EL SUEÑO DE UN GATO
«Hiciste el poder de la mujer igual al del hombre.»
Himno a Isis, Papiro de Oxirrinco XI
Muchacha y gato, Saitô Kiyoshi, 1986.
Es de noche y tiene los pies descalzos sobre las losas ajedrezadas. Le gusta sentir cómo el frío la va anestesiando, la va preparando para enfrentarse a una rutina que la desgasta.
Está sola. La luna se ha encendido y abraza con su luz el campo.
Los ladridos de los perros se van apagando y el gato de ojos de ágata ha llegado, como cada noche, y se ha posado sobre el alféizar de la ventana.
—¡Por fin vienes! He gastado todas las palabras y ha sido en vano. El verdugo es sordo a mis ruegos. ¡Estoy atrapada!
El gato le clava su volcánica mirada, y le pide:
—¡Vente conmigo! ¡Huye por la ventana!
Amanece. La puerta se abre y entra, pipa en mano y resollando, oliendo a vicio, el hombre que la mantiene.
El encuentro, como siempre, ha sido breve.
—¿Por qué nunca cierra el verdugo la puerta? —dice cuando el día ha dado paso a las estrellas.
—Porque está convencido de que el pájaro dócil muere en la jaula —le maúlla el gato negro que, otra vez, se asoma a la ventana.
Ella duda. Ella no quiere, ella sí quiere, ella lo quiere. El gato le tiende una pata y con su negra cola la abraza.
(La luna ilumina la escena.)
¡Oh, noche de plata! ¡Salta la muchacha con el gato por la ventana!
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