PICASSO / CHANEL Y EL ESPÍRITU DE UNA ÉPOCA

«La moda es la última piel de la civilización.»
Picasso

Olga sentada, bistre y óleo sobre lienzo, 1923.

El siglo XX se inició con una hermandad que se fue consolidando a lo largo de sus primeros cincuenta años. Fue una hermandad constituida por pintores, escultores, músicos, dramaturgos, poetas, coreógrafos, bailarines, diseñadores, literatos, directores de escena… Una hermandad de intelectuales y creadores con ansias de mostrar en sus obras el mundo que habitaban y su implicación en él.

Paquete de tabaco y copa, óleo sobre lienzo, 1922.

Vestido, lana, seda y pedrería, 1922-1924.

Todos esos hombres y esas mujeres, padres y madres de los ismos, aportaron sus individualidades a proyectos conjuntos, teniendo presente teorías renovadoras como las de Freud —el Yo, los sueños, el subconsciente…— y como las de Einstein, quien hablaba de perspectivas superpuestas, derribaba el concepto tradicional de simultaneidad y aniquilaba la idea de tiempo y espacio absolutos.

Proyecto de decorado para «Antígona», lápiz y pastel sobre papel, 1922.

Las colaboraciones de Picasso y de Chanel en los Ballets Rusos son un ejemplo de lo que digo. El pintor y la modista llevaron aires de novedad a la compañía de Serguéi Diághilev (1872-1929), empresario que buscaba para sus puestas escénicas una estética moderna que sustituyera el tradicional y folclórico decorado de su tierra.

Biombo, óleo sobre lienzo, h. 1922.

El productor ruso trabajó con muchos creadores que encontraron en el reto que se les proponía un espacio para crecer, pues la danza es lenguaje no verbal en acción.

Y acción significa movimiento. Y el movimiento revolucionó la época de la que hablamos. Los medios de transporte acortaron el tiempo de los viajes y pusieron la vista del turista en destinos más lejanos.

A principios del siglo XX los objetos, los sabores y los olores más exóticos se hicieron cotidianos, pues las rarezas, gracias a la fabricación seriada, perdieron su unicidad.

Olga pensativa, carboncillo y lápiz sobre papel, 1920.

Vestido de noche, gasa e hilo de oro, 1922-1924.

El arte, que también sintió el aliento de un tiempo de innovación constante, se volvió audaz. La luz, el color y la línea dejaron de lado la perspectiva clásica y convirtieron objetos y figuras humanas en receptáculos de sensaciones, en motivos que dieron lugar a teorías pictóricas que en la actualidad siguen teniendo eco.

Podría decirse que las vanguardias compartieron el criterio de pintar lo que sientes, no lo que es. Por ejemplo, los fauves se interesaron por «captar con mayor rapidez la atmósfera, los colores y la luz del lugar» —Matisse—. Los cubistas, en su afán de reflejar a la vez los planos de una cosa, fragmentaron lo que dibujaban y los futuristas buscaron maneras de representar el movimiento de los cuerpos en el espacio: la velocidad.

Retrato de Fernande Olivier, óleo sobre lienzo, 1909.

Las vanguardias que saltan al siglo XX y las que nacen con él rompen tradiciones, pues necesitaban nuevas leyes visuales para conseguir reflejar las percepciones provocadas por la luz, el espacio y el sonido —es el punto en el que coinciden estas estéticas que, por lo demás, renegaban unas de otras. 

Izquierda: abrigo, lana y piel, 1919-1920. Derecha: abrigo, terciopelo de algodón, 1929-1930.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza nos presenta Picasso / Chanel. La exposición, que se centra en un período que va desde 1908 hasta 1925, se divide en cuatro secciones: El cubismo y el estilo Chanel; Olga Picasso; Antígona y El tren azul.

Moda y pintura se aúnan en las salas del Thyssen para introducirnos en un tiempo en el que la industria y la tecnología marcaron el ritmo de la vida, como nunca antes.

Guitarra sobre tapete rojo, óleo sobre lienzo, 1922.

Izquierda: Chaqueta y terciopelo de algodón, 1931. Derecha: Vestido de noche, tul, gasa y «paillettes», 1926.

A través de la amistad que unió al pintor y a la modista, y que se aprecia en la influencia que Picasso ejerció en Chanel, el espectador puede comprobar cómo las vanguardias responden a un nuevo mundo, a una sociedad que promueve el empoderamiento de las masas como antídoto contra la individualidad. 

La época que el Thyssen representa, con cuadros y trajes, da inicio al arte moderno.

Conjunto, crepé de china, 1926-1928.

La moda pasó, de ser exhibida en las tiendas de alta costura y confeccionada a medida, a formar parte de los grandes almacenes comerciales. Diseños únicos fueron copiados en serie, vendidos por tallas y hechos con materiales más asequibles a la clase media.

¿Y el arte? Pues fue reforzando la intención de simplificar las formas hasta llegar a la abstracción geométrica, hasta llegar a lo que el creador del suprematismo definió como arte «no-objetivo, puro» —Kazimir Malévich (1879-1935).

Maternidad, carboncillo sobre lienzo, 1923.

Frasco de perfume Chanel Nº.5, vidrio, papel y cera, 1921.

El tiempo escogido por el Thyssen para mostrarnos a Picasso y a Chanel es el de la Revolución rusa (1917), el de la República de Weimar (1918-1933), el de la tercera fase de la expansión imperialista a Asia y África (1880 hasta la Segunda Guerra Mundial), el del Fauvismo (1904-1910), el del Cubismo (1907-1914) y el del Futurismo italiano (1909-¿1944?).

II

Vestido de noche, terciopelo, 1927-1928.

Picasso / Chanel, la muestra de la que hoy hablo y que parte del Cubismo, es una alegoría a la liberación. Y es la confirmación de que para el arte sorprender se convirtió en un valor en alza.

En Picasso / Chanel la innovación, la simplificación de las formas, la asimetría, la línea angulosa, la paleta fría y la intención de conectar con el mundo moderno son evidentes: la luz, el color y las líneas enlazan, en cierta forma, trajes y cuadros. Mientras los trazos y la paleta de Picasso simplificaban el objeto de su pintura, la modista pasaba del curvilíneo traje modernista, y de los corsés que a cambio de una figurita de S quitaban el aliento, a los trajes de chaqueta con falda suelta y a diseñar pantalones para mujeres.

El propósito de Picasso de deconstruir la silueta encontró eco en Chanel. 

Vestido, raso de seda e hilo dorado, 1928.

Izquierda: Conjunto de día, seda, cuero, metal y vidrio, 1928-1930. Derecha: Naturaleza muerta con paloma, óleo sobre lienzo, 1919.

Chanel creó un lujo sin aspavientos. Creó una moda práctica y elegante con materiales menos caros que los usados en los trajes de la Belle Époque (1880-1914), donde el lujo se reflejaba en pasamanerías, gasas de oro y plata, damascos, terciopelos, ganchillos, perlas nacaradas…

Gabrielle Chanel diseñó, comparada con la modernista, una moda austera. Una vestimenta monocromática, de patrón geometrizado y corte recto que buscaba inspiración en el Cubismo analítico, que es donde puede decirse que comienza la fiesta visual que nos propone el Thyssen.

Izquierda: Vestido de noche, gasa, 1925-1926. Derecha: Vestido de cóctel, gasa, h. 1927.

En cuanto a Picasso hay que decir que esta exposición nos ofrece un paseo por las diferentes etapas cubistas del artista español, aunque también se muestran obras de su regreso al estilo clásico.

El espectador puede comprobar de qué manera Picasso avanza por un movimiento que pretende ir sintetizando las formas, de modo que el viaje comienza en el período primitivo (1907-1909), enlaza con el analítico (1908-1911) y termina con en el Cubismo sintético (1913-1914), donde el pintor incorpora al soporte más color, tipografías y nuevos materiales —collage.

Mujer con guitarra, óleo sobre lienzo, 1911-1914.

Botella, taza y periódico, carboncillo, lápiz y periódico sobre papel, 1912-1913.

Las nuevas texturas que los cubistas incluyen en los lienzos abren la mente de Chanel, quien incorpora a la alta costura el algodón, el punto de lana y pieles más baratas —conejo, ardilla, castor…

¡Oh…!, pero hay mucho más que ver en Picasso / Chanel. Están las salas dedicadas a dos de las obras que Jean Cocteau (1889-1963) versionó para el teatro y la danza y que forman parte del arte dramático de vanguardias: Antígona (20 de diciembre de 1922) y El tren azul (20 de junio de 1924).

Antígona y El tren azul fueron producidas por Serguéi Diághilev y en ellas colaboraron los dos amigos homenajeados por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. 

Las bañistas, óleo sobre lienzo, 1918.
(En esta obra Picasso pinta trajes de baño diseñados por Chanel para sus tiendas.)

Izquierda: Trajes de baño de La Poule-solista, punto de algodón, 1992. Derecha: Traje de jugador de golf, punto de algodón, tweed y seda, 1992; vestido de la campeona de tenis, seda, 1992.
(Son réplicas de trajes de Chanel y forman parte de la colección de la Ópera Nacional de París.)

En Antígona, Chanel, quien se inicia en el mundo del teatro con esta obra, hace el vestuario.

Picasso, que había vuelto a su etapa clásica, realiza los decorados, las máscaras del coro y los escudos de los soldados.

Tres mujeres en la fuente, pastel sobre papel adherido al lienzo, 1921.

Chanel en El tren azul se ocupa del vestuario, pero confecciona, por petición explícita de Cocteau, un ropero deportivo a la última moda.

¿Y Picasso? Picasso da el gusto a Diághilev, quien le había pedido permiso para que Dos mujeres corriendo por la playa fuera el telón de fondo del ballet. Además, dibujó la cubierta y unas bailarinas para el folleto de mano.

Dos mujeres corriendo por la playa, gouache sobre tabla, 1922.

La exposición también tiene espacio para los retratos de la primera esposa de Picasso: Olga Khokhlova (1891-1955), bailarina rusa de la compañía de Diághilev.

Picasso pinta a Olga con una tristeza vaga. La pinta vestida, en ocasiones, de Chanel —el poeta y dramaturgo Cocteau testimonió que Chanel fue quien hizo el traje de bodas de la esposa del artista.

Olga Khokhlova llegó a la vida de Picasso cuando este retoma el estilo deudor de Ingres —poses estáticas, composición rigurosa y lógica, formas rectas y curvas, recuperación del dibujo, línea llana, finalidad estética…—. He leído, no recuerdo dónde, que a Olga no le gustaba el Cubismo, pero el Neoclasicismo era otra cosa: podía contemplarse en los retratos.  

Izquierda: Retrato de Olga Khokhlova, óleo sobre lienzo, 1917. Derecha: Vestido de día, crepé de seda, h. 1925-1926.

Un coqueto bolso, el frasco original de Chanel Nº.5, trajes de noche, de día, de playa —¿cómo es que no hay ninguno de los sombreros de Chanel, ni de sus pantalones de inspiración marinera, ni de sus collares de perlas falsas?

Óleos, dibujos, pasteles, un biombo y la grabación de El tren azul —versión realizada por la Ópera de París en1992— muestran lo importante que fue para la divulgación de las vanguardias la mezcla de disciplinas —los Ballets Rusos, por ejemplo, llevaron el Cubismo a donde no llegaba el lienzo colgado en la pared de una galería.

Bolso de mano, Gabrielle Chanel, crepé de seda y acero cromado, 1928.

Izquierda: Vestido, crepé de seda, canutillos y pedrería, 1923-1926. Centro: Vestido, seda y lentejuelas, 1929-1930. Derecha: Vestido, crepé de seda y cuentas de cristal, 1928.

La cooperación entre varias disciplinas fue todo un reto para los ismos, pues puso a prueba fuertes temperamentos que cantaron a coro el genuino espíritu de su tiempo —lo hicieron sin que sus voces perdieran sus acentos personales.

Escribió Chanel: «Apollinaire decía de él que su cadencia interior tiene la monotonía del ritmo árabe. Los siglos pasan, las civilizaciones se derrumban pero Alá sigue siendo grande y Picasso es su profeta». 

Autorretrato, lápiz sobre papel, h. 1918-1920.

Y hasta aquí voy a llegar.
En el Thyssen te esperan muchas obras más.

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