HORTENSIA Y LA VARITA MÁGICA

«Haz realidad tus sueños…»

 

HORTENSIA Y LA VARITA MÁGICA

Por aquel entonces, Hortensia ignoraba el verdadero alcance de la frase que, con tanta insistencia, había escuchado en su casa. Para una niña que con cada cumpleaños descubría un trocito dulce del mundo, que creció pensando que los sueños se cumplen sólo con pronunciarlos, aquella frase —«haz realidad tus sueños»—, salida de las bocas de los que la mimaban, era un conjuro mágico, porque todo le era concedido. Eso la confundió.

Hortensia creció en un mundo de flores de todos los colores, donde los pétalos no se marchitaban y las trompetas no atronaban. A la niña nadie le explicó, nadie le avisó que poner un sueño en marcha es abrir ventanas al miedo y a la preocupación. No le desvelaron que para intentar llegar a la meta ansiada hay que andar descalzos sobre las zarzas, que había que levantar las espadas. Tampoco le avisaron que no siempre se alcanza la intención que duerme en los propósitos, a pesar de los esfuerzos. Menos aún le contaron que con el logro del objetivo marcado se abre un abismo, pues las expectativas conseguidas inician una carrera por otras nuevas más ambiciosas y despiadadas.

Hortensia encaneció sin comprender que los anhelos no auxiliados por iniciativas no son más que espacios de dolor. El tiempo se le escurrió sin descubrir que la mente es madre del sueño, como lo es de la razón. Hortensia murió con los ojos secos de tanto llorar y pidiendo tres deseos a Flora, Fauna y Primavera, las hadas que eternizaron los hermanos Grimm.

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