JOSÉ ÁLVAREZ BARAGAÑO

«Las manos describen
lo que no pueden decir».

José Álvarez Baragaño, París, 1952.

En el universo de la poesía hay una variada gama de procederes que conducen a estilos diferentes y que representan corrientes que hunden sus raíces en épocas concretas. Sin embargo, en todas las eras del arte del verso encontramos en el contenido el hilo conductor que agrupa poemas épicos, bucólicos, líricos y dramáticos. El tema se repite, es una constante que manifiesta la conmoción del hombre ante la muerte, el amor, el honor, la naturaleza, la familia, la injusticia… Son las propiedades estéticas del lenguaje, la forma de expresar el asunto del poema, las que otorgan a la poesía su exclusividad.

La poesía surrealista, surgida en los años veinte del siglo pasado bajo el influjo de las ideas extrañas de André Breton —«Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas», Primer Manifiesto, 1924—, también se ocupó de los asuntos del hombre. Pero lo hizo imponiendo nuevos códigos a la construcción del verso, códigos que exigen del lector un compromiso mayor. El poeta surrealista se tomó muchas licencias: rompió la rima, alteró la puntuación, se olvidó de la regularidad métrica, inventó palabras, alteró mayúsculas y minúsculas, comparó objetos que no tienen nada en común, gustó de sumar fragmentos para componer estructuras acumulativas… En fin, el poeta surrealista se cargó la lectura lineal del poema.

André Breton resumió la esencia del objetivo de la poesía surrealista con esta sentencia: «Ante todo, ¡al diablo la lógica!».

Hoy dedico la entrada a la obra del poeta surrealista cubano José Álvarez Baragaño (1932-1962), cofrade de la hermandad de la Generación del 50. Para la selección de las poesías que aquí dejo me he remitido al libro, editado por Unión en 1964, Poemas escogidos.

Poemas escogidos es la primera antología dedicada a la obra de Baragaño y fue concebido como un homenaje póstumo al poeta pinareño. Manuel Díaz Martínez, integrante también de la Generación del 50, y cuñado de Baragaño, fue el encargado de hacer el prólogo y la selección de los poemas. De ese prólogo, que fue escrito en 1962 —año de alucinaciones travestidas de ilusiones alteradas en decepciones—, rescato la parte que Díaz Martínez dedica a la poesía de su compatriota: creo que la información que aporta la agradecerá el lector que se acerque por vez primera a la obra de José Álvarez Baragaño.

El texto En torno a la poesía de José Álvarez Baragaño está acompañado por fotografías que me ha cedido María José Álvarez Baragaño Gronlier, su hija y prima mía. Los poemas los ilustro con  obras del artista surrealista, nacido en Rumanía y afincado en París, Jacques Herold (1910-1987), autor de las ilustraciones de la edición del poemario Cambiar la vida, publicado por Editions Le Soleil Noir en su colección Étrangère, París, 1952.

Nota informativa:
Esta es una entrada dedicada  sólo a quiénes gustan perderse en las palabras, desenredar sus secretos y buscar la intención que ocultan las imágenes poéticas que tejen.

EN TORNO A LA POESÍA DE BARAGAÑO

«¿Quién me hubiera dicho a mí, hace apenas mes y medio, que me vería enfrascado en el prólogo para una antología póstuma de la poesía de Baragaño? Redacto estas líneas con la impresión de que Baragaño me espera en su casa, a la noche, para conversar sobre política y poesía, como tan a menudo solíamos hacer. Escribo, pues, bajo el impacto desconcertante de su muerte».
Manuel Díaz Martínez

Manuel Díaz Martínez, Arturo Doreste Miranda, José Álvarez Baragaño, La Habana, c. 1959.

No intento aquí hacer un estudio a fondo de la obra poética de Baragaño. Quizás más adelante acometa esta tarea, la cual requiere meditaciones más hondas que has que he hecho. Ahora no haré otra cosa que destacar los aspectos primordiales de la historia de esta obra y de su sentido; en fin, no haré otra cosa que poner, a la vista de quien tome este libro, una serie de hitos guiadores.

La filiación surrealista de Baragaño se patentiza ya en su primer libro, quizás sin superar por ninguno de los tres posteriores. Cambiar la vida, editado en París en 1952, es, de hecho y por calidad, el primer libro surrealista de la poesía cubana. Esta es su máxima importancia dentro del contexto evolutivo de nuestra poesía. Es en este libro donde Baragaño nos da lo mejor de su juventud creadora; donde pone a descubierto, sin el recato con que, casi avergonzado de ella, luego los cubriría, la ternura y el amor al hombre que siempre, como una corriente subterránea de frescura, alimenta sus mejores poemas. Esto que digo se evidencia en poemas tales como «La hermana agua», «Iluminación» y «Saber de mí». Es en Cambiar la vida donde la riqueza espiritual de Baragaño se nos da con una sinceridad que habrá que agradecerle siempre.

Cambiar la vida es un libro de juventud, pero de juventud madura. La vida golpeó desde muy temprano a Baragaño, y esa impiedad lo llevó a una madurez no por dolorosa menos fecunda. Cuando en 1952 publica ese libro, ejemplo de la primera etapa de su quehacer como creador, ya Baragaño tiene formado, delimitado y organizado su mundo espiritual. No es casual que, en Cambiar la vida, encontremos los substratos de los temas y las posiciones que serían constantes a lo largo y lo hondo de casi toda la obra de Baragaño: la muerte, la angustia del hombre solo, una suerte de dolorosa ansia de transformación, la imposibilidad de salvar el amor… Esas siempre serían sus constantes, aunque en su obra, realmente viva, en armonía siempre con las transformaciones de su conciencia, se modificarán y se transformarán cualitativamente, como es fácil de ver en sus últimos poemas.

Sin embargo, con todo y ser Cambiar la vida el primer libro de Baragaño y el aporte surrealista de más alta calidad a nuestra corriente poética, no es el más rabiosamente surrealista de cuantos escribió. En él no todos los poemas responden a los lineamientos esenciales de la escuela capitaneada por Bretón. Sin lugar a dudas, la vocación hacia el símbolo onírico y la magia del subconsciente se enfurece, se arremolina, se encabrita y llamea en cada verso de El amor original, publicado en La Habana tres años más tarde, en 1955. Es éste el libro más decididamente surrealista de Baragaño, hecho siguiendo rigurosamente los propósitos de esa escuela. En El amor original aparecen las constantes de que hablé:

La muerte:

«Como la forma analógica universal del condenado
Aún me queda la muerte y su turbante»
(IX de Las Claves Prometidas.)

«Aquí, yo J.A.B., pobre colegial, quizás no muera nunca»
(X de Los Espejos de Fiebre.)

La imposibilidad de salvar el amor:

«El amor engendra en la cintura sólo el odio
El odio con que golpeamos el vientre de la amada
Con realidad de gozo.»
(Memoria.)

«Un ciclón de amor a veces no derriba dos caricias»
(Cólera.)

La angustia del hombre solo:

«Desde mi soledad contemplo la ciudad grosera y mojada»
(Hechizos, 1955.)

«Aproximadamente estoy ante el vacío
Desprecio la existencia por el saberme
Y el hálito de la bestia se calla en mis membranas»
(Alba.)

«La palabra que buscamos se quedó en el ruido sangriento
y astral del primer océano»
(IV de El amor original.)

Una suerte de dolorosa ansia de transformación:

«Los pájaros vuelan con el polen que viaja
Sobre la tierra de imanes que florecen
Donde todo se olvida.»
(VIII de El amor original.)

«De lo que sueña se alimenta mi porción angélica»
(IV de El amor original.)

José Álvarez Baragaño, La Habana, c. 1961.

El amor original es un libro clave para comprender la posición de Baragaño antes de su mutación final. En ese volumen palpitan, en lucha revuelta y agobiante, las contradicciones de un hombre profundamente vital, vigorosamente enamorado de la vida, y, sin embargo, ganado por el desconcierto, que lo llevaba a la desilusión y la desesperanza. El amor original es un libro encuadrado dentro del marco umbrío y desesperante de la crisis del pensamiento «occidental».

Ese pesimismo de base que signaba la actitud de Baragaño ante el destino del hombre, tuvo una segunda expresión en libro, aunque ya evolucionaba hacia su mutación: me refiero a Poesía, revolución del ser, libro con que Baragaño aspiró al premio del Primer Concurso Literario Hispanoamericano de la Casa de las Américas, y que constituye el linde entre su pasado anárquico y la toma de conciencia revolucionaria junto al movimiento de liberación nacional y de transformación de la estructura económica y política de la sociedad cubana.

Es, pues, Poesía, revolución del ser un libro de transición. No lo es si nos atenemos a la forma; sí, si nos atenemos al contenido, al objetivo que se fija. Es éste, ya, un poemario que refleja el estado de ánimo del poeta ante una situación histórica concreta: la Cuba del batistato. En él persisten la simbología surrealista y los métodos de poetizar utilizados por Baragaño en sus libros anteriores, sobre todo en El amor original. El contenido de este libro es la angustia; pero no la angustia de raíces metafísicas, como en los precedentes, sino la que provocó en el poeta la situación de odio, muerte, miseria espiritual y física, humillación y desdoro nacional creada por la dictadura. Este libro es una protesta desde dentro, un testimonio sincero, sin concesiones ni mentiras, del impacto causado por aquella situación en el espíritu de Baragaño, y esto se revela de manera exacta en poemas como «Escribo contra mí», «Confluencias». «Sol de hacha», entre otros, y el bellísimo «Himno a la muerte», uno de los poemas más hermosos y hondos de Baragaño y, sin duda alguna, uno de los más brillantes exponentes de lo mejor de la poesía cubana contemporánea, y de todos los tiempos.

Baragaño, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Carlos Franqui, La Habana, 1960.

El último libro que publicó Baragaño es Himno a las milicias y sus poemas, que apareció en 1961, con portada de Tony Évora. Este pequeño cuaderno de treintipico de páginas contienen poemas que fijan, en la obra de Baragaño, un cambio profundo en la temática, reflejo de sus nuevas preocupaciones como hombre, como ciudadano y como artista. Es el libro en que él registra los primeros poemas que escribió sobre temas proporcionados por el hecho revolucionario. Son poemas en que se manifiesta la transformación que la Revolución operó en el pensamiento y en el espíritu del poeta, con los cuales se iniciaba una nueva etapa de su producción, etapa ésta que la muerte dejaría en estado embrionario. En uno de esos poemas, en el que da título al cuaderno, Baragaño daría fe de su posición junto al pueblo y de su comprensión de la grandeza del mismo:

«El pueblo es la medida de todas las cosas
En él me mido nos medimos
como un campo arado»

Y demostraría su decisión de defender las conquistas por ese pueblo alcanzadas:

«Visto mi camisa de miliciano
Rompo mi pan con esta mano seca
Contra el aceite y la pólvora
Del arma que me limita
Y me defiende
Ruedo por tierra me incorporo
Paso entre batallones y banderas
Un canto de esperanza
Avanzo con mi canción»

De este cuaderno combatiente, de airado contenido político, franco y decidido como un disparo a quemarropa, es el poema intitulado «En el Pentágono», a mi juicio, el mejor; además, es el mejor poema que, contra la crueldad del guerrerismo imperialista, se ha producido en Cuba en los últimos tiempos.

Baragaño ha dejado una cuantiosa obra inédita, compuesta por poemas escritos casi inmediatamente antes de morir. De éstos últimos hay una muestra pequeña en esta antología. En esos poemas, extraídos de una libreta de notas, sobre los cuales Baragaño quizás no volvió para retocar y pulir, aflora algo consustancial a Baragaño: la ternura, esa ternura que él, por timidez, se empeñaba en ocultar y que poco a poco lo fue desbordando a pesar de sus esfuerzos en contra. Esos poemas anuncian un camino distinto, no sólo en lo que respecta a su obra, sino, también, en lo que respecta a la poesía revolucionaria cubana de nuestros días. En ellos no hay panfleto, no hay estridencias, no hay exabruptos para agitar los puños. En ellos hay una fecunda mezcla de mundo interior y concepto político, de amor y de convicción revolucionaria, que los dota de un raro encanto, de una atmósfera delicada y vigorosa al mismo tiempo. Baragaño se iniciaba por los derroteros del lirismo épico, tan propio de la mejor poesía revolucionaria de hoy.

Nicolás Guillén y José Álvarez Baragaño, La Habana, c. 1961.

En la presente antología aparece un trabajo en prosa de Baragaño. Me refiero a la «Biografía» de Wifredo Lam, que pertenece a su libro acerca de este inmenso pintor nuestro, el cual fue publicado en La Habana, en abril de 1958. Dicho libro fue el único en prosa editado por Baragaño, pero en él hay tanta poesía como en sus libros de versos. La «Biografía», por ejemplo, crea toda una maravillosa atmósfera onírica, en la cual la vida del autor de La Jungla cobra la categoría mítica de una de sus mejores telas. He aquí la razón por la cual está incluida en esta antología de la obra poética de Baragaño.

Para finalizar estas someras notas introductorias, digo que la imagen de Baragaño que para mí cuenta, y que, en definitiva, cuenta para la historia y para la Revolución, es la del combatiente popular, la del hombre ganado por la llama y la pureza de las masas en Revolución, y la del poeta cantor de esa llama y de esa pureza, que, pocas semanas antes de morir, hizo constar que «El ejemplo del Moncada es nuestra vida diaria».

POEMAS

CAMBIAR LA VIDA
(1952)

El germen de la noche, óleo, 1937.

LA HERMANA AGUA
Laudato si’, mi Signore, per sor’aqua
la quale é molto utile e humile e pretiosa e casta.
San Francesco D’Assisi

El agua se desliza por la pluma
con un olor de besos infinitos,
de jazminadas ciudades de la carne;
el agua sucia de fibras inmortales
que dejan correr sus caricias al punto de tus manos;
el agua que se tiene, el agua al agua invade
llevando los recuerdos de mis noches pasadas,
las primaveras de un cuerpo tan sediento
que ni tan sólo su profunda invasión
le da plenitud de lo que sueña.

El agua que se lleva cada día un recuerdo
de las batallas de nuestro cuerpo agrio,
por soltar a las inmensas cadenas de la angustia
cuando limpia sus sedas de las evocaciones.

El agua que se llevará el cáliz del placer
y de amargas ausencias y de besos furtivos
que bajo nuestras sábanas se ocultan,
de nuestras nocturnas luchas,
de nuestros nocturnos goces,
esa agua la odio, quisiera vivir para siempre
en la suciedad de tus besos, de tus caricias
para que así las cosas se vuelvan imborrables,
porque un vestido viejo guarda más vida
que la más profunda de las memorias,
odio esa agua, con profundidad la odio,
porque sale de nuestra alcoba y se tiende en la calle
para gritar el alma más secreta, la que no es de nadie,
sino de unas sábanas, de un lavabo y un alma
ebria de incertidumbre;
el agua y el jabón que se llevan tu recuerdo,
que lo muestran al vendedor azul de los periódicos,
al bohemio con errabunda pesantez en las piernas,
a todos los que se mojan los pies y los zapatos
con esa agua sucia de una suciedad tan noble,
esa agua que no refrescará sino una memoria,
y que borra los gritos de gozo de las sábanas,
y se lleva el alma de lo acontecido:
La noche que leí un libro y te esperaba,
el día que rompí un frasco de perfume sin quererlo,
o el amanecer en que fue de nuevo campo de batalla el lecho.

Esa agua que dará vida a los jazmines
que brotan en la acera,
que alimentará una humedad que surge en las ciudades,
casi que es el único testigo de nuestro amor,
y casi que es la necesidad de dotar nuestro secreto
de nuevos confidentes, el césped, el aire, el llanto,
y los pies de las niñas y niños que no saben de amor
y los altos álamos solos que beben nuestra compañía,
nuestra conjunción de cuerpos
en la presión emocional de sus raíces.

La noche es líquida, óleo, 1972.

ILUMINACIÓN

Cuando la golondrina se le escapa al cerezo,
Te me vas, vida mía, a incluirte en todos los viajes,
En las velas retóricas de los puertos alumbrados,
Soplando el polvo enamorado de los atardeceres
Y tendida como un cristal en olvido.

Ya tú sabes la fragancia del amor y corcel de primavera,
Tú has vivido el color de oro viejo de las antiguas
Lenguas y las declinaciones recientes de la rosa,
Ya no te queda nada que tocar ni ver
Y sólo te hacen falta unos ojos teológicos
Que levanten sobre la cáscara de tu piel
Las antiguas creencias, como uno de esos ácidos
Que reviven las letras
y las cifras en los cristales antiguos.

El espejo interior, óleo, 1973.

PRE-BESO

Con una elegancia de transparente flora
entra el polvo silencioso del olvido,
por tu corazón, cuando tú, sombra de marea
te haces invisible a la altura de los riñones;
Yo no puedo cortar el hilo del halcón al destino
y quiero hacerme amor y resbalada alegría,
descendiendo por las sinuosidades de tu alma
hacia un balcón donde se desoyen los arroyos sin fin.

Mi sustancia está llena de recuerdos color New York
y metálicos relojes hurtados al señor de la meditación,
que se apuntan por cuadernos melancólicos
haciendo el diario de los desesperados.

Nada me dice que la palabra Nada, haya sido
conocida por Van Gogh, pero yo sé que los espejos
vacíos de tu mirada despojan las glorias del amor,
que es diferente del nuestro que sabe de las alondras
y los viejos sofismas e indiferencias de la herida;
nosotros como caballos furiosos mordemos el sueño
para amarnos con transparencia de cristal y acuarela
en la inmensidad, bajo palmeras implacables,
y besándonos mutuamente y mordiéndonos solos.

La gota de corazón que bate aquí en el alma
como un incierto herido, como una fuente soñada
y vivida tiene con nosotros destino diferente
que en el vacío se junta como la luz de estrellas,
dura, fervorosamente
y en el cielo borra su abrasado columnar de beso.
Por el que van las cortinas y el capitel griego
con la rosa al costado, y la circuncisión pasando
de almas de niños a naciones de pacíficos monstruos,
por los que se curvan las guitarras y se hace necesaria
el alma de la nota; nuestras patas de chivos desiguales se aman
y dan el júbilo de las canturias vespertinas
y es por nosotros que los cerdos saben a travesía
y cielo, dan sombras a los ahorcados y limpian su figura
borrada por la lluvia, ya que la luz de tus mejillas
entró como un ejército de abejas deslumbradas de oro,
tú, como un infinito arador de mi alma te hacer fuego,
tú, como una orquesta de mosto azul te presentas jinete,
y en el espacio las llamaradas de nosotros se mezclan
en lenguas fervorosas, descifrando el mensaje de los
antiguos poetas, y cuando a la hora del ruiseñor ardiente
tú me ofreces pasta de canales y erizos sonoros,
yo tomo tu sombra que ha crecido más alto de los riñones
y dejo caer besos como hojas otoñales, como crepúsculos
del trópico o frutos eternamente maduros
por los flancos inversos del alma y entonces veo las
blancas Floridas y los hirvientes Eldorados de angustia
sumergirse en mi raíz de olivo y dar a Pan
extensión de amargura; tomo tu cabeza sensible en mis manos
y escapo por los desiertos del amor,
Mientras el tiempo llueve incestuoso.

Rubia bonita, óleo, 1938.

VÍSPERA

Quando mi risvigliero
nel tuo corpo
che si modula
come la voce dell’usignolo.
Ungarreti

Sí, de lejanía seguirá alimentándose mi canto,
las hojas verdes se miran en el agua, corre otoño
con un mundo diferente de cada mano, en la danza
única de la voz que circula en la ruleta,
perfectos gimnastas contravienen órdenes del cielo
y la punta del girasol atraviesa lo incoloro del agua,
los ciervos van a beberse los cuernos del alma,
entre jazmines vastos y oscuras ramas transparentes;
luego el cielo se mueve en los ojos de los peces,
mientras mi amor no encuentra sus palabras antiguas.
¡Oh!, tú, viajera, que me sientes en la manzana
perfecta y única de tu lejana geometría de silencio
por la que pasan las nieves de la noche, seguidas
de oceánicas lluvias mortales, arrodilladas en la pradera
por las que yo sueño tu amor y lo infinito de la angustia,
cuando hayas llegado a la altura más íntima
y ya no te inclines con los olivos grises hacia el sur
y no sientas la luna de las noches tropicales,
y el tiempo sólo sea una costa y un sonido diferente,
despertaré en tu cuerpo modulándome como el canto del ruiseñor.

El bebedor, óleo, 1934.

SABER DE MÍ

Saber de mí es ir al agua del lavabo que dice las mil historias
de mi cuerpo
ver las manchas de mis dedos sobre el forro de un libro
recoger mis miradas abandonadas en el rostro de alguna
sobra azul
Saber de mí es caminar los sitios que camino
y saber que no amo ninguno
entrar en las alamedas en que un día me dije luminoso
ver cuántos cristales rotos se agrupan
a desordenar mi esencia
pero aún más saber de mí
es comprender mi odio hacia las cosas que he de amar
las que me aman
mi odio hacia las ropas que un día creí vida
o el asco con que mi uña hace herida en un pétalo

Saber de mí es saber de mi arrepentimiento
después de besar un rostro que se vende
o después de caminar toda una noche sin rumbo
lo hago muy a menudo
aún más saber de mí es mirarme de lejos
de cerca yo confundo
y entre todo la suprema sabiduría está
en ver lo agónico de mis ojos después de cada baño
cuando mi ser angélico desaparece con el agua
o hundir la mano en esa agua de existencia casi roedora
en fin saber de mí es ver mi existencia en lo que hago
pero aún queda una cosa que es necesario revisar
las mil empresas que no realizo
mis proyectos que se rompen en las aceras
sobre todo la realidad de mi modestia
Saber de mí es llenarse de distancia
de musicales vidas submarinas
de estrellas gastadas
y de un agua estéril que corre en mi lavabo

Saber de mí
y eso es todo.

EL AMOR ORIGINAL
1955

Cristal de amor, óleo, 1934.

-TOTEMS-

MEMORIA

Oh los emblemas de un negro símbolo
El demonio encogido debajo de los párpados
Marca con carne insultos a la vida
Piel de cárcel política y prostíbulo moderno
Ojos para entregarlos a la virilidad de unos cristales
¡Estoy ciego en mi reino impenetrable!
Comienzo a desenrollar mis intestinos
Tenderlos de mi ventana al firmamento
Para contemplarlos navegados por astros
Amigos y escritos con nombres de barcos
Intestinos van más allá de las estrellas
Extienden hilo ariadno nylon de espíritu
Aspiran el absoluto de la herida vacía
Trepan modulan arpa espacial
Una oscura corriente me empuja sin saberlo
Evade el corazón se aprieta contra el latido que crece
De un salto se mete en el cerebro
Bajo aguas huele a un divino excremento
Por mis arterias cruzan besos perfumes abanicos con sueño
La palabra salvada contará en esa vida
La virginidad es el secreto de la ostra
Oh horror de estar siempre tratando de movernos
Tener que ser dos para reproducirnos
El amor engendra en la cintura sólo el odio
El odio con que golpeamos el vientre de la amada
Con realidad de gozo.

El amor y el hombre, óleo, 1956.

CÓLERA

Está gastado el secreto
A veces una urna guardada en el castillo de la virilidad
Contiene una delicada zona de cuerpo femenino

Un cuchillo veloz contra aquel aire
Bajar por el cuchillo sentir que el amor es frío
Subir por esa ranura que le consagra arma
Ofrecer un diminuto beso a la sangre en cada punta
La piedra a su pesar no sostiene el cuchillo
El cuchillo es de un material hecho para ser elevado
Encajar un cuerpo en su destino ebrio
Es ir hacia el cristal donde el astro no existe
Oh apasionado gusto el de tus labios de goma virgen
Sé bien que tu realidad no es un número
Cuerpo a cuerpo tú sales en el mundo
La creencia es ver que la selva pasea
Entre los grumetes a pesar de la máquina

No niego que el amor del salvaje
Esté húmedo en las palabras que te digo
Ni que mis dientes pretendan comer la sangre que llevas
Si no logro amarte prefiero devorarte
Por el amor que en mí tiene franjas de Hurakán
Un ciclón de amor a veces no derriba dos caricias
Escribiría mudo sobre los cuerpos largos
De todas las mujeres astros perfumes de la tierra

Un cuchillo devorador se concentra en las esquinas
Un abdomen secreto se descarga sobre el mundo
El cuchillo está hecho de hoja
De hoja más fresca que la hoja
Jamás marchita
El amor a pesar de venir desde el fondo del tiempo
Ha subido a veces hacia todo labio
Continúa como el cuchillo apareciendo en el mundo
El hombre se apoya en el cuchillo
Un trance de amor en la cintura
La tribu frenética no ha dejado el amor decrecer
Un segundo
Con el cuchillo en la boca vamos hacia el tiburón
Para sentir la viscosa piel que le envuelve
El olor delicioso de su sangre en la arena
Con el amor me lanzo a conquistar su polvo
O Dios tal vez la mujer tal vez poema
Tu estructura de llamarada o piel de nieve
No descansa
Levanto con lentitud de seno con lentitud de aurora
El miedo se resiste pesa mi piel como una piel distinta
Seccionado por mares y relámpagos amarillos
El amor arde como el verano
Que canta en el útero lloroso de los marsupiales.

El cuerpo que tengo en mi cabeza, óleo, 1969-1970.

EXPANSIÓN

Creo hay una memoria en mí
Una memoria que crece como la corteza funeral de la vida
Allí secreta está esa noche
En un castillo en que un vaso relumbra
Con piedras de rápidas flechas sucedidas de alimentos
Sube sube tú
Diminuto recuerdo desde la ciudad con olor marino
Para elevar las cometas del ensueño
La crueldad está en ver morir nuestros ojos con asco
La lucha de la nieve contra la raíz de la vida
Quién puede enseñarme algo que no haya sido vivido
Buscaba la vida y era la vida quien buscaba
Está la vida perdida de la vida escondida en la vida
Un astro venenoso curioso un espanto goloso
Crecen por el mundo
Estalla aquí oh vulnerada rosa besada por todas las mareas
Creciendo estableciendo límites que sé tu consistencia
La primera noche los cuerpos se amaban
Como el ruido de los remos sobre el mar con sueño
Ahora el amor oh cúspide infinito
Todo crece como la serpiente y es posible
Adivinar el ruido que hace la idea de homicidio
Volando por la aurora
Aún se me dará un otoño para amar
Otro para ver caer mi piel que arrastrará el viento
Queda algo muy difícil de explicar
Cuántos millones de qué hace que sueño
Otro para contemplar la lepra del olvido
Hacia madrépora
La conciencia que de niño da la idea de la continuidad
Nos movemos como formas en el espacio
Tememos chocar con un diferente ebrio
Aún nuestra piel huele a luces sucesivas
No hay ruido de máquina que apague nuestra sangre
Tan anónima
Tú creaste la muerte ligada al crecimiento al desarrollo
El horror del hombre es la muerte en el amor
La vida en el amor
Se van vida y muerte y el amor perdura
Quién ama con olor de astros descompuestos
Los volúmenes de los sexos
Las superficies cálidas de las estrellas algunos sitios
Que el amor ama
Al fin la gracia perdura hostil al tiempo
La bruja sangre tiembla
Sobre la tierra todo se reproduce
Ventana de una ciudad pensada en el vacío
Las cortinas del horror destruyendo vidas
El amor se desgaja con lentitud de lava
Brilla en cada calle como un cuchillo
Mientras espero junto a la casa completa
Más allá del planeta y raza de Saturno

Me compongo de cosas órganos quemados
Si el tiempo y estaciones ojos disonantes
Ven materia de llama con duendes maltratados Ven
Que hay un animal dispuesto a devorarte
Con su estómago de sangre su lengua siempre en pena

En el fruto futuro se adivinan sabores aborígenes de la palabra imantada por el sello de los eclipses cerrados al ancestro y los dientes de tu cintura de cráneos que se pulverizan sin una explosión en el ruido de paloma anterior de la revuelta en el suceso de su sucesión de esplendores en un mismo abrir y cerrar de ojos que se prolonga.

Los elementos, óleo, 1960.

EL AMOR ORIGINAL
VII

El olor del tigre cuadrumano de anillos interiores
Nueve son los días que se desprenden
De la ciudad mística
Cerrada por murallas de sueño
Un huracán cargado de frutas olorosas
Y de la pestilencia de los vampiros que duermen y los vampiros unidos
Al ventanal en que nacen los cerezos de madera dura y perfumada
En que crece un solo nombre que se lee en el viento.

El movimiento de los labios, óleo, 1968.

VIII
Acaso acaso
Sea el único cielo de neón y salen
Vestidos que humean
En nombre del minero
El grisú de la eternidad
Bajo una lámpara de carburo
De ruidos corceles ajustados al que se deja segregar
Velocidad y encuentro
En lo que no vuelve a su centro
De espoleta de mercurio y crímenes dispuestos
Ahí va el enterrado
Ahí va el sonámbulo
Ahí va el exquisito
Todo le sale por la sombra
En los cuchillos creados por el interés de un ministerio que sólo sabe decir amo
Todo es ilusión sombra de ilusión
Sopla y hecha tu barba al fuego de la gran obra
Sopla y hecha tus uñas a la sensualidad del despreciado
Sopla y cubre el último espasmo de tu llanto
El pequeño espacio que nadie necesita
Sopla y vuelve la espalda a los caballos de cascos como palomas
Sopla y espera el viejo nombre en sus barbas
Y su tonsura aérea magnética y teológica
Sólo un momento antes el turbio y preciso brebaje
De las alas negras
En la copa sin entrega
Más allá el volcán
Bañado con la sangre electrocutada
Un lenguaje de bálsamos salva el último aliento
Un lenguaje de bálsamo salva el último aliento
Encima sin la altura
Los pájaros vuelan con el polen que viaja
Sobre la tierra de imanes que florecen
Donde todo se olvida.

Retrato astrológico, 1934.

ANALOGÍAS DE PARÍS

En un rincón de la Plaza Furstenberg en París he dejado una pequeña maleta invisible
que acostumbro a mirar a través de un espejo de grano muy unido que encontrara en el sitio mismo en que la maleta reposa
A muy pocos pasos de ese lugar absoluto he vivido algún tiempo
Dentro de la maleta
Hecha de piel de murciélago gira un pájaro más veloz que cualquier electrón
Y se detiene a veces a examinar un ejemplar de un libro que me regaló un poeta japonés y que cuenta las innúmeras posiciones que adopta una flor para recibir o rechazar la luz del sol
Se explica allí también la relación que existe entre el sol y el lanzallamas de nácar con que protegía mi piel de los días más grises del invierno
Hay entre el libro y el lanzallamas una fruta de cristal que ha viajado diez mil años para que la tocara sencillamente
Y al costado izquierdo de la maleta
Un ruidoso mar de fuego avanza queriendo destruirlo todo a lo que se opone un colmillo de jabalí que colgara del cuello de una hermosa africana que amé bajo el cerco de llamas de la lámpara de arco
En el doble juego del forro de la maleta se oculta la carta de un prisionero político a punto de ser fusilado en el momento en que escribo y la mancha de sangre que rueda de un lado a otro de la maleta cuando la levanto en el aire es de la oreja izquierda de Ofelia antes de hundirse para siempre
Las palabras se seducen y envuelven en sus herraduras frías en el círculo de sexo que se vuelve cerradura de la mística maleta
La lluvia ha borrado todas menos una las etiquetas que cubrían el artefacto y ésta dice así Hotel de Mala Muerte en el golfo de Esmirna purificaciones y flores de carbono nada y el hada crispada al golpe del tambor isla de la desolación destierro inminente muerte prematura cintura de opio piel de demiurgo
Se hace necesario un análisis penetrante y dialéctico de la etiqueta y entonces se llega a la conclusión de que mi valija es una simple maleta crítica sin otro contenido

Aparente
Ocurre que entre el lanzallamas y el cuerpo de Kabala hay un ejemplar de Nadja de André Bretón lo que tampoco quiere decir que tenga un sentido místico
Pues leyendo de abajo hacia arriba el texto se encuentran estas frases
En el principio fue el azar y del azar nació el YO
Que transformándolo en imágenes
Es como el «divino como» que se viste con el traje de incontables analogías en que me hundo como una serpiente en un pantano
A flor de todo eso dice
huye de la presión de las horas y la muerte constante
del espejo y la luz de sol cuando te adula
Ama la luz siempre que te ciegue
Ama la sombra en que tocas los muslos de la gran paridora
Restregándome con las orejas cargadas de rumores
En ese laberinto zodiacal
Me llega el instante de las evocaciones
y entonces comprendo que vivo de mi maleta
Muerte al pájaro que canta gratuitamente muerte a la ilusión que vuela entre las radiaciones del hastío muerte al número racional y al florecido muerte a la constancia de querer expresarse en suma la autodecapitación en el laberinto de las conversaciones.
Al Norte y al Sur de mi maleta hay un ángel con una espada de hielo que echa a todos los posibles invasores
En las noches cuando todo se convierte en un enorme guerrero negro
Mi maleta invisible
Es la pupila que brilla como un astro encendido en la manigua silenciosa.

POESÍA, REVOLUCIÓN DEL SER
(1960)

La autógena, óleo, 1936.

ESCRITO CONTRA MÍ

¿Y esto que es el hombre
Me perderé y lo perderé de vista?

Y esto el hombre
Que tanto amo que lo pierdo de vista
Grandes son mis ojos y su imagen
La palabra habla la palabra
Garantía de muertes viscerales
En mis manos que no escriben
Escapan una sombría vena en el papel
Como su oído lleno de palabras
La palabra palabra
Reventando las fibras
En el centro del alma
¿De qué me alejo? ¿Qué digo?
Si he perdido lo dicho
En la palabra
¡Que no muera el invierno
Ni la sombra del mundo
En la palabra!
¿Y esto que es el hombre
derramado como un aceite
Corriendo hacia su destrucción?
Lo condeno
Hablando como un condenado
¿Y esto que es el hombre?
Descuartizado por las fechas
Y los duendes de soga
En las manos
Los pies
En los sexos
En los tiempos oscuros
En que escribo sin verlo
Esto que es el hombre lo toco
En mi hombre
Sustantivo y escribiendo
Sin sentencia de muerte
Con los nervios ulcerados
Con los caños del sueño
Con los dedos sangrando
Con el tiempo podrido de la muerte
Esto que es el hombre que soy
Me lo estoy escribiendo
Sangrando
En la palabra palabra
Cuando escribo sin verlo
Ya perdido de vista
De la luz de los ojos
De las membranas rojas y abiertas
Que la droga del terror ilumina
La palabra palabra
El horizonte de la palabra
Repitiéndose secamente
En las fracturas del alma

En los desgarrones
En el tuétano
En la flor de la esperma
En los tiempos oscuros en que escribo sin verlo
Y esto que es el hombre que soy
¿Quién me lo salva?
Arpón tallado en mi columna
Vertebral rompiéndose en el aire
En el oído en la flor de los muertos
En el cataclismo sin nombre de los vivos y los muertos
Este vivir sin cuerpo
Este vivir sin nombre
Repetido en espejos
Espaldas de mujeres
Orillas de espuma retráctil amorosa
Este hombre que soy yo no es acaso el hombre
Hecho a mi terror a mi semejanza
Escrito en mi palabra destruido en mi palabra
En mi hombre de huesos de ceniza
En mi hombre de vida de perro
En mi hombre de verdad y de miedo
En mi hombre torturado y vejado
En el fondo de naves bajo lámparas
Es mi hombre clavado contra el ser
Es mi ser clavado contra el hombre
De uñas y pelos
De caries en el sueño
De excremento y humo
De soledad y estrellas
De ratones salvajes
Y lámparas de aceite
Es mi hombre del alma
Desnudo en palabras
Maltratado en aceite
Hervido en esperma
Contra cuerpos contra piedras
¿Y esto que es el hombre
No lo digo en lo vacío y lo pleno
En el horror del hombre
Que es el horror del vacío y lo pleno?

Ahora que escribo sin verlo
Le marcho y lo destruyo
Lo recibo y despido
Más vasto que su semejanza
Y su imagen que se pudre
En mi hombre y no en mi dios
De pelos de uñas
De venas de fracturas
Dolores esperanzas
Palabras trizadas por el viento
Mi palabra palabra
Es mi hombre de huesos de hombre
Es mi hombre de fiebre amarilla
Es mi hombre acorralado por el ser
Es mi ser derramado sobre el hombre
Es mi horror del hombre que soy
De su libertad rota de su tiempo de muerte
En su esqueleto de ave derruida
Por la droga del ser
Por la violencia de la materia densa
Como su palabra
Y esto que es el hombre
¿Quién me lo salva?
Me perderé y lo perderé de vista
Pendulando exorcizando
Materias y terrores
Este hombre que soy se disipa
Ahora que escribo contra mi muerte
Ahora que lloro lo que escribo
Con huesos y con sangre
Este hombre que soy
Pesa más mi imagen y semejanza
En la palabra palabra
En el fuelle del pulmón y la esperma
En los huesos desgarrados
En el verbo en el hombre
En la sangre en vilo
En el ojo de su materia
¿Este hombre que soy quién lo salva?
Lo perderé de vista
Contra su hora
Huesos sangre y médula de esperma
Lo perderé de vista.

La reunión, óleo, 1939. 

HIMNO A LA MUERTE

¡Nunca más dispuesta mi cabeza para la guillotina!
Para esa nave no soy el último elegido
Que corten las mariposas de mis ojos
El lenguaje cifrado en sus cristales
Adentrándome

No hay adjetivo
Todo es un nombre glorioso como la nada
Queda ahora
Mi único compromiso eterno con la muerte
Como es ella y nada más
Ni alegrías ni auroras triunfales
Sólo el agua es su máximo atributo

Hablaríale con mi lenguaje todo suyo
A su oído levantado
Donde es dulce perder nuestras palabras

Si le buscase un color sería el de los collares de la cobra
Si le buscase un elemento entregaríale el agua
Si le buscase un nombre sería el puro innominado

Oh muerte tú el único misterio efectivo
El único corte pesado
Lástima que no palpite en tu abismo

Mi ser un hueso más en tu blanco esqueleto
Porque no volveré nunca más
A sentir la vida como frescura
Te siento en todas mis resoluciones
En todos mis oficios tenebrosos
Porque eres la muralla civil de la libertad
El privilegio central de todo hombre

Nadie podría morir por mí tú y yo lo sabemos
Y eres la garantía férrea de mi ser
No temo ni adulo tus dones
Te veo esplendente en tu situación de elegida
Morir no significa nada
Porque muerte no significa
Más que la pura y sonora anulación

Morir es caminar por tus abismos
Es consolar la palidez de nuestro rostro
En el único cambio verdadero

Educados para la parda muerte
En tiempos oscuros de miedo y de locura
En que no crecen los árboles ni las llamas
Arrendaremos este campo sembrado de vituperios

Qué somos
A una única potencia su vacío visceral
No sé qué rectitud ideal me la recuerda
Qué reposo innombrable
Qué peso que no pesa
Pero en el fondo de ese espejo
Mientras la libertad y el amor se me dispersan
Tengo una cita informal y constante con la muerte
¡Bello aún el tiempo nada ordena!

El escudo, óleo, 1966.

ALUCINACIONES

3

Seré parco
Para hablar del hambre la enfermedad la muerte
Islas del árbol del pan
De las rosas sacudidas por un viento de enjambres
Hablé de la vida
He hablado del amor
Conozco los aires cavilando un nombre una respuesta

Para la casa cerrada en todas sus puertas
Que sólo abre las manos entreabiertas del tiempo
En las diversas esmeraldas de los ojos marinos

No la nada y el vacío
No esparcen cenizas solares alrededor del vino
Y las doncellas desnudas vencidas por todas las lenguas
El oráculo
Me mira con sus ojos de faro
—Tan sólo lo que toques con la pasión
Lo que beses con tus labios de fiebre
Lo que insultes a través de un velo de sangre
Cuando tus dedos no temen
El puño del cuchillo
—¡Oh! Mentiroso
Tú no has recibido a los grandes mensajeros
La belleza
Truena en tus oídos con zumbido de gran vuelo
Comprende la muerte que te espera
Altivo compañero de tu pureza
Que sabes la miseria del mundo
Cuando a tu oído donde se funden los aires
Dicen:
¿Quién eres hermano que has estado sin comprenderme?

HIMNO A LAS MILICIAS Y SUS POEMAS
(1961)

Fragmento de la libertad, óleo, 1942.

EN EL PENTÁGONO

¿De qué están hablando?
Los oigo
Mueven los dedos negros
Lloran de rabia
Queman la muerte sobre la mesa
Mezclan
El aceite con la sangre
Escupen el pan
Maldicen
Los profetas del crimen
Los oigo detrás de muros
De cristal
Y aire frío
Y respiran un aire
De pólvora y gangrena
Hablan de ti
Y de mí
Miden nuestros pasos
Calculan nuestro peso
Y nos meten
En un número
En un dibujo
Nos apodan Hiroshima
O nos entregan
A nubes de gasolina y herrumbre
Pero
No estamos en sus cálculos
Aunque nuestras voces
Abiertas no se oigan
Allí dentro
No hay regla para medirnos
no hay mapas donde colocarnos
no hay bomba para exterminarnos
Los oigo hablar de nosotros
Y aquí nosotros trabajando
De aurora a aurora siempre aurora
Latiendo sin permiso
Nuestro corazón tremendo
Como la noche o como el verano
Sobre los pueblos avanzando.


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Antología de la poesía en Cuba: 1800-1950.

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