POETISAS CUBANAS. POEMAS

«… hoy quisiera escribir lo que me falta…»
Rosa María Rodríguez, «Deudas».


Aquí están mis invitadas de hoy, las he agrupado en este collage «casero» donde me he colado.

¡Qué poderosa es la poesía en mi tierra! Y qué orgullo el saber que parte de ese poder tiene… ¡nombre de mujer! Desde la Avellaneda, hasta el día de hoy, las poetisas cubanas han sostenido en alto el báculo del verso.

Hoy les ofrezco un viaje poético centrado en mi isla. Comprobarás cómo van mezclándose las generaciones y los estilos. Y verificarás que el absoluto no existe, que el que inicia pactos con las musas no llega del todo virgen, pues una obra nueva siempre lleva consigo rasgos que le precedieron. Aquí van a mezclarse el Romanticismo, el Modernismo, el Posmodernismo, el Neorromanticismo, el Intimismo, las vanguardias, en todas sus variantes, y el Coloquialismo, corriente de la que Cuba es cabeza de dragón.

En esta página virtual podrán comprobar el proceso evolutivo de la poesía en Cuba y cómo en este proceso el sentimiento de la patria —simbolizado en la naturaleza, en lo guajiro, en lo africano, en lo criollo, en lo político, en lo costumbrista…— ha mantenido un equilibrio con los temas que tienen que ver con el corazón —amores y desamores de amantes y de hermandades.

Poetisas las hubo antes de que Gertrudis Gómez de Avellaneda se convirtiera en el punto de partida de los poemas escritos por mujeres. La marquesa Justiz de Santa Ana y la condesa Teresa Beltrán de Santa Cruz fueron musas de décimas, aunque parece, por lo que cuentan las crónicas de su tiempo, que no gozaron de inspiración. No importa, lo valioso es que constan versificadoras en esta época patriarcal y temprana de nuestras letras —siglo XVIII. 

Otra mujer que ha quedado registrada en la historia de la poesía cubana es Juana Pastor. De ella sabemos por la reseña que aparece en el Parnaso Cubano (1881), donde es descrita como «poetisa, sorprendente improvisadora, una mujer de color, mestiza, que logró alguna instrucción, al grado de obtener un colegio y ser profesora de las damas más distinguidas de su época y muy versada en latín» —Juana Pastor, según el crítico literario y poeta Virgilio López Lemus, es la «primera improvisadora oral para el canto». 

«Yo seré como el rocío para Israel; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano» (Oseas 14:5).
¡El lirio…, tallo que brota en muchos versos cubanos!

La poesía es la manzana que ella entregó y que él mordió —pocas escenas hay en la historia tan poéticas y profundas—. Es un fruto partido en dos mitades con un hueso cuya médula es una mixtura de deseos y miedos. La poesía es canto de una nación… interpretado a dos voces: las que representan a Adán (el primer hombre) y las que personifican a Eva (la primera tentadora de la historia de la humanidad) —las dos voces de la humanidad.

¡Riqueza! ¡Dos maneras de comprender los hechos que nos marcan! ¡Dos escenarios para los afectos del alma! Y, a la vez, los dos bandos, ¡oh, maravilla de las musas!, redoblándose hasta el infinito con cada canto —la forma de tratar un tema no sólo depende de las influencias estéticas, de las modas, sino también de la personalidad de quien crea; de ahí que la razón, o el subconsciente, o la metafísica, o la religión, o las costumbres, o la realidad, o la filosofía, o la fantasía, o los sueños, o la política, o la mitología… tengan mayor o menor protagonismo en el discurso poético de un autor.

Hoy te invito a que te sumerjas en la selección de poemas que, dejándome llevar por los afectos, he reunido aquí. Los he separado en cuatro partes, de modo que cada uno irá cayendo en el otro para mostrarnos cómo la rima va cambiando hasta quedar velada por el tono conversacional. Para acompañar los versos he escogido obras de Gina Pellón, pues hace tiempo que deseo que su pincelada abstracta y entusiasta forme parte de mi blog. 

Las poetisas cubanas son versificadoras de sus vidas y de lo que definimos como «cubano». Son poderosas, influyentes y sus voces no han dejado de cantar.

POEMAS

I

Exoneración de libertad, lienzo, 1998.

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
(1814-1873)

SIGNIFICADO DE LA PALABA YO AMÉ
Imitación de Parny

Con Yo amé dice cualquiera
Esta verdad desolante:
—Todo en el mundo es quimera,
No hay ventura verdadera
Ni sentimiento constante.
Yo amé significa: —Nada
le basta al hombre jamás:
La pasión más delicada,
La promesa más sagrada,
Son humo y viento… ¡y no más!

Blanco silencio, lienzo, 2010.

LUISA PÉREZ DE ZAMBRANA
(1835?-1922)

SOÑANDO CON MIS HIJAS

Sólo dejaron sus queridos pasos
hojas de nardos y azucenas nítidas,
y estelas brillantísimas de luna
sobre el triste turquí de estas colinas.

Y en sus frentes los nimbos temblorosos
como estrellas de plata, dulce y líquida
sobre el gran terciopelo de la noche
con sublime silencio se deslizan.

¡Oh manos de marfil tersas y suaves
por mis ardientes lágrimas ungidas!
¡Oh rostro con los rizos inclinados,
que me veis en la tierra de rodillas!

Reclinadme en el mármol de la muerte
y pálidas, dolientes y divinas,
sollozando en el borde de mi tumba
¡mirad la inmensidad de mis heridas!

Tres composiciones, litografía, 1988.

JULIA PÉREZ MONTES DE OCA
(1839-1875)

A UN ÁRBOL

Pasó el otoño y se llevó arrastrando
De tus ramajes el verdor divino;
Siguió el helado invierno su camino
Tus amarillas hojas arrancando.

El tallo altivo y el capullo blando
Volaron con el loco torbellino,
Y solo el dulce fruto purpurino
En la alta rama se quedó temblando.

Pero al fresco batir de la sonora
Lluvia, tus hojas juveniles crecen,
Y un ancho y verde manto te decora.

No así las ilusiones que fenecen
En el alma del hombre, aunque las llora,
Con su frescura ¡oh árbol! reaparecen.

Índigo, lienzo, 1996.

MERCEDES MATAMOROS
1851-1906

YO

Tengo el color de golondrina oscura;
sombríos los cabellos ondulantes,
y mis ojos ¡tan negros! ¡son diamantes
en cuyas chispas la pasión fulgura!

Es urna de coral y esencia pura
mi boca, en que los besos palpitantes
buscan —cual pajarillos anhelantes—
¡de la tuya el calor y la dulzura!

Mi cuerpo es una sierpe tentadora
y en el mórbido seno se doblega
¡lánguidamente el cuello como un lirio!

¿No es verdad que es tu Safo encantadora?
¡Oh, ven! Y en este amor que a ti me entrega,
¡tú serás el Placer y yo el Delirio!

(De El último amor de Safo.)

La amapola roja, lienzo, 1993.

MARÍA VILLAR BUCETA
(1899-1977)

HERMETISMO

¡En casa todos vamos a morir de silencio!
Yo señalo el fenómeno; pero me diferencio
apenas del conjunto… ¡Tengo que ser lo mismo!

Dijérase que estamos enfermos de idiotismo
o que construimos una familia muda…,
de tal suerte en sí propio cada uno se escuda.

Como de nuestros oros nos sentimos avaros,
de nosotros las gentes piensan: «Son entes raros,
o egoístas, o sabe Dios qué…»

¡Tal vez dirán
que sólo nos preocupa la conquista del pan!

¡Y yo en medio de todos, Señor, con mi lirismo!…
¡Cuán se agobia mi espíritu de vivir en sí mismo
y ver siempre esos rostros pensativos y huraños!

¡Y así pasan los días, los meses y los años!

II

Las rumberas, lienzo, 2012.

DULCE MARÍA LOYNAZ
(1902-1997)

ISLA

Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos…
Nadie escucha mi voz si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme… Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándose… Hay momentos
en que el agua me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto…
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz de pecho roto.

Crezco del mar y muero de él… Me alzo
¡para volverme en nudos desatados!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!

El tomeguín, lienzo, 2010.

FLOR LOYNAZ
(1908-1985)

TRENINO

Trenino, hijo mío, mi perro:
quisiera tener tu corazón
tanto como quisiera tu cerebro;
un corazón humilde y un cerebro sencillo
que llevar dentro del cuerpo.
Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte,
ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero!
Odio el hablar, que es privilegio triste,
prefiero tu ladrido: es más sincero
y más noble y más claro que la inútil palabra
con que hablo y con que pienso.

La burra de Balaam quedó asombrada
al hablar —y aunque fue sin entenderlo—
con la palabra le brotó una lágrima
que hocico abajo le rodó hasta el suelo.
Trenino, mi perro, mi hijo:
tú eres el mundo todo entero
puesto que eres inocente y fuerte
como el mundo en que creo.
Como el mundo que Adán no hubo manchado
con el pecado y con el sufrimiento.

Para ti —Dios lo sabe— son inútiles
el Infierno y el Cielo.
Por eso cuando mueras es posible
que te tome en sus manos un momento
y quede pensativo… ¡Sin saber
cuál es tu sitio en todo el Universo!

Ventana de ensueño en pedales, lienzo, 1975.

FINA GARCÍA MARRUZ
(1923)

HOMBRE CON NIÑO PEQUEÑO

A Octavio
«cariño de niño
agua en cestino»
Refrán Popular

El mayor que sirve al más pequeño
es a Dios a quien sirve.
Porque el pequeño olvida, el niño
queda atrás en un recinto encantado.
El niño se evapora como un perfume
y no se le puede buscar después
y ni siquiera se puede encontrar él mismo.

El mayor que sirve al más pequeño
sirve al que no le puede acompañar.
Con las manos vacías no irá al Padre
cuando le muestre, entre sus horas,
aquellos en que sostuvo
sus manos débiles como patas de pájaro,
sus ojos que no vieron su cansancio.
Escucha: un niño, una mariposa,
alguien que va a desaparecer, no se sabe
donde, te nombra, te ama.

La dádiva de tu tiempo en ese niño
pertenece a lo hundido, a la raíz,
a lo que no tendrá nunca recompensa.
Su sucesión no la recoge el tiempo.
De ahí la indecible belleza de ese diálogo,
como de peregrinos en una posada,
como de aves que se cruzan.

Cendras, lienzo, 1984.

CARILDA OLIVER LABRA
(1922-2018)

CARILDA

Traigo el cabello rubio; de noche se me riza.
Beso la sed del agua, pinto el temblor del loto.
Guardo una cinta inútil y un abanico roto.
Encuentro ángeles sucios saliendo en la ceniza.

Cualquier música sube de pronto a mi garganta.
Soy casi una burguesa con un poco de suerte:
mirando para arriba el sol se me convierte
en una luz redonda y celestial que canta.

Uso la frente recta, color de leche pura,
y una esperanza grande, y un lápiz que me dura;
y tengo un novio triste, lejano como el mar.

En esta casa hay flores, y pájaros, y huevos,
y hasta una enciclopedia y dos vestidos nuevos;
y sin embargo, a veces… ¡qué ganas de llorar!

Diálogo, óleo y collage sobre lienzo (no tengo la fecha).

RAFAELA CHACÓN NARDI
(1926-2001)

SONETO POR SU VOZ

Su voz me ciñe más que su presencia,
su voz hermosamente masculina,
su musical artista en que termina
toda posible duda y toda ausencia.

Tengo su voz y tengo su presencia
en desatadas ondas de agua fina,
nueva y azul… Su voz que determina
hasta los límites de la inocencia.

Lámina de ceñidos resplandores,
dulce metal, acuático sonido,
espejo de humo y vagos surtidores…

Ya por su voz el llanto se contiene.
Y al borde de su boca y de mi oído
toda la paz del mundo se detiene.

III

Paloma nostálgica, lienzo, 1974.

GEORGINA HERRERA
(1936)

DIOS DE MI CASA Y DE MI SANGRE: OLOFI

Familia negra en la que no hubo
mezcla alguna:
negros los ojos, la piel, el pelo duro;
y el alma, pura,
casi salvaje, porque
el origen era la selva.
Hablo de los que me antecedieron.
¡Qué pobreza de hogar!; en las paredes
solo un retrato. Colgaba un Cristo rubio,
impuesto
sobre la piel a quemaduras desde
quién sabe cuándo.
Y así, las cosas
no entran o entran mal.
Pero a ese pobre hubo que amarlo,
nos daba pena verlo
no sabiendo qué hacer: si bendecirnos,
morir de nuevo o huir.
Éramos, somos buenos, así que
casi por lástima lo aceptamos,
lo dejamos así, en su sitio eterno.
Pero en la sangre, a su albedrío,
frenando potros o soltándolos,
fundiendo soles, apretando lunas,
saliendo, entrando y, como el viento, nunca
tranquilo
un solo rey universal: Olofi.

Listo para la lanza, lienzo, 2013.

BELKIS CUZA MALÉ
(1942)

LAS CENICIENTAS

Somos las cenicientas.
El señor Botticelli pintó para nosotras
las tres hadas madrinas.
No somos inocentes.
El Príncipe nunca nos ha besado.
No hemos pisado su recámara,
ni lamido su vientre.
Vivimos en la cocina,
nuestra luna es el fuego.
Nuestros pies son enormes;
un largo baño no nos vendría mal.
Andamos con sayas rotas,
con las greñas al aire
y comemos pan duro.
No somos inocentes.
Por negritas, por feas y por putas
fuimos chifladas en el certamen de Miss Universo.
Pero gritamos (las deslenguadas)
¡merde! al culo del rey
y ¡merde! a sus ministros,
aunque ellos rabien con nuestra peste.

Muñeca Kachina en rosa, medios mixtos sobre papel, 2011.

LINA DE FERIA
(1945)

NO NECESITO MOSTRAR LA PRUEBA…

No necesito mostrar la prueba
de la locura de la vida
porque aunque no tengo papeles en las cajas
ni recibos siquiera de los policlínicos
aquí la sien hundida
mi hondo vivir contradictorio.
¿o prefieren las cuatro carteras
volcadas a menudo con fotografías en la cama
los sillones altos en la mueblería de abuelo
mi consumido perro
y aún la mochila
y aún el hermano loco
con su mano sin huesos?

Muchacha feliz, collage en papel, 2010.

LILLIAM MORO
(1946-2020)

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Érase un cuerpo echado terriblemente hermoso.
Érase
hablemos de los sudores y las sábanas sucias
mañana será un día dichoso.
Primero el vino. Brindemos
por el amor, por los amantes
y por nuestras caras de niños.
Mamá esperaba que regresara temprano
(fui al cine o al teatro)
—la mesa se ennegrecía ante la mirada amarilla de la abuela—
Érase la dicha
la delgadez exhausta, el hambre bajo el sol. Tu cuerpo
como un sol sangrante. A esta hora
pienso en ti. Mi hermano juega a ser mayor.
Mi madre prepara comidas calientes, terriblemente sudorosas.
Pero yo estoy aquí. El lápiz como un cuerpo
me promete la esperanza. Hablábamos de ella. La Esperanza.
No tenía nombre todavía
pero comía en nuestros platos como de la familia.
—La luz miserable de la playa se parecía a los ojos de la abuela—
(Ella murió también, según me dicen)
El cielo ha enceguecido. Tengo miedo.
¿Y si no podemos salir?
¿Y si la puerta está cerrada?

La ley del más fuerte, lienzo, 1987.

MIRTA YÁÑEZ
(1947)

CONTEXTOS DE SOR JUANA INÉS

Madre, madrecita Juana,
todos eran hombrazos en su pueblo,
las espuelas empezaron a morir contra su frente,
nadie colmaba
las tardes impúdicas
bajo los lienzos del patio del abuelo;
no era feliz la muchachita,
quién iría a sospechar entonces aquella vena férrea
y cálida
que le espetaba el corazón.
Sabihonda retenida en nuestras manos, ya decían,
se burlaban los pálidos superiores,
¿alguien recuerda sus nombres?
¿los de aquellos hombrazos?
El padre natural era uno de ellos, qué duda cabe,
y también los hidalgos con sus cosméticos pedestres,
los amantes, los patrones de casi todos los oficios,
ya se sabe, eran los dueños
de la fe y de la moneda,
del sexo también.
Desconcertante mujer ya madurando en la celda,
las gongorinas voces rescatando los polvos malditos,
allí saquea con tesón la poesía y se llena
los bolsillos de esas piedras volcánicas
para castigar la vesania.
Madrecita Juana del cilicio en bandolera,
el propio dios era todo un hombrazo
y tú así, qué remedio,
recordada por los siglos, la criatura imperfecta.

IV

Recuerdos de luchas, lienzo, 1988.

REINA MARÍA RODRÍGUEZ
(1952)

EL OTRO MURO

Veo la caída del muro de Berlín
muchos años después,
en un documental.

La muchedumbre del Este y del Oeste
ante la puerta de Brandeburgo
esperando pasar
y el fin del totalitarismo.
Botellas de vino descorchadas,
abrazos, reencuentro.
Y espero frente a la pantalla
que algo suceda
en una isla perdida
(la isla del envés y la utopía).

Una hoja flota con la añoranza al ser arrastrada,
de que alguien la tome y la deposite.
Bajo la orilla, me someto
a las consecuencias de un devenir sombrío
sin más amparo que la supuesta historia
acometida en un cauce.
Sigo aquí, aterrada, mirando con lealtad
el envés de esa hoja, su negación precaria
bajo el fango,
aún perfecta
incólume.

Silencio, lienzo, 1981.

MARÍA ELENA CRUZ VARELA
(1953)

LA NAVE DE LOS LOCOS

Porque ya nada sé. Porque si alguna vez supe
deshecha entre las zarzas he olvidado.
Aquí duelen espinas. Aquí duelen los cardos.
Aquí dejo mi olor. Olor de perseguido.
De animal acosado por todas las jaurías
bestiales del infierno. Porque ya nada sé.
Porque apenas me palpo una rodilla
y ya no sé más nada. Y soy
este país de locos náufragos.
Dejados en su nave a la deriva.
Porque ya nada sé. Los perros devoraron mi memoria.
¿Adónde voy? ¿Adónde vamos todos? ¿Adónde van?
¿Adónde? ¿Sabe alguien adónde dirigirse que no sea
tan sólo un espejismo? A ver:
¿Quién me indemniza?
¿A quién puedo condenar al destierro
por haber arruinado mi manzana. La manzana de todos?
¿Cuál es Caín? ¿Y Abel? ¿Quién el bueno? ¿Y el malo?
¿Por qué tapan con hiedra mis opacas pupilas?
Y ya no veo más nada. Y ya no sé más nada.
Y si alguna vez supe
entre zarzas ardientes y jaurías sangrientas lo he olvidado.

La Lolita de la ópera «Carmen de Bizet», lienzo, 2010.

MARÍA GABRIELA DÍAZ GRONLIER
(1962)

EL VIOLONCHELO

No se mira en el espejo porque sabe que ya no es Alicia, que ya no le está permitido salir por el «otro lado» de la luna, porque sabe que su surtidor de hermosura está agotado. Oculta su mundo con brochazos azules, porque dicen las viejas tradiciones orales que el azul es antídoto contra el abismo. De modo que las cortinas, la mantelería, la vajilla, las alfombras y ella misma están empapadas de índigo liberador. De ahí, quizás, que no cesen sus ansias alimentadas por el deseo de un regreso que no llega.
Pegada a la ventana toca el violonchelo y ve pasar de largo pájaros bajo el cielo. Cree, ha hecho un dogma de fe de esta idea, que su música tiene la misma función que las migajas de pan que Hansel y Gretel dejaron caer para no perder el camino de regreso. Piensa, eso sí —es una adulta—, que las sonatas son más fiables, pues no pueden ser devoradas por los insectos. Y toca el violonchelo hasta el agotamiento, hasta que los jazmines de los emparrados rinden su perfume a la madrugada.
«Se expandirán por los campos los acordes», cavila y posa la mirada en la estatua de un samurái con espada que la lluvia va devorando con ayuda del tiempo… mientras sacia los limoneros. Toca un día y otro el violonchelo. Toca a la espera de que regrese el castañero que piensa perdido por los caminos del olvido.

Hábitos, lienzo, 1975.

DAMARIS CALDERÓN
(1967)

DOS GIRASOLES SOBRE EL ASFALTO

En el terminal de ferrocarriles
sentada con mi madre
dos girasoles sobre el asfalto.
Su mano borra todo sucio paisaje.
Nunca he comido sino de esa mano
nunca
sino de ese fruto macerado.
Me enseñabas un sendero
para que no me extraviara.
Y siempre regreso, pequeño afluente,
buscando un poco de sosiego
como se le da al enfermo
una cucharada de sopa
Y la cuchara hace frías,
metálicas promesas
hasta que la cabeza se queda
recostada contra el velador.
Una oruga cantándole a un gusano
—la canción de la morfina—
la cabeza roída por dentro,
el tallo esplendente conectado al tubo de oxígeno.
El mar, como un patrullero
pisándome los talones.
Thalassa thalassa
he intentado vivir siete veces.

Sin título, litografía, h. 1990.

WENDY GUERRA
(1970)

VIENTOS SOBRE LA ISLA

Vientos de cambio pretendían soplar sobre mi isla,
Vientos de cambio que muchos temían, que muchos querían detener.
Y se alzaron voces y gritaron calladas desde el silencio de las letras,
las letras rotas impregnadas de memorias sobre el blanco de un papel.

Vientos de incertidumbre, de esperas sin objeto, de morir o matar la libertad.
Y el dulce lamento de los isleños,
de los intelectuales soberbios de la patria sin fronteras
se unió de pronto a un ritmo y un tono, en una sola voz enérgica
con la de aquellos que allende los mares, una vez habían surcado las aguas
para emprender su nórico recorrido con el alma pegada a su tierra
y la pluma repleta de una misma, auténtica y cruda realidad.

Tormentas de arena, aguaceros que caen en torrentes
Pretenden acallar esas voces que no callarán, que se alzarán de pronto
A través de sus letras, desdibujando utopías y fabricando verdades
Que viajarán lejos, que se harán escuchar;
Porque los vientos de cambio que amenazaban mi tierra
Pasan sobre la isla, abanicando el espacio y se marchan de largo
Dejándonos huérfanos a los de afuera y los de adentro Cubanos todos,
deseando lo mismo: ¡¡Que el cambio sea sólo para LA LIBERTAD!!

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