EL QUIJOTE MESTIZO

«… y no se sabe si eres grande porque hablas tú,
o porque haces hablar a Sancho».

«Busque acá en que se le haga merced», fue la respuesta que Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) recibió de Diego Núñez Morquecho (1571-1632), relator del Consejo de Indias, cuando solicitó por escrito, en 1590, una plaza en América. Tenía cuarenta y tres años y la esperanza de encontrar fortuna lejos de España.

El Quijote mestizo está inspirado en los pasajes más emblemáticos de la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. El álbum, que está presentado en rama e impreso sobre papel súper alfa de 250 gramos, fue publicado por Summa Editorial en el año 2005 y cuenta con las ilustraciones de los artistas cubanos Ángel Ramírez, Carlos del Toro, Janette Brossard, Luis Lara y Norberto Marrero.

El Quijote mestizo, libro así titulado por el deseo de Cervantes de viajar a América, recoge doce estampas originales y firmadas que hoy dejo aquí con un poema de Agustín Acosta dedicado al protagonista que hizo célebre a su autor.

Un anticuario me descubrió esta edición tan especial que me hace recordar a nuestro peculiar Quijote cubano: el Caballero de París. Hay que ver como toda librería es una caja de agradables sorpresas.

*

Nota: El 12 de julio de 1605 zarpaba hacia América la nao Espíritu Santo: en su bodega viajaban los primeros ejemplares de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La novela burlesca llegó a Veracruz, México, el 28 de septiembre de 1605. Iban de contrabando, pues el Santo Oficio había censurado el libro por ser «obra de imaginación».

LA LOCURA DE DON QUIJOTE
(ÁNGEL RAMÍREZ)

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Punta seca, mancha.

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DON QUIJOTE CABALLERO
(NORBERTO MARRERO)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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EL ESCRUTINIO DE LIBROS
(ÁNGEL RAMÍREZ)

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Punta seca, mancha.

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LA AVENTURA DE LOS MOLINOS
(NORBERTO MARRERO)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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LA BATALLA CONTRA EL VIZCAÍNO
(LUÍS LARA)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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EL SUCESO DE LOS REBAÑOS
(LUÍS LARA)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA
(LUÍS LARA)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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LA LIBERACIÓN DE LOS GALEOTES
(LUÍS LARA)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha

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PENITENCIA Y CARTA A DULCINEA
(JANETTE BROSSARD)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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LA PRINCESA MICOMICONA
(CARLOS DEL TORO)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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EL DISCURSO DE DON QUIJOTE
(JANETTE BROSSARD).

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

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DON QUIJOTE ENJAULADO
(CARLOS DEL TORO)

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Aguafuerte, aguatinta, mancha.

MEDITACIÓN SOBRE EL QUIJOTE
Agustín Acosta

A José María Chacón y Calvo

Es el tiempo de la adolescencia.
(Tú estás entre otros libros, casi olvidado.)
El corazón, la mente marchan hacia otros rumbos.
(Tú esperas un minuto de tregua o de cansancio.)

La juventud adviene entre risas y vítores:
tú permaneces alejado.
Alguna vez los ojos te miran, y tus letras,
calladamente sufren desvíos y soslayos.

Entonces ríes en tus páginas eternas,
y esperas sin ansiedad la mano
que te saque a la luz de las ansias activas.
Entonces dialogas con Sancho;
y aunque nadie puede escuchar
lo que dice ese diálogo,
adviértese que en él hay un propósito
divino, por humano,
y que un despertar de conciencia
se está iniciando.

Pasan inviernos, primaveras,
otoños y veranos…
El corazón ya no es tan joven;
un descaecimiento orgánico
sobreviene; las horas de la fiesta han pasado;
la madurez se inicia, y uno dice:
diez veces a leer el Quijote he empezado,
y no he podido nunca
terminarlo.
Tú reposas en una promiscuidad aleve,
y sigues sonriendo, sin hacer caso
de la atracción que involuntariamente ejerces.

Una noche el corazón no sale de paseo:
ha llovido tanto!
Unas manos te toman, te acarician, te abren;
tú te dejas tocar, abrir, y, emocionado
por aquella caricia inesperada,
abres al fin los brazos,
y aprisionan el cuerpo y el alma que te buscan,
y les clavas el garfio
de tu espiritual elegancia melancólica
en pleno corazón; y derramas el bálsamo
de amorosas bondades en el espíritu,
y aprisionas en tu maravilloso encanto
las alas que esquivaron tus seducciones infinitas…

Y la mano que te esquivó, la mano
que te buscó, necesitada de tu consuelo,
te va elevando, elevando,
y te pone junto al corazón.
Y este goza una sensación de hallazgo;
y tu palabra es música del idioma más bello,
y tu pensamiento es hijo del cerebro más sano;
y no se sabe si eres grande porque hablas tú,
o porque haces hablar a Sancho.

No es que provoques la risa,
no es que estimules el llanto;
es que eres como un camino
por donde el viajero va encontrando
rosas que se han caído de un rosal de recuerdos
y risas que han tenido un resonar amargo.

Parece corto entonces
lo que antaño era largo.
Ya uno es duque, ventero, yangüés, mozo de mulas,
Anselmo, Lotario,
cura de misa y olla
o el bachiller Sansón Carrasco;
y Basilio feliz junto a Quitería
en el banquete de Camacho.
Ya uno es Alonso de Quijano, el triste,
y Sancho Panza, el baratario.

Oh libro que eres pan del alma hambrienta.
Oh libro santo.
Ya no te dejaré por otro alguno,
como en mis juveniles años,
porque tú eres el cielo, y el alma entra en el cielo
cuando está libre de pecado.

*

Poema recogido en Poesías escogidas de Agustín Acosta, libro editado por Fidencio Pérez Rosado en 1950.

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«El Santo Rosario». Primer libro impreso en América.

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