EMILY BRONTË: POEMAS ROMÁNTICOS
«… la belleza es verdad, la verdad es belleza».
John Keats
Potencia, Simeón Solomón, tiza y lápiz negro sobre papel, 1896.
Aquí estoy, cumpliendo un deseo por largo tiempo postergado. Hoy, ¡al fin!, Emily Brontë (1818-1848) formará parte del club de autores invitados a permanecer en mi blog. Y lo hará no a través de Cumbres borrascosas, sino de su poesía romántica, tan escasamente divulgada y que es, al igual que el resto de la nacida dentro de su movimiento estético, abonado huerto para lo subjetivo y vía de escape de la realidad utilitaria.
La belleza y la realidad son dos pilares esenciales de la poesía romántica, y por ende lo son de la de Emily Brontë. Pero, amigos, ¿qué es la realidad y qué es la belleza? ¿Son conceptos objetivos o son interpretaciones individuales que están sometidas a experiencias de vida y, por tanto, dependen de lo percibido?
Lector, ¿no es alimento del inconsciente la realidad que, en el trajín del día a día, parece olvidada? ¿No es la realidad la respuesta a la información procesada por la mente? ¿Acaso no es proveedora del enigmático sueño, donde reina la fantasía? Si es así, y creo que lo es, entonces la poesía romántica es reino de fuerzas ocultas.
Emily Brontë retratada por su hermano Patrick Branwell Brontë, óleo sobre lienzo, 1833.
Los sueños no siempre ofrecen prados soleados donde el deseo puede florecer: en los sueños —conciencia instintiva— hay premoniciones y hay pesadillas, de modo que el desencanto, el miedo, la angustia, la obsesión… tienen su propio escenario. El poema romántico es espejo-reflejo de lo reprimido, de lo que el ruido de la vida acalla. Es verso donde la apetencia se desata en afán de hallar la eterna trascendencia.
Mundo interior ⇔ sentido oculto = catarsis lírica. Así entiendo a los románticos; por eso, su poesía, concebida como espacio para la evocación, exige al lector conexión espiritual. Por eso, el lector debe saber que está ante un movimiento que rechazó, fieramente, la modernidad, porque su desarrollismo destruía la naturaleza y apresaba el alma.
Los románticos, que no quieren saber ni de neoclásicos, ni de ilustrados, se vuelcan hacia sí mismos. ¡Hay tanto de ellos en las teorías freudianas! De hecho, Freud utilizó a los poetas alemanes del movimiento para argumentar y ejemplificar el psicoanálisis.
Emily Brontë, ilustración de «Cumbres borrascosas», 1847.
En sus versos, Emily Brontë da crédito a la eternidad y da refugio al anhelo, a la belleza, a la ilusión, a la emoción, a la fe…; las alhajas que deseó salvar del racionalismo ateísta y de la industrialización, asesinos silenciosos del espíritu. Pero, ¡oh…!, para llegar a su refugio romántico es necesario introducirse en la caverna victoriana de Thanatos.
Tiene la muerte una torre en los poemas de Emily Brontë. ¡La muerte…!, que es para los románticos ejemplo de la paradoja humana. La muerte es temida, por ser una incógnita. Es rechazada, porque nos arrebata a quienes amamos. Es ansiada cuando la vemos como vía de escape a las penurias que no podemos evitar. La muerte es reposo en igualdad de condiciones y es salón de reencuentros deseados. Pero para los románticos, además y por encima de todo, la muerte es bienhechora de la eterna libertad.
Amigos, he seleccionado algunos poemas de Emily Brontë que acompaño con obras de pintores prerrafaelitas, artistas que compartieron época con los románticos y que, al igual que ellos, sintieron un enorme desprecio por la realidad social que los asfixiaba. Los prerrafaelitas volcaron su mirar melancólico hacia las leyendas medievales y con pinceles cantaron a la naturaleza, a la espiritualidad, a la irrealidad de lo verídico que habita en los sueños.
Existe un hilo invisible que hila al Romanticismo con el prerrafaelismo y con cualquier otra manifestación estética, incluidas aquellas que buscan el distanciamiento emocional. Esa hebra que ovilla la Historia del Arte es el diálogo que establece el hombre consigo mismo, diálogo que nos es revelado mediante imágenes visuales.
Lector, doy paso al mundo soñado, y en el sueño empoderado, de Emily Brontë.
POEMAS
Cabeza de Santa Úrsula de Carpaccio (boceto), John Ruskin, 1877.
A LA IMAGINACIÓN
Cuando cansada de los cuidados de un largo día,
cuando sólo un dolor por otro en el mundo se trueca,
cuando ya, perdida estoy, al filo de la desesperanza,
sólo me renueva tu dulce voz.
Oh fiel amiga, no estoy sola
mientras me puedas hablar así.
Tan triste es el mundo de fuera
que el mundo interior doblemente estimo;
en el tuyo no hay crimen, no hay duda, ni odio,
y nunca se alza la sospecha fría.
Allí, tú y yo y la Libertad
reinamos sin disputa.
¿Qué importa que a nuestra vera
peligro, maldad o tinieblas haya
si recogido en nuestro pecho
hay un cielo brillante y claro
calentado por un sin fin de rayos
de unos soles que no saben del invierno?
Acaso la Razón proteste
por la triste realidad de la vida
y advierta al doliente corazón
cuán vanos sus sueños queridos pueden siempre ser,
y la Verdad puede brusca pisotear
las flores que la Fantasía ahora mismo aireó.
Pero tú estás siempre ahí, para volver a traer,
con su soplo de vida,
las eternas visiones al seco manantial
y sacar de la muerte una vida más viva,
y hablar al oído con divina voz
de otros mundos reales tan bellos como el tuyo.
Apenas confío en tus fantasmales éxtasis,
pero en las horas tranquilas de la tarde,
en permanente gratitud,
te acojo, oh benéfico poder,
solaz de humanos cuidados
y esperanza pura cuando la esperanza cesa.
(3 de septiembre de 1844).
(Traducción de Rosa Castillo).
*
Estudio del beato Damozel (boceto), Dante Gabriel Rossetti, tiza, 1873.
TANTO MÁS FELIZ ESTOY CUANTO MÁS LEJOS…
Tanto más feliz estoy cuanto más lejos
aparto mi alma de su morada de barro
cuando en la noche el viento sopla, la luna brilla,
y vagan los ojos por mundos de luz.
Cuando yo no soy y nada es,
ni tierra, ni mar, ni cielo sin nubes,
sino mi alma, que va de vuelo,
por la infinita inmensidad.
(Febrero de 1838).
(Traducción de Rosa Castillo).
*
Ofelia, John Everett Millais, óleo sobre lienzo, h. 1851-1852.
LEJOS MUY LEJOS ESTÁ LA MORADA DE LA PAZ
Lejos, muy lejos, está la morada de la paz,
a miles y miles de leguas,
tras muchas montañas de crestas borrascosas,
tras muchos desiertos huérfanos de verdor.
Consumido, cansado va el caminante,
triste su corazón y turbia su mirada,
no tiene esperanza, ni consuelo;
vacilante, desfallecido, quisiera morir.
Ya mira el cielo despiadado,
ya al duro camino que pisa,
ya desearía en el suelo tumbarse
y la pesada carga de la vida soltar.
No desmayes triste viajero,
leguas y leguas has dejado atrás
desde que sin sol empezaste tu camino,
continúa, pues, resignado en tu afán,
y si aún de tu voluntad desesperas
acalla sus voces en tu pecho
y alcanzarás la meta final,
y llegarás a donde la paz mora.
(Octubre de 1837).
(Traducción de Rosa Castillo).
*
Pia de’ Tolomei, Dante Gabriel Rossetti, óleo sobre lienzo, 1850.
NO ES COBARDE MI ALMA…
No es cobarde mi alma.
No tiembla ante la atormentada esfera del mundo.
Veo cómo brillan las glorias del cielo,
y cómo brilla mi fe que del temor me defiende.
Oh Dios que estás en mi pecho,
poderosa Deidad siempre presente,
oh Vida que en mí descansas,
como yo, Vida Eterna, descanso en Ti.
Vanas, del todo vanas,
son las miles de creencias
que mueven el corazón del hombre,
inertes como juncos marchitos,
inútiles como la espuma del ancho mar,
para despertar en algún alma la duda
asida tan fuerte por tu infinitud,
con tanta fuerza anclada
en la segura roca de la Inmortalidad.
En un amplio abrazo de amor
tu espíritu anima años sin fin,
y allá arriba reina y medita,
cambia, sostiene, disuelve,
crea y da vida.
Aunque la tierra y la luna desaparecieran,
los soles y universos dejaran de existir
y tú quedaras solo
toda existencia estaría en ti.
No hay lugar para la muerte,
ni átomo que haga su poder inútil,
puesto que tú eres el aliento y la vida,
lo que tú eres nunca se podrá extinguir.
(2 de enero de 1846).
(Traducción de Rosa Castillo).
*
Sacerdotisa ofreciendo amapolas, Simeon Salomon, acuarela sobre papel, 1864.
VENDRÉ A TI…
Vendré a ti,
cuando estés muy triste,
en la soledad de la habitación oscura,
cuando el alegre y loco día haya huido,
y la sonrisa feliz se haya borrado
por la tristeza de la noche fría.
Vendré a ti,
cuando el verdadero sentir de tu corazón
reine imparcial y absoluto,
y mi influencia silenciosa,
ahondado el dolor, helada la alegría,
sin demora con tu alma se alzará.
¡Escucha! Es la hora,
el momento por ti tan temido.
¿No sientes el fluir en tu pecho
del río de una sensación extraña,
precursora de un poder más fuerte
que a quien anuncia es a mí?
(Noviembre de 1837).
(Traducción de Rosa Castillo).
*
Furze, empapado de rocío, John Everett Millais, óleo sobre lienzo, h. 1890.
SUAVE NEBLINA SOBRE LA COLINA…
Suave neblina sobre la colina;
no habrá mañana tormenta.
No; el día se ha cansado de llorar,
ya agotó su reserva de callada tristeza.
Oh, he vuelto a los días de mi infancia,
de nuevo soy una niña;
y bajo el techo paterno que me abriga,
junto a la vieja puerta de la entrada,
miro caer esta tarde nubosa,
tras un día de lluvia.
Neblinas azules, dulces neblinas de verano
empañan las montañas a lo lejos.
La humedad impregna la alta hierba verde,
espesa como lágrimas en la mañana;
y pasan como en sueños vaharadas de fragancias
que recuerdan otros tiempos.
(Traducción de Ángeles Caso).
*
Beata Beatrix, Dante Gabriel Rossetti, óleo sobre lienzo, 1850.
EL VIENTO DE LA NOCHE
En la dulce medianoche de verano
sin nubes brillaba la luna
por la ventana abierta de la estancia
y los rosales humedecía de rocío.
Yo estaba silenciosa meditando,
el suave viento ondeaba mi cabello,
y me contaba que el cielo es glorioso
y bella la tierra dormida.
No necesitaba su aliento
para que estos pensamientos llegaran a mí,
pero aun quedo me susurraba:
«¡Cuán oscuros deben de estar los bosques!
Sus apretadas hojas con mi rumor
murmuran como un sueño,
y sus miles y miles de voces
dotadas de alma humana parecen».
Yo dije: «¡Vete, gentil cantor,
tu galante voz es dulce,
pero no creas que su música
puede llegar a mi mente.
Juega con la olorosa flor,
la rama tierna del árbol joven,
y deja mis humanos pensamientos
su propio curso correr».
El viento errante no me dejaba,
su beso se hizo más caliente.
«Ven», suspiró con dulzura,
«te conquistaré aunque no quieras.
¿No hemos sido amigos desde niños?
¿No te he amado mucho tiempo?
Tanto como tú has amado la noche
cuyo silencio despierta mi canción.
Cuando tu corazón esté en reposo
bajo las losas del cementerio,
yo tendré tiempo para llorar
y tú para estar sola».
(11 de septiembre de 1840).
(Traducción de Rosa Castillo).
ENLACES RELACIONADOS
Poemas románticos (John Keats).
John Donne. Poemas metafísicos.
Baudelaire y «Las flores del mal». Poemas.
Georg Heym. «El día eterno». Poemas.
Freud en las vanguardias artísticas: «El pensamiento estético en la obra de Freud».
Sobre el teatro de marionetas (Heinrich von Kleist).
Michael Kohlhaas (Heinrich von Kleist).
Delacroix. Fragmentos de su «Diario».
Una carta sobre Víctor Hugo (Eça de Queiroz).
El vampiro en la historia del arte y de la literatura.
Lo cómico y la caricatura (Baudelaire).
El vengador (Thomas de Quincey).
Lord Byron y Samuel Palmer. Poemas y grabados.
Adviento. Poema (Rainer Maria Rilke).
La Asunción de María (Rainer María Rilke). Poema.
Rainer María Rilke. «Vladimir pintor de nubes».
Releer a Rilke (Adam Zagajewski).
Rimbaud y Kiefer: «El durmiente del valle».
«Lo oculto»: esoterismo en las obras del Thyssen.
Los ojos del icono (José Jiménez Lozano).
Los ojos del icono: Noche del mundo (José Jiménez Lozano).