LO OCULTO:
ESOTERISMO EN LAS OBRAS DEL THYSSEN

« Conócete a ti mismo».

«San Juan Evangelista en Patmos», Cosmé Tura, temple sobre tabla, h. 1470-1475.

¿De qué manera «lo oculto» se hace evidente en el arte? ¿Qué es lo que necesitamos para detectar la simbología esotérica en un cuadro? Son preguntas que me conducen a una respuesta clara. Precisamos… ¡los efectos de la sugestión! Si el espectador no está dispuesto a percibir las señales veladas lo mistérico no se manifiesta, de modo que vemos… si queremos ver.

Si queremos ver… vemos. Toda persona amante del arte sabe que este es subjetivo, incluso aquel que se nos descubre como figurativo. Y aunque lo figurativo revela sus intenciones con más nitidez que lo abstracto, ninguna obra creativa admite una única lectura: un mismo cuadro, ubicado en contextos diferentes, desviste nuevos significados. No ser unidireccional es condición vital para vencer al olvido.

«Una y otra vez», Yves Tanguy, óleo sobre lienzo, 1942.

Lo oculto es la nueva propuesta del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. El Museo ha agrupado en varias salas cuadros de sus fondos que abarcan un período que va desde el Renacimiento hasta el siglo XX.

Alquimia, demonología, espiritismo, teosofía, chamanismo, primitivismo, sueños, oráculos y premoniciones tienen representatividad en una exposición que no dejará indiferente al espectador que a ella se acerque con mente abierta, pues de todos es sabido que las manifestaciones esotéricas pecan de cautelosas.

Lo oculto exige que dejes en la taquilla del Thyssen la sobredosis de racionalidad que mueve el mundo que habitamos: de no hacerlo no podrás percibir las señales, de no hacerlo la información subliminal no será transferida.

¿Acaso no es atractivo este trampantojo propuesto por el museo, donde el método terapéutico que señalo como necesario —la sugestión— establece un paralelismo entre médico/paciente y artista/espectador? 

«Pintura con tres manchas nº 196», Wassily Kandinsky, óleo sobre lienzo, 1914.
(«Vi todos mis colores en el espíritu, estaban ante mis ojos. Líneas salvajes, casi dementes, se dibujaban ante mí», cita recogida en la ficha que acompaña al cuadro.)

Lo oculto propone un viaje en el tiempo que nos lleva a los inicios de la humanidad, al momento en el que el individuo comenzó a buscar respuestas a preguntas existenciales que la lógica no puede aclarar. Lo oculto requiere que hurguemos en las profundidades de nuestra mente hasta recuperar la espiritualidad que ha dado aliento a la fe que promete trascendencia.

Las expresiones de misticismo comparten, a lo largo de los siglos, el deseo de conocer el origen del hombre y su papel en el universo. Pero para descubrir en los cuadros esas ansias de ¿por qué…? hay que dar protagonismo al sable invisible que tala frondas y que no es otro que el espíritu.

«Pantanos en Rhode Island», Martin Johnson Heade, óleo sobre lienzo, 1866.
(Aprecia cómo el color es el mayor aliado que tiene el pintor empeñado en revelar lo mistérico. La hermandad entre color e insinuación es algo que puede notarse en cualquiera de las obras expuestas).

Percepciones, conceptos, secretos, astros, climatología, estaciones del año, números… Todo vale en la búsqueda de la preeminencia del hombre sobre la naturaleza. Pero, ¡oh…!, esta es una búsqueda que requiere de una gran prudencia; por eso la simbología es compleja y solamente apta para los iniciados, para los elegidos que logren ascender hacia la perfección del alma.

No son pocos los artistas plásticos que se han visto atraídos por la hermenéutica de lo oculto. La evocación mágica es muy atractiva, como lo es encontrar la forma estética de plasmar las vivencias experimentadas en un mundo que se manifiesta, solamente, a través de los sentidos.

«Cristo resucitado», Bramantino, técnica mixta sobre tabla, hacia 1490.
(La luna de rostro humano da luz a la noche, donde Caronte pasea su barca y Jesús muestra sus yagas. «Cada mes la luna nace, crece, se completa, mengua, se consume y se renueva. Como con la luna cada mes, así sucederá en la resurrección una vez para siempre», cita de San Agustín recogida en la ficha que acompaña al cuadro).

Detalle de la luna en «Cristo resucitado».

¿Se imaginan el poder acceder al inframundo o, por el contrario, iniciar una ruta hacia la luz divina? Aquellos que han tenido estas vivencias, de donde nacen profecías y formas de interpretar el cosmos y la humanidad —cábala, tarot, magia, demonología, angelología, alquimia…—, han requerido de enormes dosis de sugestión.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza da a sus fondos una nueva vida al reunir obras bajo el firmamento de lo oculto. Y, al hacerlo, también nos ofrece un paseo por distintas técnicas plásticas y por los variados movimientos estéticos de Occidente, donde, de alguna manera, están reflejados —fueron reinterpretados por los artistas que representan los siglos que abarca la muestra— el mundo clásico, el cristianismo primitivo y otras culturas, como son la asiática, la africana y la americana.

Estudio para la cabeza de «Desnudo con paños», Pablo Picasso, acuarela y gouache sobre papel, 1907.

En 1907, Pablo Picasso explicó a Françoise Gilot, crítica de arte y pintora francesa, el sentido de sus máscaras africanas. Picasso le confesó:

«Los hombres habían hecho aquellas máscaras y otros objetos con un fin sagrado, mágico, como una especie de mediación entre ellos y las fuerzas hostiles desconocidas que les rodeaban, para superar su miedo y su horror dándole una forma y una imagen. En ese momento me di cuenta de que eso mismo era la pintura. La pintura no es una operación estética; es una forma de magia concebida como mediadora entre este mundo extraño y hostil y nosotros, una forma de hacerse con el poder dando forma a nuestros terrores y también a nuestros deseos. Cuando llegué a esa conclusión, supe que había encontrado mi camino».

«Calle de Nueva York con luna», Georgia O’Keeffe, óleo sobre lienzo, 1925.

Ahora los dejo con la galería que he hecho para motivarlos a visitar una exposición que exige el contacto directo con las obras si se quiere acceder a los arcanos escondidos en ellas —vuelvo a la sugestión—. Pero si te es imposible visitar Lo oculto te ofrezco esta mirada en mi blog, porque algo de lo inexplicable podrás hallar en los cuadros. A fin de cuentas lo mistérico es un asunto vinculado al alma. Amigos, percibir depende de ti.

GALERÍA

«Jesús ante los doctores», Alberto Durero, óleo sobre tabla, 1506.

Sin título, Roberto Matta, óleo sobre lienzo, 1942-1943.
(¿Ves a lo que me refiero con tener la actitud de dejarse llevar para lograr el hechizo?)

«El evangelista Marcos», Gabriel Mälesskircher, óleo sobre tabla, 1478.
(Los libros que están en las estanterías son tratados de alquimia).

Detalle de «El evangelista Marcos».


«Treinta y tres manchas salen a cazar la mariposa blanca», Max Ernst, óleo sobre lienzo, 1958.
(«Un tópico popular de la época era la visión de la tecnología nuclear como realización del viejo sueño de los alquimistas: la transmutación de los elementos», dice la ficha del cuadro. Aquí no puede apreciarse, pero si estás frente al lienzo descubrirás, a la izquierda del mismo, una figura humana).


«Tríptico del Rosario», Hans Suess von Kulmbach, tabla central, óleo sobre tabla, antes de 1510.
(Una imagen gráfica de la teología del «Rosario», cuya meta es alcanzar la Salvación. Abajo, a la izquierda, un ángel enfrentándose a un demonio).

«Última pintura», Arshile Gorky, óleo sobre lienzo, 1948.
(Basada en el relato «El monje negro» de Anton Chéjov).

«Mujer ante el espejo», Paul Delvaux, óleo sobre lienzo, 1936.
(¿Sientes cómo el pintor influye psíquicamente sobre ti?)

«Gradiva descubre las ruinas antropomorfas», Salvador Dalí, óleo sobre lienzo, 1932.
(El lienzo está inspirado en «Gradiva: una fantasía pompeyana», novela de Wilhelm Jensen que fue motivo de investigación de Sigmund Freud, dice la nota del cuadro).

«Retrato de George Dyer», Francis Bacon, óleo sobre lienzo, 1968.


«Retrato del Dr. Haustein», Christian Schad, óleo sobre lienzo, 1928.

«Sol y luna. Los aztecas», Friedensreich Hundertwasser, técnica mixta, 1966.
(Para el artista, «la espiral es el símbolo de la vida y de la muerte», nos dice la ficha que acompaña al cuadro).

«Noche con luna», John Atkinson Grimshaw, óleo sobre cartón, 1880.

Y con la atmósfera gótica, con el ambiente misterioso de Noche con luna me despido. En el Museo Thyssen-Bornemisza te esperan muchas obras más.

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