LINA BO BARDI

«Escogí este lugar para vivir».

Lina Bo Bardi y Pietro María Bardi en el aeropuerto de Congonhas, en São Paulo, 1947.

Divertida, diversa, instructiva, esperanzadora, son algunos de los calificativos que mi mente me ofrece cuando le pregunto qué le ha parecido la exposición de la Fundación Juan March sobre la arquitecta y artista italo-brasileña Lina Bo Bardi.

¡Cuánta energía fluye por los objetos, los bocetos y las pinturas expuestas! Son piezas que responden a una época esplendorosa del arte brasileño, la época en la que se enmarca el segundo movimiento vanguardista de ese país, movimiento que tuvo su cuna en Brasilia, pues la primera vanguardia internacional se agrupó en torno a Río de Janeiro y se dio a conocer en los años veinte y treinta del siglo pasado.

Bar nuevo (instalación móvil), Mestre Molina, técnica mixta: madera, pintura, hierro y mecanismo para ponerlo en marcha.

Insecto, Lina Bo Bardi, bombilla de lámpara con filamentos y plumas.

La segunda horneada de vanguardias en Brasil debe mucho a la labor de Lina Bo Bardi, pues ella dio su lugar a la poética del arte popular. La primera vanguardia internacional aspiró aires parisinos y usó estilos modernistas.

¡Ah!, pero la nacida en Brasilia, la que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX, esa dio participación activa a la expresión popular y al concepto de «lo colectivo». Fue un movimiento que hizo suyo las ideas expresadas en el Manifiesto escrito por Oswald de Andrade (1890-1954).

Pez, Aldemir Martins, tinta china y acuarela sobre papel, 1957.

Negro disparando a las onzas, Mestre Vitalino, cerámica policromada.

La manera en la que el hombre corriente de Brasil reflejaba en su artesanía la relación con los suyos y con la naturaleza conquistó a la arquitecta.

Bo Bardi incorporó a sus creaciones las formas folclóricas que encontró en el país que la acogió. De tal manera que desarrolló una nueva idea de cultura contemporánea al crear una estética de contrarios, un modo de expresión artística donde lo moderno se mezclaba con las tradiciones populares. Así ganó para el arte más miradas admiradas que las que, hasta entonces, este atesoraba. A las miradas entendidas se sumaron las sensibles, aunque menos cultivadas.

Y lo naif, ese estilo con toque infantil, de colores vivos y contrastados, de contornos definidos, de una inocencia que proviene de dos vías distintas —la intencionada, que busca un efecto ingenuo, y la creativa que desconoce las técnicas artísticas—; ese estilo, digo, cuya espontaneidad nos salpica y que tiene esencias costumbristas, encontró su lugar en la segunda horneada de vanguardias brasileñas.

Animal con flor en la cabeza, Dicinho, madera y papel maché policromado.

Pero Lina Bo Bardi fue más allá de la fusión de arte y folclore. Ella dio otra misión a su obra ordenándole ser de provecho a su titular. En Europa la casa del hombre se derrumbó (1947), expresa:

«Los muebles tienen que servir: las sillas para sentarse, las mesas para comer, los sillones para leer y descansar, las camas para dormir; y la casa así ya no será un hogar eterno y terrible, sino una aliada del hombre, ágil y útil, capaz de poder, como el hombre, morir».

El trabajo artístico de Lina no es sofisticado. Es cercano, cómodo, ingenioso, sencillo. Su urbanismo, además de los calificativos anteriores, es espacioso, armónico, racional, luminoso, humano, como podemos apreciar en las fotografías, en los bocetos de sus diseños industriales y de interiorismo y en los planos acuarelados que están distribuidos por las diferentes salas de la exposición.

Silla «Fray Egidio», Lina Bo Bardi, acuarela y bolígrafo sobre papel, 1986.

Estudio preliminar. Esculturas practicables para el mirador del Museu Arte Trianon, Lina Bo Bardi, tinta china y acuarela sobre papel, 1968.

Lina Bo Bardi descubrió Brasil en 1946, cuando emigró de Italia en compañía de su esposo. Lina y Pietro huyeron de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial y de una Italia en manos de personas que consideraban poco fiables —Bo Bardi perdió su estudio en 1943, durante el bombardeo a Milán.

La arquitecta quedó atrapada por la fuerza de la naturaleza y de los hombres de la tierra que estrenaba. Y tomó una decisión que marcó su vida y su carrera artística. Fue una decisión que tuvo un papel trascendente en el fortalecimiento de la cultura brasileña:

«Le dije a Pietro que quería quedarme, que aquí volvía a encontrar mis ilusiones de las noches de guerra. Y nos instalamos en Brasil».

Silla para Habitat (Revista de las artes en Brasil), Lina Bo Bardi, ilustración sobre fotocopia 1950.

La Casa de Vidrio (su primera vivienda en Brasil y su primer gran proyecto arquitectónico).

Bo Bardi era una profesional reconocida cuando llegó a Brasil. Bo Bardi se graduó en la facultad de arquitectura de la Universidad de Roma. Trabajó en Milán al servicio de Gio Ponti (1891-1979), quien está considerado uno de los arquitectos más relevantes del siglo XX. Fue bajo la tutela de Ponti que descubrió, según cuenta en su autobiografía, los «problemas de la profesión» y fue en Milán, también, donde se le reveló el «movimiento a favor del artesonado italiano».

Fiesta de Noantrí en Trastévere, Lina Bo Bardi, acuarela y lápiz sobre cartulina, 1929.

Lina dirigió en 1943 la prestigiosa revista Domus, fundada en 1925 por Gio Ponti —lo hizo «en plena ocupación alemana»—. Bo Bardi, en Italia, se estrenó como ilustradora de revistas y como diseñadora de textiles, de sillas, de vajillas…

Lina fue integrante del grupo que llevó a cabo la construcción de la sede del consorcio químico italiano Montecatini.

La artista aportó a Brasil su formación europea y un impulso vital a prueba de balas. Escribió:

«Entre bombas y ametralladoras reflexioné sobre la situación: lo importante es sobrevivir (…). Sentía que el mundo podía ser salvado, cambiado a mejor, y que esta era la única misión digna de ser vivida, el punto de partida para poder sobrevivir».

Sin título, Lina Bo Bardi, acuarela y lápiz sobre cartón, 1936.

Domingo, huida del circo, Enrico Bo (padre de Lina), óleo sobre tabla, 1952.

Proyecto para la nueva sede del Ayuntamiento de São Paulo, Lina Bo Bardi, acuarela, bolígrafo y lápiz sobre papel, 1990.

Nada más llegar a Brasil, confesó: «Me sentí en un país inimaginable, donde todo era posible. Me sentí feliz y en Río no había edificios en ruinas».

La energía positiva que la acompañó está presente en todo lo que tocó. Y, por tanto, está presente en esta exposición que no sólo recoge obras de Lina Bo Bardi, sino también obras anónimas y de factura popular que formaron parte de su colección personal. También hay piezas de artistas que compartieron tiempo y espacio con ella.

Exvoto, cuerpo femenino, autor desconocido, madera.

Nuestra mirada recibe un mundo que se abre ante nosotros, un espacio donde la variedad y el color son las dos características principales que se muestran. Vemos proas de barcos, toros, imágenes de ingenios azucareros y de cafetales, exvotos, joyas, acuarelas, dibujos, óleos, esculturas, títeres, instalaciones, abanicos, prototipos de muebles, de azulejos, de viviendas…

Vemos sillas y mesas, carteles de exposiciones, matrices para xilografías, tallas en madera, cerámicas, marionetas… ¡Vemos tantas cosas! Es tanta la imaginación que se despliega ante nosotros que salimos de esta muestra como niños que han contemplado un espectáculo de magos.

Izquierda: Mascarón de proa, Mestre Guaraní, madera. Derecha: Mascarón de proa, Mestre Guaraní, madera policromada.

Molinete, autor desconocido, metal policromado.

¡Un espectáculo de magos…! Eso es esta exposición dedicada a Lina Bo Bardi, porque el resultado de la fusión es un arrebato imaginativo. La mezcla, en un mismo espacio, de creaciones artísticas de autores de diferentes culturas y niveles intelectuales, es fascinante.

En 1968, con motivo de la inauguración del edificio que creó para el Museo de Arte de Sao Paulo, Lina preparó una muestra que llamó La mano del pueblo brasileño. En ella hubo objetos provenientes de las cuatro raíces que alimentan la cultura en Brasil: la india, la nordestina, la negra y la ibérica.

¡Entren! Circo Piolim, Mirian Inêz da Silva, óleo sobre tabla, 1976.

Colcha de animales, autor desconocido, tejidos.

Cucaracha para el cartel de la exposición «Entreactos para niños», SESC- Fábrica da Pompéia, Lina Bo Bardi, acuarela, gouache y bolígrafo sobre papel, 1985.

Una última cosa antes de terminar, y que es importante para entender el título dado a la exposición.

Las vanguardias en Brasil tuvieron su manifiesto. En el Manifiesto antropófago (1928) Oswald de Andrade (1890-1954), novelista, poeta, periodista y autor del documento, recupera y reinterpreta la frase que en su primer monólogo pronuncia Hamlet, el personaje shakesperiano —«To be, or not to be….»—. El documento, que da su sitio a la cultura autóctona, plantea, hablando pronto y mal, tunizar las tendencias europeas. Es decir, devorar el arte moderno y foráneo, digerirlo y hacerlo patrio… con lo que la patria da.  

Dice el diccionario español en relación al adjetivo tupí:

—Se dice de los indios que, formando una nación numerosa, dominaban la costa de Brasil a la llegada de los portugueses.
—Perteneciente o relativo a estos indios.
—Lengua de estos indios, que pertenecen a la familia guaraní, llamada también tupí guaraní.

Lina Bo Bardi: tupí or not tupí, es el título de la muestra que nos ofrece la Fundación Juan March.

Tormenta en la granja, José Antonio da Silva, óleo sobre lienzo, 1968.

Estudio para un teatro de títeres articulado, Lina Bo Bardi, tinta y acuarela sobre cartón, 1987.


Yemanyá, Cândido Portinari, tinta china sobre papel, 1959.


Sin Título, Lina Bo Bardi, acuarela, lápiz y tinta china sobre papel, 1929.


Estudio de mástiles para la exposición «Campesino: cañas y barro»,  Lina Bo Bardi, rotulador y gouache sobre papel, 1984.

Lina en su Casa de Vidrio, fotografía de Chico Albuquerque, 1952.

El escultor Mário Cravo Júnior (1923-2018), en relación a la aportación que Lina Bo Bardi hizo a la cultura de Bahía, expresó:

«Cuando Lina llegó, Bahía estaba dormida. Lina encontró una ciudad estratificada, una ciudad sedimentada entre el siglo XVI y el XVII en su manera de vivir, con características medievales, completamente aislada (…).  En Bahía vivíamos en una selva fantástica, frondosa. Desde Bahía Lina recorrió los territorios nordestinos y quedó fascinada con las facturas populares encontradas en aquellas expediciones (…). Aquel arte popular había sido relegado en 1947 al ámbito etnográfico por la Comisión Nacional del Folklore Brasileño. Sin embargo, para Lina, aquel trabajo manual colectivo anónimo y todavía presente en Brasil era una alternativa al ideario europeo moderno y una respuesta al interrogante de qué era lo popular. La respuesta bobardiana incluyó el intento de articular en dicho concepto lo colectivo y libre».

«To be, or not to be, that is the question».

VIDEO: VIDA Y OBRA DE LINA BO BARDI

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