OBJETOS DE DESEO
SURREALISMO Y DISEÑO

«Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme.»
André Breton

En el centro: lámpara-caballo, Front, plástico, metal, 2006. Delante: Tour (mesa), Gae Aulenti, vidrio, ruedas de bicicleta, 1993.

Dejar fluir la conciencia, dejar que los sueños —visiones en imágenes— tengan un espacio donde manifestarse. Dejar que lo subjetivo se extienda sin anular del todo lo verdadero, pues no hay sueño que no parta de una experiencia cierta. Dejar que la percepción onírica moldee formas, como si de una alfarera se tratara. ¡Formas con movimiento intrínseco que evidencian, más que un estilo concreto, una actitud ante la vida! ¿Qué es el surrealismo? Todo esto y otras muchas cosas más. Todo esto y la creencia en lo que se hacía.

¡La creencia en lo que se hacía…! ¡Qué importante actitud para conseguir la libertad! Hallar las maneras de dar su sitio al espíritu, en un entorno de desconcierto, fue el objetivo principal del grupo de artistas, poetas y escritores que hicieron rueda bajo el quitasol del surrealismo.

Un lugar incómodo, número 1/3, Alberto de Braud, bronce, 1992.

Pero, ¿dónde encontrar, atrapados entre dos guerras mundiales, el lugar donde se emancipan las ideas? Era impensable descubrir ese paraíso en estado de conciencia.

Salidos de la Gran Guerra y con los vientos huracanados que auguraban una nueva, no había espacio en el mundo real para relajar la mente; pero eso no quería decir que no hubiese otro territorio a explorar, pues agazapado estaba… ¡el universo de los sueños! —el hombre habita en dos escenarios: el real y el de sus sueños y pesadillas.

Delante: Silla-mano, Pedro Friedeberg, madera de caoba tallada, 1962. Detrás: «El testimonio», para la serie «Ultramóvil», Man Ray, estructura de madera, tapicería de vinilo, vidrio acrílico, serigrafía, 1971.

¿Dónde hace nido lo subjetivo? ¡En el sueño! ¿Dónde el hombre se libera de toda atadura? ¡En el sueño! ¿Dónde despierta aquello que burbujea pero no se manifiesta en estado de conciencia? ¡En el sueño! ¿Dónde encuentra la intuición una figuración? ¡En el sueño! ¿Dónde se quebrantan, sin consecuencias sociales, las normas morales y la lógica? ¡En el sueño! ¿Dónde se desbocan los deseos y los miedos? ¡En el sueño! ¿Dónde todo es posible? ¡En el sueño! ¿Y qué sitio nos ofrece un lenguaje colectivo? ¡El de los sueños! ¿Y dónde reinan la imaginación y la fantasía si no es en los sueños? 

¡Los sueños…! Proyectar las imágenes oníricas a través del color, la forma, la fotografía, la palabra, el cine… Crear apariencias reales partiendo de una experiencia humana y activa, porque estar soñando no es lo mismo que estar dormido, fue el planteamiento de los surrealistas.

El pie, Gaetano Pesce, espuma de poliuretano pintada de negro, 1969.

En la relación que se establece entre el proceso creativo y el sueño, André Breton distinguía entre la función del deseo («resorte erótico») y la función del conocimiento («resorte psicológico»).

El movimiento surrealista interpretaba el sueño como el resultado de una suma —conciencia + subconsciencia—; suma que los llevaba a un estado fantástico, que no sobrenatural o metafísico —el sueño es extensión de la vida humana.

Marcel Duchamp caracterizado de Rrose Sélavy, Man Ray, impresión Fine Art, h. 1920-1921.

En el sueño, y esta es otra característica que define al surrealismo, la sexualidad adquiere absoluta libertad. En esta liberación, las tesis freudianas también tuvieron su parte de responsabilidad.

La sexualidad y el erotismo se desprendieron de toda atadura religiosa, razonada o moral. Esta nueva interpretación, que dio al placer un protagonismo hasta entonces impensable, permitió que el arte diera espacio a orientaciones sexuales no convencionales y a personas transexuales, andróginas, crossdressers

¡Eh…!, pero no creas que esta propuesta se movió entre los soportes habituales del arte. Los surrealistas fueron más allá y crearon un catálogo de objetos de uso cotidiano con ¡simbología erótica! y alguna que otra funcionalidad.

Sofá Marilyn, Studio 65, espuma de poliuretano, cubierta de tela extraíble, 1970. 

Y es aquí a donde yo quería llegar, pues la intención de esta entrada es acercar, una vez más, una exposición a tu hogar. Una exposición que se centra en objetos surrealistas de uso cotidiano, aunque tengo que decir que es generosa en otros formatos: hay espacio para pinturas, esculturas, joyas, películas, carteles, revistas, libros y fotografías.

¡Ah…!, pero son los «objetos de funcionamiento simbólico» —así los llamaba Dalí—, los objetos de «belleza convulsa» —así los definía Bretón— los que se extienden por las salas de CaixaForum Madrid bajo el título Objetos de deseo. Surrealismo y diseño, 1924-2020.

Silla boceto (copia única), Front, impresa en 3D con poliamida, lacada, 2005.

¡1924-2020! Sí señores, porque las propuestas surrealistas han vencido todos los obstáculos del siglo XX, que no han sido pocos, y han llegado a nuestros días inspirando estéticas.

Diseñadores actuales, con sus impresiones digitales 3D y una gran variedad de materiales modernos, ocupan la última sala de Objetos de deseo. Esta exposición es una pasada. 

Plato decorativo de pared para la serie «Temas y variaciones», Piero Fornasetti, serigrafía sobre cerámica, 1950.

Otro aspecto que hace de Objetos de deseo un momento de ocio especial es la posibilidad de poder comprobar la participación activa de artistas mujeres en el movimiento, aunque en esta muestra la representatividad no sea muy grande.

Pero sí, el surrealismo también tiene firmas de mujer: Eileen Agar, Claude Cahun, Leonora Carrigton, Leonor Fini, Germaine Dulac, Valentine Hugo, Frida Kahlo, Dora Maar, Maruja Mallo, Lee Miller, Nadja, Meret Oppenheim, Kay Sage, Ángeles Santos, Dorothea Tanning, Remedios Varo, Unica Zürn, Toyen. 

Cepillo de pelo, Bless, madera de haya, cabello humano, 1999.
(Mira cómo la coleta de pelo anula la función embellecedora del cepillo.)

El objeto funcional se transforma en los años treinta del siglo pasado en un recipiente donde se vuelca el subconsciente. Se convierte en un transmisor de las ideas liberadas en los sueños; en el resultado de la unión de deseos y azar.

 Bonito, ¿verdad? Gracias al arte, piezas aburridas se mudan en… ¡objetos poéticos! En el Manifiesto del surrealismo, leemos:

«¿No cabe acaso emplear también el sueño para resolver los problemas de la vida?»

Busto de mujer retrospectivo, bronce y ensamblaje, Salvador Dalí, 1976-1977.

En Una ola de sueños escribió Louis Aragon:

«… hay otras relaciones distintas a lo real que el espíritu puede alcanzar, y que son también primarias, como el azar, la ilusión, lo fantástico, el sueño. Estas diversas especies están reunidas y conciliadas en el género que es la surrealidad».

Y en La energía espiritual (1919), escribió Henri Bergson:

«El sueño es la vida mental entera, menos el esfuerzo de la concentración».

El genio de la especie, Wolfgang Paalen, montaje de huesos de varios animales pequeños, moldes de vértebras de marsopa, marcos de latón sobre terciopelo negro, dentro de una caja de madera con tapa de vidrio, 1938.

Si tuviera que resumir el proceso que llevó a la escritura automática, a las asociaciones libres, al sueño y al frotagge de Max Ernst lo haría así:

Sueño ⇒ Transfiguración de la realidad ⇒ Recuerdos acumulados ⇒ Azar ⇒ Imaginación ⇒ Imagen visual =
Libertad de la psiquis humana.

Falta un concepto que no he señalado y que tuvo un rol importante en este grupo tan diverso como fue el de los surrealistas. Me refiero al amor. Tanto el sueño como el amor fueron representados por ser espacios de revelación de la mente.

El 15 de octubre de 1924, los artistas del círculo de Breton pudieron leer en el Manifiesto del surrealismo:

«Mata, vuela de prisa, ama cuanto quieras».

Rueda de bicicleta, a partir de un «Ready-Made» original de 1913.
(La idea de Duchamp: el objeto cotidiano transformado en arte.)

Hay mucho escrito sobre el surrealismo, sobre todo en lo referente a la pintura y a la poesía. Hay muchas cosas que decir, pero, como siempre, todo texto requiere de un desenlace.

Deseo terminar mi artículo señalando, porque creo que es fundamental, que los surrealistas eran conscientes de que los sueños son imágenes con una estética onírica y que la creación artística es consecuencia de un proceso intelectual.

La imagen corpórea que los artistas dan al sueño —punto de partida de la obra— es resultado de una reflexión razonada; de ahí que las obras muestren una intencionalidad y no una hechura sin orden ni concierto.

Guéridon Traccia, Maret Oppenheim, madera contrachapada, bañada en oro y pulida (parte superior); ocre, latón (parte inferior), 1939.

Al comenzar la II Guerra Mundial, los autores que pudieron huyeron de Europa y se refugiaron en América llevando consigo su fórmula magistral, que fue enriquecida con los frutos autóctonos de los países de acogida.

En Estados Unidos, por ejemplo, el surrealismo fue la matriz del expresionismo abstracto (década de los 40) y del Arte Pop (década de los 50). Pero cuando André Breton regresó a París, el movimiento que él había fundado había sido absorbido por nuevas corrientes estéticas. El Manifiesto del surrealismo, publicado el 15 de octubre de 1924, en 1946 era un documento para la historia.

«La noche y e día de la ciudad americana», Salvador Dalí, publicado el 31 de marzo de 1935 en The American Weekly, facsímil.

Cedo la palabra a André Breton y pongo fin a la entrada con la pequeña galería que dejo a continuación y que te permitirá comprobar, si te fijas en las fechas en las que se hicieron los objetos, la permanencia del surrealismo en el diseño contemporáneo. Siento que las fotografías que hice para ti no puedan transmitir la sensación que se siente frente a estos objetos.

Escribió Breton en Los vasos comunicantes:

«El poeta del futuro superará la idea deprimente del divorcio irreparable de la acción y del sueño». 

GALERÍA

«Una epidemia de sueños se abatió sobre los surrealistas.»
Louis Aragon

Conjunto nº.7 de la colección Syntopia (Otoño/Invierno), Iris van Herpen, poliéster blanco soldado en caliente con Mylar, organza variable, tul de poliamida, 2018

Mesa-lobo, fotografía, Denise Bellon, 1947.
(Fotografía de la mesa-lobo de Victor Brauner.)


El espectro de Gardenia, Marcel Jean, yeso, película, 1936.


Minotaure 10, portada diseñada por René Magritte, 1937.


La Mamma, Gaetano Pesce, espuma de poliuretano, cubierta de tejido de punto elástico, 1969.


Cabaña (estantería), Fernando y Humberto Campana, rafia, metal, 2003.

Ozon II, Le Corbusier, madera, pintada de varios colores, 1962.

¡Charcos y puf!, Robert Stadler , edición de 8 + 4, pruebas de artista, nº.4, cuero, contrachapado, tejido, 2004.

Centro: Lámpara Bracelli, Salvador Dalí, madera cubierta de una lámina de pan de oro, pantalla de tela, 1937. Izquierda: Arabesco, Carlo Mollino, madera contrachapada de arce, barnizada, vidrio de seguridad, latón. Al fondo: Estudio de material (relieve), Alvar Aalto, madera, contrachapado, 1933.

Jarrón-odre, Jean Arp, bronce, 1965.

La Mamma (modelo a escala), Gaetano Pesce, espuma de poliuretano endurecida, pintada y lacada, 1969.


Tetera alta, Studio Wieki Somers, cerámica. Estuche: pelo de rata, almizclera, acero inoxidable, cuero, 2003.


La pipa, Aldo Tura, estructura de madera, recubrimiento de vitela lacada, latón, goma, h. 1960.

Hombre (Silla hombre, nº.24/24), Ruth Francken, poliéster, lacado en negro, estructura tubular cromada de acero, 1970.

Guise, Odd Matter (Edición Nilufar), espuma EPS, spray, 2019.

Proyecto para mobiliario especial, ilustración para «La vida secreta de Salvador Dalí», Salvador Dalí, tinta sobre papel, h. 1939-1941.

Mesa de ajedrez, Isamu Noguchi, abedul contrachapado, aluminio lacado, plástico acrílico, 1944.
(A finales del 2016 hubo en la Fundación Joan Miró una exposición titulada «Duchamp, el ajedrez y las vanguardias» que nos permitió comprobar la importancia de este juego de mesa para los surrealistas. Manuel Segade, comisario de la muestra, decía que los artistas veían el ajedrez «como un ocio intelectual, como una metáfora
social, como un residuo de la perspectiva convencional, como un espacio para la
reflexión sobre el lenguaje, como un teatro capaz de expresar la dramaturgia de la
conciencia, como un juego de guerra o como un tablero donde cuestionar la
convención y la regla».)

Radio enfermera, Isamu Noguchi, baquelita, 1937.

Silla para la Casa Calvet, Antoni Gaudí, madera de roble tallada, h. 1900-1901.

Miss Blanche, Shiro Kuramata, resina acrílica, rosa de plástico, tubos de aluminio anodizado.

Las piedras, Piero Gilardi, espuma de poliuretano lacada, 1967-1968.

Porca Miseria!, Ingo Maurer, acero, cerámica, 1994.

Los platos decorativos de Piero Fornasetti… y yo.

ENLACES RELACIONADOS

Fata Morgana. André Breton y Wifredo Lam: un poema y seis dibujos.

Alicia en el país de las maravillas: Dalí, Ernst, Tenniel, Laurencin.

«Lo oculto»: esoterismo en las obras del Thyssen.

Max Ernst y su “Historia Natural”. Incluye el Prefacio que el artista escribió para su álbum.

Giorgio De Chirico y sus escenografías pintadas.

Man Ray, la fotografía y el objeto surrealista.

Víctor Vasarely. El nacimiento del Op Art.

Criselefantinas. Pequeñas bailarinas Art Decó.

Autómatas. Piezas Art Nouveau y Art Déco.

Roy Lichtenstein y el cartel publicitario.

Andy Warhol. “Así comencé a pintar dinero”.

Freud en las vanguardias artísticas: “El pensamiento estético en la obra de Freud”.


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