MARC CHAGALL. EL PINTOR BÍGAMO, EL DE LOS DOS AMORES: VITEBSK Y PARÍS

«La Biblia es para mí pura poesía, una tragedia humana».

Autorretrato, litografía, 1973.

Cuando era niña, mi hermana y yo jugábamos a unir puntitos con un lápiz para descubrir las figuras que se escondían bajo aquellas minúsculas marcas. No recuerdo cómo llamábamos a ese entretenimiento, que viene siempre a mi memoria cuando estoy frente a un cuadro de Chagall que me reta a descubrir el mensaje oculto de su pintura. Chagall incita nuestro ingenio. Invita a jugar.

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Parejas que sobrevuelan por los cuadros están acompañadas de ramos de flores, árboles, gallos, lunas, caras dobles, gatos amarillos, violines, asnos, bastones…

 

Y junto a esas figuraciones, un Cristo crucificado hace su aparición rodeado por La Torá, la estrella de David, la Menorá, las Tablas de la Ley, el talit…

El pintor nos ofrece un amplio abanico de imágenes visuales que encierran mensajes crípticos que debemos descifrar.

Marc Chagall, el artista bígamo, el pintor de dos amores —Rusia, su tierra de infancia y de juventud, y Francia, su tierra de adopción— no oculta su doble pasión. Se pinta a sí mismo con dos rostros, dos lados diferenciados que comparten pensamiento.

Árbol de Chagall, árbol del Paraíso. Árbol que intenta alcanzar el cielo, mientras hunde sus raíces en la tierra. La espiritualidad  fundiendo hombre y árbol.

chagall4chagall7Árbol de la vida, árbol de La Torá.

Árbol del Chagall hasídico, que usa textos en yiddish, que no se olvida de su pueblo de Vitebsk.

¡Vitebsk!, ese pequeño rincón del mundo que aparece en sus lienzos y por el que, a veces, sobrevuelan parejas felices. Y digo a veces porque también aparece Vitebsk dando voz a los pogromos; entonces, el desconcierto reina en la villa que lo vio crecer.

Cristo crucificado de Chagall. Ascendiste al lienzo con la llegada de los nazis al poder y descendiste una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.

Cristo crucificado escucha a tu pueblo que está siendo aniquilado, que se siente abandonado.

Cristo crucificado, mira tu alrededor remachado de símbolos judíos. Cristo crucificado no hay opción a la duda:

«Creo que ya lo he dicho e incluso lo he escrito: si no fuera judío, no sería pintor».

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Las parejas ascendiendo, levitando sobre la ciudad de las vanguardias y de las voluntades.

¡Vida eterna a la libertad de expresión!

 

Las raíces. Su amplia y amada familia hasídica.

El pez, su padre. Su padre alimentando a sus nueve hijos. Su padre trabajando en la fábrica de arenques.

La madre, ¡tan bien definida en su pintura! Tan clara, tan fuertemente abrazada a su hijo, moviéndose en ese universo de fantasía… como si fuera suyo.

La maternidad: la certeza de la continuidad de la vida —la estirpe.

Sus años de estudio en la jéder (escuela para niños judíos que imparte clases de religión y hebreo), condensados en ese violín que unas veces vuela y otras veces tañe sobre los soportes, cuerdas que le recuerdan su niñez feliz —Chagall aprendió a cantar y a tocar este instrumento en una jéder.

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«La música y la religión desempeñaron un papel muy importante en mi mundo infantil y dejaron una profunda huella en mi arte, como todo lo que formaba parte de ese mundo».

La Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento), sus pasajes y sus personajes:

«La Biblia es un drama moderno y el mundo una parábola religiosa», escribió.

Y el reloj alegre y juguetón que se detiene con la muerte de Bella, su primera mujer.

Y el gallo blanco del sacrificio. Gallo del ritual de Kaparot, gallo de la purificación de los pecados. Gallo y animales del campo, todos dispuestos a la inmolación.

Y  las casitas desiguales y vacías que homenajean a su pueblo natal.

Y el bastón y el petate del judío errante. Y el cuervo de la muerte y… ¡las nubes negras de la ira!

¡Cuánta nostalgia se esconde tras el pintor bígamo, el de las dos caras, la que se vuelve hacia Rusia, la que admira París!

En su pintura nada es tan irreal como parece. Él no hace teología con su arte, él hace de su biografía poesía. Sólo basta con ir enlazando los símbolos de su particular rompecabezas para desvelar las metáforas de Marc Chagall, para leer su vida a través de las imágenes visuales que construyó. Así que si quieres descubrir lo encubierto, tendrás que unir los signos, como los puntos en mi juego de niña.

Chagall el maestro del color (1887-1985) del arte moderno es el título de la exposición ofrecida en Madrid por la Fundación Canal Isabel II, muestra que agrupó más de cien obras entre aguafuertes, xilografías y litografías policromadas provenientes del Museo Pablo Picasso de Münster —la exposición, además, contó con los grabados que el pintor realizó para la novela de Gógol Almas muertas.

chagall2chagall10Una última revelación —toda su simbología no cabe en una reseña, comprendan— y que tiene que ver con la cabeza de asno de mirada dulce. Conmueve, ¿verdad? Es el reflejo del alma de un artista que no cesó de denunciar los violentos ataques que sufrieron los judíos en Rusia.

Ha sido interesante ver las obras de Chagall en blanco y negro. La ausencia de su paleta brillante y colorida ha dejado en el hueso los trazos y ese efecto acentúa, con una fuerza intensa, su misticismo judío.

1. Madre y niño frente a Notre Dame, litografía, 1952.
2. Pareja en luna creciente, litografía, 1951-1952.
3. Moisés y las tablas, litografía, 1952.
4. Aarón y el candelabro, aguafuerte, 1956.
5. La Torre Eiffel, litografía, 1952.
6. Uno es el mío, xilografía, 1968.
7. Los novios en el estudio, litografía a color (blanco, negro, sepia), 1970.
8. Autorretrato con chaqueta de cuadros, litografía, 1957.
9. En la tierra, xilografía a color, 1968.
10. Madre con niño, litografía, 1956.

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