LA MEDICINA EN LA PINTURA

«Arte y ciencia deben nacer del amor; si no, no lograrán la perfección.»
Paracelso

El doctor, Norman Rockwell, óleo sobre lienzo, 1938.

El curandero, el médico hechicero, el sacerdote doctor, el galeno castrense, el médico rural, el de cámara, el de cabecera, el doctor en su consulta, el médico de familia… El hombre en la búsqueda permanente de conocimientos sobre sí mismo y sobre su entorno con la esperanza de poder prevenir, curar o mitigar la enfermedad y de lograr una muerte digna. Observación, razón y experiencia componen la fórmula que transformó al hechicero o sacerdote en el médico científico que nos cuida hoy.

Ciencia y arte forman parte de la misma Cosa: la vida.

El grabado representa el momento del alumbramiento. La madre puja sentada en un asiento que tiene, como podemos ver, una cavidad para que pueda salir el bebé. ¡Es una silla para partos!

La entrada de hoy la dedico al arte de curar y al arte de crear. El arte, biografía visual del hombre, recoge desde sus primeros inicios, desde la prehistoria, imágenes que representan el mundo que gira alrededor de las enfermedades. Dos son los protagonistas de este argumento: el enfermo y la persona que intenta curarlo y, por eso, dos son las actitudes que se nos revelan a través de los soportes. Los murales rupestres, las vasijas, los grabados en piedra, las tablas y los lienzos hablan de síntomas y de tratamientos, ilustrando así la historia de la medicina.

La pintura también nos descubre cómo los hombres de antaño entendieron la enfermedad y cómo la asumieron. Nos permite comprobar cómo hasta bien entrado el Renacimiento los métodos de curación se basaban,  fundamentalmente, en la experiencia y en la magia. Pero cada período de la historia ha aportado novedades importantes que nos han llevado a la medicina científica que se practica hoy.

Imagen que describe a un enfermo de viruela que es tratado por un mago sanador azteca. Los aztecas pensaban que esta enfermedad era cosa de los dioses Tezcatlipocas o de hechicerías realizadas por los hombres blancos. Llamaban a la viruela «granos grandes».

El chamán de los pueblos primitivos aportó a la medicina la importancia de la observación del problema, primer paso para adquirir experiencia. Estos curanderos actuaban por intuición, sin cuestionarse las causas. Para ellos, las enfermedades estaban asociadas a poderes sobrenaturales, como espíritus y conjuros de los enemigos. Y si bien es cierto que veían en las danzas un tratamiento eficaz —con los bailes intentaban atraer las buenas vibraciones o alejar las malas—, también lo es, y esto es muy importante porque es el preámbulo de la farmacología, que utilizaban hierbas para componer emplastos y pócimas que ayudaran a sanar. Los aztecas, por ejemplo, usaban cataplasmas de plantas para las tortícolis y brebajes hechos con raíces para los golpes de calor. Ahora, si el enfermo recibía un impacto en el pecho, entonces la cosa se ponía difícil, pues el tratamiento consistía en beber orine caliente mezclado con polvo de lagartija.

En la cultura arcaica la interpretación de la enfermedad sufrió una variación importante. En este período las dolencias fueron interpretadas bajo un nuevo prisma: la religión; de modo que los males se convirtieron en un asunto mágico-religioso.

El sacerdote sanador sumó a la magia la interpretación del firmamento. Eran sacerdotes-sanadores-astrólogos. Pero a finales de la cultura arcaica apareció el hombre que se dedicó en exclusiva a las enfermedades, aunque siguieron siendo las plantas, los minerales, los animales y los rituales los métodos de curación, que, por cierto, incluían prácticas quirúrgicas que sólo de imaginarlas producen dentera.

Imhotep sentado y sujetando un papiro, figurilla de bronce, período tardío, fecha indeterminada a.C.

En Egipto, donde la cultura de embalsamar había ayudado a profundizar en el conocimiento del cuerpo humano, encontramos el primer médico del que se tiene noticia. Su nombre es Imhotep (aprox. 2690-2610 a.C). Imhotep, además de dejar testimonio de males y de tratamientos para los mismos, recomendaba el uso de opiáceos como anestesia, aseguraba que el pulso tenía que ver directamente con el corazón y aconsejaba presionar, para detener el dolor de cabeza, las arterias carótidas; así disminuía el flujo de sangre al cerebro.

Todos estos procedimientos están reflejados en papiros, cerámicas y pinturas murales, así como en las tablillas de arcilla.

Aquiles vendando a Patroclo, kílix de figuras rojas, 500 a.C.
(En las guerras, los hombres tenían que cuidar uno de los otros. En esta pintura encontramos a Aquiles asistiendo al herido Patroclo. Aquiles muestra atención, delicadeza y conocimientos técnicos. Las tres cosas que cualquier enfermo ansía.)

La Antigua Grecia nos ha dejado testimonios a través de sus vasijas. Los griegos llegaron a la conclusión de que las enfermedades no tenían un origen divino. Fueron los que dieron los pasos que condujeron a la interpretación fisiológica de los males.

Hipócrates, quien aportó entre otras muchas novedades el concepto de historia clínica, aseguraba que «cada uno posee sus características propias y (que) toda enfermedad tiene una causa natural». Pero los griegos no marginaron a sus divinidades, presentes en todos los procesos de la vida. Los médicos intentaban curar aplicando sus conocimientos e investigando las dolencias. Sin embargo, como parte de los tratamientos terapéuticos, aconsejaban a sus pacientes rezar y hacer sacrificios a sus dioses.

En la época clásica se daba vital importancia al ejercicio y a la dieta. En este tiempo aparecen tratados que describen cómo debe ser el comportamiento del facultativo con los enfermos. Son los pasos previos a las bases de los protocolos que marcarán la relación entre el galeno y el paciente, las bases de la ética médica.

En Roma, el médico más importante fue Galeno de Pérgamo, quien se centró en localizar las causas que provocaban el mal. El clínico también nos legó la catalogación de un gran número de enfermedades y la idea de que los fármacos deben ser suministrados en las dosis adecuadas y acompañados de una indicación específica. Galeno basaba su terapia, principalmente, en remedios naturales.

La magia ya no está sola. A partir de ahora, y hasta bien entrado el Renacimiento, irá acompañada del raciocinio. Pero no es hasta la Ilustración que la razón se alza como protagonista indiscutible.

San Lucas, Juan de Sevilla, temple sobre tabla, h. 1401-1435.
(El evangelista Lucas era médico. En el cuadro podemos apreciar el instrumental que se utilizaba en las consultas —está en la mesa—. Aquí parece ser que el Santo está realizando una intervención quirúrgica en la cabeza del enfermo.)

Los libros miniados y las tablas de la Edad Media dan fe de los avances médicos y también de cómo debido al cristianismo y al islamismo se acentuó el criterio de que la enfermedad es castigo divino. Para los hombres medievales, dolencias y muerte son soldados de Dios.

El pecado se vio envuelto en casos de gripes y epidemias. La vida encontró que su paso por la tierra no interesaba, pues sólo importaba la existencia eterna. El hombre medieval agregó un nuevo rizo a la interpretación de la enfermedad: la idea de que la dolencia es un examen dictado por Dios. De forma que en la aceptación del dolor se encontraba la Salvación. Es el caso Job.

Pero la medicina monástica introdujo en la sociedad el concepto de la caridad. Este importante hecho hizo que se extendieran los servicios de atención al enfermo. Fue un gran paso, pues no sólo se beneficiaron los más necesitados, sino que propició que los doctores mejoraron sus conocimientos anatómicos y epidemiológicos —más casos…, más contactos con diferentes enfermedades. Más retos.

Lámina miniada del libro «Tahsil gharad al-qasid fi-tafsil al-Marad al-wafidun».
(Estudia la epidemia de la peste. Fue escrito en el siglo XIV por el médico español, de origen árabe, Ibn Khatima.)

Al establecerse que todos los seres humanos tenían derecho a recibir asistencia médica comenzó a practicarse una medicina social que benefició, especialmente, a los contagiosos, enfermos que hasta ese momento eran abandonados a su suerte fuera de los centros urbanos. Los leprosos, por ejemplo, comenzaron a ser atendidos en las leproserías, sitios creados para ese fin concreto. Otro sentimiento que se extiende durante este largo período de la historia es la idea de la muerte digna —la ayuda al moribundo es un valor presente en la religión cristiana.

En la medida en que el Medievo avanza y las universidades van extendiéndose por Europa, el médico va tomando entidad propia hasta transformarse en médico titulado y laico. En el siglo XIV, el galeno diagnostica y pone tratamiento a los síntomas de cada paciente, individualizando cada caso.

Los copistas medievales reeditaron los tratados médicos de los clásicos griegos y romanos. Y los médicos que hicieron uso de esos textos los ampliaron con sus múltiples descubrimientos, pasando el testigo a los doctores del Renacimiento. El Medievo es la época de Avicena, Averroes, Avenzoar, Maimónides, Albucasis…

Retrato de Paracelso, Jan van Scorel, óleo sobre lienzo, 1550.
(Paracelso introdujo en Europa el estudio científico de la medicina.)

Así llegamos al momento en el que el hombre se planta en el centro del mundo y dice adiós a los miedos nacidos de supersticiones, fijando su mirada en el estudio del mundo clásico.

El hombre renacentista buscó respuestas lógicas a los desafíos lanzados por las enfermedades, pero mantuvo su sentimiento religioso. El investigador, el científico, ofreció sus servicios a Dios y se ofreció a Él como colaborador necesario en la erradicación de los males del cuerpo.

En el Renacimiento la asistencia médica era profesional y remunerada, aunque la mayoría de la población era atendida por los barberos cirujanos, personas sin estudios que extraían piedras o cataratas y que lo mismo sacaban una muela que hacían una sangría —la literatura y el arte barroco están plagados de burlas a estos doctores de oficio. Molière dio vida a los pícaros Argan y a Sganarelle, dos de los personajes más populares de sus comedias.

Los médicos científicos renacentistas descubrieron, por ejemplo, la circulación sanguínea y la vacuna como método preventivo.

En España, los Reyes Católicos crearon el Tribunal de Protomedicato con el objetivo de controlar la práctica médica —dictaba sentencias y resoluciones administrativas.

Otra característica a destacar del Renacimiento es la coexistencia de médicos privados y de médicos contratados por los estados para atender a los pobres. Los síntomas explicados por el paciente, la toma del pulso, la exploración de la piel y el análisis visual de la orina seguían siendo los elementos con los que el médico trabajaba para llegar a un pronóstico.

Retrato de Francesco Giamberti , Piero di Cosimo, óleo sobre tabla, h.1482-1485.
(Ver el detalle en la frente del músico, la vena que sobresale y que muestra una alteración de los vasos sanguíneos que irrigan la parte superior del cuerpo. En el siglo XVI, Miguel Servet descubrió la circulación menor. En el XVII,  William Harvey descubrió la circulación mayor.)

No es hasta el siglo XIX, siglo llamado «del liberalismo», siglo de la Revolución Industrial, que encontramos —al final del mismo— lo que podría describirse como médico de familia.

En el XIX se eliminó el carácter genérico de la enfermedad, empezó a aplicarse la anestesia de forma habitual, apareció la radioterapia y, entre otros muchos avances, se descubrió la bacteria causante de la peste. En este siglo surgió el seguro vinculado a las Sociedades de Ayuda Mutua y la medicina comenzó a ser tratada como ciencia.

El Dr. Péan operando, Henri de Toulouse-Lautrec, óleo sobre cartón, 1891-1892.
(El doctor Péan es el inventor de las pinzas más utilizadas en los quirófanos. Aquí aparece con una.)

En el siglo XX se descubrió la penicilina, se identificaron los diferentes tipos de sangre, se formalizó la Seguridad Social y el concepto «calidad de vida» se vinculó a la salud. Es el siglo de Internet, de la robótica y de la ingeniería genética. Es la centuria de los grandes avances médicos.

Pero en el siglo XX se masificó la asistencia sanitaria, la economía se entrometió entre médico y paciente y la medicina se volvió un artículo comercial. Ahora todo tiene un coste y el médico de la Seguridad Social un presupuesto asignado y un tiempo limitado para cada aquejado. De la deshumanización de la relación médico-paciente todos sabemos algo.

La lección de anatomía del Dr. Frederick Ruysch, Jan van Neck, óleo sobre lienzo,1683.
(El cirujano Ruysch fue el primero en describir las válvulas del sistema linfático. Hacía disecciones con el fin de encontrar un método que permitiera preservar los órganos y se ocupaba de pasar examen a las matronas de su ciudad. Ruysch es la figura de la derecha, el que lleva el sombrero puesto, gesto que simboliza autoridad.)

La pintura y la medicina han ido avanzando según los siglos han ido pasando. Sin embargo, no es hasta el siglo XVII, cuando el  Barroco introduce la pintura de género, que la temática del médico y del paciente toma  protagonismo en los lienzos, aunque imágenes visuales que muestran el auxilio al enfermo las hallamos en todos los tiempos.

San Sebastián y Santa Irene, José de Ribera, óleo sobre lienzo, 1628.
(Santa Irene intenta curar las heridas producidas por las flechas en el cuerpo de San Sebastián. Aquí la Santa aparece como enfermera. La criada lleva en sus manos un frasco con algún mejunje para ayudar al herido. Santa Irene mantiene en sus manos una planta —¿cicatrizante, antibiótica?— que utilizará para cubrir el corte una vez retirada la saeta.)

Es mi intención que los cuadros que he escogido hablen por sí solos. He intentado resumir todo lo que he podido esta introducción, centrándome en Europa. La medicina también le debe a la cultura precolombina el conocimiento de plantas que, hasta el descubrimiento de América, eran desconocidas en el continente europeo —un ejemplo es la quina—. Y China y el mundo árabe también han aportado mucho a la salud. Pero habría que escribir un libro y yo no soy médico. Soy una admiradora del arte que padece una enfermedad singular.

Los apestados de Jaffa, Antoine-Jean Gros, óleo sobre lienzo, 1804.
(Napoleón —el del sombrero de penacho rojo— aparece visitando a los soldados infectados de peste durante su cruzada por Egipto. El cuadro es un encargo suyo para hacerse publicidad en Francia. Detrás del general, a su izquierda, se deja ver el médico castrense. Los hombres con indumentaria árabe son los doctores que atienden a los enfermos que, por cierto, Napoleón mandó liquidar.)

La historia de las enfermedades forma parte del ser humano y, por tanto, de la historia del arte. Por el testimonio gráfico sabemos que antaño el principal peligro del hombre era la guerra, así como el momento crítico de las mujeres era el parto.

Por el testimonio gráfico sabemos que a las epidemias les daba igual edades y sexos. La viruela, la gripe, la peste, el tifus, la tuberculosis, la escarlatina, la disentería, el escorbuto… se han colado en el arte, ya sea para exhibir su virulencia, ya sea para enseñarnos los remedios que el hombre sanador ha pensado y utilizado contra esos males.

Hoy en día la hipertensión, el tabaquismo y el estrés son las causas principales que aceleran la muerte.

La visita al hospital, Luis Jiménez Aranda, óleo sobre lienzo, 1889.
(Un doctor está auscultando directamente a la paciente mientras el que está a sus pies tiene en sus manos el historial médico. En el cabecero de la cama se encuentra la medicación adecuada para la enferma. En el lienzo vemos a una alumna, hecho raro en una época en la que las mujeres necesitaban ser apadrinadas por hombres para poder acceder a los estudios de medicina—la primera doctora se graduó en 1882 y fue Dolors Aleu.)

Detrás de los personajes pintados están las personas que posan. De ahí que el arte recoja tantas y tantas afecciones, pues los cuerpos de los modelos muestran signos de dolencias. Esas cicatrices han sido dibujadas por los artistas, a veces de forma inconsciente y otras con la intención de dar a la figura el toque que las hace únicas.

La noche, Miguel Ángel, escultura, 1526-1531.
(Los senos revelan un cáncer de mama.) 

Unos dedos, un pecho, una pequeña variz, una nariz deformada, un pelo hirsuto o de incontrolable crecimiento, una piel apergaminada antes de tiempo, un cuerpo adiposo… delatan padecimientos.

Dedico La medicina en la pintura al médico de mi más tierna infancia, el hombre que consiguió que no sintiera desconsuelo cada vez que mis padres me decían: «¡Gabriela, venga, date prisa o llegaremos tarde a la consulta del doctor Vilá!»

Y ahora los dejo con la pequeña galería que he preparado y que mostrará cómo la pintura y la ciencia médica han ido evolucionando con el transcurrir del tiempo. La historia de la medicina está en deuda con el arte.

GALERÍA 

El dios griego Asclepio con su hija Higiea dando de comer a una serpiente.
(La serpiente era empleada en los rituales curativos. Asclepio está asociado a la medicina y su hija a la curación y a la higiene.)


Comadrona asistiendo a un parto, relieve de un sarcófago, Ostia Antica.

(El primer tratado de ginecología que se conoce fue escrito en el siglo II a.C por Sorano de Éfeso y se titula  «Gynaikeia».)


La diosa Tlazoltéotl pariendo.


Orión y el escorpión, lámina miniada del tratado «Theriaka y Alexipharmaka» del médico, poeta y gramático Nicandro de Colofón.

(Nicandro dividió el libro en dos partes y lo escribió en versos, convirtiendo la poesía en un recurso didáctico para una población analfabeta que amaba la música. «Theriaka» trata de los venenos por mordedura de animales y «Alexipharmaka» delibera sobre venenos minerales y vegetales. El texto incluye remedios y consejos.)


Jesús y la mujer cananea, Juan de Flandes, óleo sobre tabla, h. 1496.

(Cristo-Sanador.)


Retrato de un joven, Sandro Botticelli, óleo sobre tabla, h. 1482-1485.

(Los dedos de las manos revelan artritis reumatoide.)


El triunfo de la muerte, Brueghel el Viejo, óleo sobre tabla, 1562.

(La peste negra arrasando Europa.)


El vino de la fiesta de San Martín, Brueghel el Viejo, sarga al temple de cola, h. 1565-1568.

(A la derecha del cuadro y montando a caballo está San Martín cortando su capa y donándola a un enfermo con muletas. Representación de la caridad.)


Extracción de la piedra de la locura, El Bosco, óleo sobre tabla, 1501-1505.

(El enfermo en manos del falso cirujano.)


La extracción de la piedra, Jan Sanders van Hemessen, óleo sobre tabla, 1550-1555.
(Un médico, una enfermera y una mesa con utensilios quirúrgicos. La representación de una estafa. El oficio con fines lucrativos y la ausencia de garantías sanitarias para el paciente.)


Retrato de Petrus Gonsalvus, autor desconocido, óleo sobre lienzo, 1580.
(Primer caso que se conoce de Síndrome de Ambras —enfermedad congénita que se caracteriza por exceso de vello en todo el cuerpo, especialmente en la cara, orejas y hombros.)


Retrato de de Tognina Gonsalvus, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, 1585.
(Hija de Petrus Gonsalvus. Las enfermedades hereditarias.)


Carlos V en la Batalla de Mühlberg, Tiziano, óleo sobre lienzo, 1548.

(Prognatismo.)


Milagros de los santos médicos Cosme y Damián, Fernando del Rincón, óleo sobre tabla, siglos XV-XVI.
(Cosme y Damián amputan la pierna del sacristán y le colocan la del hombre negro. Al hombre negro le ponen la del sacristán. Se trata de un trasplante.)


Joven dama con rosario, óleo sobre tabla, 1609.

(Las mejillas rojas y las espinillas son síntomas de rosácea.)


La recuperación de Bahía de Todos los Santos, Fray Juan Bautista Maíno, óleo sobre lienzo 1634-1635.

(En medio del escenario devastado, la mujer de pañuelo blanco se esmera en curar la herida de un hombre, ofreciéndole el auxilio que daría una enfermera.)


Narciso, Jan Cossiers, óleo sobre lienzo, 1636.

(Los juanetes.)


El médico de pueblo, David Teniers el Joven, óleo sobre tabla, h.1635.
(La imagen interior de una consulta en aquella época. El médico analiza la orina del paciente que asoma por la puerta.)


El cirujano, David Rijckaert III, óleo sobre lienzo, 1640.
(La higiene es una asignatura todavía pendiente.)


El niño de Vallecas, Velázquez, óleo sobre lienzo, h. 1643-1645.
(El cretinismo.)


El charlatán sacamuelas, Theodor Robousts, óleo sobre lienzo, 1627.
(Viendo esta escena cómo no entender la animadversión de Molière por los médicos. De los sacamuelas, escribió Tirso de Molina: «Suele andar en un machuelo, que en vez de caminar vuela; sin parar saca una muela; más almas tiene en el cielo que un Herodes y un Nerón; conócenle en cada casa; por donde quiera que pasa le llaman la Extremaunción».)


La visita del médico, Jan Havicksz, óleo sobre lienzo, c.1663-166.

(En la pintura holandesa encontramos muchos cuadros con el tema del «mal de amor», una dolencia que atacaba sólo a las mujeres, según los pintores de este asunto. Gregorio Marañón decía que era una invención de artistas porque el tema vendía. En el lienzo vemos al médico haciendo uso de uno de sus limitados recursos para detectar la enfermedad: la toma del pulso.)


La muerte del doctor Marat, Jacques-Louis David, óleo sobre lienzo, 1793.
(Si no fuera por la pintura no conoceríamos los rasgos de las personalidades que vivieron antes de que se conociera la fotografía.)


Retrato de Edward Jenner, John Raphael Smith, óleo sobre lienzo, 1800.

(Descubrió la vacuna contra la viruela.)


El garrotillo, Francisco de Goya, óleo sobre lienzo, h. 1821.

(Goya pintó el cuadro basándose en una escena de «El Lazarillo de Tormes». El médico Gregorio Marañón rebautizó la obra como «El garrotillo». La asfixia del muchacho se asocia con la enfermedad de la difteria.)


San Sebastián socorrido por las santas mujeres, Delacroix, óleo sobre lienzo, 1836.


Hombre desesperado (autorretrato), Gustave Courbet, óleo sobre lienzo, h. 1841.

(La locura.)


Sala de espera, V. Makovsky, óleo sobre lienzo, 1870.
(¡Cómo han cambiado las condiciones higiénicas desde la escena representada por David Rijckaert III en «El cirujano»! La sala previa a la consulta.)


La resaca, Henri de Toulouse-Lautrec, óleo sobre lienzo, c.1887-1889.
(La depresión y el alcoholismo.)


La herencia, Edvard Munch, óleo sobre lienzo, c.1897-1899.

(Las enfermedades hereditarias. El bebé presenta los síntomas de la sífilis.)


Retrato del doctor Gachet, Vincent van Gogh, óleo sobre lienzo, 1890.

(La melancolía. En la mesa en que se apoya el doctor vemos unos libros y un manojo de dedalera, la yerba utilizada en problemas cardíacos.)


El niño enfermo, Edvard Munch, óleo sobre lienzo, 1907.


La enana Doña Mercedes, Ignacio Zuloaga, óleo sobre lienzo, 1899.
(Enanismo.)


El doctor, Luke Fildes, óleo sobre lienzo, h.1891.
(La observación como paso previo para un buen diagnóstico. La asistencia personalizada.)


Vacunación de niños, Vicente Borrás y Abellá, óleo sobre lienzo, 1899.
(La medicina preventiva: la vacuna para todos. En la misma sala encontramos ricos —la mujer del pañuelo rojo— y pobres.)


Triste herencia, Joaquín Sorolla, óleo sobre lienzo, 1899.
(Locos, ciegos y tullidos. El mal hereditario. El baño de mar como terapia.)


Primeros ensayos del tratamiento del cáncer mediante la radioterapia, George Chicotot, 1907.
(Autorretrato de uno de los pioneros de la radioterapia.)


Primeros auxilios a la luz de las velas, Anna Zinkeisen, óleo sobre lienzo, 1941.
(La enfermera.)


Trabajo de bienestar en un hospital, Doris Clare Zinkeisen, óleo sobre lienzo, 1945.

(Servicio de acompañamiento al enfermo.)

CP III, atrapado en el infierno, Mark Collen, yeso con varilla de refuerzo, ¿2008?
(El dolor.)

Podría seguir y seguir porque esta galería no es más que una pequeña muestra de todas las obras de arte que de alguna u otra forma hablan de médicos, pacientes, enfermedades y tratamientos. Una galería que no es más que una breve demostración de la alianza que existe entre la ciencia y la creatividad y del deseo de ambas de poner fin al dolor del cuerpo y al dolor del alma. En definitiva, estos cuadros son el testimonio visual de la lucha del hombre por mejorar.

Cada época trae retos nuevos que debemos enfrentar con fe.

Quiero finalizar con La visión de Tondal, una obra adjudicada a un seguidor de El Bosco que nada tiene que ver con el tema de la entrada —el cuadro hace referencia a los pecados del mundo—. Pero hay un pequeño detalle que deseo compartir contigo. Si observas bien la tabla descubrirás, en el margen superior derecho, que hay un enfermo tendido en su cama. Fíjate en los pies del mueble, porque no es uno cualquiera: ¡el enfermo descansa en un lecho con ruedas!


La visión de Tondal, seguidor de El Bosco, temple graso sobre tabla, finales del XV principios del XVI.

ENLACES RELACIONADOS

El primer maniquí de la cátedra de medicina de la Universidad de Salamanca.

Doctor Glas (Hjalmar Söderberg).

El diván.

Casa Linares.

Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza (Immanuel Kant).

Los Brueghel. Un paseo por la pintura flamenca.

Rembrandt y los retratistas holandeses del Barroco.

Objetos de fuerza y poder del golfo de Guinea. Esculturas, máscaras, relicarios e instrumentos musicales.

Objetos de deseo. Surrealismo y diseño.

La imagen humana: arte, identidades y simbolismo.

Objetos de la Edad Media y el British Museum.

¡Agón! La Antigua Grecia a través de las vasijas.

Freud en las vanguardias artísticas: «El pensamiento estético en la obra de Freud».


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