GIOVANNI Y LUSANNA
Miniatura sobre la construcción del palacio de los Médici, Apollonio de Giovanni, 1460.
Dentro de los muros de la Florencia renacentista se desarrolla esta crónica de amor, abandono, orgullo, resentimiento y valor. Para ser más exactos, nos vamos a trasladar a los alrededores del convento de San Marcos, pues es en este barrio donde tiene lugar la trama de Giovanni y Lusanna.
Lusanna acude a misa los domingos, ayuda en las tareas del hogar y hace recados. La protagonista de esta historia está casada con Andrea, un joven que regenta un taller de tejidos de hilo, y tiene la rutina de toda mujer de su época.
Un buen día —puede que un domingo en hora de misa— el joven Giovanni descubre a Lusanna y queda perdidamente enamorado de la mujer casada. Pero Giovanni pertenece a otra escala social, es hijo de un notario vinculado a los Médicis y su familia se encuentra dentro de lo más granado de la sociedad florentina. Ella no es más que hija de un artesano.
No hay obstáculos que impidan lo inevitable, Giovanni la corteja y Lusanna, deslumbrada, cae rendida a sus encantos, estableciéndose entre ellos una relación que durará doce años y que comienza estando ella desposada.
Pero esa pasión oculta un secreto. Un secreto que debe ser revelado cuando ella enviude y él pierda a su padre.
(Izquierda: Retrato de joven, Escuela de Domenico Ghirlandaio, 1495. Derecha: Retrato de mujer, Antonio del Pollaiuolo, 1475.)
¡Oh, sorpresa!, el día que eso sucede, Lusanna descubre que su amado no está dispuesto a cumplir con el contrato que han firmado. Y no sólo eso. Giovanni ha contraído matrimonio con una joven de su condición social. ¡Vaya, esto no se queda así!, debe haber pensado Lusanna, quien, indignada por el ultraje, pide justicia al Papa Calixto III.
El Papa, escandalizado por la posibilidad de un delito de bigamia, emite una orden para que se ponga en marcha la investigación. Y se inicia un litigio que estará bajo la supervisión del Arzobispo Antonino y del Tribunal Eclesiástico, que será la institución responsable de dictar sentencia.
Triunfo del amor, Apollonio de Giovanni, 1453.
II
¿Cuál es la incógnita que va a poner en jaque a Florencia?
Pues nada menos que un matrimonio… ¡concertado en secreto! Lusanna afirma que está casada con Giovanni, que el matrimonio no se hizo público por el miedo de él a ser desheredado. La joven ha enviudado de Andrea y el padre de Giovanni ha fallecido, por tanto entiende que no hay obstáculos para que se reconozca públicamente el vínculo. Ella quiere ser reconocida como esposa.
¿Cuál es la versión de él? Que todo es un invento de la familia de Lusanna para hacerse con su fortuna y con una posición social mejor; además, Giovanni alega, ¡vaya inconveniente!, que no hubo dote.
¿Existen pruebas? Sí, y cada uno aporta las suyas. ¿Existen testigos? Sí, entre una parte y la otra suman treinta, aunque muchos no son de fiar, pues la mayoría son parientes, amigos, sirvientes o trabajadores a sueldo. También hay un fraile, uno que dice haberlos casado en privado, en la casa de Lusanna y en compañía de su familia. Pero el fraile no es un buen aval, tiene moral dudosa.
III
Arzobispo de Florencia Antonino, encargado de instruir el caso.
¡Menudo problema se le presentaba al Arzobispo Antonino! Tenía que decidir quién de los dos decía la verdad. En principio, todo apuntaba a que el joven era bígamo, y esto era un delito grave, pero Lusanna tenía la reputación algo tocada; además, hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos los matrimonios secretos no eran infrecuentes. Tal era así que medio siglo después, en 1563, la iglesia tomó la decisión de obligar a los feligreses a expresar el consentimiento matrimonial «en palabras y acciones».
En una época en que la jerarquía social era casi inviolable, donde el matrimonio era uno de lo mejores negocios que podían darse, aparece la hija de un artesano afirmando que ha sido ultrajada y exigiendo a un miembro de la alta sociedad florentina el cumplimiento de su palabra.
Y se abre la causa, se estudian las pruebas, se toma declaración a los testigos y se llega a una sentencia.
Editorial Stella Maris.
Florencia se revolucionó con este litigio. El conflicto se escurrió como agua entre los dedos, creando un grave problema de Estado. El joven Giovanni era comerciante, banquero y tenía manufacturas de seda, pero también era un usurero y este dato es importante porque pudo tener peso en la decisión que tomó el Arzobispo.
El asunto fue así: los partidarios de Giovanni pusieron a circular el rumor de que Lusanna había asesinado a su marido para poder tener carta libre en su relación con el joven noble. De ese runrún se hizo eco el policía y magistrado encargado del orden (podestá), quien presidía el tribunal civil más importante de la ciudad y quien decidió abrir una investigación a Lusanna.
El Arzobispo pidió al consejero que aparcara la investigación hasta que el Tribunal Eclesiástico dictara sentencia sobre la veracidad o no del matrimonio, pues las indagaciones sobre el asesinato interferían en la otra causa, que era anterior. El magistrado hizo oídos sordos a los reclamos del Arzobispo y este lo excomulgó. El lío estaba montado.
Escudo de los Medici en terracota y con forma de tondo, 1490-1500.
¿Cómo terminó este engorroso problema de Estado?
Pues como casi siempre, el podestá, viéndole las orejas al lobo, entró en razón —en aquellos tiempos el Tribunal Eclesiástico tenía primacía sobre el Tribunal Secular— y el Arzobispo, una vez dominada la situación y dejando claro quién mandaba en el asunto, levantó la excomunión.
Giovanni y Lusanna eran personas corrientes, como lo eran los testigos que aparecen en la causa. Pero el Arzobispo Antonino era personalidad de rango —Antonino fue canonizado en 1523 por el papa Alejandro VI. Antonino es San Antonino y su día se celebra el 10 de mayo.
Tampoco fue persona corriente Cosimo de Médici (1389-1464), quien, por cierto, ayudó a Antonino a reconstruir el convento de San Marcos en Florencia, donde se encuentran los frescos de Fra Angelico —Antonino fue quien le pidió al fraile que adornara el Convento con sus pinturas.
El papa Calixto III (1378-1458), que es el que da la orden para poner en marcha la investigación, es otro personaje importante de la época y, por tanto, de esta historia.
IV
Sarcófago con el cuerpo incorrupto del Arzobispo Antonino (San Antonino), Convento de San Marcos.
Giovanni y Lusanna no es una novela histórica al uso, no es de esas donde la ficción gana la batalla a la realidad. Los acontecimientos arriba narrados sucedieron tal cual y están recogidos en los protocolos del caso por el notario florentino Filippo Mazzei, encargado de transcribir el litigio. Las fuentes de Giovanni y Lusanna son las actas levantadas durante el proceso y las notas catastrales de la época (1427-1478), que recogen la actividad comercial de las personas involucradas.
El profesor emérito de historia de la Universidad de Berkeley, en California, Gene A. Brucker, sumergido en los archivos públicos de Florencia, dio por azar con los escritos de Ser Filippo Mazzei. Se encontraba estudiando otro tema cuando el litigio de Giovanni y Lusanna se le cruzó en su investigación. Brucker cuenta en el prefacio del libro que no paró hasta reconstruir la historia del hombre de noble cuna y de la hija del artesano, personas corrientes que regresan a la vida convertidas en personajes literarios. Así han atravesado el túnel del tiempo.
Leyendo Giovanni y Lusanna descubrimos, por ejemplo, que era tradición en Florencia que los jóvenes siguieran a las muchachas —se consideraba un entrenamiento para el cortejo—, y que la dote era el valor más cotizado a la hora de negociar un matrimonio.
Por la historia de Giovanni sabemos que los jóvenes de su condición social no solían casarse antes de los treinta años, pues esperaban a ser propietarios de negocios; sabemos que el adulterio estaba penado tanto por el tribunal eclesiástico como por el civil (aunque de todo hubo) y que el clero florentino no participaba en la fase de negociación matrimonial, pues era el notario la persona clave para certificar un matrimonio. También la lectura nos descubre que el rango social se medía, más que por los apellidos nobles, por la riqueza y por los cargos políticos y que se mantenía la costumbre medieval de que los artesanos se agruparan por barrios.
La novela nos informa de muchas más cosas, narra detalles de la vida diaria, de lo que llamamos microhistoria —la microhistoria es la parte de un todo y es la pieza clave de un rompecabezas.
V
Cosimo de Medici, Taller de Agnolo Bronzino, lienzo, 1555 (realizado después de su muerte).
¿Pensabas que me había olvidado? Pues no, el Arzobispo Antonino falló a favor de Lusanna. La sentencia lleva fecha del 29 de octubre de 1455; sin embargo, Giovanni fue a Roma y la recurrió. En Roma, ganó el recurso. Gene A. Becker pudo rastrear la vida de Giovanni hasta su muerte en 1480, pero de Lusanna nunca más se supo.
No creo que los amantes durmieran en colchón de paja, el suyo sería de lana para el invierno y de algodón para el verano, y estaría oculto bajo finas sábanas de lino.
Creo que en la habitación de Lusanna, la dedicada a pasar las tarde en compañía de Giovanni, habría sillas y mesas de madera, torneadas y adornadas con nácar, y que habría cofres para guardar trajes delicados y de bellos estampados, trajes quizás hechos por las manos de su padre, el sastre, o por el telar de su difunto marido Andrea.
Creo que de las paredes colgarían vírgenes que abrazan amorosamente a su Hijo y ¡quién sabe! si algún retrato de los amantes posando de perfil, pues hasta mediados de siglo así fueron pintados, de perfil, siguiendo el patrón de las monedas antiguas.
Giovanni y Lusanna fue publicado en 1991 por la Editorial Nerea. Pero la editorial Stella Maris acaba de reeditarlo. Es un libro apasionante, estupendamente escrito y protagonizado por hombres y mujeres de mediados del siglo XV, personas que tuvieron como protector al banquero Cosimo de Medici, fundador de su casa, dueño del primer palacio renacentista de la historia y gran mecenas de las letras y de las artes.
ENLACES RELACIONADOS
El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura.
Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Dos pintoras del Renacimiento.
Fra Angelico y el Renacimiento. A propósito de la exposición del Museo del Prado.
Lorenzo Lotto y el retrato en el Renacimiento.