UNA LECCIÓN PARA VELETA
—¿Estás lista, hija? —preguntó Cometa.
—Enseguida salgo —respondió Veleta.
—Venga, date prisa, que quiero enseñarte todos los departamentos para que puedas elegir bien tu regalo de cumpleaños.
Cometa y Veleta son dos ratas de alcantarilla que viven por la zona de los Austrias, ambas llevan consigo el sabor del añejo e histórico barrio y el entusiasmo y la ignorancia de los turistas. Veleta acaba de cumplir la mayoría de edad y la madre, siempre preocupada por el bienestar de su hija, quiere introducirla en el mundo de los centros comerciales. Así que Cometa decide llevarla, dando un paseo por los subterráneos de la capital, hasta la Gran Vía, sitio donde se halla el cubo de basura más grande y entretenido de todos los que se encuentran en su ciudad.
Veleta está muy nerviosa porque esa salida con su madre marca el comienzo de su vida independiente. A partir de ahora será ella la encargada de realizar sus propias compras.
—Madre, ¿no nos perderemos en ese cubo tan grande? —pregunta inquieta.
—¡Oh, no! No tengas miedo. Son huecos por dentro, no tienen ni puertas, ni ventanas. Y todos los departamentos están muy bien señalizados. Sólo tienes que seguir las flechas y leer los carteles que anuncian las delicias del consumismo. Cada departamento tiene su especialidad —responde la madre, muy orgullosa de tener una rata tan lista y entregada a la modernidad. Y agrega:
—Mira, Veleta, lo importante es que no te descentres porque ¡hay tanto que ver, mirar, tocar y comprar! Debes llevar clara la idea de lo que necesitas y todo irá sobre ruedas, será un coger de aquí y de allá que te hará subir a la ruleta rusa de la compra con tarjetas de crédito. ¡Es apasionante, hija!, créeme.
Y para no perder el tiempo con boberías, Cometa comenzó a describir los diferentes departamentos del famoso centro comercial. Así, al llegar, irían directamente al escogido por su querida hija.
—Tenemos en la primera planta la sección de Desánimo, Desorden y Corrupción. En la segunda planta se agrupan los departamentos de Promiscuidad, Insensibilidad y Grosería. Y en la tercera encuentras el más grande y caro: el de Lobotomía. ¡Ese es el no va más!
—¡Ay, ay, no sé por cuál comenzar! ¡Todos me encantan! Pero…, ¿de qué va el de Lobotomía? —preguntó, intrigada, la rata joven que nunca había escuchado tan extraña palabra.
—Es el mejor, pero ya te he dicho que también es el más caro. Allí lo primero que te piden es que rellenes una tarjeta con todos tus datos personales: Soy la rata Veleta, de estatura media, vello púbico espeso, cola de tantos centímetro, etc, etc. Una vez relleno el impreso te pasan por un escáner para ver si el tamaño de tu cerebro se adecúa a los intereses de la sección. Aquí hacen realidad tus ilusiones, pequeña. Su eslogan es: «¡Abracadabra, pata de cabra!»
—¿Me estás diciendo, madre, que puedo ser cantante así, sin más?
—Sí, sí, claro que sí, ¡lo que quieras! Ellos te bautizan con un baño de fango y consiguen el milagro de convertir tu vida en la vida de todos… y para todo, porque estarás en la boca de todos. ¿A que lo flipas?
—¡Yo quiero ese! ¡Ese será mi primer departamento! ¿Duele la conversión?
—¡Qué va…!, sólo te anulan la identidad.
—¿Y cómo pagamos?
—Con la tarjeta de crédito del Banco Vida. Ellos van rebajando horas, minutos, segundos a tu existencia. Lo hacen en función de lo que compres. Pero no te preocupes por eso: la moneda Vida está infravalorada, ya sabes que «la vida no vale nada», como dice el cantautor.
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