EL DIABLO ENAMORADO

«Nos has dado un buen festín, amigo mío. Te costará caro».

Jacques Cazotte, Retrato, Jean Baptiste Perronneau, óleo sobre lienzo, h. 1760-1765.

Las artimañas del diablo para poseer a Don Álvaro, el protagonista de la novela de Jacques Cazotte (1719-1792), garantizan distracción a quien se acerque a este libro. En El diablo enamorado (Nápoles, 1772) la naturaleza humana y el espíritu del mal entablan una batalla que se presenta con múltiples caras.

Misterio, pasión, misticismo, alucinaciones, encantamientos, vicios y carnalidad son los ingredientes con los que Cazotte cocina su trama. Un mundo sobrenatural es presentado en un lenguaje claro, realista y salpimentado de ironía, circunstancia que hace aún más apasionante la lectura.

El diablo enamorado es una novela escrita en el apogeo de el Siglo de las Luces, el siglo de la Razón como pilar de la humanidad. Pero mientras Jean d’ Alembert (1717-1783)  y Denis Diderot (1713-1784) estaban pendientes de las ventas de los tomos de su Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios (L’Encyclopédie, 1751-1772), mientras Voltaire (1694-1778) estaba recibiendo los vítores que su Diccionario Filosófico (1764) le regalaba y mientras Montesquieu (1689-1755) gozaba del éxito de su Espíritu de las leyes (1748), Cazzote escribía una historia contra los postulados de la Ilustración.

En el siglo XVIII, el debate filosófico se dividía entre los que pensaban que sólo era real lo razonable y los que intentaban ir más allá a través del esoterismo y de la cábala. Jacques Cazotte pertenecía al grupo de los interesados en la parte oscura del hombre.

Jacques Cazotte fue iniciado en la orden de los seguidores de Claude Saint-Martin (1743-1803), secta que centraba sus investigaciones en la cábala, la ciencia que afirma, entre otras cuestiones, que el mundo está gobernado por fuerzas equilibradas. De ahí que en El diablo enamorado quede claro que nada sucede debido al azar.

Dice el diablo en forma de bella mujer, dice Biondetta a Don Álvaro: «Todo ha sido y será siempre una serie de combinaciones de números que sólo pueden entenderse mediante la ciencia de dichos números».

«El espantoso fantasma abrió las fauces y, en un tono adecuado al resto de la aparición, me respondió: —¿Che vuoi? (¿Qué quieres?)». La ilustración corresponde al volumen de Ediciones Cotal, 1976.

Y de la cábala nace la idea de que Belcebú se descubra en forma de camello. En Levítico 11:4 se lee: «El camello que rumia, pero no tiene partida la pezuña, será inmundo para vosotros».

La figura del diablo se presenta como camello, luego como un  perro podenco, luego como un paje habilidoso, luego como una intérprete famosa de arpa y luego como una joven linda y pudorosa que va transformándose en una hembra provocadora. La verdad es que este ser trabaja a jornada completa con tal de salirse con la suya. Pero hay otros protagonistas en El diablo enamorado. Hay uno que cumple un papel fundamental en la trama: Doña Mencía, la madre de Don Álvaro. Se trata de un personaje con una fuerte connotación simbólica.

La novela de Cazotte renuncia al estilo neoclásico que defendían los ilustrados. El autor escoge otro camino para desarrollar la trama. Rompe las reglas que arman la escritura clásica —rompe el tripartito de tiempo, lugar y acción— y transforma al héroe en hombre corriente y melancólico. El diablo enamorado es contraria al racionalismo, precursora del Romanticismo e inspiradora de la literatura gótica.

El misterio y los acontecimientos sobrenaturales, como ganchos para generar tensión, y la intención de explorar el fondo de la conciencia humana son las aportaciones que El diablo enamorado hace al género gótico.

Don Álvaro es un caballero español. Es un joven capitán al servicio del rey de Nápoles, cuyo deseo le hace bajar la guardia ante un demonio travestido de bella muchacha. Don Álvaro no quiere ver, pero en el fondo es consciente de lo que le sucede. Cae y se levanta, porque el hombre siempre puede… si quiere (el fatum romántico está cerca, mas no ha llegado).

«Pronuncié el conjuro en tono claro y sostenido, y después, ahuecando la voz, llamé tres veces y con cortísimos intervalos: —¡Belcebú!»

En El diablo enamorado el hombre es el único culpable de lo que le sucede. La imprudencia y la curiosidad son las debilidades que hacen caer al protagonista en las tentaciones que el maligno pone a su paso. La pérdida de la voluntad, de la objetividad y de los principios morales son consecuencias de una actitud irresponsable. Pero Don Álvaro es rescatado gracias al arrepentimiento, que no es otra cosa que el reconocimiento de la falta cometida, la aceptación de la responsabilidad en el hecho acontecido y la concienciación de que existe el Mal.

Por si aún no he podido capturar tu voluntad para que leas El diablo enamorado te diré que su autor, el hombre atraído por las ciencias ocultas y lo fantástico, decidió alardear de su catolicismo y su sentir monárquico en plena Revolución Francesa. Jacques Cazotte perdió la cabeza en la guillotina el 25 de septiembre de 1792. Tenía setenta y dos años. Antes de dejar su vida en la Place du Carrousel,  dijo: «Muero como he vivido, fiel a Dios y a mi Rey».

El diablo enamorado ha sido publicado por varias editoriales. El ejemplar que manejo es de Ediciones Internacionales Universitarias (1998) y está descatalogado, aunque puedes encontrarlo en librerías de viejo por menos de cinco euros. La versión de Siruela está en fondo vivo, pero es más cara. De ti depende el perderte, o no, las idas y venidas de Don Álvaro y el diablo.

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