LAS MOSCAS
Objeto indestructible, Man Ray, 1923.
Primavera tras primavera es igual, cuando llegan los tractores esparciendo abono por los campos. Bzzzz-bzzzz-bzzzz, llegan con las máquinas, dispuestas a quedar atrapadas en las cintas pegajosas colgadas de las lámparas de techo con la finalidad de eliminarlas.
En los aparadores, las bandejas se muestran repletas de frutas; sin embargo, ellas prefieren las tiras donde establecen una lucha que siempre pierden. Patas y alas quedan separadas de sus cuerpos. Es una imagen grotesca. Ninguna mosca repara en las compañeras muertas.
«¿Por qué no acuden al tentempié que le ofrecen esos platanitos, esos fresones demasiado maduros? ¿Por qué eligen el martirio?, pienso y me distraigo. Miro a través de la ventana, el césped está húmedo y casi todas las flores despuntan. Casi…, pues entre las calas del amor, los crisantemos de la muerte dormitan —son flores sin flor.
(Voces de niños corriendo por una pendiente me devuelven a la realidad.)
En mis pupilas, las moscas siguen perdiendo sus extremidades en un aquelarre provocado por un impulso irracional, sospecho que pretenden convertir mis pestañas en sus espolones.
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