DOSTOIEVSKI, BAKUNIN Y NECHAYEV

«El fuego está en el cerebro de la gente».
Fiodor Dostoievski

Los demonios que poblaron la mente de Dostoievski eran de carne y hueso. El escritor se inspiró en Bakunin, Nechayev y el joven asesinado —un disparo en la cabeza—, Iván Ivanovich Ivanov, para construir los personajes de su célebre novela.

En el año 1870, cuando llega a Rusia el terrorismo como método de lucha para acabar con el zarismo, las células infiltradas en las grandes ciudades pasan a la acción. El asesinato del estudiante Ivanov fue el pretexto que utilizaron las sociedades secretas para salir a la luz y emprender la lucha —así la justificaban ellos— contra el despotismo, representado en la figura del zar Alejandro II y en los terratenientes.

El Catecismo Revolucionario incluye cinco cartas de enorme interés para comprender esta época de la historia rusa. Tres corresponden al escritor Dostoievski y dos son del anarquista Bakunin. Están fechadas en el año 1870 —cuando ya se se ha cometido el crimen del joven estudiante y se conocen las alianzas entre el nihilista Nechayev y el terrorista Bakunin, que para entonces había iniciado su cruzada contra Marx.

bakuninMijaíl Bakunin
(1814-1876)

En dos de estas cartas, una dirigida al editor del periódico donde publicó por entregas la novela Los demonios y otra a su amigo y poeta Máikov, Dostoievski explica el argumento de su novela y lo que perseguía con ella.

Los demonios es un tratado contra el nihilismo y el extremismo político, corrientes ideológicas que desprecian la vida y el «alma rusa». El escritor conocía el asunto, pues él también había simpatizado, durante sus años mozos, con las ideas radicales que lo llevaron a la cárcel.

nechayev
Sergéi Nechayev
(1847-1882)

En 1854, Dostoievski es liberado del presidio y enterrada, en los hielos siberianos, deja su época de escarceos revolucionarios. Comienza en el escritor un período de acercamiento a Dios que ya no se detendrá. En Los demonios, el novelista critica «esa aberración de ideas y principios morales» que no sienten respeto por la vida, definiendo el nihilismo como apostasía. Dostoievski alza su voz contra el escepticismo.

En la novela, el personaje de Schátov representa a Iván Ivanovich Ivanov y sus asesinos Bakunin y Nechayev están representados por Stavroguin y Verhovenski. El autor destina para Kirillov y Stavroguin un final con alta connotación religiosa: el suicidio.

dostoievski
Dostoievski
(1821-1881)

Reglas en las que debe inspirarse un revolucionario es el título original del libro escrito por Bakunin, a dictado de Nechayev. En él se establecen los objetivos a conseguir en la lucha y la manera de obtenerlos:

«El revolucionario desprecia la opinión pública… No tiene ningún miramiento hacia el Estado ni hacia la clase cultivada de la sociedad… Debe tener un solo pensamiento, una única meta: la destrucción inexorable. Persiguiendo con sangre fría y sin descanso el cumplimiento de su destino…»

La cultura de masas es uno de los asuntos que más le preocupan a Bakunin y a Nechayev. En el Catecismo Revolucionario —La Filguera ha publicado el panfleto con este título— se hace hincapié en la necesidad de disminuir el nivel cultural y científico de la población, pues es imprescindible controlar el talento de las personas para ejercer un control sobre ellas. En el mismo establecen las bases de control sobre el reconocimiento de que «la mayoría sólo tienen mentes mediocres».

Plantean que el alto nivel de conocimientos sólo lleva al despotismo; así que hay que organizar la cultura para que se adapte a los niveles más bajos y hay que expulsar de la sociedad a todo aquel que presente un coeficiente de inteligencia relevante. Ponen ejemplos:

«A Cicerón le cortaremos la lengua; a Copérnico se la arrancaremos y a Shakespeare lo mataremos a pedradas». También se manifiestan en contra de la belleza física y en contra de cualquier cualidad o capacidad relevante del individuo.

Atentado al zar Alejandro II, San Petersburgo, 1881.

Dispuestos a utilizar la violencia como cincel para moldear al hombre de barro, los terroristas nihilistas llegaron para quedarse. Ahora tienen otros métodos y otras caras —son camaleónicos—, pero anidan, como buitres, detrás de los despachos de sillas de cuero y aparatos de última tecnología.

Mientras el nihilismo radical sigue invirtiendo en máquinas humanas para matar, el nihilismo pasivo te va quemando por dentro. Al comienzo y al final, todo es muerte y destrucción.

El nihilismo se alimenta de almas jóvenes, de ahí el control que necesitan ejercer sobre la educación infantil. El nihilista tiene un razonamiento extremo de la vida, que requiere de actuaciones extremas, y en su mundo la espiritualidad no tiene cabida. No hay sentimientos que impidan sus objetivos porque la vida para ellos es una moneda de cambio.

Ferrater Mora para describir el carácter «aniquilacionista» del nihilismo acude al Fausto de Goethe. Leemos en su Diccionario de Filosofía:

«Soy el espíritu que siempre niega
y ello con razón, pues todo lo que nace
no vale más que para perecer.
Por eso, sería mejor que nada surgiera.»


ENLACES RELACIONADOS

Lev Tolstói. La violencia y el amor.

Jenny Marx. “Breves escenas de una vida agitada”.

Dostoyevsky y la biografía psicológica (Jaime Alcalay).

Poemas en prosa (Iván S. Turgueniev).

Mijaíl Osorguín. “La librería de los escritores”.

Las bellas extranjeras (Mircea Cărtărescu).

Judas Iscariote y otros relatos (Leonid Andréiev).

1984. Película (adaptación cinematográfica de Orson Welles).

Los evangelistas de la muerte.

Imre Kertész. “La última posada”.

La semilla milagrosa (León Tolstoi). Cuento infantil.

La máscara de Dimitrios (Eric Ambler). Película.

Nikolay Gumiliov. Poemas.

Marina Tsvietáieva: «Diario de la Revolución».

Ajmátova y Tsvetáieva. Poemas.

Fahrenheit 451 (Ray Bradbury).

Poesía ucraniana del siglo XX. Poemas.

En la colonia penitenciaria (Franz Kafka).

Los vagabundos (Máximo Gorki). Novela.

Revolución y libertad (Georges Bernanos). Texto.

El arte en revolución. De Chagall a Malévich.

T.S. Eliot. Poemas.

Hijo de este tiempo (Klaus Mann).

¿Por qué la guerra? (Albert Einstein y Sigmund Freud).

Los niños del «Caso Padilla».


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