JUAN DE HERRERA, ARQUITECTO Y CENSOR DEL REY FELIPE II

Retrato de Juan de Herrera.

María Ruiz (1584-1595) se dirige a su imprenta porque su oficial la ha llamado para que atienda a Don Pedro Ambrosio Ondériz (¿?- c. 1596), quien ha llevado al taller la traducción que ha hecho de La perspectiva y especularia de Euclides.

Don Pedro, que es catedrático de matemáticas y de cosmografía en la Academia de Matemáticas que el rey Felipe II (1527-1598) ha fundado en Madrid, quiere que su trabajo se publique en la Viuda de Alonso Gómez. María, la dueña, ha heredado el negocio de su marido y bajo su tutela se han editado más de treinta libros de temática religiosa, cultural y científica. En su taller de Madrid, como en cualquier imprenta del Renacimiento, se componen los tipos, se elabora la tinta, se corrigen los textos, se imprimen y se encuadernan los libros. María tiene experiencia, pues lleva doce años trabajando en su negocio y su trabajo es apreciado por los bibliófilos.

Pero publicar no es tarea fácil. Para cumplimentar los requisitos que permiten la impresión de cualquier texto son necesarias la aprobación y el privilegio —la aprobación es el paso previo al privilegio—. Así que, junto con el manuscrito de La perspectiva y especularia de Euclides, Don Pedro presenta el resto de la documentación. El informe favorable lleva la firma de ¡Juan de Herrera! ¡Sí, ese mismo!, el arquitecto que tuvo a su cargo, desde la primera piedra hasta la última, la construcción de El Monasterio de El Escorial.

Juan de Herrera (1530-1597), soldado de Carlos V (participó en las campañas militares en Flandes, Alemania e Italia), reputado arquitecto del rey Felipe II y uno de los matemáticos más importantes de su época, fue, bajo mandato expreso del monarca, promotor cultural. Juan de Herrera reseñó, sugirió, seleccionó y aprobó, para la posterior obtención del privilegio real, libros científicos e históricos.

En manos del arquitecto estuvo el llevar a buen puerto uno de los proyectos del rey cristianísimo: la creación, en 1582, de La Academia Real de Matemáticas en Romance Castellano. Sí, has leído bien: en castellano, para que los interesados tuvieran acceso a los libros especializados, pues no todos conocían el latín, el griego y el italiano. La idea de editar en lengua vulgar fue de Juan de Herrera, quien si bien era consciente de que «en nuestros Reynos los naturales dellos florecen en Christiandad, armas y letras divinas, y humanas», también reconocía la terquedad de sus compatriotas con otras lenguas.

Biblioteca de El Escorial.

En La Academia Real de Matemáticas, astrónomos, arquitectos, ingenieros, especialistas militares y navegantes —la cosmografía y la navegación fueron los platos fuertes de la institución— encontraron un espacio destinado al estudio, al debate y al intercambio de conocimientos.

La prensa de imprenta de tipos móviles, inventada a mediados del siglo XV por Gutenberg, y la posterior aparición de la técnica del grabado permitieron la producción y reproducción de los libros a precios más económicos, así como una mayor divulgación de los mismos. Sin embargo, los grupos de poder —iglesia y monarquías— pusieron obstáculos a la masificación de las ediciones. Tenían miedo de perder el control sobre la información. Y, por eso, se inventaron la figura de los privilegios.

La teórica y práctica de fortificación, Cristóbal de Rojas, 1598.

Para conseguir los privilegios, que eran una especie de patente, eran necesarios dos requisitos: uno tenía que ver con la materia tratada —tenían que mostrar calidad— y el otro era de carácter ideológico y exigía que el contenido no contraviniera la doctrina cristiana y las disposiciones del monarca —tenían que pasar la censura.

Los privilegios se otorgaban a los impresores y a los libreros, pero no al autor. El autor no tenía capacidad de decisión sobre su obra y, como he dicho antes, sin privilegios no había publicación. De esta forma la iglesia y los reyes no sólo controlaban todo lo que se publicaba, sino que también evitaban las ediciones piratas, pues la licencia otorgaba al impresor la garantía de la exclusividad en la distribución de la obra durante un período de, aproximadamente, diez años.

El privilegio llegó a ser tan importante que se convirtió en objeto de herencia.

En el siglo XVIII, en Inglaterra y luego de un largo litigio, los autores recuperaron el poder sobre su obra. Pero no fue hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) que se reconoció el derecho de autor tal como lo conocemos hoy.

Juan de Herrera otorgó varias aprobaciones para la edición de libros. Entre los textos autorizados por él se encuentra La teórica y práctica de fortificación, del autor Cristóbal de Rojas (1555-1614). Se trata del primer tratado de fortificación impreso en castellano. Pero no sólo eso, pues en el libro se describen, por vez primera, los principios fundamentales de la arquitectura militar moderna. La teórica y práctica de fortificación fue, según palabras del estudioso Luis Cervera Vera, el estudio «más valorado, el de más crédito y estimación en toda Europa».

CERRANDO EL TRATO
(Recreación.)

—Han pasado ya tres años y medio desde que el monarca me encargó, en Lisboa, que estudiase las matemáticas y han pasado dos desde que me ordenó que leyese y tradujese al romance algunos libros para la Academia Real de Matemáticas. Y para ello me ha otorgado la cantidad de doscientos ducados, que aquí le traigo.

—Observo, Don Pedro, que el Rey le ha dispensado la licencia para imprimirlo —comenta María, la viuda de Alonso Gómez, hojeando el documento.

—Así es, como puede apreciar la cédula está dispensada desde el Monasterio de El Escorial y lleva fecha del 15 de septiembre de 1584.

—Y el privilegio ha sido otorgado por un plazo de diez años. Creo que todo está en orden. Comenzaremos con la impresión.

—Doña María, ruego a usted que incluya esta dedicatoria en el texto: «A Su Majestad el Rey Felipe II: Este nueuo libro son las primeras flores que ha producido este jardín de letras que V.M. a plantado en esta corte.»

—Así se hará —y, girándose hacia el taller, María gritó—:  ¡Secretario, traiga el contrato de pago!

La perspectiva y especularia de Euclides se convirtió, como el resto de los libros aprobados por Juan de Herrera, en material de estudio de la Academia Real de Matemáticas de Madrid.

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