EL MAESTRO MATEO Y EL PÓRTICO DE LA GLORIA

«En el año de la encarnación del señor de 1188, Era 1226, en el día de las kalendas de abril, los dinteles del pórtico principal de la iglesia del bienaventurado Santiago fueron colocados por el Maestro Mateo, que dirigió este portal desde sus cimientos.»

Los caballos del cortejo de los Reyes Magos, parte del relieve que se encontraba en un trascorro de una de las naves de la Catedral. El resto se supone fue utilizado como relleno en la escalinata del Obradoiro. Pieza muy trabajada, hermosa. Fíjense en las crines, las riendas, las cabezadas, las orejas y posturas de los caballos tallados en granito. Aún pueden apreciarse restos de policromía, aunque aquí no se distingan. Fechado alrededor del año 1200.

La Catedral de Santiago y el Maestro Mateo van de la mano. La Puerta de la Gloria, la sillería pétrea y la conclusión de las obras, que permitieron su consagración el 21 de abril de 1211, mucho tienen que ver con el Maestro Mateo. Un hombre cuya vida privada se desconoce, pero que lleva siglos despertando el interés y la curiosidad de los historiadores.

Los siglos han pasado y el granito tallado se mantiene en pie. ¡Permanece! Es la Catedral de Santiago uno de los símbolos más importantes del arte medieval. Comenzó siendo una iglesia románica (sus inicios se sitúan en 1075) para transformarse en Catedral Regia y centro de peregrinación de hombres en busca de indulgencias, de perdón, hombres que desean encontrar el camino que conduce al Reino de los Cielos.

Pero volvamos al Maestro Mateo y a su Pórtico de la Gloria, emblema del arte europeo de los siglos XII y XIII. Los historiadores se han puesto de acuerdo para confirmar que el Maestro Mateo no fue un cantero a secas, un tallador de piedras; a este hombre los investigadores le reconocen las funciones de arquitecto, ejecutor y director del proyecto.

Al Maestro Mateo se le debe la representación en piedra de una iconografía que describe el programa político y religioso que la monarquía y la iglesia pusieron en marcha con el objetivo de publicitar el mensaje cristiano y, también, de acentuar un poder conjunto que les facilitara nuevas conquistas.

El rey Fernando II de León (1137-1188) fue quien contrató al Maestro Mateo para impulsar un proyecto que llevaba años estancado; y su hijo, el rey Alfonso IX de León (1171-1230),  fue el encargado de inaugurar la Catedral de Santiago. En todo ese trayecto tuvieron también una gestión activa los obispos compostelanos Pedro Gudestéiz (1167-1173), Pedro Suárez de Deza (1173-1206) y Pedro Muñiz (1207-1224).

La Catedral de Santiago de Compostela es una catequesis en piedra, una catequesis visual del Antiguo Testamento.

Dovelas decoradas con el castigo de la lujuria. Se supone que fueron colocadas en la fachada occidental de la catedral, en un arco. Esta zona estaba dedicada a la temática del Juicio Final. A la izquierda encontramos un personaje masculino, desnudo, con una serpiente enroscada al cuerpo que le muerde la entrepierna y otra serpiente que, subiendo por sus pies, le muerde el pene. La figura de la derecha representa a una mujer cuyos pechos son mordisqueados por otras serpientes mientras unos animales atacan su cara y su sexo, que mantiene oculto con las manos.

Las piezas que expone el Museo Nacional del Prado formaban parte de un conjunto escultórico que se encontraba en la fachada original y en el coro de la catedral compostelana. Las estatuas fueron desmontadas en 1519 por orden de un cabildo harto de los desmanes nocturnos en el santuario apostólico. El cabildo mandó cerrar la fachada de la parte occidental del templo, que desde los inicios había permanecido abierta para dar acogida a los peregrinos. Esta es la primera modificación que sufre la portada medieval.

Estrofa del documento que da orden de modificar la fachada y donde se da justificación de esta decisión:

«(…) abida información de escándalos y desórdenes y otros incombenientes que subcedían de noche en esta Sta. Yglesia por estar abierta.»

Las puertas se colocaron, la fachada se cerró, el gran arco fue modificado y las estatuas-columnas que estorbaban -se piensa que estaban en las arquivoltas de los arcos exteriores y en los capiteles- fueron desmontadas. El coro mateano también sufrió modificaciones, pero esto sucedió más adelante. La mayoría de las piezas originales de fachada y coro tuvieron la misma suerte, fueron despachadas sin muchas contemplaciones.

Las esculturas y relieves del Maestro Mateo y su taller han estado dando tumbos desde que fueron desbancadas del arco regio. Las más afortunadas fueron reubicadas en el recinto, las desventuradas fueron a las mazmorras o, sencillamente, sirvieron de materia prima para rellenos de los huecos de las obras que se iban realizando. Algunas pocas terminaron en manos particulares, que han conseguido protegerlas hasta el día de hoy.

Las esculturas que se exhiben en el Museo Nacional del Prado forman parte de las piezas retiradas por orden del cabildo en 1519. Como he apuntado más arriba, se ubicaban en la fachada original y en el coro y en la actualidad pertenecen a museos y colecciones privadas.

Las opiniones sobre dónde estuvieron colocadas estas piezas varía según a quién lees, como varían los criterios de a quiénes representan estas figuras de piedra. El tiempo transcurrido ha hecho mella en ellas, ha borrado la policromía que las engalanaba y el desgaste provocado en la piedra dificulta las aseveraciones. Afirmar a qué rey o a qué personaje bíblico simbolizan y dónde posaban es un imposible a día de hoy. Aún así no faltan teorías; y bienvenidas sean.

De la época románica de la catedral sólo se conserva la fachada de Platerías; ha sufrido también intervenciones pero puede decirse que la instrucción en piedra sobre la vida y la pasión de Cristo es parecida a la que contemplaron los hombres de los siglos XII, XIII y XIV.

La fachada de la catedral compostelana y su interior han ido mutando de acuerdo con los cambios litúrgicos y ceremoniales que se han ido produciendo con el paso del tiempo; por ejemplo, las modificaciones originadas para responder a las directrices del Concilio de Trento (1545-1563). Otros cambios se deben a los gustos y caprichos de sus obispos.

El Maestro Mateo fue muy admirado por su rey Fernando II, quien le reconoce «la primacía y el magisterio de la obra de la Iglesia de Santiago.»

Nada se sabe del Maestro Mateo. La única información  que de él se tiene es la aportada por un documento firmado por el monarca. En él le concede una pensión vitalicia bastante importante y lo protege frente a aquellos que incumplan con este mandato; no sólo impone una multa para el infrinja la orden sino que, además, exige su excomunión.

Estrofa del pergamino escrito en latín y firmado por Fernando II:

«Si alguien actuase contra este mí espontáneo donativo (…) incurra en la ira de Dios Omnipotente y la del Rey, y quede excomulgado y obligado a pagarle mil áureos.»

San Mateo escribiendo. Esta talla de granito fue creada para el coro, que estaba en la nave central del templo. Es bellísima. Está llena de detalles como los pliegues de la túnica, el cabello ensortijado y la expresión concentrada del rostro. El coro mateano fue derribado en 1604 y sustituido por otro realizado en madera. Muchas de las piezas originales fueron usadas como relleno y algunas se reubicaron. Representaban personajes bíblicos y la Jerusalén Celeste; completaban el mensaje del Pórtico de la Gloria.

El Maestro Mateo tenía amplios conocimientos sobre el mundo de la construcción y sobre la liturgia de su tiempo. Se sabe que leía el latín, pues conocía el Antiguo Testamento.

El Maestro Mateo dejó en los dinteles del Pórtico de la Gloria la inscripción con que abro esta reseña.

Se trata de una especie de ¡firma! ¿Un cantero, un súbdito del Rey dejando su rúbrica, resaltando, por sobre obispos y reyes, su papel protagónico en la historia de la catedral? ¡Vaya excepción de la regla!

¡Ay!, me siento atraída a dar mi versión, ya que tantos y tantos libros guardan tesis tan variopintas sobre el personaje en cuestión, aunque la mía es puritita fantasía.

Desde que visité la exposición del Museo Nacional del Prado, y vi las esculturas y los torsos de los caballos que acercan a mi casa a los Reyes Magos, no paro de pensar en el Maestro Mateo.

Veo frente a mí al hijo natural de un rey, a un príncipe crecido en tierras de su madre, una noble bretona de la que Fernando II quedó prendado. Mateo, príncipe bastardo, educado en algún monasterio donde aprendió a esculpir la piedra, viste larga túnica plisada como su hermanastro Alfonso y tiene la barba y el cabello rizado como su patriarca Abraham, pero su cabeza no está coronada. Mas no importa, tiene un padre que blinda sus espaldas contra infidelidades y hechizos, ¡qué no sabrá el Rey de traiciones!

Dios ha querido agradecer a su siervo Mateo desvaneciendo su historia personal. Maestro Mateo, el Pórtico de la Gloria es tu biografía.

David en granito. Mirad sus finas manos, su elegante postura, su rostro embelesado por la música que sale de su arpa-salterio. David está sentado y los pliegues de sus ropas consiguen claroscuros en la piedra. Lleva sobre sus cienes la corona bien ceñida. Se afirma que David se encontraba ubicado en la parte central de la fachada del Pórtico de la Gloria; por tanto,  es una de las figuras que componían la visión apocalíptica de la Catedral de Santiago. 

Las piezas del Maestro Mateo me llegan al corazón por su belleza y por ser testigos del tesón de aquellos que la protegieron de la intemperie, del paso del tiempo y de la maledicencia y la ignorancia.

Poco se sabe de a quiénes representan las estatuas-columnas. Llevan siglos los historiadores buscando información, cotejándola, discutiendo unos con otros sus teorías, en un intento desesperado por encontrar las respuestas exactas que esconden las piedras, buscando poder aseverar, por ejemplo, que una escultura es Ezequiel y no Isaac.

Pero el granito tallado no desea mostrar su vida íntima; a fin de cuentas, lo importante es lo que representa: el mensaje de la Salvación de los Justos.

Continúan los peregrinos construyendo con sus pisadas caminos para alcanzar indulgencias, para llegar a la Catedral Regia, la Catedral del Apóstol, la Catedral de Santiago de Compostela.

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