FANTASÍA PARA GABRIELA

«Desde el ojo de la Luna
la bola azul del mundo
es una cosa que pasa.»

Si tuviese que definir con una imagen qué es la vida, sin dudarlo acudiría a la escultura que Miguel Ángel se negó a restaurar, a pesar de la insistencia del Papa Julio II para que lo hiciera; si tuviese que definir con una imagen qué es la vida, sin dudarlo mencionaría el Torso Belvedere de Apolonio de Atenas.

El enorme bloque de mármol donde un hombre talló, hace miles de años, el cuerpo desnudo de otro hombre ha perdido, con el paso del tiempo, su cabeza, sus brazos, sus piernas; pero permanecen su majestuoso tronco y sus muslos fuertes y musculosos.

El mutilado y retorcido Torso Belvedere libera a la humanidad del olvido.

La vida que nos habita es una vida inconclusa, es un mosaico incompleto, pero no por eso es una vida ignorada. La vida más pobre o la más despreciable, la más breve o la más debilitada, tiene una razón de ser: nutrir a la tierra con su aliento singular.

Las teselas que inician el mosaico de la vida dibujan la niñez. De todos es sabido que el Torso Belvedere se sitúa en el amanecer del arte y que es patriarca de los escultores.

Pero no es mi intención detenerme en la obra de Apolonio de Atenas, sólo me valgo de ella para saltar de lo general a lo particular.

Un poema y un dibujo rescatan mi pasado del olvido, un dibujo y un poema salidos de los misterios que entonces anidaban en las mentes de mis padres.

En mi vida, este poema y este dibujo son lo que para la historia del arte es el despojo cargado de huellas que lleva por nombre el Torso Belvedere:  la certeza de que la vida es una estrella fugaz y mágica, cuya luz nos protege del olvido.

FANTASÍA PARA GABRIELA

La bola azul del mundo
es una bola azul de agua,
una bola azul de gases,
una bola azul de tierra.
Es una bola azul que gira
y matemáticamente se desplaza
sobre una incandescente
pista de cálculos.

Vista
desde el ojo de la Luna,
para esta bola azul turquesa
la eternidad no cuenta:
es un balón brillante
que gira y se desliza
sin complicaciones,
suave y silencioso
como un pompón de lana.
A su paso no se escuchan
canciones ni palabras;
cuando pasa no deja,
sobre los rieles del espacio,
residuos de banderas,
ni cifras,
ni dudas,
ni verdades,
ni miedos,
ni esperanzas,
ni el más pequeño atisbo de destino,
ni un recuerdo,
absolutamente nada.
Desde el ojo de la Luna
la bola azul del mundo
es una cosa que pasa.
Pero en ella somos, Gabriela,
el envés del infinito,
la negación del silencio,
el reverso de la nada.

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