NARCISO Y LA JARRITA DE CRISTAL
«El canal se complace pensando que los ríos no existen sino para traerle agua».
Rabindranath Tagore
Narciso, Escuela del pintor Giovanni Antonio Boltraffio, h. 1510.
NARCISO Y LA JARRITA DE CRISTAL
En el centro del aparador principal, como un rey que contempla sus dominios, reposa una jarrita de cristal de roca y boca de concha de plata.
Sobre los hombros de una hermosa sirena de bronce se empina un joven ansioso por ver reflejado su rostro en el agua.
Sirena y joven, fundidos, son el asa.
Ella lo ayuda a cumplir con su sueño, pues sabe que en el fondo de la vasija relucen, como espejos, esmeraldas y ágatas.
Tocan a la puerta de los dueños de la jarra dos tasadores expertos. Estos señores, con ágiles garras, atrapan el aguamanil y lo llenan.
—Disculpe, pero… hay que probarlo —explica al propietario, justificando el acto, uno de los entendidos.
Narciso se esfuerza: ha llegado el momento ansiado. El joven, arqueando su cuerpo de plata —Narciso no es una aleación metálica—, se empina y descubre su orgullo reflejado en el agua, pero se parte en dos la empuñadura y por la boca de concha… ¡se escapa su alma!
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