TRATADO SOBRE LA AMISTAD

«Que tesoro es el asilo de la amistad».
Madame de Lambert

La marquesa de Lambert, Nicolas Largillière, óleo sobre lienzo.

En el Tratado sobre la amistad, a modo de plática íntima, Madame de Lambert reflexiona sobre dos asuntos que nos atañen muy directamente: la amistad y la vejez. Y lo hace inspirada por las lecturas de las obras de dos de sus autores de cabecera: Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.) y Montaigne (1533-1592).

La reciprocidad, la confianza, la lealtad, la compañía, la discreción, el auxilio, el respeto, la generosidad, el compromiso, la constancia y la paciencia son términos que encuentran su espacio en El tratado sobre la amistad (1737).

En El tratado sobre la vejez (1747), además de ahondar en la paciencia, aparecen palabras como fe, resignación, presente, coraje, experiencia, libertad, sosiego, voluntad. Pero, si en El tratado sobre la amistad se realza la importancia de dar más de lo que se recibe, en El tratado sobre la vejez la recomendación es priorizar el quererse a uno mismo. La vejez, nos dice, es el momento de la vida que tenemos para conocernos a fondo y vivir el presente, agotados ya como estamos de compromisos sociales y familiares.

«La paz no consiste en no sufrir, sino en resignarse a esos mismos sufrimientos», afirma. Y advierte que hay que tener valor para «ignorar lo que está por encima de nosotros»; es decir, la muerte.

Madame de Lambert (París, 1647-1733) medita también sobre los intereses que acompañan los distintos ciclos de la vida. Y va más allá, porque relaciona los temas que trata con los temperamentos humanos. La autora vincula acciones a emociones.

¡Qué libro tan curioso y valioso es el que hoy les recomiendo! Tratado sobre la amistad no sólo es interesante por los temas que desarrolla, sino porque nos traslada a otro espacio. La escritora nos abre las puertas de su Salón, el más respetable del París de su tiempo, hollado por hombres como el vendimiador de cuentos infantiles Charles Perrault (1628-1703) o como el ilustrado filósofo Montesquieu (1689-1755), quien, por cierto, entró en la Academia Francesa gracias a las gestiones de su amiga Madame de Lambert.

La autora nos permite fisgonear su época, pero no de forma directa. Madame de Lambert no se detiene en describir escenarios y acontecimientos; es la atmósfera del libro la que desprende aromas lejanos. Con su lenguaje elegante, sosegado y claro nos ofrece consejos fundamentados en sus experiencias personales y en sus lecturas favoritas.

Madame de Lambert recela de la pasión, pues ciega a la razón. Por eso, cree que es en la madurez cuando se cosechan las sabrosas frutas de la amistad. Para ella la juventud, ligada al amor ebrio, es incapaz de mantener la calma necesaria para elegir el oído que escuchará y el ojo que observará nuestros más íntimos secretos, porque «nuestros amigos nos representan: se nos busca en ellos».

En cuanto al Tratado sobre la vejez te diré que está dedicado a su hija. Aquí, Madame de Lambert hace distinción entre hombres y mujeres. La mujer de su tiempo nacía para agradar. Esta tarea, si en la juventud ya era una carga, con la pérdida de la lozanía se volvía una faena imposible de cumplir. Dice: «Sólo se trabaja para los hombres. A las mujeres en cualquier edad, se las abandona a sí mismas».

La vejez es reflejada en toda su crudeza: en su tristeza, en su soledad, en su miedo, en su dolor, en su egoísmo. Y, sin embargo, se trata de un texto optimista; pues las etapas de la vida tienen sus propias reglas y sus propios placeres. Resulta curioso cómo, para el ciclo final de la vida, sugiere refugiarse en la devoción:

«A un cristiano sin fe sólo le esperan penalidades; y a un filósofo la nada (…) ¡Hay mucho que cambiar si cambiamos la idea de la nada por la idea de la eternidad!»

Madame de Lambert sostiene que el éxito está estrechamente relacionado con la virtud. Y como la virtud no es más que una cualidad personal, entonces, nuestro éxito o nuestro fracaso depende de nosotros mismos.

«Cualquier edad es una carga para quien no encuentra en su interior aquello que puede hacer la vida feliz».

Tratado sobre la amistad recoge los dos textos y está traducido y prologado por Manuel Arranz. El libro se encuentra dentro del catálogo de la editorial Elba.

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