NIEVES XENES. POEMAS

«Su monólogo eterno el mar murmura…».

Batey, Esteban Chartrand, óleo sobre tela, 1880.

Nieves Xenes nació en 1859, diez años antes de que surgiera el municipio de Quivicán, lugar donde llegó al mundo y donde cursó sus estudios de primaria, los únicos que recibió.

Nieves llegó a La Habana con diecinueve años. Fue en La Habana donde tuvo la suerte y la desgracia de visitar las tertulias literarias de José María Céspedes y de Nicolás Azcárate. La suerte porque pudo tener acceso a las charlas y a los debates sobre los temas de actualidad de su época, y la desgracia porque en esas tertulias conoció al hombre que fue su amor y su obsesión y al que van dirigidas sus apasionadas poesías. Ese hombre fue José Antonio Cortina, que murió sin saber que Nieves lo amó.

Nos hemos situado en la Cuba de finales del siglo XIX y primeros del siglo XX. En la isla del Grito de Yara (comienzo de la lucha por la independencia y por la libertad de los esclavos, que reciben la condición de «ciudadanos libres»). Nos hemos situado en la Cuba del Partido Revolucionario liderado por José Martí, en la Cuba de la Guerra de Independencia contra los españoles, la del acorazado Maine, la de la ocupación americana, la de la Constitución de 1901 con su Enmienda Platt y la Cuba de las mujeres patriotas que expresan sus ideas liberales y ven con orgullo como sus hijos se vuelven mambises. Estamos situados en la Cuba de Nieves Xenes.

Paisaje, Esteban Chardran, óleo sobre lienzo, 1877.

En la poesía de Nieves son dos las temáticas que encontramos: el amor a la patria y el amor de enamorada, encontrado y perdido sin siquiera haberlo saboreado. Nieves no se casó, se quedó en el seno familiar cuidando de su madre y atendiendo a sus sobrinos. Escribió poesías que no quiso publicar, pero aún así ganó en 1887 el premio Flor Natural otorgado por los Juegos Florales de la Colla de Sant Mus.

Y te preguntarás, ¿cómo lo consiguió si no divulgaba su poesía? Pues porque una hermana, a escondidas de Nieves, cogió el poema y lo envió al concurso —la galardonada no se presentó a recogerlo—. Pero hay que decir que, antes de tomar la decisión de aislarse y de no volver a pisar los salones culturales, Nieves Xenes colaboró en periódicos y revistas y fue miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras.

Los movimientos literarios y pictóricos que circularon por el siglo XIX y principios del siglo XX fueron, entre otros, el Romanticismo y el Modernismo. Entre los poemas de Nieves Xenes aparecen ambas corrientes, entremezclándose. En el caso de Cuba, estos movimientos estéticos, tan cargados de melancolía, sirvieron de sostén para expresar los cambios sociales y políticos que estaban dándose en la isla. Por ejemplo, entran en la temática narrativa y artística el negro y el mulato  —aparece el teatro bufo—; de la misma manera que el bohío, el ingenio y la palma real tuvieron representación a través de las palabras y de las artes plásticas.

He leído, por aquí y por allá, que Nieves Xenes no es una poeta con mayúsculas, que es la poeta «menor» de las que surgieron en el siglo XIX en Cuba. A mí los agravios comparativos me revientan. Otorgarse el derecho a enjuiciar la obra de alguien con esos diminutivos complacientes y paternalistas que condicionan la lectura e, incluso, pueden llegar a conseguir que un autor sea olvidado y marginado, demuestra la arrogancia del que califica, pero nada más.

Castillo de la Chorrera, Esteban Chartrand, óleo sobre lienzo, 1882.

Creo que el público tiene derecho a enjuiciar la obra que lee, la pintura que observa, la música que escucha… Pero creo que ese derecho sólo tiene vigencia en el campo personal. Yo he leído y he visto mucho arte elevado a las alturas que no me ha provocado emoción. Y he leído y he visto mucho arte ninguneado que me ha llegado al corazón. Por eso pienso, sinceramente, que todo lo que un crítico puede hacer es opinar, pero nunca pretender que su criterio se convierta en dogma de fe.

Nieves Xenes murió en 1915, en La Habana. El libro Poesías, que recoge todos sus versos, fue editado póstumamente. Aquí dejo algunos de sus poemas y los hago acompañar por artistas cubanos de su tiempo. firma gabriela4

POEMAS

Paisaje con bohío y carreta, Gonzalo Escalante Díaz, óleo sobre tela.

JULIO
(Medalla de oro otorgada por la revista «Cuba y América».)

Ostenta el campo su verdor lucido,
de intenso azul el cielo se colora,
y el Sol vierte su luz deslumbradora
ardiente como el oro derretido.

Es un amante de pasión rendido
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.

Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
a sus besos ofrece incitadores,

perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.

A orillas, del lago, Guillermo Collazo, óleo sobre tabla.

NOCHE ETERNA

Ese luctuoso velo de tinieblas
el día rasgará con sus albores,
cuando su faz el sol por el oriente
fúlgido asome.

No hay sol que las tinieblas de mi duelo
disipe, derramando sus fulgores;
en el triste desierto de mi alma
siempre es de noche.

Paisaje de puentes grandes, María Josefa Lamarque, óleo sobre lienzo, 1923.

VESPERTINA

Del convento de muros agrietados,
en las torres aisladas y sombrías
canta el viento medrosas elegías
de la tarde a los rayos apagados.

Y en sus negros ropajes embozados,
por las anchas y oscuras galerías,
discurren tras las férreas celosías
los monjes, como cuervos enjaulados.

Conformes con la paz de su existencia,
soñando con las dichas celestiales
en ascético y dulce devaneo,

o, en turbación profunda la conciencia,
pensando en los deleites terrenales
con la fiebre abrasante del deseo.

La siesta, Guillermo Collazo, óleo sobre tela.

NOCTURNO

La luna alumbra, aroma la floresta,
acaricia el terral, canta la ola,
alegran la ciudad ruidos de fiesta,
y yo estoy como siempre: triste y sola.

De apasionado anhelo palpitantes,
evocando un recuerdo muy lejano,
llegan a mí, distintas y vibrantes,
las notas melancólicas de un piano.

Vienen, turbando mi impasible calma,
a hablarme de delirios y ternezas,
y a su acento en el fondo de mi alma
despiertan sollozando mis tristezas.

Cuando, en distante y venturoso día,
oí por vez primera esa romanza,
un porvenir de gloria y de alegría
me mostraba risueña la esperanza.

Y del amor en el delirio ardiente,
del destino olvidando los agravios,
irradiaban los sueños en mi mente,
palpitaban los besos en mis labios…

Chispa de luz divina que un instante,
abrasadora en mi cerebro ardiste
con destello fugaz y deslumbrante,
¡en qué abismo de sombras te extinguiste!

Ternura que en mi pecho generoso,
como una llama inmensa, derramaste
calor vivificante y amoroso,
¡en qué abismo de hielo te apagaste!…

Cuando, a veces, con íntimo quebranto,
de mi marasmo estúpido despierto,
me comprimo las sienes con espanto
porque siento el mareo del desierto…

Inerte la fogosa fantasía
que ya su vuelo a remontar no alcanza,
agotada del alma la energía,
sin ideal, sin fe, sin esperanza,

mi quietud a la muerte se parece;
que la vida es el ansia abrasadora,
la sensación intensa que estremece,
y el pensamiento ardiente que devora.

Niña en un jardín, Guillermo Collazo, óleo sobre lienzo, 1887.

DÍA DE PRIMAVERA

De la arboleda hojosa en la espesura,
blando suspira el viento entre el ramaje,
y los pájaros lucen su plumaje
cantando sus endechas de ternura.

Su monólogo eterno el mar murmura
balanceándose en lánguido oleaje,
y tiende de su espuma el blanco encaje
de sus orillas en la roca oscura.

Las flores se abren frescas y rientes
derramando su esencia embriagadora,
la nube, de matices relucientes

en el azul del cielo se colora;
y magnífico el sol lanza a torrentes

los rayos de su luz deslumbradora.

Máximo Gómez en campaña, Armando García Menocal, óleo sobre lienzo.

A LA BANDERA CUBANA

Te alzó con mano firme el heroísmo,
de patriótico amor enajenado,
sobre un pueblo oprimido y humillado,
como un rayo de luz sobre un abismo.

El yugo del odioso despotismo,
por crímenes sin cuento ensangrentado,
rompió bajo tus pliegues, denodado,
en desigual combate, el patriotismo.

Tú, que sólo ondulaste estremecida,
de la batalla al pavoroso estruendo,
sobre escenas de duelo, horror y muerte,

¡flota sobre la patria redimida,
cual talismán sagrado, protegiendo
a un pueblo libre, venturoso y fuerte!

Nieves Xenes

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Juana Borrero, poemas y litografías cubanas del siglo XIX.

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