LA BUENA MEMORIA
«Ser sin estar».
Editorial Linden Lane Press.
La Buena memoria es un libro testimonial. En él, la autora Belkis Cuza Malé vuelca sus recuerdos sobre lo que se ha llamado el Caso Padilla, a la vez que nos acerca a su infancia y nos habla de su llegada al mundo de las letras, de sus relaciones afectivas, de la soledad en compañía y de su vida en el exilio.
La Buena memoria no sólo es un cofre que atesora anécdotas personales, pues la lectura que hoy recomiendo trasciende lo íntimo hasta convertirse en espejo del alma colectiva de un pueblo que lleva más de sesenta y dos años sufriendo un Estado dictatorial y corrupto.
El testimonio de Belkis Cuza descubre los métodos utilizados por el régimen castrista para reconducir a las ovejas extraviadas, entendiendo por ovejas descarriadas a todo aquel que intenta ejercer su derecho a la libertad de pensamiento y de acción en una isla con un solo amo, que es pastor obsesionado en coleccionar autómatas humanos.
Y, claro está, en este microcosmos asfixiante los intelectuales son el primer objetivo a reeducar o a eliminar. ¿Cómo? Con el miedo, instrumento que ha demostrado, a través de la historia, ser el más poderoso de todos a la hora de conseguir objetivos. Pero…, ¿con qué herramientas trabaja el miedo? Con la censura y con la autocensura. Son estos los aparejos que evitan que el grito del marginado pueda despertar nuevas conciencias.
La Buena memoria nos revela el alma de Belkis Cuza Malé, poetisa, periodista, madre, esposa y amiga. Las historias contadas tienen el don de mostrarnos a la autora, al margen del Caso Padilla. He sentido su latido, su dolor, su lealtad y su inteligencia. He confirmado su tenaz perseverancia a la hora de defender a los suyos. En la Buena memoria, Belkis es alameda despojada de todo ramaje que la ensombrece.
Afiche realizado con dibujos florales de Belkis Cuza Malé y fotos suyas, de «El copo y la rueca».
Belkis Cuza Malé reflejada en su espejo, como la Alicia de Carroll, y la atmósfera opresiva en la que transcurren los episodios narrados —lo consigue intercalando capítulos de antes y de después de la Revolución, espacios donde la cotidianidad se manifiesta de manera muy distinta— son revelaciones del texto.
La autora nos invita a ahondar en la historia de Cuba desde otras perspectivas. «Ser sin estar», escribe cuando define el castigo que la UNEAC impuso a sus díscolos, cuando describe la muerte anímica, la que te hace flotar en el vacío: cuando describe una sociedad de zombis que se mueven en círculos de fantasía autodestructiva.
No quiero terminar la reseña sin antes expresar mi desacuerdo con Belkis cuando, en uno de los documentos que anexa (La «mala fama» de Heberto Padilla), afirma que Pablo Armando Fernández, César López y Manuel Díaz Martínez «participaron por voluntad propia» en la «autocrítica» que tuvo lugar en la UNEAC el 27 de abril de 1971. Pienso que nadie elige autocensurarse, y menos personas que eran conscientes de las consecuencias emocionales de aquella representación de la deshonra —la conciencia no descansa.
La Buena memoria se encuentra en Amazon. Tiene muy buena letra y sus capítulos cortos incitan a continuar leyendo. Creo que una nueva edición requiere de una pequeña revisión, pues el texto, que se alza cargado de verdades, tiene algunas erratas.
Escribe Belkis Cuza Malé en el apartado titulado Policías y psiquiatras:
«Como en el cuento Las ropas nuevas del emperador todos conocían la verdad, pero no tenían otra opción que tolerar la mentira en sus vidas y con ella a la Seguridad del Estado y sus agentes. Era tan sencillo para un artista caer en las manos de la Seguridad que, por supuesto, no necesitaba ser detenido, ni siquiera interrogado. Bastaba una simple provocación diestramente urdida para que un escritor, un músico, o un pintor, se viera enfrentado de pronto a una siniestra maquinaria de destrucción».
«La Buena memoria», amigos, es un libro imprescindible en la biblioteca de cualquier lector que se interese por Cuba y por la defensa de los derechos fundamentales.
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