.
El castillo de Gripsholm (Kurt Tucholsky).
El triunfo de la belleza (Joseph Roth).
A Petr Ginz, asesinado en Auschwitz.
Sobre «El Diario de Ana Frank». Película.
1984 (George Orwell). Película (Orson Welles).
La máscara de Dimitrios (Eric Ambler). Película.
Buena reseña, invita a leer esa novela testimonial. Cuando estuve en Praga caminé por lo que quedaba del barrio judío, que es muy poco, los alemanes tuvieron el «aquel» de dejar algo en pie como testimonio de una raza exótica.