RECUERDOS… Y OLVIDOS
«…la golondrina del agudo llanto».
Hesíodo
Una lágrima, fotografía, María Gabriela Díaz Gronlier.
RECUERDOS Y OLVIDOS
Antes de que llegue la noche, con su viento calmado y sus perezosas nubes, y algo después de que el quiquiriquí de los inquietos gallos me anuncie un ir y venir ajetreado, voy a cerrar mi casa a cal y canto. Son las tardes horas que, si las dejo tranquilas, se ponen a ladrar sin freno.
¿A quién el tiempo perdona las visitas del olvido, las flechas de los tormentos que escapan, de no se sabe dónde, para atravesar sosiegos?
Cuando la tarde comienza a aumentar las sombras, la alondra se posa en las rendijas de la ventana de la cárcel donde arrincono invocaciones, pero siempre pasa que el guardián duerme la mona. Es el momento que aprovecha el olvido para azuzar a la alondra que, como Pegaso y a toque de trompeta, lo traerá de vuelta a mi memoria.
El olvido y los recuerdos han dejado de ser contrarios cuando los años han dejado de ser inofensivos para mí. Cuando quedo sola, ambos se vuelven uno y, brotando, se esparcen por mi pecho… A esas horas de la tarde, cuando me balanceo más rápido que el viento calmado, más intensamente que las perezosas nubes color de jara, tornan para que, con mi llanto en torbellino, dé testimonio de que ellos también forman parte del alma de los nacidos.
Y me pregunto —no soy voz con renombre—: ¿cuándo yo me haya ido, qué pasará con mis recuerdos y olvidos?
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