LA COMEDIA DEL ARTE, LA IMPROVISACIÓN Y LOS POLÍTICOS DE HOY

«… las cosas se vuelven tan trágicas que acaban siendo cómicas».

Foto sacada de Google.

INTRODUCCIÓN

Tiempo atrás, un canal de televisión —no recuerdo cuál— emitió un pequeño reportaje, realizado en la Universidad Autónoma de Madrid, que trajo a mi memoria la Comedia del Arte, el teatro popular renacentista cuya fama mucho debe a la habilidad de sus actores.

Cuatro alumnos, estudiantes de Ciencias Políticas y afiliados a partidos diferentes, aparecían sentados en un aula dispuestos a responder la única pregunta que se les hizo para el cortometraje, y que era la siguiente: «¿Qué ha hecho mal su partido para que España tenga que pasar por unas nuevas elecciones?».

¡Oh…!, pero aquellos jóvenes, cuyas apariencias auguraban un debate temperamental, se transformaron en ecos de los eslóganes de sus mediocres líderes. Además, los participantes no manifestaron ni un ápice de autocrítica: la torpe destreza verbal y gestual que mostraron evidenció la nula aptitud que tenían para comunicar sus preparadas frases publicitarias.


EL TEATRO Y LA POLÍTICA

Es un hecho que el teatro y la política no existen sin el que escucha. También es un hecho que el éxito o el fracaso de una puesta en escena depende del conocimiento de una serie de recursos técnicos. Pues bien, uno de los recursos de la escenificación, y que es característica distintiva de la Comedia del Arte, es la improvisación.

La improvisación le da vidilla y apariencia de naturalidad al espectáculo. La improvisación permite establecer una comunicación inmediata con quien escucha y ve.

El teatro convencional parte de un texto escrito —diálogo o monólogo— que no admite cambios ni modificaciones. En el teatro clásico solamente, y con restricciones, el montaje —música, escenografía, decorado, vestuario, interpretación…— puede ser alterado, pues todo gira alrededor de la introducción, el nudo y el desenlace del libreto.

¿Qué sucede en la puesta en escena clásica? Pues que las funciones, en la medida en que transcurren, van perdiendo la capacidad de asombrar, de conmover, de conectar, directamente, con el subconsciente del espectador que asiste más de una vez a las representaciones. La repetición aborta la emoción que provoca lo que sorprende.

Creo que la forma tradicional de hacer teatro y la política no se llevan bien. Sin embargo, es la forma tradicional la que prevalece en las campañas electorales, donde políticos/actores no son capaces de salirse de su machacona idea ni de sus gestos preconcebidos, mostrando una torpeza absoluta a la hora de reajustar sus anuncios a lo que sucede en un escenario vivo.

La desconexión que existe entre los políticos/actores y el público/votante resulta más que evidente; por eso pienso que les daría provecho aprender a interactuar a través de la improvisación. Un político que suelta una y otra vez el mismo discurso termina pareciendo no un experimentado representante del pueblo, sino un ignorante inseguro y aburrido.

LA IMPROVISACIÓN EN LA COMEDIA DEL ARTE

Improvisación significa capacidad de respuesta, habilidad para solucionar los problemas que se presentan en un escenario, ya sea un decorado teatral o político.

Improvisación significa trabajo de mesa, división de tareas y organización. Para dominar la escena, partiendo de la improvisación, es necesario conocer métodos actorales, argucias para salir de situaciones comprometidas sin perder el argumento —hay que atravesar muchos puntos de acción sin dejar de resaltar el mensaje principal.

Improvisación no significa parecer hombre de muchas ocurrencias. No. Improvisación, y esto lo sabían los cómicos de la Comedia del Arte, es conocimiento profundo de la materia que será moldeada frente al público. Decía Molière a sus actores: «… se trata de conocer el sentido, el tema de lo que se debe decir; (pues) lo demás se puede suplir con presencia de espíritu».

Señores políticos, la improvisación es un recurso extraordinario para dar vida a los diálogos, para provocar expectación, para no aburrir a quienes les escuchan.

La Comedia del Arte tuvo buenos actores que eran analfabetos, pero eran lo suficientemente avispados como para aprender no sólo de su entorno, sino de los textos declamados por otros. En la Comedia del Arte se trabajaba en grupo y los actores sabían cuándo debían dar pie a otro cómico. Todos estaban pendientes de lo que se decía y hacía en el entablado para poder responder, en el momento adecuado y de forma adecuada, a la situación y al tema tratado.

En la Comedia del Arte había compenetración entre los comediantes, de manera que se ayudaba al compañero a intervenir a tiempo para no perder el ritmo, el movimiento escénico, la atención del espectador —ejercicio difícil para la mayoría de nuestros políticos de hoy, tan fatuos e ignorantes.

Las compañías de la Comedia del Arte consiguieron tanto éxito porque supieron representar los problemas que afectaban a su público. La improvisación les permitió sortear la censura inquisitorial que, por entonces, estaba en un punto crítico debido a los conflictos entre católicos y protestantes. Los textos no se escribían: el discurso escénico quedaba en manos de actores que partían de un esquema básico y que con sus aptitudes llevaban a buen puerto la representación, entreteniendo. Esos actores, por cierto, tenían un conocimiento profundo de la cultura popular —otra cosa más de la que suelen adolecer nuestros políticos.

Vivimos en democracia —lo afirman los partidos políticos y los medios de comunicación—, aunque yo no lo tengo tan claro. Siempre he pensado que la democracia es como la cuerda de pasear que le pongo a mis perros. Les da cierta movilidad, la suficiente como para creerse libres. Pero si tiran de ella —y esto suele pasar— terminan descubriendo que su libertad depende de lo larga que sea la correa y de lo blanda o dura que sea la mano que la sujeta.

Se supone que en democracia no existe la censura y que todos tenemos libre acceso a la cultura; sin embargo, mientras más ofertas culturales hay… menos interés muestra la sociedad por formarse. 

Nos hemos dejado acorralar por malas copias de arlequines, polichinelas, colombinas, pantalones… Nos hemos dejado arrastrar por cabecillas desprovistos de talento, desidiosos, astutos, de escaso verbo y larga verborrea. Entregamos nuestro poco tiempo de ocio a «comunicadores» partidistas que acaparan los debates de los medios de comunicación, y que no son más que flautistas exaltando las virtudes de sus anti-líderes. 

A los implicados en las tediosas campañas electorales les sugiero el estudio de la improvisación como lo hacían los intérpretes de la Comedia del Arte. Al fin y al cabo, política y teatro van unidos de la mano: en ambos se necesitan actores, ideas y oídos que escuchen.

Hablo de puesta en escena. Otra cosa, y mucho más grave, es la falta de contenidos y la nula disposición a cumplir con los programas electorales. Entonces, ya que nuestros políticos/actores no suelen respetar la palabra dada, reclamémosles, al menos, que ofrezcan un divertido espectáculo. A fin de cuentas, como afirma el actor norteamericano Mandy Patinkin, «las cosas se vuelven tan trágicas que acaban siendo cómicas».

ENLACES RELACIONADOS

Ibsen. “Un enemigo del pueblo”. Incluye la película.

Nota sobre la supresión general de los partidos políticos (Simone Weil). Incluye una síntesis del ensayo.

Albert Camus y la perspectiva permanente de la moral.

1984. Película (adaptación cinematográfica de Orson Welles).

Revolución y libertad (Georges Bernanos). Texto.

¿Por qué la guerra? (Albert Einstein y Sigmund Freud).

Cesare Pavese: Tres textos sobre la palabra y el símbolo.

Sobre el teatro de marionetas (Heinrich von Kleist).

Antonin Artaud (Virgilio Piñera). Texto íntegro.

Fahrenheit 451 (Ray Bradbury).

El conflicto (Virgilio Piñera). Cuento íntegro.

Los evangelistas de la muerte.

Los ojos del icono (José Jiménez Lozano).

Los ojos del icono: Noche del mundo (José Jiménez Lozano).


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