NANAS DEL CAMINANTE
«Arribarás a mis manos,
y serás el cielo en los ojos de Ofelia».
Con mi madre, Bulgaria, junio de 1963.
Mi padre y yo estuvimos grabando poemas suyos la última semana de su vida. En el salón, al lado de su sillón, puse una mesita con sus libros para que fuera escogiendo los versos que quería leer. Todos fueron hurgados y todos, menos Nanas del caminante, están presentes en Poemas para usted, el video que hicimos y que puedes ver en este blog o en YouTube.
«¿Leemos algo de Nanas del caminante?», le dije cuando vi que iba quedando relegado. Sabía que él, tan respetuoso con las formas del contar no estaba del todo contento con el poema, que veía poco reflexivo desde un punto de vista estructural. Sin embargo, insistí. Entonces me preguntó que por qué ese interés y le respondí que pensaba que lo que somos se lo debemos a lo que nos antecede.
Y me contestó: «¿Sabes qué, Gabrielita? No lo aparto por lo que crees que conoces, sino por lo que no has comprendido» —su psicóloga nos recomendó que habláramos mucho, y le arrancamos tiempo a las horas. Esta charla tuvo lugar pocos días antes de su irrevocable despedida.
La conversación se dio en unas circunstancias muy difíciles para mí, de modo que su comentario pasó silbando. ¡Pero, amigos, hay que ver lo que le gusta a la memoria el pentagrama del silbo!
Con mi padre, Bulgaria, 1963.
He leído, a lo largo de mi vida, varias veces Nanas del caminante; mas nunca había prestado atención a dos datos que me han hecho entender su significado. El primer dato es la fecha de la publicación del poemario y el segundo tiene que ver con lo que siempre escuché a mi madre: que esperaban el nacimiento de un varón, porque así lo afirmaba la partera.
Nanas del caminante se publicó en 1962, en un taller gráfico de La Habana que no aparece recogido en el libro de quince páginas. Salió a la luz poco antes de yo nacer y tengo entendido que es el fruto de los ahorros de mi abuelo Manolo, quien ayudó a su hijo a costear el cuadernillo que lo desnuda emocionalmente y que hoy transcribo para que tenga su espacio en esta red universal que nos acerca.
En la presentación de un cuento mío en la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, 2022.
¡Nanas del caminante está dedicado a mí! ¡Soy ese «niño» del que habla Manuel Díaz Martínez con tanta ternura! Soy el «niño»: soy la intención venciendo a la meticulosidad que exigen la métrica, la rima, las sílabas y los demás órganos internos con que respira el poema.
Mi Dios…, ¿y cómo hago ahora para decirle a mi padre que… entendí? ¡Soy el caminante que llegó a la playa «desnudo de mundo y todo amor»!
NANAS DEL CAMINANTE
Viene. Crece en ti
como una tibia mañana.
Avanza. Es una flor
en el pico de un pájaro.
Crece. Es el mundo
diminuto en tu vientre.
Canta. Tú no lo oyes,
pero lo abrazas.
Tiembla. La vida apenas
si lo sospecha.
Huele. Es la piel clara
de la azucena.
Ama. Está en tu sangre
y es el amor.
*
Y sentimos
cómo viene,
cómo avanza,
cómo crece,
cómo canta,
cómo tiembla,
cómo huele,
y ya nos ama.
*
Todos te esperan:
la luz del mar
y la primavera;
la tierra, el aire
y su mano abierta;
la mariposa blanca,
la mariposa negra;
el que te engañe
y el que te quiera;
la voz amarga,
la voz que alegra;
el muro seco
y la casa abierta;
los palomares
y las banderas.
*
Llegarás.
Sea la aurora
a las ventanas y las almenas;
sea a los pozos y los naranjos
el algodón de la luna nueva;
sea a las hojas y los gorriones
la estación de color de abeja;
sea la paz a los que fabrican
el pan y las herramientas;
sea la luz de los manantiales
a los que andan y a los que sueñan.
*
Arribarás a mis manos,
y serás el cielo en los ojos de Ofelia.
Arribarás a mis ojos,
y serás el día en la ventana.
Arribarás a la aurora,
y serás el vaso de las esperanzas.
Te verán en los parques
con tu música distinta
y tus manitas de azúcar
y tus ojos de feria.
Pedirás tu puesto
en el banco de la escuela
y pedirás tu puesto en la Tierra.
*
Vienes.
La esperanza en mis ojos
es una inmensa mirada.
Presiento
el temblor de la fruta
que te envuelve.
Vienes.
Ansío el goce de tu vida
apenas conquistada,
el aletear de tu carne
entre mis dedos.
Vienes.
Se abren las puertas más duras
y el silencio de los que mueren;
el mar olvida los podridos muelles;
las gaviotas se abrasan
en el centro del sol.
Vienes,
simplemente vienes.
*
No cesas. No descansas.
Tu corazón rompe
como un grano de fuego
y tus ojos van saliendo frescos
como una noche de luna.
Tu piel es ya de flor silvestre;
y tus pies, la luz,
en ansia de la tierra,
corriendo de tu madre a mis manos.
Déjame verte llegar a la playa,
desnudo de mundo y todo amor;
déjame verte tocar mi casa
y ser el agua, y la canción,
y ser mi estrella;
déjame verte huir a los setos
rubios del aire que amanece.
No ceses. No descanses.
***
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