JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. POEMAS

Juan Ramón Jiménez no escribió explícitamente poesía para los niños; sin embargo, existen antologías poéticas del autor de Platero y yo pensadas para el lector infantil.

Poesías con rima y ritmo, con estribillos, descriptivas y de argumento sencillo, son las recogidas en estos libros; es el verso ágil de Juan Ramón, verso pegadizo, fácil de recordar, el dedicado al incipiente lector.

Un amplio abanico de flores, donde la rosa es la estrella, de aves, de tonalidades de cielo y de mar; un campo sojuzgado por las estaciones del año, los quieros de una madre, los valles ondulados y las montañas escarpadas, son las materias que alimentan los poemas. Son contenidos cercanos al niño y esto hace que, aunque no comprenda el sentido último de lo que lee o le leen, sienta la poesía, pues se desarrolla en un entorno reconocible por él.

Decía Juan Ramón: «La naturaleza no sabe ocultar nada al niño; él tomará de ella lo que le convenga, lo que comprenda.»

Así es, y así sucede también con los poemas. Aunque el lector infantil no sepa de aliteraciones, métricas, de construcciones poéticas, la musicalidad de los versos despierta su interés por las palabras. La poesía, ese unicornio que al rozarnos con su cuerno cura heridas, despierta la imaginación de quien la escucha, la lee, la atiende y, por tanto, la siente —último destino de un poema.

Es importante,  para evitar confusiones, recordar que Juan Ramón Jiménez estableció sus propias normas ortográficas, que bien podrían llamarse las J de Juan Ramón. El escritor, en guerra con los grupos de ge y gi , travistió la g en  j. Y escribió jente por gente, ánjel por ángel, dijestión por digestión, majia por magia, imajinación por imaginación, y así, así, y así… Además, el poeta mantuvo algunos litigios con las x, las p y las h Como estas particularidades pueden generar faltas de ortografía en un joven lector, a las palabras alteradas las visto con letras cursivas.

Los poemas que he seleccionado para esta entrada los he escogido de la Antología para niños y adolescentes que Losada publicó en 1950, esta casa optó por respetar —y yo me sumo a este criterio— la peculiar ortografía del escritor. Escojo esta edición, además, porque contó con el beneplácito explícito de Juan Ramón Jiménez.

¿Cómo ilustrar los poemas escogidos? He estado dándole vueltas y al final me he decidido por fotografías donde niños y animales comparten simpatías. Los niños toman de la naturaleza lo que entienden, dijo Juan Ramón. Y yo digo que se arriman a ella sin miedo, por intuición, por afán de zambullirse en el cofre de los secretos. Esas habilidades naturales que los acercan a lo eterno son las necesarias para abordar el mágico mundo de la poesía.

POEMAS

FIN DE INVIERNO

Cantan, cantan.
¿Dónde cantan los pájaros que cantan?

Llueve y llueve. Aún las casas
están sin ramas verdes. Cantan, cantan
los pájaros. ¿En dónde cantan
los pájaros que cantan?

No tengo pájaros en jaula
no hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada…

Nada. Yo no sé dónde cantan
los pájaros (y cantan, cantan)
los pájaros que cantan.

LA NIÑA VERDE

Verde es la niña. Tiene
verdes ojos, pelo verde.

Su rosilla silvestre
no es rosa ni blanca. Es verde.

¡En el verde aire viene!
(La tierra se pone verde)

Su espumilla fulgente
no es ni blanca ni azul. Es verde.

¡En el mar verde viene!
(El cielo se pone verde)

Mi vida le abre siempre
una puertecita verde.

JUEGO

El chamariz en el chopo
—¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul
—¿Y qué más?
El cielo azul en el agua
—¿Y qué más?
El agua en la hojita nueva
—¿Y qué más?
La hojita nueva en la rosa
—¿Y qué más?
La rosa en mi corazón
—¿Y qué más?
¡Mi corazón en el tuyo!

EL ADOLESCENTE
(El baúl espera, cerrado ya, en el patio de mármol.)

—Madre, me olvido algo, y no me acuerdo…
Madre, ¿qué es eso que olvido?

—La ropa va toda, hijo.

—Sí, mas me falta algo, y no recuerdo…
Madre, ¿qué es eso que olvido?

—¿Van todos los libros, hijo?

—Todos, mas falta algo, y no me acuerdo…
Madre, ¿qué es eso que olvido?

—Será… tu retrato, hijo.

—¡No, no! Me falta algo, y no recuerdo…
Madre, ¿qué es eso que olvido?

—No pienses más, duerme, hijo…

EL VALLE
(Anda el agua de alborotada.
Romance popular).

Doraba la luna el río
(¡fresco de la madrugada!)
Por el mar venían las olas
teñidas de luz de alba.

El campo débil y triste
se iba alumbrando. Quedaba
el canto roto de un grillo,
la queja oscura del agua.

Huía el viento a su gruta,
el horror a su cabaña;
en el verde de los pinos
se iban abriendo las alas.

Las estrella se morían,
se rosaba la montaña;
allá en el pozo del huerto,
la golondrina cantaba.

ANUNCIACIÓN

¡Trasunto de cristal,
bello como un esmalte de ataujía!

Desde la galería
esbelta, se veía
el jardín. Y María,
virjen, tímida, plena
de gracia, igual que una azucena,
se doblaba al anuncio celestial.

Un vivo pajarillo
volaba en una rosa.
El alba era primorosa.
Y, cual la luna matinal,
se perdía en el sol nuevo y sencillo,
el ala de Gabriel, blanco y triunfal.

¡Memoria de cristal!

ÁLAMO BLANCO

Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hojas, pájaro, estrella;
ramillas, raíces, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)

LA PAZ

Hallarme en las manos
jazmines con sol,
con el primer sol;
saber que amanece
en mi corazón;
oír en el alba
una sola voz…

Eso quiero yo.

Regresar sin odios
cerrar sin pasión;
soñarme en las manos
celindas con sol,
el último sol;
dormir escuchando
una sola voz…

Eso quiero yo.

EL NOSTÁLJICO DOBLE

¿Mar desde el huerto,
huerto desde el mar?

¿Ser el que pasa cantando,
oírlo desde lejos cantar?

A LA ROSA

¡Qué mejor oración,
qué mayor ansia
que sonreír a las rosas
de la mañana;
ponernos su alma bella
en nuestra alma;
desearlo todo
con su fragancia!

OCTUBRE

Estaba yo echado en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;

a ver si con partirlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

FLORES, ESTRELLAS DEL CAMPO

Malvas, rosadas, celestes,
las florecillas del campo
esmaltan la orilla azul
del arroyo solitario.

Parece como si una
niña perdida en el prado,
con sus ojos dulces las
hubiese ido regando…

La brisa juega con ellas…
¡Oh, qué olor! Un dulce bálsamo
se derrama sobre el alma
taladrada de cuidados;
y, un instante, se la lleva
plácidamente a un remanso
donde sueña eternidades
el diamante soleado.

Tiene el alma, el aire de oro,
de las estrellas del campo;
celestes, rosadas, malvas,
sus sombras pasan soñando…

He venido por la senda,
con un ramito de rosas
del campo.

Tras la montaña,
nacía la luna roja;
la suave brisa del río
daba frescura a la sombra;
un sapo triste cantaba
en su flauta melodiosa
sobre la colina había
una estrella melancólica…

He venido por la senda,
con un ramito de rosas.

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