LOS FAUVES VISITAN MADRID. PINTURA

«Que el lienzo sea un cristal para hacer cosas vivas».
André Derain

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El 14 de julio en Saint-Tropez, óleo sobre lienzo, Henri Manguin, 1905.

Los fauves levantaron un colorido puente, de trazo fuerte y de vida breve, entre el Postimpresionismo (Van Gogh, Cézanne, Gauguin, Signag) y el Cubismo (Braque, Gris, Picasso). Ese puente, que llevó el nombre de Fauvismo, está considerado el primer movimiento vanguardista del siglo XX.

Aquelarre de pinceles, que expanden el color como caballos galopando sobre el lienzo, que dibujan retratos, pintan paisajes, gentes callejeando, gentes en sus casas, centros industriales, prostitutas, bailarinas, cafés, ciudades…

Temas que responden a una vida intensa, caracterizada por una fuerte fe en el hombre, en su capacidad creadora y de renovación social. Los fauves son hijos de una nueva época, marcada por descubrimientos médicos, técnicos, industriales…; por profundos cambios en el sistema educativo, por la aparición del psicoanálisis y de la teoría de la relatividad. Los fauves formaron parte de esa sociedad que dio un paso más en la lucha a favor de los derechos del niño, de la mujer, del obrero, del jornalero; batalla que se inició con la Revolución Francesa y que llevó a la proclamación en París, en 1948, de La Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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El faro de Collioure, óleo sobre lienzo, André Deraín, 1905.

El Fauvismo fue intenso, pero duró poco. Fue un movimiento de transición, que se inició a finales del siglo XIX y que se apagó a principios del siglo XX. El Fauvismo es inconfundible y se define por:

  • La orgía del color puro y los tonos brillantes.
  • La libertad de sus composiciones.
  • La pintura emotiva (prima más la percepción que la forma real del modelo, aunque son descriptivos y no  llegan a la abstracción).
  • La ausencia de perspectiva.
  • La autoridad del color sobre el volumen, las formas y las dimensiones de la composición.
  • El trazo categórico.
  • La pincelada irregular y, en muchas ocasiones, gruesa para definir contornos.
  • La omisión de sombras.
  • El sentido decorativo de los cuadros.
  • El interés por el arte primitivo de Asia y África.
  • La utilización esporádica de la técnica del puntillismo colorista (Matisse, Marquet y la influencia de Signac).
  • El carácter heterogéneo del grupo.
  • La amistad entre sus miembros.

La exposición que la fundación Mapfre ha organizado sobre el Fauvismo es un paseo por la historia del movimiento y acoge ciento cincuenta obras, entre las que hay dibujos y piezas de cerámica. Las mismas provienen de diversos museos y de varias colecciones privadas y han sido agrupadas en cinco salas que abarcan un período que va desde 1890, cuando comienza la amistad entre los integrantes del grupo, hasta 1908, cuando el Fauvismo da paso a nuevas formas de reflejar la vida en el arte.

La exposición de Mapfre es la primera que se realiza en España sobre este movimiento, pues hasta ahora sólo habíamos podido disfrutar de muestras monográficas dedicadas a algunos de los integrantes del grupo. Verlos a todos juntos, poder apreciar cómo cada artista usaba el color de forma diferente para un mismo asunto, cómo sentían e interpretaban un mismo paisaje —que nunca se repite, pues donde uno ve una copa verde otro ve una montaña ocre— es todo un lujo, porque puedes acercarte a sus personalidades, puedes entender qué es lo que buscaban como camarilla y como individuos.

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Les Martigues, acuarela sobre papel, Raoul Dufy, 1903, colección particular.
(En esta obra de 1903 podemos apreciar todavía la pincelada suelta y los colores naturalistas del Impresionismo).

El Fauvismo arranca en 1905, cuando los artistas, liderados por Henri Matisse —precursor y máximo exponente del grupo— exponen en el Salón d’Automne. Esa exposición fue el acabose, revolucionó el panorama artístico, marcó un antes y un después en la pintura, escandalizó al público y atrajo a críticos, marchantes y coleccionistas. Fue el inicio del éxito de todos los integrantes del Fauvismo, menos de Braque —no participó en la muestra, aunque sí lo hizo un año más tarde, en 1906, en el XXII Salón Independiente.

La historia del grupo comienza en la escuela de Bellas Artes que el simbolista Gustave Moreau tenía en París. Allí se conocieron Henri Matisse, Albert Marquet, Henri Manguin, Henri Rouault y Charles Camoin. Y  allí fue que, bajo la influencia de su maestro, se lanzaron a la búsqueda de «la individualidad y la renovación del color».

Más tarde, a este primer grupo se sumaron Jean Puy, André Derain y Maurice de Vlaminck. Luego llegaron Raoul Dufy, Émile Friesz y George Braque, que procedían de Le Havre. Kees van Dongen, de origen neerlandés, también tocó la puerta de los fauves y fue admitido. Tras la muerte de Moreau, en 1898, las tertulias se trasladaron al taller que Manguin construyó en el jardín de su casa.

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Mujer joven sentada de espaldas, acuarela sobre papel, Henri Matisse, 1905.
(Período en que Matisse usa la acuarela para conseguir «captar con mayor rapidez la atmósfera, los colores y la luz del lugar»).

Los fauves eran jóvenes muy activos, organizaban muestras y exposiciones alternativas a los salones oficiales, atrayendo la atención de galeristas y críticos de arte. Construyeron un grupo muy bien avenido, se respetaban, se pedían consejos y se ponían de acuerdo para pintar los mismos temas con el fin de exponer su forma de ver la vida a través del color y de los efectos de luz. Sus identidades chispeaban gracias al color puro, intenso y vibrante. Los artistas competían entre sí con arrojo y hermandad y era tan íntima la relación que mantenían que hasta vacacionaban juntos.

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Jeanne entre las flores, óleo sobre lienzo, Raoul Dufy, 1907.

El Fauvismo, como movimiento que se agrupa en torno a una intención, a una idea concreta relacionada con la creatividad, con la búsqueda de algo que enriquezca la obra y la haga avanzar, con un proyecto que los identifique y los separe de lo que les precede —Academicismo, Impresionismo y Postimpresionismo—, duró apenas dos años. Dos años de vida que garantizaron su eternidad.

Los fauves —las fieras— consiguieron a base de colores fogosos, pinceladas intrépidas y desorden en sus composiciones su sello de identidad, su sello de calidad, su sello de innovadores, de creadores de un movimiento que inicia un nuevo ciclo en el arte, nada menos que el ciclo de las vanguardias.

En el Fauvismo hay dos formas de enfocar las investigaciones sobre cómo expresarse a través del color, eje sobre el que gira el movimiento. Pero hay que señalar que existe un denominador común entre ambas formas de representación. A los fauves les une la necesidad de volcar emociones en el soporte a través de la paleta de rojos, amarillos y azules —colores puros— y la ayuda de colores secundarios.

Las dos formas de enfocar el uso del color están representadas por Henri Matisse y Maurice de Vlaminck. Cada uno de estos pintores busca algo diferente, el primero es más reflexivo que el segundo, que es todo pasión. Matisse hace más hincapié en el dibujo y en las formas;  Vlaminck —adoro su pintura— va por libre.

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Figura con sombrilla, óleo sobre lienzo, Henri Matisse, 1905.
(Justo en este período se acerca al puntillismo de Signac, pero su pincelada es más amplia y priman los colores puros).

Escribió Matisse en Las notas de un pintor:

«Para mí, la expresividad no reside en la pasión que está a punto de estallar en un cuadro o que se afirmará por un movimiento violento. Se encuentra, por el contrario, en toda la distribución del cuadro, el lugar que ocupan los cuerpos, los vacíos a su alrededor, las proporciones, todo tiene un papel propio que representar. La composición no es más que el arte de disponer de manera decorativa los diversos elementos con los que un pintor cuenta para expresar sus sentimientos».

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Chaville, el estanque de L’Ursine, óleo sobre lienzo, Maurice de Vlaminck, 1905.

Escribió Vlaminck en sus Memorias:

«Me permitía todas las audacias contra las convenciones del oficio del pintor. Quería provocar una revolución en las costumbres, en la vida cotidiana, mostrar la naturaleza en libertad, liberarla de las viejas teorías y del clasicismo… Era un bárbaro tierno y lleno de violencia. Traducía por instinto, sin método, una verdad no artística sino humana».

Llevo un rato pensando cómo plantear esta reseña, si respetando el orden cronológico que Mapfre ha dado a la exposición u ordenando los cuadros de otra manera; por ejemplo, por pintor. Esto tiene la ventaja de que podríamos ir viendo la evolución de cada uno, cómo van dejando atrás el Postimpresionismo para dar vida al Fauvismo para, al poco tiempo, abandonarlo deslizándose hacia  nuevos movimientos donde el control de la línea, la síntesis de las formas volumétricas y una paleta bastante menos estridente marcan las pautas.

Pero luego me he dicho, ¿y si hago que revivan sus vacaciones? ¿Si respeto la sala de los retratos, esa que nos enseña la profunda amistad y camaradería que hubo entre ellos? Esta idea me seduce porque en esas vacaciones se germinaron los cuadros que luego fueron expuestos en el Salón de Otoño que los lanzó a la fama en 1905.

Así que mi pequeña galería comienza con algunos de los retratos y autorretratos expuestos. Luego, pasearemos con los fauves por el sur de Francia, el Mediterráneo, Normandía, Londres, Amberes, París y apreciaremos cómo reflejaron, a base de color, los cambios de luz. Y escogeré cuadros que representen las distintas temáticas que ellos tocaron, como desnudos femeninos, tareas domésticas y mujeres de la noche.

En 1907, Cézanne vuelve a aparecer en escena. La exposición que se organiza en torno a su pintura ejerce tal influencia en los fauves que deciden rescatar, «las formas angulares y totalmente modeladas» de su pintura.

En 1908, y hasta 1911, Matisse abre su propia Academia. El artista, considerado como «el más moderno de los modernos», pronuncia ese año la palabra Cubismo. Y la geometría levanta el veto a los grises y blancos y entran en la paleta los verdes. Hacen su aparición los cubos, rectángulos y triángulos, que se entrelazan fragmentando la composición y ofreciendo al espectador no lo que el pintor ve, sino la reflexión que hace de lo que observa.

Es entonces cuando el movimiento fauvista cuelga el cartel de ¡Fin! Eso sí, con matices, que en el arte no existe el absoluto y ya sabemos que donde hubo fuego cenizas quedan. Los fauves, como saltimbanquis, saltaron al trampolín del Cubismo para luego rebotar en el Surrealismo y, desde allí, dar un brinco mayor hacia el Abstraccionismo y…

La exposición de la Fundación Mapfre es una fiesta para los sentidos, es el antídoto perfecto para la morriña otoñal.

PASEMOS A LA GALERÍA

INTRODUCCIÓN

Antes de adentrarnos en la exposición voy a dejar dos cuadros sobre un mismo tema: Londres. A ambos cuadros los separan pocos años. El de Claude Monet fue pintado entre 1900 y 1904 y el de André Derain fue pintado en 1906. Uno es Postimpresionista y el otro es fauvista. Observa las diferencias, basadas en los tonos del color y en las pinceladas, entre un movimiento y otro. Pero también mira lo que los une, que nos es otra cosa que la necesidad de plasmar sus emociones mediante el uso del color.

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1. Londres, el parlamento, óleo sobre lienzo, Claude Monet, 1900-1904.
Podemos ver cómo los trazos se difuminan creando formas borrosas, aunque identificables, que dan un aire fantasmal a la ciudad de las neblinas. El sol, la luz que emana y su reflejo, la captación de esa luz, la atmósfera que genera, la pincelada cambiante para conseguir movimiento, es una de las características de su pintura. Esta en concreto me recuerda al romántico Turner, el pintor que rasgó la niebla londinense.

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2. Big Ben, Londres, óleo sobre lienzo, André Derain.
Podemos apreciar el contraste de colores puros, los tonos irreales de la composición, una forma más figurativa, trazos cortos y discontinuos y, por efecto del color, mayor luminosidad. Es un Londres más vivo. La serie de Derain sobre Londres está considerada «uno de los conjuntos más espectaculares del Fauvismo».

1. ESTANCIA EN EL PUEBLECITO PESQUERO DE COLLIOURE, 1905: MATISSE Y DERAIN

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Henri Matisse, óleo sobre lienzo, André Derain, 1905.
(Contraste entre los brochazos del fondo y las pequeñas pinceladas de la cabeza. La mirada de Matisse, el maestro, transmite confianza).

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André Derain, óleo sobre lienzo, Henri Matisse, 1905
(Las pinceladas pastosas y rápidas, unidas a la mezcla de colores complementarios y puros, generan movimiento en el cuadro).

 2. ESTANCIA  EN LA COSTA AZUL: CAMOIN, MARQUET, MANGUIN

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Autorretrato, óleo sobre lienzo, Henri Manguin, 1905, colección particular.

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Autorretrato, óleo sobre lienzo, Albert Marquet, 1905.
(La ausencia de sombras es una característica de este movimiento, así como las figuras planas. Marquet era el más apagadillo, el más terroso del grupo; aunque tuvo su momento colorido gracias a la influencia de su amigo Dufy).

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Autorretrato como militar, óleo sobre lienzo, Charles Camoin, 1901.
(En esta época estaba pasando el servicio militar. Los fauves incluían en sus retratos datos de su vida. Camoin con su paleta enchufó energía al cuadro y se dotó de seriedad, firmeza y guapura).

VACACIONES EN CHATOU: MAURICE DE VLAMINCK

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Retrato de Vlaminck, óleo sobre lienzo, André Derain, 1905.
(Nos transmite el carácter alegre de Vlaminck, podría decirse que es una caricatura. Muchos de los fauves eran caricaturistas de prensa. Aquí puede apreciarse el brochazo típico de Derain).

3. AHORA EL PASEO ES AL AZAR

EN LA INTIMIDAD

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La bella durmiente, óleo sobre lienzo, Charles Camoin, 1905, colección particular.

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La lectura, óleo sobre lienzo, Henri Manguin, 1905.
(En el cuadro aparecen su mujer y su hijo, colección particular).

 EN LA CIUDAD

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Restaurante La Machine en Bougival, óleo sobre lienzo, Maurice de Vlaminck, 1905.
(Considerado el representante más radical de los fauves, fue un pintor autodidacta).

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El puente de Londres, óleo sobre lienzo, André Derain, 1905-1906.
(De este pintor hay que señalar la simplificación de los detalles).

PASEANDO POR LA NATURALEZA

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Árboles, otoño, óleo sobre lienzo, Émilen Othon Friesz, 1906.
(En el óleo puede apreciarse el carácter decorativo del que hablaba Matisse. También encontramos la incorporación de formas serpenteantes, utilizadas por este pintor y por Braque).

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Paisaje de Provenza, óleo sobre lienzo, Georges Braque, 1907.
(Puede verse cómo va disminuyendo la intensidad del color).

EL DESNUDO FEMENINO

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Delante de la ventana, óleo sobre lienzo, Henri Manguin, 1904, colección particular.

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Desnudo sentado, óleo sobre lienzo, Georges Braque,1907.

LA MUJER DE LA NOCHE

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Mujer rubia desnuda, óleo sobre lienzo, Kees van Dongen, 1906.
(Este pintor pronto sustituyó los tonos oscuros de la pintura holandesa por colores vivos. El cuadro, agresivo y directo, coquetea con el Expresionismo, que comparte con el Fauvismo la intensidad del color y la simplificación de la composición). 

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El baile de máscaras en la ópera, óleo sobre lienzo, Kees van Dongen, 1904.

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La bailarina del «Rat Mort», óleo sobre lienzo, Maurice de Vlaminck, 1905-1906.
(Una curiosidad, cuando Vlaminck pintó el óleo trabajaba como violinista en La Rata Muerta.  Este cuadro es ejemplo de la influencia expresionista en su obra, corriente que compartía tiempo y espacio con el Fauvismo).

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Muchacha, gouache y acuarela sobre papel, Georges Rouault, 1908).
(Pintura oscura, dramática y triste, de líneas sinuosas y marcado espíritu expresionista).

BRAQUE

La pintura de Georges Braque sirve de ejemplo para visualizar el paso de los fauves al Cubismo. Las dos obras que aquí les dejo están inspiradas en el mismo sitio. Podemos apreciar la vida tan corta que tuvo el movimiento, pues entre un cuadro y otro sólo hay dos años de distancia. Observamos en el segundo lienzo cómo cambia la paleta de colores, cómo comienzan a fragmentarse los volúmenes y a definirse los planos, cómo la pincelada desordenada da paso a la línea y a las formas geométricas que llevan al Cubismo, cómo la ligereza y la alegría del primer cuadro cede el testigo a formulaciones más pesadas.

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El puerto de L’Estaque, óleo sobre lienzo, Georges Braque, 1906.

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Fábrica en L’Estaque, óleo sobre lienzo, Georges Braque, 1908.

Y, colorín colorado, hasta aquí voy a llegar.

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