EDUARDO ABELA

«Y como el niño, con su imaginación ingenua, abierta y maravillosa ante el espectáculo inefable de la virginidad del mundo, el arte es sencillamente amor, pero un amor que se distingue del amor que sentimos por su desinterés, por su penetración en la esencia vital de las cosas».
Eduardo Abela


Niña blonda, óleo sobre tabla.

¡Ay, pero qué lindos son los niños pintados de Eduardo Abela! Toda su obra me gusta, pero los chicos de ojos redondos, separados y enigmáticos, protagonistas de una época llamada expresionismo mágico, me resultan entrañables.

Los muchachos, pincelados al óleo sobre cartón o tabla, parecen personajes habitando los escenarios de los cuentos clásicos infantiles y reflejan el espíritu que inundaba el alma del artista en la época que los creó. Eduardo Abela retomaba la pintura después de pasar el luto por el fallecimiento de su esposa y lo hizo incorporando a sus lienzos ángeles, niños, aves, diferentes animales y mucho corazón.


Niña en el bosque, óleo, tela, cartón.

Son muchos los cuadros que pintó y los premios que ganó. Abela, caricaturista y muralista, fue bautizado en el París de 1928 como el «Gauguin de las Antillas». Abela pertenece al grupo de la Primera Vanguardia de la Pintura Cubana.

Oh, pero no es mi intención hablar de su larga carrera, ni de sus cuadros más conocidos, ni del Bobo, ni del Ahijado y el Profesor, ni de su vida, ni de su faceta como fundador y director de La Escuela Libre de Pintores y Escultores, porque hay abundante información sobre estos temas. Yo deseo hacer un pequeño homenaje a los entrañables niños de Abela, nacidos de su particular visión del color y del Don que Dios le regaló.

Cautivadoras figuras envueltas en velos azulados, cargados de misterio y de melancolía. Figuras soñadas en tintas desaguadas, les ofrezco este pequeño refugio donde el olvido está prohibido.

REFLEXIONES DE EDUARDO ABELA SOBRE SU PINTURA
(Catálogo de la exposición en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Ciudad Guatemala. Abril 1950).


Cabeza de niño óleo sobre tabla.

La representación de la vida real en un cuadro es antitética a los propósitos de nuestra emoción, que sólo florece cuando se encuentra fuera de los lindes en que domina nuestro razonamiento. Todo arte es una fuga, y el artista que pretenda precisar hacia dónde se dirige invalidará automáticamente su obra. El misterio no puede ser más que misterio. Sentirlo y lograr transmitir su emoción es cuanto podemos conseguir en una obra de arte.

La vida del hombre es una lucha entre el ser obra de la naturaleza y el espíritu que pugna por evadirse de la misma. Por ello todos nuestros empeños y anhelos no son otra cosa en el fondo que un inconsciente deseo de apartarnos de la realidad circundante, incluso el propio pensamiento.


El niño y el hada, óleo sobre tabla.

Antes se consideraba como suprema expresión de arte aquella que le rendía culto a las cosas o formas reconocidas y reconocibles. Después, la evolución del arte moderno demostró que lo interesante no estaba en el asunto, ni en la representación de las formas reales: el correcto espejo de antes fue cambiado por otro de superficie corrugada en el cual las imágenes, aunque siendo las mismas, se vieron deformadas o sugeridas.

Una manzana o una pierna de mujer son obras de la naturaleza que sólo pueden ser admiradas en sí mismas; reproducirlas es inútil; deformarlas es una profanación. Un cuadro no puede ser más que una emoción. En pintura lo emotivo es el color y el razonamiento, el dibujo. Una pintura, para darnos la sensación de gracia que busca nuestro espíritu, ha de tener tantas posibilidades como el infinito mismo. El color tiene vida propia y deja de ser una materia inerte cuando se le deja en libertad para expresarse por sí mismo. La pintura ideal es aquella que nunca se acaba de ver.

REFLEXIONES DE OTROS SOBRE LA OBRA DE ABELA


Jinete, óleo, tela, cartón.

«Nueva ruptura y nuevos tanteos. Así nace el Abela actual con su cuidadosa reconstrucción del mundo de la infancia, en una voluntad incesante de recobrar, a través de la evocación poética, la serenidad, la reconciliación con el mundo, antes obtenida por medios puramente plásticos».
Graziella Pogolotti.


Muchacha soñadora, óleo sobre tabla.

«Todos daban a Abela por cumplido, ya que en realidad había hecho bastante. Ignoraban que llevaba un fénix dentro; surgió de sus cenizas en el tiempo de más o menos un año. Comenzó con un estilo que nada tiene que ver con el suyo anterior (…) estilo imposible de representar con palabras (…). Surge de un juego entre lo objetivo del color y la forma y lo espontáneo de la naturaleza íntima del pintor y que es producido, o provocado, en gran parte por el azar».

Oscar Hurtado («Pintores Cubanos», 1963).



Cara de niño, óleo sobre tabla.

«(…) Ha logrado traducir hondamente la poesía del Trópico, en sus cuadros de técnica avanzadísima. Sus concepciones son muy cubanas… Representan (…) esa realidad maravillosa e invisible, que es, en el fondo, la única realidad que queda de todo lo que vemos. Abela nos sugiere lo tangible, utilizando metáforas plásticas. Su lenguaje es, pues, lenguaje de poeta, ya que Abela sabe ser —como todo buen pintor moderno—, poeta a la vez que artesano sensible. No deforma ni estiliza quien es incapaz de crear obedeciendo a los impulsos de un fuerte lirismo interior».

Alejo Carpentier (Social, París, 1929).

Niña pelirroja.

«Abela ha descubierto que el dibujo posee una determinada autonomía, que el conjunto de líneas que lo constituyen —con los otros posibles atributos y recursos dibujísticos— alcanza valores intrínsecos, permanentes y hasta opuestos a materia y visión pictóricas».

Pedro de Oraá («Significación y funcionalidad del dibujo en Abela»).


Niña con flores azules, óleo sobre tabla.

«Sería inútil tratar de hallar en la pintura de Abela —pintura sin ideas—, una idea, un móvil o una tesis. Pero debemos recordar que todo lo creado, todo lo fértil es revolucionado, y la belleza siempre lo ha sido. No es imponiendo nuestro concepto como vamos a dinamizar el mundo, sino dando a los demás la capacidad para la idea y para la acción. Lo útil no es siempre lo objetivamente útil y frecuentemente no lo es del todo. Lo útil es solo lo fecundo.
Ya he oído los comentarios caros de quienes señalan la banalidad de la pintura de Abela por su carencia, según ellos, de función social. Abela con su revolucionarismo activo, que movió desde los márgenes de la sátira sugerente la rebelión contra Machado en Cuba, usando para ello la angélica estupidez del Bobo, personaje ya clásico en las luchas libertarias americanas, realiza hoy, con su pintura caótica, una revolución mucho más trascendente y directa sobre la estética; la estética, que para no caducar, debe ser siempre nacida, todos los días inventada, y debe morir muchas muertes cada siglo».

Yolanda Oreaumuno («El caos genésico en la pintura de Abela»).


Niña con guitarra, aceite y acuarela sobre cartulina.

ABELA
(Nicolás Guillén)

Aquí aparece Abela,
provincial y redondo;
tabaqueros, guajiros,
sirviéndole de fondo.

Mujer de verde mano
(¿será que no lo sabe?)
espera que el pintor
la otra mano acabe.

La vaca arquitectónica
a decorar se atreve
en Kargasis tal vez
algún bajorrelieve.

Los novios ¿no se casan?
La ninfa ¿a quién espera?
¡los pobres! Desde el lienzo
no ven la primavera.

El Rey Arcaico es
¿hitita, jonio, huno?
Yo escribiría debajo:
Don Miguel de Unamuno.

Me voy. Y ya en la puerta
mi salida coincide
con el Bobo. Me nombra,
me saluda y despide.

¡Adiós, Abela!, digo.
Y el Bobo: ¡Soy el Bobo!
(Al sonreír mostraba
sus colmillos de lobo.)


Niña entre flores, óleo sobre tabla.

«Surge el misterio y la ensoñación se hace real».
Lolo de la Torriente

ENLACES RELACIONADOS

Amelia Peláez. Ornamento y naturaleza muerta en la pintura (Robert Altmann).

Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX) José Lezama Lima. Texto íntegro.

La pintura de Wifredo Lam vista a través de los ojos de Fernando Ortiz.

El mar y el cuento cubano: «Los gallos». «La agonía de la garza». «El descubrimiento».

El Quijote ilustrado por artistas cubanos.

Fina García Marruz. «Los Rembrandt de L’Hermitage».

Antología de la poesía en Cuba: 1800-1950. Poemas

Un viaje a La Habana en fragmentos literarios.

Aproximación a la revista «Orígenes».

Lezama en mi memoria (Ofelia Gronlier Lamar).

«Al pie de la memoria». Poemas cubanos del exilio.

Los inmorales (Carlos Loveira).

Lo negro y lo mulato en la poesía cubana.

Sobre la poesía (Manuel Díaz Martínez).

Poetisas cubanas. Poemas.


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