SOFONISBA ANGUISSOLA Y LAVINIA FONTANA

«Pintar es otra manera de llevar un diario».
Pablo Picasso

Fotografía, María Gabriela Díaz Gronlier.

«Bendito sea el año, / el punto, / el día, / la estación, / el lugar, / el mes, / la hora y el país…» dice uno de los poemas de amor más bellos de Petrarca. Y yo digo: «Bendito sea el arte que libera al alma de las ataduras de la vida diaria».

Las dos pintoras más importantes del Renacimiento, Sofonisba Anguissola (1535-1625) y Lavinia Fontana (1552-1614), comparten espacio por primera vez. Y el anfitrión que las presenta es el Museo Nacional del Prado.

Veinticuatro obras de Lavinia y veinticinco de Sofonisba se agrupan bajo el nombre de Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. En ocho salas se exhiben retratos individuales, de grupo o infantiles, y cuadros de temática religiosa y mitológica. Se trata de una exposición llenita de curiosidades.

Retrato de niño con flores y granada, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, h. 1588.
(¡Qué bonito retrato! Un rostro confiado, que muestra que sabe que lo están retratando. Los claveles del amor, las rosas de la inocencia y la granada de las virtudes. Un fondo neutro y un traje rico. Lavinia hace aquí un alarde de claroscuros y texturas).

No sé por dónde comenzar el artículo que les quiero regalar. Quizás sea mejor empezar por lo que compartieron las dos pintoras.

Sofonisba y Lavinia nacieron en el norte de Italia, en la segunda mitad del siglo XVI. Sofonisba vino al mundo en Cremona y Lavinia en Bolonia, dos ciudades prósperas, aunque Bolonia con su universidad era más cosmopolita —la Universidad de Bolonia fue la más grande de Italia durante el Renacimiento.

La partida de ajedrez, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, 1555.
(La única obra de la pintora que incluye un paisaje, al menos es la única que se conserva. Aparecen, de izquierda a derecha, sus hermanas —Lucía, Europa, Minerva— acompañadas por una criada. Está considerado su cuadro de mayor formato. Y es un ejemplo de lo bien que se le dio reflejar, en los retratos de grupo, la comunicación entre los personajes).

Cremona, la población de Sofonisba, dependía de España y de Bolonia, la ciudad de Lavinia —Bolonia se encontraba bajo la tutela del Estado Pontificio—. Esta circunstancia es importante para comprender por qué las tesis de la Contrarreforma (Concilio de Trento, 1545-1563) influyeron en el arte religioso de ambas.

Las dos pintoras recibieron una formación humanista. Las dos provenían de familias vinculadas al mundo del arte. Las dos estudiaron pintura. Las dos tuvieron las mismas dificultades para practicar el desnudo, porque en su tiempo a las mujeres les estaba vetado participar en las autopsias. Además, aunque tuvieran acceso a ellas, por alguna circunstancia particular, o aunque se ejercitaran tomando como modelos efigies, tampoco podían exponer figuras desvestidas —era considerado indecoroso para una mujer.

La Virgen del Silencio, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, 1589.
(Esta obra fue un encargo que hizo Felipe II para el Monasterio del Escorial —el rey pagó mil ducados por el lienzo—. Está inspirada en la «Virgen del velo» de Rafael. La Madre está destapando al Niño —en el cuadro de Rafael el manto existe; aquí se intuye—. Curiosidad: Para cualquier pintor formar parte de la colección de Felipe II era garantía de éxito. Tal era la fama de la pinacoteca del Escorial).

Más asuntos que las unen. Ambas conocieron las mieles del éxito y ambas fueron relegadas al desván en los siglos que las sucedieron —no es hasta la segunda mitad del siglo XX que los historiadores del arte vuelven a ocuparse de ellas.

Y lo más relevante: las dos destacaron en el género del retrato.

Cabeza de joven, Lavinia Fontana, lápiz graso, témpera y albayalde sobre papel, 1606.

Una técnica que las define y funde es la representación minuciosa de los detalles. El gusto por las texturas, por los sombreados, por las pinceladas precisas y suaves. El deseo de enseñar, a través de los detalles de trajes, encajes y joyas, el dominio del pincel y la riqueza de una paleta que muestra gran variedad de tonalidades.

A Sofonisba y a Lavinia las une el afán por demostrar el dominio de la técnica, el virtuosismo en el arte de pintar. Hay cuadros donde los fondos son casi tan oscuros como los trajes y, sin embargo, apreciamos las costuras, los bordados y hasta las cadenas ocres de los collares sobre vestidos sombríos.

El arte de estas dos mujeres es un alarde de juegos armoniosos de luces y sombras.

La reina Ana de Austria, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1573.
(La reina viste traje de diario. No lleva joyas. La distinción está en su porte. Nos mira marcando distancias. El cuadro hace pareja con el de Felipe II. Ana de Austria fue su última esposa).

Los géneros pictóricos permitidos a las mujeres, hasta el aterrizaje en el arte de Sofonisba y Lavinia, eran  los bodegones, las flores y las miniaturas. Eran pequeños retratos de ámbito doméstico.

Las mujeres no pintaban escenas religiosas, ni alegóricas, ni paisajes. Y muchísimo menos pintaban, como he señalado antes, desnudos. Sin embargo, todo cambió cuando las dos italianas se deslizaron por el catálogo reservado, en exclusiva, a los artistas.

¡Qué retratos tan sutiles nos dejó Sofonisba! ¡Qué desnudos nos legó Lavinia! ¡En la exposición del Prado se agrupan tantas innovaciones!

Judit y Holofornes, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, h.1595.
(Una novedad: Lavinia presenta la pintura narrativa a modo de retrato. Esta pieza es toda sensualidad y demostración de poderío femenino. Judit posa con la espada en la mano y mirando hacia la luz que viene de arriba. Está orgullosa. Ha cumplido con el mandato divino).

Hemos visto lo que compartían. Ahora vamos a ver en qué se diferenciaron. Pero antes voy a dejarles tres autorretratos. El primero es de la flamenca Caterina van Hemessen (1528-1588). El cuadro de Caterina inspiró el de Sofonisba y el de Sofonisba sirvió de inspiración a Lavinia. Fueron tres pintoras que se autorretrataron con libros, con instrumentos musicales, con caballetes…, con objetos que tienen la intención de destacar el nivel intelectual de las artistas.

Los autorretratos eran la mejor forma de hacerse publicidad, pues demostraban que eran mujeres cultivadas y que estaban orgullosas de la educación recibida. En el Renacimiento, la sociedad pudiente dio mucha importancia a la formación femenina.

(Dos curiosidades: Una, los instrumentos de teclado eran los preferidos de las damas, ya que les permitían tocar en posturas recatadas —a la espineta se le conocía como «virginal»—. Dos, los autorretratos, hasta la llegada de la fotografía, se hacían de perfil —el artista capturaba sus rasgos a través de un espejo).

Mujer joven tañendo el virginal, Caterina van Hemessen, óleo sobre tabla, 1548.
(Sencillez y timidez.)

Autorretrato tocando la espineta, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1556.
(Elegancia sobria y seguridad en sí misma).

Autorretrato tocando la espineta, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, 1577.
(Elegancia exuberante. Y coquetería. Si te fijas, encontrarás un lacito rojo, que hace juego con el que lleva encima de una oreja, en el extremo del instrumento. También verás su caballete al fondo. Se autorretrató en su estudio, mostrando su profesión con pundonor. Otra curiosidad es el uso de la «perspectiva Passerotti» —el escenario se alarga, justo donde se encuentra la figura, y ofrece otro punto de luz. El juego de luces crea un ambiente efectista).

Y ahora veamos las diferencias entre Sofonisba y Lavinia.

Sofonisba nació en un hogar noble. Lavinia en un hogar de artesanos. Sofonisba tuvo profesores pintores, Bernardino Campi (1522-1591) y Bernardino Gatti (h.1495-1576) fueron los más importantes.

Lavinia tuvo un aprendizaje más práctico y menos teórico. Se formó en el taller del padre, el pintor Prospero Fontana (1512-1597) —se cree que fue allí donde aprendió anatomía, conocimiento que le vino muy bien para desarrollar un género que la hizo pionera entre las mujeres artistas: el del desnudo.

Bernardino Campi retratando a Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1559.

La procedencia de cada una de ellas se nota mucho en cómo se retrataron. Sofonisba se retrata con trajes elegantes y sobrios. Lavinia tira la casa por la ventana, se lo echa todo encima. Sofonisba no necesitaba demostrar que procedía de linaje antiguo. Lavinia, orgullosa de lo que había alcanzado por sí misma, quería demostrar su cómoda posición social.

Las dos mujeres se casaron. Sofonisba no tuvo hijos. Lavinia tuvo once vástagos. Lavinia, antes de la boda, puso una condición: se casaba si su marido le permitía continuar ejerciendo su carrera. Lavinia pintó toda su vida y convirtió a su marido en su ayudante, en su aliado.

Sofonisba tuvo dos matrimonios. Uno impuesto por el rey Felipe II, quien añadió al enlace una buena dote, y otro por amor. Sus matrimonios tampoco impidieron que continuara ejerciendo su profesión.

Sofonisba Anguissola fue la que abrió el camino a las artistas que la siguieron, entre las que se encuentra Lavinia Fontana. Sofonisba está considerada como una de las pintoras que más autorretratos realizó.

Los retratos de Sofonisba Anguissola se caracterizan por la introspección y el realismo. Ella trabajó mucho los rostros. Sus retratos son pura expresividad. Y mucha de esa expresividad está en cómo plasmó la mirada del retratado. Pienso que en esto superó a Lavinia, quien dio más importancia al conjunto de los detalles, al lujo. De hecho, Lavinia fue la retratista preferida de las aristócratas.

La visita de la reina de Saba al rey Salomón (detalle), Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, h. 1600.
(No está en la exposición, pero ¡observa las telas satinadas, los botones, los encajes, las perlas…! Para la boloñesa el pincel es una aguja, cose con él).

Lavinia fue más osada que Sofonisba a la hora de escoger temas, pero Sofonisba supo reflejar mejor el alma del retratado, al menos para mí.

Las obras de ambas son soberbias y muestran que son manos de mujer las que impregnan los lienzos con trazos delineados, suavemente. En la gracia, en la sutileza, en el refinamiento se nota que son pintoras.

Hay otro género que estas dos mujeres compartieron y en el que también apreciamos diferencias. Me refiero al retrato de grupo. Mientras Sofonisba huye del artificio, Lavinia da al conjunto un aire teatral. Fíjate en los dos cuadros que dejo a continuación.

Retrato de familia, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1558.
(Todo se reduce a la mirada. La niña contempla a su hermano. El pequeño mira al padre y este a nosotros. Todo ese juego de miradas ¿qué te dicen? A mí, complicidad y orgullo de familia. El tratamiento de las figuras es natural, el dramatismo está en el paisaje del fondo).

Retrato de familia, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, 1596-1603.
(Aquí la comunicación recae en los gestos de las manos. Se trata de una escena cotidiana. Todos están rodeando la mesa. La composición es abigarrada y representa a tres generaciones de una familia. El anciano de la izquierda fue incorporado al cuadro. El difunto señala a un perro negro, símbolo del más allá. La anciana sostiene un pañuelo blanco, símbolo del llanto. La niña viste de blanco, símbolo de la pureza. El chico extiende la mano hacia el libro de oraciones, símbolo de devoción. El hombre del centro presenta a su familia. La mujer señala al cielo. Pura narratividad dramática. ¡Me encanta!).

Lavinia creó su propio taller y en él recibió todo tipo de encargos. Está considerada la primera mujer profesional de la historia del arte. También fue la primera mujer que llevó a los lienzos la pintura alegórica.

Lavinia Fontana es la primera mujer que pintó desnudos, como he dicho antes. Pero, para controlar el escándalo que algo así provocaría, utilizó escenas mitológicas. Los desnudos de Lavinia no eran sólo una muestra de buena ejecución. Ella les añadió, con las transparencias, las joyas y las posturas de las figuras, sensualidad y erotismo.

Marte y Venus, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, h.1595.

Lavinia logró su objetivo: eludió las prohibiciones de Trento. Y consiguió que hasta los cardenales se interesaran por sus obras religiosas y profanas. Un documento del Archivo Secreto Vaticano dice:

«El lunes pasó a mejor vida Lavinia Fontana, boloñesa, pintora singular entre las mujeres de nuestros días, que estaba a la par de los principales hombres de su profesión».

Lavinia trabajó todos los temas en todos los formatos y soportes, incluso pintó cuadros de altar.

Autorretrato en el estudio, Lavinia Fontana, óleo sobre cobre, 1579.
(Pequeño cuadro que hizo para cumplir con el encargo del dominico Alfonso Chacón. El coleccionista le pidió un retrato para su serie romana de hombres y mujeres ilustres. La intención de Chacón era poner esta obra al lado de otra de Sofonisba. Chacón quería imprimir su colección. No llegó a hacerlo, pero fue su proyecto el primero que incluyó a mujeres pintoras. Lavinia escogió el formato en tondo —circular—. Estaba embarazada de su tercer hijo. Lindo cuadro donde destaca la cruz).

La infanta Catalina Micaela con tití, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1573.
(Curiosidad: La infanta lleva en el cabello la flor preferida de su padre, quien hizo plantar los parterres del Escorial con narcisos. Sus manos sostienen un monito comiendo una galleta. Posar con animales exóticos era símbolo de distinción).

En Vidas de artistas (1550), al referirse a Sofonisba, el afamado historiador del arte Giorgio Vasari (1511-1574) escribió: «ha hecho cosas extraordinarias y bellísimas en la pintura».

La manera en la que Sofonisba refleja las emociones de su modelo no tiene competencia entre sus discípulas. Su obra fue reconocida por Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564). Es curiosa la anécdota que los une y que nos ha dejado un par de dibujos extraordinarios.

Amilcare Anguissola, el padre de Sofonisba, que ejercía como una especie de representante de su hija, envió a «El divino» un dibujo de la pintora titulado Vieja que estudia el alfabeto y provoca la risa de un joven. Miguel Ángel quedó impresionado con la manera en la que la artista había representado la risa. Y la retó. La retó a que hiciera un dibujo que mostrara el llanto. Y Sofonisba aceptó. Le fue enviado al pintor Niño mordido por un cangrejo que provoca la atención de una joven. Son los dos únicos dibujos que se conservan de ella.

Vieja que estudia el alfabeto y provoca la risa de un joven, Sofonisba Anguissola, lápiz negro y carboncillo sobre papel.

Asdrubade mordido por un cangrejo que provoca la atención de una joven, Sofonisba Anguissola, lápiz negro y carboncillo sobre papel.
(No está presente en la exposición. Pero aquí les dejo el dibujo para que aprecien cómo representó la tristeza).

La cremonesa fue, durante el período que va desde 1560 a 1573, maestra de dibujo de las infantas Isabel Clara Eugenia (1566-1633) y Catalina Micaela (1567-1597), hijas del rey Felipe II. Sofonisba nos dejó retratos imponentes de la familia real.

El paso de Sofonisba por la corte española trajo cambios en su pintura. Sofonisba no firmó sus cuadros, pues no estaba en España como pintora de corte, sino como dama de compañía.

Los retratos de esta época destacan por la sobriedad y la pompa. Son retratos realizados «al modo español», aunque hay que decir que ella regaló a los personajes gestos que los dulcifican. Sin embargo, aceptó las posturas distantes, quietas y severas que se relacionaban con las virtudes.

La «manera española» se conseguía con una mezcla de albayalde, negro y nimio —la combinación daba una base gris, ligeramente rosada—. Este tipo de imprimación, que se aprecia muy bien en el cuadro de Felipe II, sólo se dio en España.

Felipe II, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1573.
(Los retratos de la familia del rey los hizo poco antes de marchar de España. Felipe II aparece con el toisón, la espada, el rosario y traje sobrio y elegante. Mira cómo resaltan los botones negros sobre la tela oscura del traje. Curiosidad: En 1573, fecha de la pintura, el rey instauró la fertilidad de la Virgen del Rosario. Puede que, para señalar el acontecimiento, Sofonisba pintara un rosario tan grande).

Y ahora pasemos a los cuadros de temática religiosa, que también tienen su miga.

Aquí las dos se mojaron. Las dos se atrevieron con un asunto no tocado por mujeres, al menos no de manera profesional. Me refiero a la pintura devocional.

Lavinia y Sofonisba se guiaron por los principios doctrinales que Trento impuso a la pintura sacra. El arte al servicio de la divulgación de la fe debía mostrar un escenificación clara —la Contrarreforma entendió el arte como un instrumento catequístico. De ahí la pintura que cuenta una historia con moraleja.

Consagración a la Virgen, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, 1599.
(El cuadro fue creado para decorar la capilla de la familia Gnetti. Está dividido en dos: el mundo terrenal y el celestial. Es un ejemplo de su composición ordenada. También es un ejemplo de lo que requería la Contrarreforma del arte. Fíjate en los santos aleccionando a los críos y en cómo estos asumen una postura pía).

En la representación del asunto religioso, Lavinia destacó por su creatividad y por atreverse con obras de gran formato.

Sofonisba, sin embargo, no se mostró al tratar la pintura religiosa, sólo recreó obras de otros artistas. Hizo cuadros pequeños y medianos, que tenían uso privado y que, al igual que los de Lavinia, incitan a la meditación.

La Sagrada Familia en un paisaje, óleo sobre tabla, Camillo Boccaccino, 1530-1535.
(Esta obra no está en la exposición, pero la incluyo para que puedan compararla con la que Sofonisba realizó sobre el mismo tema).

La Sagrada Familia con san Juanito y san Francisco de Asís, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1559.
(Prácticamente es igual que la tabla de Boccaccino, aunque la paleta es más suave. Ella incluye dos figuras más y le da al paisaje un tratamiento menos contrastado. Pero, por lo demás… ¡Si hasta la pucha de flores que la Virgen tiene en su regazo es igual! Se cree que es su primera obra de asunto religioso).

Quiero terminar con dos cuadros que creo que resumen el objetivo de la exposición del Prado. Uno es Minerva desnuda, de Lavinia Fontana. El otro es Sofonisba Anguissola, el retrato que Antonio van Dyck (1599-1611) hizo a la cremonesa cuando la visitó en Palermo.

Minerva desnuda, Lavinia Fontana, óleo sobre lienzo, h. 1604.

Minerva desnuda demuestra la fuerte personalidad de dos mujeres que defendieron su profesión con tanta intensidad que consiguieron la fama en un mundo controlado por hombres.

Con la Contrarreforma rigiendo los destinos de la sociedad católica, Minerva, el desnudo integral que Lavinia Fontana pintó bajo el amparo de un tema alegórico, encontró sitio en la galería romana de un gran coleccionista de arte de la época: el cardenal Scipiano Borghese (1577-1633).

Sofonisba Anguissola, Antonio van Dyck, óleo sobre tabla, 1624.
(Sofonisba murió un año después de ser retratada por el flamenco).

El retrato de Van Dyck va acompañado de una anécdota protagonizada por Sofonisba y que nos demuestra cómo estas mujeres vivieron la pintura. El 12 de julio de 1624, Van Dyck visitó a la artista. Vivía en Palermo y estaba casi ciega. Rondaba los noventa años. Cuando le pidió permiso para retratarla, recibió el consentimiento con una condición: que la luz le viniera de frente y no de arriba. Sofonisba, con esa solicitud le reveló un truco al pintor. En Cuaderno italiano, escribió Antonio van Dyck:

«Haciendo su retrato, me hizo varias advertencias de que no tomara la luz de demasiado alto para que las sombras no remarcaran las arrugas de la vejez, y muchas otras buenas sugerencias, y además me contó parte de su vida, por la que se conoce que era pintora del natural y milagrosa, y la mayor pena que tenía era no poder pintar más por la falta de vista, aunque la mano todavía era firme sin ningún temblor».

Autorretrato ante el caballete, Sofonisba Anguissola, óleo sobre lienzo, h. 1556-1557.
(Con este cuadro ella quiso mostrarse no como artesana que manejaba su oficio, sino como artista que escogía sus temas. De ahí que se represente pintando una escena religiosa. El cuadro está inspirado en el de Caterina van Hemessen, sólo que la flamenca es más conservadora, pues se pinta pintando un retrato).

Autorretrato ante el caballete, Caterina van Hemessen, óleo sobre tabla, 1548.
(Caterina fue la primera mujer del Renacimiento que se autorretrató como pintora de profesión. Caterina también hizo cuadros de temática sacra, aunque estaban destinados al ámbito familiar. Esta obra está considerada el primer autorretrato autónomo de una artista).

En otro país europeo hubo otra mujer que destacó en su época. Hablo de Clara Peeters  (1580/1590-después de 1621), pintora flamenca y barroca que se caracterizó por dejar sus autorretratos en los pequeños objetos de sus bodegones.

Clara Peeters fue la primera mujer que tuvo un monográfico en el Museo Nacional del Prado. En este, mi blog, tienes una entrada dedicada a ella.


Bodegón con flores, copas doradas, monedas y conchas (detalle), Clara Peeters, óleo sobre tabla, 1612.
(En la copa se refleja su rostro. Este cuadro no está en la exposición).

Siempre ha habido mujeres dedicadas al arte, a la poesía, a la música, a la literatura. Pero casi siempre han sido silenciadas por voces masculinas bien posicionadas, aunque las obras de algunas de ellas, como es el caso de Sofonisba y de Lavinia, consiguieron un «¡Hala!» de sus contemporáneos. Esta situación injusta está empezando a cambiar. Cada vez hallamos más títulos de autoras en las estanterías de las librerías. Y cada vez son más los cuadros firmados por mujeres que salen a la luz.

Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana es un buen ejemplo de cómo se ha iniciado un ciclo que tiene la intención de rescatar a escritoras y a artistas, injustamente, olvidadas.

Termino como comienzo: «Bendito sea el año, / el punto, / el día, / la estación, / el lugar, / el mes, / la hora y el país…» dice uno de los poemas de amor más bellos de Petrarca. Y yo digo: «Bendito sea el arte que libera al alma de las ataduras de la vida diaria».

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El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura.

Tiziano y Safo: “Poesías” y poemas.

Louise Labé, la “Belle Cordière”. Sonetos.

Bartolomé Bermejo, maestro de la pintura antigua.

Los estudios de plantas y animales de Alberto Durero (Manuel Gutiérrez-Marín y Francisco Pérez-Dolz). Texto íntegro.

Giovanni y Lusanna (Gene A. Brucker).

Caravaggio, los pintores del norte y el Concilio de Trento.

La buena mesa en el barroco. Los bodegones de Clara Peeters, una de las pocas pintoras del siglo XVII.

Navarrete el Mudo, “el Tiziano español”.

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Lina Bo Bardi: tupí or not tupí (1946-1992).

Rosario Weiss, la alumna aventajada de Francisco de Goya. Dibujos.

Sonia Delaunay. Arte. Diseño. Moda.

Georgia O’Keeffe y Elizabeth Bishop.

«Invitadas». La mujer, el arte y el siglo XIX.

El trampantojo. Hiperrealismo en el Museo Thyssen.

 


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