EL CUADERNO DE LOS BOCETOS DE AUSCHWITZ
«Estos dibujos son la única obra de arte que documenta el exterminio de Birkenau».
Pavel Savicki
En el hospital, lápiz, tinta china sobre papel.
El filósofo judeoalemán Theodor Adorno (1903-1969) definió Auschwitz como el lugar donde tuvo lugar «la autodestrucción de la razón».
La pensadora Hannah Arendt (1906-1975), también judeoalemana, afirmó que fue Auschwitz el sitio «donde se trató de erradicar el concepto del ser humano».
Para Jean Améry (1912-1978), escritor austríaco de origen judío, «Auschwitz es el pasado, el presente y el futuro de la humanidad».
Al gas, lápiz sobre papel.
(Izquierda: Camión con la matrícula y las letras «Au» —los conducidos a la muerte son enfermos; llevan camisas blancas—. Derecha: Prisioneros que se dirigen a pie a las cámaras de gas).
El italiano Enzo Traverso (1957), historiador del siglo XX especializado en el Holocausto y en los totalitarismos, declara que Auschwitz fue «una masacre perpetuada sin odio, gracias a un sistema planificado de producción industrial de muerte, a un engranaje creado por una minoría de arquitectos del crimen, puesto en práctica por una masa de ejecutores a veces afanosos, otras inconscientes, en medio de la silenciosa indiferencia de la gran mayoría de la población alemana, con la complicidad de Europa y la pasividad del mundo».
Maltratos físicos, lápiz, tinta sobre papel.
(Cuenta el ex prisionero Eugeniusz Plewa: «Teníamos que hacer el trabajo corriendo, pero las carretillas estaban llenas de grava (…) y provocaban que el prisionero perdiera el equilibrio e incluso pudiera volcarlas. Eran las ocasiones que estaban esperando el Kapo y sus esbirros para maltratar o, incluso, ahogar en un cenagal al prisionero exhausto»).
En Auschwitz hubo prisioneros que dejaron testimonios sobre lo que allí ocurría, a pesar de que pintar y escribir sobre los campos conducía a una muerte brutal. Cuando los recintos nazis fueron liberados aparecieron, escondidos en sitios muy variopintos, textos y dibujos que narraban el horror sufrido.
Los bocetos del Autor Desconocido, que parecen fruto de una imaginación truculenta, forman parte de los documentos hallados. Los dibujos revelan el infierno pensado por personas cultas, por seres con conciencia de lo que hacían. Resulta difícil, incluso para los que no estamos dispuestos a olvidar, asimilar la destrucción racionalizada y tecnificada del hombre.
El escritor español Jorge Semprún (1923-2011) —prisionero del campo de concentración de Buchenwald— describe en La escritura o la vida cómo tenía que esforzarse para que los que participaban en sus conferencias pudieran suponer lo vivido en aquel lugar, que no era un campo de exterminio directo, sino de trabajo —Goethe afirmaba que «muy pocos son capaces de imaginarse la realidad».
Hospital del campo, lápiz, tinta sobre papel.
(Mira cómo detalla el proceso de selección. Fíjate en el techo rojo, las antenas, el guardia, el humo de las chimeneas, la alambrada que aparece a lo lejos… Se conservan los bloques 7 y 8 y parte del muro aquí dibujados).
Contar escribiendo, contar dibujando, contar charlando. Contar… Contar lo sucedido una y otra vez para que no caiga en el olvido. Narrar los campos, los de concentración y los de exterminio.
Relatar el derribo de la civilización para evitar una nueva Shoah. Ese fue el deber que se impusieron algunos prisioneros y muchos de los sobrevivientes de la barbarie atada al siglo XX.
Los seleccionados, lápiz, tinta china sobre papel.
(Aquí aparece el camión donde transportaban a los prisioneros que serían asesinados. Fíjate en el símbolo de la cruz roja que aparece en el vehículo. Los camiones también se usaban para trasladar el «Zyklon B» usado en las cámaras de gas).
Un hombre que firmó sus dibujos con las iniciales MM es el autor de lo que se ha llamado El cuaderno de los bocetos de Auschwitz, libro que reúne las ilustraciones que fueron halladas en 1947 por un guardia del campo que había estado preso en Birkenau por la misma época que nuestro cronista gráfico. MM guardó sus bocetos dentro de una botella, como guardan los náufragos sus llamadas de auxilio.
Veintidós hojas son el soporte de los treinta y dos bocetos que componen el álbum. Treinta y dos dibujos de gran realismo, abundantes en detalles y que dan fe de una experiencia sufrida y de un deseo inmenso de que no se ocultara al mundo la verdad —quiero pensar que el sentirse útil le concedió paz espiritual a quien se rebeló pintando.
En el campo de concentración, lápiz sobre papel.
Los dibujos realizados por el Autor Desconocido, además de ser testimonio de su valor personal, son una fuente inapreciable de valor histórico. Las escenas pintadas con prolijidad hacen pensar que fue una persona que estuvo en Birkenau más tiempo que el habitual, que pudo desplazarse por el campo con cierta autonomía y que tuvo acceso a los materiales que utilizó: lápices de colores, tinta y papel.
¿Fue un Sonderkommando, quizás? ¿Alguien con oficio reconocido y de interés especial para las SS, como artistas encargados de pintar paisajes, retratos y postales navideñas? ¿Un guardia atormentado por su conciencia? Nada se conoce de la biografía del dibujante de los campos de Birkenau.
El castigo, lápiz sobre papel.
(Representa uno de los castigos más crueles que se aplicaban, el llamado «columpio de Boger». Boger fue el apellido del SS que inventó este método de tortura. Así lo describe el ex preso Wilibad Pajak: «Era muy extraño que un prisionero interrogado por Boger hubiese salido vivo de allí, o lo torturaban hasta la muerte o lo enviaban al Muro de las Ejecuciones, donde era fusilado»).
Sólo sabemos de MM que decidió convertirse en cronista de los campos. Sus bocetos son descriptivos, a diferencia de otros donde la prisa del trazo refleja la precaria situación de los autores.
MM tuvo tiempo de agregar a los camiones el número de las matrículas. Tuvo tiempo de clasificar con letras mayúsculas los distintos círculos del infierno —por ejemplo, los dibujos recogidos de la A a la D representan el exterminio en grupo—. Tuvo tiempo de enumerar barracones, de agregar nombres, de identificar brazaletes, de describir etiquetas de equipajes… Tuvo tiempo, incluso, de dar color a algunos de sus bocetos. Para tanta precisión se requería algún respiro. De ahí que se deduzca que MM no fue un musulmán, un hundido.
Llamada, lápiz sobre papel.
(El preso entrega el libro de registro al SS del bloque número 12, dedicado al hospital del campo masculino en 1942. Cuenta el ex prisionero Miklós Nyiszli que los funcionarios cambiaban, continuamente, el orden de la fila. Llegaba uno y la organizaba de una manera. Llegaba otro y lo hacía de otra forma. Llegaba el jefe del bloque y, entonces, descubría el fallo. «¡Y siempre lo encuentra! Avanza raudo y pega con el puño a varios hombres con gafas que están en la fila de enfrente, los empuja hacia las filas de atrás. ¿Por qué? Nadie lo sabe»).
El Autor Desconocido no pudo ser un hundido. No fue «un hombre demacrado, con la cabeza gacha y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella del pensamiento». No pudo formar parte del grupo definido por Primo Levi (1919-1987), el escritor italiano y de origen judío que dedicó su vida a narrar los campos. No pudo serlo porque, en la descripción de Levi, los hundidos eran muertos vivos, personas cuyo deceso les había llegado mucho antes que la muerte corporal.
La última lámina del álbum está inconclusa. ¿Qué le sucedió al autor? ¿Acaso lo cambiaron de campo? ¿Acaso lo atraparon dibujando y lo subieron al camión que boceteó? Y si así fue, ¿quién escondió los dibujos de MM, de no haber tenido tiempo de hacerlo él?
Carga, lápiz sobre papel.
(Un camión y un grupo de presos que lanzan cuerpos humanos al vehículo es lo último que MM dibujó).
En los bocetos de MM hay dos espacios que se repiten: las rampas y lo que los presos denominaron «bloques de la muerte», que es donde se hallaban los barracones destinados a las cámaras de gas y el hospital para hombres. Fue en el sector BIIf, cerca de las cámaras de gas y de los crematorios V y VI, donde fueron hallados los dibujos que, por la fecha de las construcciones que aparecen y por las que faltan, se piensa fueron realizados en 1943.
Deporte, lápiz sobre papel.
(Se asocia la figura de la derecha, que aparece en un primer plano y de espaldas, con el nazi Ludwig Plagge, apodado «Pequeña Pipa». Los ejercicios eran una forma de tortura. Así los describe el ex preso Wieslaw Kielar: «La cabeza rapada, hinchada por el sol, nos pesaba como si fuera plomo. La sed nos ardía por dentro»).
Los dibujos firmados con las letras MM están recogidos en un libro editado por el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, lugar donde se encuentran actualmente. El cuaderno de bocetos de Auschwitz incluye notas que ayudan a ubicarnos en las imágenes representadas.
Golpes, hambre, dolor, humillación, enfermedad, miedo, castigo, desesperación, crueldad, suicidio, tortura… Son los bocetos del Autor Desconocido representación de la muerte… sin funeral ni epitafio.
En la rampa, lápiz sobre papel.
(Se trata de la rampa antigua, la que estuvo activa desde la primavera de 1942 hasta el mes de mayo de 1944. Es la única imagen gráfica que existe de esa rampa, lugar donde se separaban a las familias y se decidía sus destinos).
Jorge Semprún se pregunta en La escritura o la vida: «¿Estarán dispuestos a escuchar nuestras historias, incluso si las contamos bien?»
Yo sí. ¿Y tú?
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Sobre “El Diario de Ana Frank”. Incluye la película.
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1984. Película (adaptación cinematográfica de Orson Welles).
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