HYGINO, EL PRIMER BIBLIOTECARIO ESPAÑOL

«Examinaban las obras literarias, las explicaban, notando sus vicios y bellezas y distinguían lo espurio de lo verdadero».

Cayo Julio Hygino me separan de ti muchos siglos y, sin embargo, aquí estoy recordándote, sentada frente a este aparato que ni en sueños imaginabas.

Naciste libre, te convirtieron en esclavo y gracias a tus dotes intelectuales recuperaste la independencia que otros te arrebataron. En pleno siglo de oro te volviste necesario para el emperador Augusto (63 a. C – 14 d. C), quien siempre tuvo en su agenda cumplir las últimas voluntades de su tío abuelo Julio César (100 a.C – 44 a. C) —Julio César murió deseando la construcción de una biblioteca a la altura de la de Alejandría.

Así es como entras tú en la historia, Hygino, con el nacimiento de la Biblioteca Palatina; y así es como se inicia en Roma la tradición de fundar bibliotecas públicas y de crear espacios para los libros en las casas particulares.

Hygino fue gramático y profesor —dio clases en la Biblioteca Palatina—. Hygino se dedicó a la filología, a la geografía, a la historia, a la agricultura y a la arqueología, pues estas eran las materias que entonces se incluían dentro de la Gramática.

Los escritos de Hygino fueron referentes para Plinio, Horacio, Ovidio, Columela, San Isidoro, Suetonio y otros grandes pensadores de su época, así como de épocas posteriores, pues hasta el siglo XVII llegó ileso el nombre del bibliotecario español, profesor de Virgilio, el autor de las Geórgicas, Bucólicas y la Eneida.

Hygino fue autor de textos relevantes. El primer estudio sobre las abejas, escrito en latín, es obra suya. Destacan, también, sus biografías de Cayo Fabricio y Publio Escipión, el Africano, la recuperación de leyendas e historias helenísticas —tuvo gran repercusión su investigación sobre las familias troyanas— y varios tratados de agricultura.

Como la vida está llena de paradojas, los libros que se sabe fueron escritos por Hygino no se conservan. Sabemos que fueron escritos por él porque están citados por sus contemporáneos, que los consultaban. Sin embargo, existen dos manuscritos que se cree son suyos: uno es un tratado de astrología y el otro es una recopilación de fábulas y mitos, aunque estas obras generan dudas en los historiadores. ¿La razón?, pues que se encuentran copiadas en los códices príncipes editados en 1535 —a principios del siglo XVI se encontró en una biblioteca un pergamino del siglo XI que recogía a su vez otro manuscrito más antiguo de Los libros de fábulas, donde aparece como autor Hygino. Cosas del azar, que juega con todo y con todos.

Cayo Julio Hygino, esclavo liberto, se convirtió en el Prefecto de la Biblioteca Palatina por orden de Augusto, que fue quien le concedió la libertad. La función de los bibliotecarios de aquella época nos la describe Mohedano: «Examinaban las obras literarias, las explicaban, notando sus vicios y bellezas y distinguían lo espurio de lo verdadero».

Hombre culto, devoto de las tradiciones romanas, tenía que conocer los textos que archivaba. Tenía que leerlos y estudiarlos, pues entonces no había catálogos. Eran esos hombres ordenadores humanos, gente de amplia erudición que se paseaban, sin extraviarse, por los senderos zigzagueantes de la literatura, la historia, la mitología y el arte.

Me parece verte, Hygino, con tu pelo corto y tu barba afeitada, vestido con toga y túnica blanca, andando, con tus sandalias de cuero, en busca de rollos de papiros donde sumergirte en busca de héroes, insectos y constelaciones. En una mano el punzón y en la mesa las tablillas de madera untadas en cera coloreadas. Escribes. Luego, al terminar, usando los aros metálicos, unes las tablas, cierras el libro con las correas y guardas tus apuntes. Es hora de cenar… y de recogerse. Mañana, mañana tendrás que vértelas con los copistas y escribas.

Cayo Julio Hygino nació en el año 50 a.C. Unos dicen que en Valencia y otros que en Córdoba, pero el hecho cierto es que era español. Su formación helenística la adquirió en Roma, bajo la tutela de Alejandro Polyhistor (100 a. D – 40 a. D), uno de los grandes maestros de su época. Hygino murió en la más absoluta pobreza. En este triste final mucho tuvo que ver el emperador Tiberio (63 a. D – 14 d. C), a quien Plinio el Viejo (23 d. c – 79 d. C) señaló —Historia natural— como «el más triste de los hombres».

¡Oh…!, pero este estudioso, que tuvo el honor de iniciar la larga lista de los ilustres bibliotecarios españoles, tiene un astroblema lunar dedicado a él. Se llama Hyginus y recibió ese nombre en 1935. Hyginus es un homenaje a la Astronomía poética, estudio donde Hygino lista las estrellas.

Primer bibliotecario de España, Preceptor de la Biblioteca Palatina, esclavo liberto: Cayo Julio Hygino, te recuerdo.

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