IBSEN. «UN ENEMIGO DEL PUEBLO»

«La voluntad es el hombre en sí mismo».

Ibsen, una de sus últimas fotografías.

Un pueblo ve cómo la prosperidad les visita, cómo sus cuentas bancarias se abultan y sus impuestos merman gracias a sus aguas termales. Pero esas aguas están contaminadas y todos lo saben. En Un enemigo del pueblo, Henrik Ibsen (1828-1906) crea una trama con dos adversarios: la individualidad, que representa la moral, y la colectividad, que representa lo social.

Los personajes de la obra no son ni buenos ni malos, como sucede en todos sus dramas; pues ese es el recurso literario que el escritor noruego utilizaba para que el espectador o lector no sintiera que se hallaba ante una ficción, sino ante un suceso resultado de la acción humana. Era la manera en la que Ibsen hacía saltar sus argumentos de los escenarios a la vida real, generando encendidas polémicas.

Un enemigo del pueblo es una defensa a la libertad individual; a la vez que es una denuncia de la forma en la que se comporta el hombre-masa, definido por Ibsen como «ciudadano». Ibsen, moralista donde los haya, escribe un drama que no es más que un alegato contra esa frase tan popular que afirma «que la mayoría tiene siempre la razón».

Para aceptar «que la mayoría siempre tiene la razón» hay que renunciar al pensamiento individual, al conocimiento individual, a la personalidad. Y también hay que renunciar, nos dice el dramaturgo, a decidir sobre nuestro destino. Para Ibsen, lo trascendental «es la revolución del espíritu humano». Y ese proceso sólo se da en la batalla que el hombre libra consigo mismo.

La soledad no es derrota. La soledad es una herramienta eficaz para conocernos. De modo que la salvación del hombre no está en lo que la mayoría decide, sino en nuestra singularidad, declara.

En su defensa de la soledad, Ibsen no aparca a la familia, ni excluye a la mujer. No. Lo que promulga Ibsen es el libre albedrío, que cada cuál decida su destino sin dejarse condicionar por el relativismo moral de la comunidad. Para él, la «mayoría compacta, democrática, no es símbolo de libertad, ni de empuñar la bandera de la razón» —para Ibsen la libertad es el pico del triángulo isósceles.

Caricatura de Ibsen, por Nordens Piller.

Como he dicho arriba, la trama de Un enemigo del pueblo gira en torno a las aguas contaminadas del balneario del que la vecindad se lucra. Todos los personajes, menos el doctor, están de acuerdo en hacer la vista gorda, aunque eso signifique que aquel que beba sus aguas o se bañe en ellas se infecte de tifus.

En Un enemigo del pueblo, además de la libertad individual, hay otros asuntos interesantes y de mucha actualidad. Ibsen denuncia la corrupción del poder político y de los medios de comunicación.

La prensa «liberal e independiente», por ejemplo, se presta gustosa a la manipulación de la información en el mismo momento en el que toma conciencia de que cerrar el balneario agujereará sus bolsillos. El chantaje, la vileza, la corrupción, la cobardía encuentran en Un enemigo del pueblo tierra donde reproducirse.

¿Está la comunidad capacitada para gobernarse a sí misma? Ibsen ataca en Un enemigo del pueblo al sufragio como mecanismo para elegir a quiénes nos gobiernan, pues pensaba que «un partido es un instrumento para hacer picadillo de carne…, de carne humana».

Ibsen cuestiona a las mayorías que votan, mayorías que determinan quiénes administran nuestros bienes y cuidan de nuestra sociedad. A través de su protagonista, el doctor Stockmann, nos pregunta quiénes deciden: «¿Los estúpidos o los inteligentes? Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Y eso creo que no es una razón suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás».

Demoledora es Un enemigo del pueblo, como lo es Casa de Muñecas y Espectros, tres dramas que le acarrearon muchos problemas con la crítica oficial. Tres obras eternas.

Henrik Ibsen en el Gran Café, Edvard Munch, óleo sobre lienzo, 1898.

Un enemigo del pueblo tuvo una gran repercusión social en Francia durante el Caso del capitán Alfred Dreyfus (1859-1935). Émile Zola (1840-1902), con su Yo acuso, y Henrik Ibsen, con la obra que hoy les recomiendo y dejo en su versión cinematográfica, fueron dos pilares en los que se apoyaron los que defendieron al militar judío perseguido por el antisemitismo parisiense —el Caso Dreyfus comenzó en 1894 y finalizó en 1906.

¿Quién gana la batalla? ¿Los dirigentes elegidos por la mayoría o el médico que es consciente del peligro sanitario? ¿Quién gana, la salud o la codicia? Si quieres saber el final, aquí te dejo la estupenda versión que en 1981 Televisión Española hizo de Un enemigo del pueblo.

¿Realmente, «las iniciativas particulares deben supeditarse al interés general, o mejor dicho, a las autoridades, pues para tal fin han sido designadas»? Este es el asunto con el que Ibsen da fuego al debate.

Un enemigo del pueblo es un drama en cinco actos. Se publicó el 28 de noviembre de 1882 y se estrenó, luego de muchas idas y venidas provocadas por la cobardía, el 13 de enero de 1883.

UN ENEMIGO DEL PUEBLO

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Henrik Ibsen, la mujer y un lienzo de Edvard Munch.

Encontraste un alma (Edith Södergran).

Solo (August Strindberg).

Doctor Glas (Hjalmar Söderberg).

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George Robert Sims. “Memorias de una suegra”.

El problema de la libertad (Thomas Mann).

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«Salomé». Oscar Wilde, Alla Nazimova (película).

Carta de una desconocida (Stefan Zweig). Película.


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